Portada del disco Justicia Poética, diseñada por © Xavier Jalón.

Cultural Resuena nació para contar la verdad (o algo muy parecido a ella, que somos ambiciosos pero realistas) sobre los actos, eventos y novedades del mundo actual del arte. Nos comprometimos a no elogiar ni dar la vuelta a la evidencia para camuflar un desagrado. Y este compromiso vuelve ante el paso de Pumuky por la sala [2] de La Apolo, en Barcelona, el pasado poco de octubre presentando su último disco, Justicia Poética (Jabalina Música, 2015).

Fallaron dos cosas, fundamentalmente: la ecualización del sonido y la falta de quorum. A mi me pasa con los técnicos de sonido lo mismo con la iluminación en los museos: pocas veces me parecen adecuados, pocas veces considero que potencien las obras. Y esta vez no me hicieron cambiar de opinión. O los graves o los agudos llegaban a ser molestos, se solapaban las sonoridades que tanto cuidan los miembros de Pumuky, la caja de ritmos no terminaba de funcionar. Quizá es sólo una visión desde fuera, pero no creo que se sintieran demasiado cómodos sobre el escenario. Desde luego, a mí me faltó calidad, nitidez y calidez sonora. El tema de la calidez nos lleva al segundo problema. El sociólogo E. Durkheim ya nos enseñó el concepto de «efervescencia colectiva». Es decir, que hay cosas que sólo pasan en un colectivo. Los individuos dejan de lado sus particularidades y se vuelven uno con el grupo. Esto es lo que pasa cuando bailamos como si no hubiera mañana en una discoteca si todo el mundo lo hace y no si está vacía y nosotros solos (también, claro, depende del nivel de alcohol y/o drogas, que son desde siempre inhibidores del principio individuationis). En fin, que la sala [2] de La Apolo estaba a medio llenar, siendo generosos, y eso probablemente nos bajó el ánimo a los asistentes y a los propios miembros de Pumuky, pese a que mostraros varias veces su agradecimiento a los asistentes.  Ni siquiera en los hits, como ‘Si desaparezco’ o ‘El eléctrico romance entre Lev Termen y la diva Éter’, se atisbó un principio de esa efervescencia colectiva. Con esto, no defiendo que sólo volviéndonos locos sea la forma de disfrutar un concierto. Pero parece que un concierto necesita un mínimo de empatía, de ‘química’. De eso que todos sabemos de lo que hablamos aunque no sepamos muy bien cómo definirlo. Ese ‘eso’ no estuvo: reinó una frialdad comedida, un principio de distancia que no se esfumó en todo el concierto.

Una verdadera lástima: el nuevo disco de PumukyJusticia poética, tiene grandes canciones (me quedo, sobre todo, con ‘Escritura automática 9mm’ y ‘La Culpa y el Librepensador’) y demuestra el afianzamiento de la propuesta estética de Pumuky, basada en la superposición de planos sonoros  (con una cuidada electrónica) y la lacónica línea vocal con letras de historias que cruzan lo más íntimo de las vivencias personales. Me gustaría que no hubiese habido tanta distancia entre el directo y el disco, ya que es un flaco favor para gente como ellos, que lleva tanto tiempo trabajando duro (Pumuky está en activo desde 2003 y con varios discos de calidad en el mercado, como Plus ultra y El bosque en llamas) y acumulando reconocimientos de la crítica.