Imagen tomada de aquí.
Estos días, por fortuna, vuelve a sonar el nombre de Juan Hidalgo. Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas (¡Felicidades!). Pero Juan Hidalgo no es sólo un artista plástico. No hay premio para su obra, porque los premios siguen obedeciendo a una antigua división de las artes. Y es que Juan Hidalgo (Las Palmas de Gran Canaria, 1927) se ha dedicado a las artes plásticas y a la música. Y también a la poesía y a la performance (en su jerga, a la acción). Y a la fotografía, la escultura y la instalación. No tanto por su gran curiosidad (que también), sino porque más o menos a partir de la mitad del siglo XX -y quizá un poco antes, con el impulso dadá– se pone seriamente en tela de juicio la división de las artes. Esa división que había ocupado a tantos teóricos preguntándose Ut pictura poiesis o al revés o perfilando cuál era el orden de las artes (piensen que al cine se le sigue llamando el séptimo arte, como si no pudiera ser el primero o el segundo y no se relacionase con otras artes, como la música, el teatro o la fotografía). Es decir, lo que nos plantea Juan Hidalgo, al igual que otros artistas, es lo que de artificial tiene nuestra construcción sobre el concepto de arte y le añade esa «ese» final que abre mundos: él se ocupa de las artes (y también de hacer explotar conceptos preestablecidos sobre ellas).
Juan Hidalgo primero se centró en la música. Uno de los hitos en su carrera fue ser el primer español en estrenar una pieza en los Cursos Internacionales de Verano de Darmstadt. Éstos comenzaron en 1946 con el ánimo de apoyar en el ámbito de la música la desnazificación, apoyando a aquellos compositores y formas de composición que habían sido consideradas como «degeneradas» por el régimen. Se escogió una ciudad pequeña de Alemania, cerca de Frankfurt am Main, donde cada verano se reunían teóricos, compositores y músicos que dirigieron los derroteros de la composición contemporánea (y también los de sus adversarios y críticos). Por allí pasaron grandes nombres como Boulez, Cage, Nono, Sotckhausen o Messiaen (y un largo etcétera). Y también Juan Hidalgo, que en 1957 presentó su obra Ukanga. Sus días en Darmstadt le permitieron conocer a Cage y a Tudor. En 1961, trabaja con Pierre Schaeffer en el ORTF, es decir, el departamento de investigación de la radio-televisión francesa (imagínense que RTVE tuviese un centro de investigación).
Corre el año 1964. Sitúense en la España dolorosa de la década de los 60. Juan Hidalgo y Walter Marchetti se conocen en Milán en un curso con Bruno Maderna. Y forman zaj. No traten de buscar el significado de la palabra: no significa nada.
Entrevista con zaj. Madrid, 1964.
¿cuándo nació usted, zaj?
– en julio de 1964
¿qué significa zaj?
– zaj
¿qué persigue zaj?
– zaj
¿cuál es la estética zaj?
– zaj
¿qué finalidad tiene zaj?
– zaj
¿qué cosas hace zaj?
– traslados, conciertos, escritos y cartones, festivales, viajes, exposiciones, tarjetas, libros, encuentros, visitas, etcétera y etcéteras zaj
¿qué toca zaj?
– zaj toca siempre puntos zaj con y en sentidos zaj[…]
Luego se unieron Esther Ferrer, José Luis Castillejo y Ramón Barce «como en un bar al que entras, te tomas algo, dejas propina, y te vas». Era un grupo de vez en cuando, aunque no coincidían en todo y cada uno tenía su proyecto que a veces dejaba confluir con ZAJ. Lo que sí hizo ZAJ fue ser una plataforma para remover conciencias y dejar atónitos a un público que veía por primera vez aquellas cosas que hacían los de ZAJ.
Con ZAJ la dimensión creativo-musical de Hidalgo pasó a ser escénica, se apropió del espacio. Sus acciones, a partir de 1965, van acompañadas, precedidas, glosadas por un texto. Son los «etcéteras», donde sólo se apuntan algunos lugares de la obra y, sobre todo, del proceso o estado de la investigación o de reflexión para llegar hasta allí. Los «etcéteras» son trozos de lo cotidiano que se extirpa, se saca de su rutinaria existencia y se expone, mostrando el choque entre lo habitual y lo extraordinario.
Si hoy en día aún el arte contemporáneo (sea lo que sea esa categoría abstracta que se le impone a diferentes proyectos y propuestas) sigue siendo incomprendido (algo que, probablemente, va de suyo, por otro lado), rechazado, ridiculizado; y sólo ciertos colectivos lo defienden, imagínense en la España de Franco. En España eran duramente criticados o, directamente, ninguneados e ignorados, mientras eran invitados a participar en espacios tan importantes (¡allí estuvo Picasso o Calders!) como la Documenta 5 de Kassel. Mientras que críticos como Javier de Aguirre o Florencio Martínez, en 1972, tras una acciónde ZAJ en Pamplona, la tildaban de «tomadura de pelo», me gustaría quedarme con la de Juan pedro Quiñonero en el diario Informaciones.
«Ustedes imagínense que leen en un periódico: «Concierto a cargo del grupo ZAJ». Y se disponen a escuchar, por enésima vez, sus musiquillas, tan propias para buenas digestiones. Y usted decide asistir al concierto y matar así la acidez de estómago entre las ruborosas melodías de un Mozart pasado por el agua infectada de la buena conciencia de protocolarias -cuando no inexistentes- virtudes. Pero los ZAJ…. ¡ah, los ZAJ!
Este trio de solapados terroristas le sacudirá el vientre dolorosamente; su digestión será imposible, y a cambio sólo recibirá las monedas sin marcar del azar, el silencio, el vacio, multiplicándose en un escenario que se torna representación de los destinos del Universo […]
Los músicos, los aficionados al arte, los románticos, los buscadores de cucherías culturales, quedarán siempre decepcionados con ZAJ porque ZaJ no propone nada, porque ZAJ no consuela de angustias, ni de soledades, ni de amarguras, porque ZAJ no inventa paraisos artificiales, porque ZAJ no nos instala en un futuro maravilloso, porque ZAJ no recurre a los laberintos de la moral, porque ZAJ no es un «alka-seltzer» para el espíritu (quizá, si, tenga algo de vomitivo…), porque ZAJ no encubre metafísicas ni pensamientos lógicos, porque ZAJ no se reconforta con promesas ni con histona. ZAJ es la ruina del arte».
(Juan Pedro Quiñonero. Informaciones. 6 Julio 1972)
Y ahora te lanzo preguntas:
¿Algunas vez te has preguntado si el arte sirve para algo (en este mundo en que «servir para» es fundamental) y, en caso afirmativo, para qué?
¿Debe ser el arte consolador, como dice irónicamente Juan Pedro Quiñonero? ¿Hay, entonces, un arte más consolador que otro, como por ejemplo el que me pongo cuando tengo roto el corazón y un cantautor pone en su voz mi tristeza, o el que me hace no pensar (me consuela de mi presente), con la machacona repetición de la música de los bares de copas? Y si no es consolador, ¿qué es? ¿debe molestar? ¿debe tranquilizar? ¿debe enternecer? ¿debe hacer todo eso a la vez? ¿Y cómo lo hace, por ejemplo, la escultura de Chillida en San Sebastián, que lo único que promete es peinar al viento?
Si hay un arte que, supongamos, nos sitúa en paraísos artificiales o nos invita a laberintos de la moral, ¿podríamos decir que es mejor que otro? ¿cómo mostramos esos paraísos y esos laberintos? ¿Es verdad que en la Quinta Sinfonía de Beethoven el destino toca a la puerta? ¿Y si no? ¿Y si no importase? ¿Debe el arte seguir manteniendo la distancia entre obra y espectador o, por el contrario, debe repensarse la pasividad, como ya invitó la perfomance o los happenings, en los que se pretendía romper con las jerarquías? ¿De dónde viene el sentido de las obras de arte? ¿No puede ser que se le atribuya un sentido porque pensar lo absurdo es una afrenta demasiado compleja? ¿Te imaginas que, en algún momento, el arte se equiparase con la vida, algo que implicaría hacer saltar por los aires las convenciones sociales? ¿Si no entendemos una obra podemos clasificarla directamente como mala? ¿No estamos así repitiendo la dicotomía simple del «me gusta»/»no me gusta» infantil al que nos invitan las redes sociales?
Estas y muchas otras preguntas sobre el arte y su relación con la vida son las que abrieron el grupo ZAJ. Muchos dicen que desapareció en 1996, con una retrospectiva en el Reina Sofía. Juan Hidalgo, claro, siguió creando. Quizá porque ha nacido para crear y se toma muy en serio eso del arte conceptual, donde el objeto no es tan importante como la idea que se esconde detrás. Es decir, el arte conceptual obliga a los espectadores a darse cuenta de que hay cuestiones que se abren en aquel objeto que han dejado de ser amables con ellos, que no deja claves para comprenderlo, que ni siquiera la comprensión está necesariamente en su horizonte, sino desplazar criterios y creencias preestablecidas. Hoy, algunas de sus obras también nos hablan post festum del límite moral como límite del arte. Una de las piezas más conocidas de Hidalgo fue Música para cinco perros, un polo y seis intérpretes varones, que consistía en pasar por el ano de los perros los polos de helado hasta que sólo quedase el palo. Hoy, que el trato de dominación de los animales no-humanos por los animales humanos está siendo duramente tratado por los medios de comunicación, una obra así no sería concebible sin plantearnos dónde termina el arte y comienza lo moral.
Así habla Valeriano Bozal de aquello que hacían los ZAJ y que se mantiene vivo en la obra de Juan Hidalgo.
Una condición manifiesta en la naturaleza de la obra, si es que de tal cosa puede hablarse (y, en sentido estricto, no puede hacerse): nada que conservar, nada de musear, si acaso documentos para abrir un expediente, carpetas en las que guardar tarjetas, fotografías, críticas…, nada que se parezca a una obra. Y la falta de seriedad como atributo fundamental: no se dice nada [convencionalmente] profundo, no se hace nada [convencionalmente] profundo. Dar un paseo andando o en autobús, lograr que el público haga la “música” que uno no hace, sentarse, levantarse, poner y quitar un objeto, hacer una excursión…, cosas todas ellas bien normales, incluso prosaicas, realizadas ahora conscientemente, invitando a hacerlas, llamando la atención sobre ellas, calificándolas: invadiendo un campo reservado para motivos y acciones más trascendentes
(Valeriano Bozal, “Dos etcéteras sobre Juan Hidalgo”, en De Juan Hidalgo [1957-1997] Antológica, Islas Canarias, CAAM del Cabildo de Gran Canaria, Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Cabildo de Tenerife, Gobierno de Canarias, Ministerio de Educación y Cultura, 1997, pp. 244-245. )
La obra de Juan Hidalgo hace que la sociedad aún no tolera: desplaza creencias y molesta, porque nos habla de lo que nos ha sido desapropiado. Explícitamente nos muestra que no entendemos casi nada de la complejidad entre las fronteras del arte (y, además, tienta, puede que eso que llamamos arte ni siquiera exista), nos habla del cuerpo desnudo, sexual y sexualizado, de sus represiones y fuerza de los tabúes, de la relación con la naturaleza, de eso «normal» que siempre tiene el peligro de volverse anormal (es decir, antisocial). Si algo tiene la obra de Juan Hidalgo es que siempre descompone y no deja pistas para la recomposición: nadie dijo que había que hacerlo.
Nota: Este artículo estará disponible mañana también en el blog oficial del Festival de Música de Canarias, donde se estrenará una obra de Juan Hidalgo.
Referencias:
de Mesa, Roberto García. «El arte de la acción en los etcéteras de Juan Hidalgo.» Cuadernos del Ateneo 31 (2014): 65-83.
Sarmiento, José Antonio. Zaj. Concierto de teatro musical, Lucena: Senexperiment, 2007.
Como estudiosa del siglo XX he sentido curiosidad por este artículo, es escuchar el nombre «Juan Hidalgo» y automáticamente pensar en vanguardia española y foco de novedades. Es realmente gratificante que se reconozca el trabajo de personajes como Hidalgo que tanto hicieron por la cultura de este país, pena que tal reconocimiento no se hubiera hecho antes.
Me gustaría puntualizar algunas cosas en relación a ZAJ. Hidalgo y Marchetti se conocen en la década de los 50 (creo que en el año 58) y es en su estancia en Milán por esas fechas cuando ambos entran en contacto directo con John Cage (a pesar de haberlo conocido con anterioridad en los Cursos de Darmstadt). Antes de la fundación de Zaj hay que pensar en las idas y venidas de Hidalgo entre España e Italia, su papel en Musica Oberta (su contacto con Joan Brossa, Joan Prats y Mestres Quadreny), y su relación con la filosofía zen y grupos japoneses.
En 1964 ambos se instalan en España y comienza la búsqueda de contactos para echar a andar Zaj siendo Ramón Barce el único compositor de la denominada generación de 51 dispuesto a participar en el proyecto. Es más, Zaj es Zaj porque Barce le da ese nombre (es bien sabido que Barce era el intelectual de la vanguardia). Será con posterioridad cuando otros, como un jovencísimo Tomás Marco, Ester Ferrer o Castillejos, se unan a Zaj. No es correcto, por tanto, decir que Barce se uniría después. Sobre las acciones de Zaj se podrían decir muchas cosas. Creo que resumirlo en que va acompañado con un etcétera… conciertos postales, acciones, festivales, etc, etc, etc. y no continúo porque daría para una tesis.
Asimismo me gustaría reflexionar sobre la frase «Si hoy en día aún el arte contemporáneo (…) sigue siendo incomprendido (…), rechazado, ridiculizado; y sólo ciertos colectivos lo defienden, imagínense en la España de Franco». Hablamos de la década de los 60, segundo franquismo o franquismo desarrollista. La idea del gobierno franquista era «lavar la cara» al régimen. Después del largo período de autarquía queremos demostrar que es España es un país moderno, Fraga se baña en Palomares y se acuña la famosa frase «Spain is different». Se celebran los XXV años de paz con estrenos de obras «contemporáneas» de compositores como Luis de Pablo o Cristóbal Halffter. Igualmente el ministerio de turismo e información promueve la celebración de los Festivales de América y España (que permitieron el intercambio musical y cultural entre Latinoamerica, EEUU, Canadá y España en 1964, 1967 y 1970). También en 1964 Luis de Pablo organiza la Bienal Internacional de Música Contemporánea (con apoyo del servicio nacional de educación y cultura), en 1965 se celebra el 39º Festival internacional de música contemporánea de la SIMC… Creo, por tanto, que no existió tal rechazo (aunque tan solo fuera utilizado como una herramienta «propagandística»). Por cierto, el NO-DO se hace eco de uno de los primeros festivales Zaj… No soy experta en ese noticiero pero mi intuición me dice que si no interesara eso no aparecería en antena.
Por último, ya que me estoy alargando demasiado, no entiendo muy bien la cita de 1972. Obviamente se trata de la crítica de Quiñonero a la actuación de Zaj en el entorno de los Encuentros de Pamplona de 1972. Quizás en vez de «soltar» la crítica sin más es necesario esbozar un contexto en el que la vanguardia de los 50-60 ya comienza a ser considerada obsoleta (léase el Piano Phase «para un atentado» acaecido dos años antes a manos de Carles Santos)
Quiero terminar diciéndo que con este comentario no pretendo criticar ni ofender a nadie. Simplemente corregir una serie de errores que creo que deben cuidarse de cara a la difusión de un acontecimiento tan importante como el que celebráis en este artículo.
Un cordial saludo
¡Gracias, Miriam! Agradezco tus puntualizaciones y creo que son muy pertinentes. Contrastaré la información y la incluiré en el texto. Lo del interés por el arte contemporáneo, sin embargo, en los 60 era más -creo- un lavado de cara que un interés real. La prensa especializada no era demasiado entusiasta y muchos (entre ellos ZAJ) hicieron su producción fuera de España. A ver si recuperamos, poco a poco y entre todos, a tantxs artistas interesantes que son desconocidos para una gran mayoría de la población.
Exacto Marina, era un lavado de cara como digo más arriba. Vender que España era moderna. No deja de ser una herramienta propagandística. Hay una tesis doctoral que versa sobre dicho tema: Performing a political shift. avant-garde music in Cold War Spain (https://ora.ox.ac.uk/objects/uuid:df601c57-c9f0-4320-9a3a-8493ecf1101a). Creo recordar que no toca el tema de Zaj pero si festivales diversos.
Para información sobre Zaj te recomiendo el libro sobre Ramón Barce de Ángel Medina o el catálogo del Fondo de Arte Danae «coordinado» por Marta Cureses (aunque ahora mismo no sé si existe un acceso libre). Hay infinidad de escritos en numerosas revistas de la época de Barce y otros compositores y críticos (puedes consultar «Las palabras del viento» editado por Juan Francisco de Dios y Elena Martín) y, por supuesto, la Estafeta Literaria, Sonda… Quizás no toquen Zaj en concreto pero sí ayudan a establecer un contexto.
Por último sobre Pamplona 1972 existen varios escritos, además de un libro cuyo título no recuerdo. La revista Triunfo recoge artículos y opiniones de los protagonistas del momento. Muchos bautizaron Pamplona 72 como el fin de la vanguardia «obsoleta» en España. Hay que pensar que en los 70 la postmodernidad está más o menos instaurada en el resto del mundo (al menos en EEUU con el minimalismo) y en España muchos compositores y críticos ya sienten esas inquietudes. Es, de nuevo, otra época de cambios. Por tanto creo que tendríamos que investigar, yo también porque no lo sé, si esa opinión de Quiñonero es una crítica a Zaj (por ser Zaj) o una crítica a lo que Zaj representó.
Te agradezco haber aceptado mi critica y espero que sea constructiva. Como bien dices deberíamos «recuperar» muchísimas figuras para nosotros desconocidas que hicieron mucho por la cultura de este país.
PD. La ignorancia de la sociedad española en ese sentido queda plasmada perfectamente en el artículo (creo que de El País) en el que se hacen eco, precisamente, del premio a Juan Hidalgo cuando hablan del poeta Ramón Barce… En fin.
Un saludo