Siempre me ha parecido muy gráfica y representativa la analogía de entender el patriarcado como un bidón de brea en el que te sumergen al nacer y por el que luego te pasas el resto de tu vida intentando limpiarte, y al final, por mucho que lo intentes, acabas con restos entre las uñas. Esto siempre lo he sentido así hasta la semana pasada cuando, debido al asunto por el que escribo esto, me di cuenta de mi error y empecé a repensar la sociedad patriarcal como un organismo vivo que se defiende a sí mismo de ataques o agentes externos que controvierten o ponen en jaque su existencia.
En julio de este 2017 la artista México-estadounidense Becky G lanzó el tema Mayores en colaboración con el puertorriqueño Bad Bunny, conocido por colaborar en temas como: Si tu novio te deja sola, Un polvo o Mala y peligrosa. O sea, alguien que te puede acompañar a un concierto Riot Grrrl. La canción entró a formar parte al momento de mi lista de spotify: “Joder qué pena que la letra sea machista porque este tema me pone muy sandunguero”. Por conversaciones con amigas y amigos sé que no soy el único que siente una pena-rabia ante este tipo de temones que por una parte te llaman a bailar y por otra a vomitar. Un sentimiento parecido debieron sentir las chicas de Law Revue Girls cuando cambiaron por completo la letra del tema de Robin Thicke, Blurred Lines, (tema que también está en la lista) por su versión feminista Defined Lines. La propia Becky G ha comentado en varias entrevistas que la idea de la canción se originó tras las reacciones de sorpresa y comentarios de rechazo cuando ésta subió a su instagram la primera foto de ella con su novio, Sebastián Francisco Lletget, un futbolista estadounidense cinco años mayor que ella.
La canción se divide de dos partes: una cantada por BeckyG y otra por Bad Bunny. Personalmente creo que en este dialogo se exponen situaciones cotidianas de la mayoría de ambientes nocturnos de la noche reguetonera (sería interesante ver hasta qué punto esta dialéctica del flirteo se circunscribe solo a ese ambiente): la mujer como sujeto pasivo que solo marca los parámetros que busca; y el hombre como parte activa y absurdamente insistente que trata de convencerla de que ella en realidad no quiere lo que está buscando, que lo que quiere, y aún no lo sabe, es a él: “Como yo, ninguno / Un caballero con 21, yeah / Yo estoy puesto pa’ todas tus locura’ / Que tú quieres un viejo, ¿está segura?”, y así hasta el vomito.
Yo como hombre me siento especialmente sensible a aquellas obras que reproducen modelos de masculinidad con los que abiertamente no me siento identificado, ni creo que sean modelos deseables. Y en este caso Becky G hace una confesión directa y sin tapujos, que por una parte me encanta y por otra me da pereza, de sus gustos en cuanto a lo que ella busca en el hombre: “A mí me gustan mayores / de esos que llaman señores / de los que te abren la puerta / y te mandan flores”. Personalmente, no es hasta este momento de la canción que yo dejo de bailar y me digo: “Espera ¿qué?”. Es en esta alabanza a la caballerosidad más rancia y clasista, junto con el darle voz al flirteo más machirulo donde residen las principales almendras amargas del tema.
Pese a todo esto, y aquí se encuentra la cuestión principal, la canción de Becky G está siendo conocida por ser la de la tía a la que le gustan las pollas grandes, por ser la del: “A mí me gustan más grandes / Que no me quepa en la boca”. Aquí es donde está la mierda. Os reto a que busquéis a Becky G en Google en cualquier noticia o entrevista posterior a julio del 2017 en la que no se mencione la dichosa frase. La propia Becky G reconoce lo obvio, es un doble sentido, sí, ¿y qué?:
“Cuando un hombre canta ‘solo en tu boca, yo quiero acabar’, eso sí está bien. El doble sentido en un hombre está bien, no importa, pero cuando una mujer dice algo… O cuando se dice: ‘Esta noche te quiero comer, te va a encantar’. Y eso no es ni con doble sentido, es al punto. Y aún así son las canciones más grandes del mundo de la música latina. Creo que es algo muy interesante ver que para algunas personas que yo cante esto es un problema. Es mi modo de empoderarme como mujer”.
Tía, Becky, estoy contigo al 100%. Reconoced que ahora os va cayendo bien. En una lectura tranquila, desde mi punto de vista, toda esta parte es con mayor o menor habilidad, un verdadero acto de empoderamiento femenino dentro de este género.
Y con esto en mente nos plantamos en Noviembre de 2017, una de las primeras actuaciones de Becky G en España y la primera -hasta donde he podido comprobar- actuación en directo que hace por la televisión en nuestro país, en una gala de Operación Triunfo en TVE. En dicha actuación, TVE obliga a cambiar esa frase por la alternativa Ned Flanderista: «A mí me gustan más grandes, que con un beso en la boca me haga volar en el aire y que me vuelva loca«. En un ejercicio de censura que, por otra parte, tampoco sorprende viendo la deriva de la cadena pública.
En este momento, mi sorpresa no iba tanto por la censura en sí como por la parte censurada. De toda la canción, esa frase representa el único destello realmente interesante desde la perspectiva del empoderamiento femenino: una mujer de 20 años hablando, dentro de un género musical fundamental y orgullosamente machista, de sus preferencias sexuales. Llamen a la policía, hay una bruja en el escenario. Mi pregunta tras ver esto fue: ¿Cuántas veces habrá obligado TVE a cambiar la letra de una canción? Hasta donde ha llegado mi búsqueda, ninguna. Lo plantearé de otra forma: ¿Cuántas veces ha vetado TVE una canción? Pues no tantas como esperaba:
En 1986 TVE hizo la que sería la primera censura de la “democracia” española al eliminar y no emitir la actuación de Javier Krahe cantando Cuervo Ingenuo en el directo de Joaquín Sabina. La razón no era otra que porque en este tema Krahe metía el dedo en la llaga de las nuevas políticas del PSOE, especialmente por la campaña de permanencia de España en la OTAN.
En 2003 la cadena vetó que el grupo andaluz Las Niñas interpretaran en directo su tema “Ojú” (todo tan raro como suena) por criticar la guerra de Irak . El por aquel entonces gobierno de Aznar no debió ver bien que tres sevillanas veinteañeras cantaran lo de: «Decimos no, no a la guerra que la guerra es mu perra / y si nadie nos quiere echá cuenta, que mira que la peña está que revienta”.
Este está más cogido con hilos, pero en 2008, para la participación en Eurovisión, TVE cambió la letra del Chiki Chiki por su “contenido político” y ojalá pudiese entrecomillarlo más porque la letra era: “Lo baila Rajoy, lo baila Hugo Chávez, lo baila Zapatero, mi amol, ¡ya tú sabes!”.
Para rizar más el rizo, una semanas más tarde Becky G actúa en un programa de Telecinco y es obligada de nuevo a cambiar la letra por ser demasiado obscena. Repito: Becky G actúa en un programa de Telecinco y es obligada a cambiar la letra. Que Telecinco te diga que algo es demasiado obsceno para ellos es como si Intereconomía te censurase por ser demasiado facha, o si Kim Jong-un te dijese que eres demasiado autoritario. Estos ejercicios de censura no han hecho más que desembocar en un claro efecto Streisand y ahora el tema de Becky G está siendo más famoso si cabe por ser “el tema que ha sido censurado por TVE y Telecinco”. Al parecer en España hay dos cosas que no permitimos en la música televisada: que atenten contra el gobierno y que atenten contra el patriarcado.
Ahora cerrad los ojos e imaginad que en la actuación de Maluma en el especial de nochevieja de 2017, TVE hubiese decidido cambiar la letra de: “Te dije mami, tomáte un trago / Y cuando estés borracha pa’ mi casa nos vamos”, o que simplemente no lo hubiesen contratado por ser abiertamente machista. O imaginad que TVE se hubiese disculpado por poner a tres mujeres en bañador como azafatas en el programa de Cárdenas. O imaginad que Telecinco no emitiese Hombres y Mujeres y Viceversa. O que Pablo Motos fuese desterrado de la televisión de por vida… Todo eso bien, pero si una mujer habla de sus gustos sexuales, con el patriarcado hemos topado.