La programación de la Orquestra Simfònica del Vallès es algo contradictoria, fruto sin duda de un presupuesto que no permite demasiados riesgos. Junto a obras de repertorio interpretadas hasta la saciedad, como son el réquiem de Mozart o las novenas de Beethoven y Dvořák (¿alguien se acuerda que el checo tiene ocho sinfonías más?), la agrupación vallesana ofrece propuestas estimulantes y originales, siendo la más destacada de la temporada el concierto con Igudesman & Joo.
El espectáculo A Big Nightmare Music (una gran música de pesadilla) es inteligente, divertido, ameno y didáctico. En uno de sus gags, el dúo revela el secreto del éxito musical: una gran sonrisa, tocar música conocida y ser muy chulo. Como toda broma tiene parte de verdad, ésta fórmula se aplica a su espectáculo. La gente disfruta escuchando melodías que ya conoce, pero a diferencia de los conciertos tipo fin-de-año en que la repetición ritual deviene frivolización, Igudesman y Joo juegan con las melodías convirtiendo lo conocido en nuevo, variándolas, mezclándolas y superponiéndolas de formas sorprendentes y divertidas. Un espectador curioso sin duda sonreirá al reconocer el famoso tema del agente 007 combinado con música de Mozart. Pero lo más importante es que si además es atento puede aprender mucho de música con estos trucos. Quien escribe no pudo evitar recordar un programa del gran divulgador Luis Ángel de Benito en el que mostraba como una misma sucesión de acordes servia como base de obras desde Bach hasta los Beatles. Esto mismo es lo que Igudesman y Joo nos enseñan con sus trucos musicales. Como en el divertido gag de la marcha turca de Mozart, en el que Joo va sugiriendo cambios a Igudesman para que la música suene más alegre -modo mayor- o más oriental – cambiando el si natural por un si bemol. Esto, servido con una calidad musical extraordinaria, es pedagogía musical del más alto nivel. Es una lástima que los gags más explícitamente pedagógicos sean una minoría, pero lo importante es que queda demostrado que la divulgación amena y de calidad es posible.
El espectáculo no es nuevo y la mayoría de gags se pueden encontrar en youtube. A pesar de eso, el talento cómico del dúo permite disfrutar de cada uno de los gags, por conocidos que sean. Salvo algunas frases de Joo, el espectáculo se desarrolló en un perfecto castellano, hecho que si bien restó un poco de espontaneidad a la acción resultó indispensable para que el público apreciara las continuas bromas de los músicos. Desconozco si conocían previamente el idioma, si no es el caso hicieron un gran trabajo de memorización, pues todo se entendió a la perfección. Las referencias a Barcelona y Cataluña fueron inteligentes y de buen gusto y redondearon un guion bien trabajado.
Igudesman y Joo son dos auténticos payasos que disfrutan del escenario. Pero también son dos grandes virtuosos cuyo talento musical queda lamentablemente ensombrecido por sus trucos y sus bromas. Al anunciar la propina, Igudesman contó que mucha gente les pregunta por qué nunca interpretan ninguna obra entera. Y entonces si, solos y sin trucos, interpretaron una obra a dúo que mostró, más que su virtuosismo -más que demostrado durante todo el espectáculo- la sensibilidad de dos músicos excelentes.
Pero no estaban solos en el escenario: les acompañaba la Orquestra Simfònica del Vallès bajo la dirección de Rubén Gimeno. No he hablado de ellos hasta ahora porqué merecen un comentario a parte. De hecho podríamos eliminar los párrafos precedentes acerca de Igudesman y Joo, que son suficientemente famosos, y limitarnos a elogiar la magnífica actuación de la orquesta. Su director titular, Rubén Gimeno, suele conseguir un gran rendimiento de la orquesta y así fue en esta ocasión. La orquesta destacó en los fragmentos en solitario -deliciosa la introducción al concierto de Rakhmaninov– y se adaptó con precisión a los juegos musicales de Igudesman y Joo. Pero lo más importante es el entusiasmo que mostraron: tocaron, actuaron ¡¡y las dos cosas las hicieron bien!! Especialmente memorable fue cuando algunos de los músicos acompañaron a los solistas en un gag en que bailaban una danza irlandesa… ¡¡sin parar de tocar!!
La OSV tiene claro que el formato clásico de concierto tiene fecha de caducidad y apuesta por innovar. A veces con más éxito, a veces con menos. Pero la implicación de los músicos es ejemplar y digna de admiración. Al terminar el concierto Igudesman dedicó unas merecidas palabras a la orquesta y a su director. Y es que la OSV fue el cómplice perfecto para la gran «pesadilla» ideada por Igudesman&Joo.