«No se debe juzgar un libro por su portada» y es lo que sucede con Bob Dylan. Está de gira por Europa con su tour Trouble No More, que además lleva el nombre del álbum recopilatorio (2017) Trouble No More – The Bootleg Series Vol. 13 / 1979-1981, que recoge canciones de esos años de su etapa cristiana. También el año pasado se publicó el libro Bob Dylan. 99 razones para amarlo (o no). Como en 2017 hubo unas cuantas controversias con este músico, las publicaciones de diversa índole proliferaron. El autor, Jordi Sierra i Fabra, tiene el don de la escritura ágil y ligera. Nos cuenta la vida del Nobel de Literatura de 2016 en 99 mini capítulos que recorren su carrera profesional y la (auto)creación del artista y el mito de Bob Dylan.


En su momento escribí el artículo Knockin’ on (traditional?) Heaven’s Doors y la moda de criticar a Bob Dylan en el que explicaba por qué sí es un poeta y por qué se criticó tanto que se le concediera el Premio Nobel de Literatura, al mismo tiempo que planteé interrogantes sobre si uno de los verdaderos problemas era considerar el arte popular al mismo nivel que el designado culto. También hice referencia a una serie de artistas porque resulta que cuando leemos textos sobre alguno de los grandes músicos del rock desde hace décadas, hay nombres que aparecen como pilares de inspiración de estos cantantes: Woody Guthrie, Bill Haley & The Comets, Elvis Presley y quien para mí es la auténtica bomba del rock’n’roll, esto es, Little Richard. Todos ellos vuelven a aparecer en este libro como inspiradores de un joven Bob Dylan que busca su camino en sus inicios al piano. De hecho, una de las notas más hermosas es referente a su relación con Woody Guthrie:

No importaba la diferencia de edad, que uno se estuviera muriendo y el otro empezara una fulgurante carrera. Cuando se habla el mismo lenguaje, y en la música más, no hay diferencias, solo el sonido y las palabras.

Ya desde sus inicios fue un hombre que de una u otra manera no pasaba desapercibido. El 23 de septiembre de 1961 se publicó en The New York Times la crítica de Robert Shelton sobre el joven músico, donde se muestran algunas de las características que conservaría a lo largo del tiempo:

La voz de Dylan es cualquier cosa menos bonita. Él trata conscientemente de capturar la ruda belleza de la voz de un obrero del campo del sur de Estados Unidos […]. Es un actor cómico y a la vez un actor trágico […]. Sus frases son elásticas y las estira hasta que uno piensa que van a romperse.

En las páginas de este libro se insiste en las duraciones de las canciones de Dylan porque era algo inusual en la época. La realidad es que a ambos lados del Atlántico se exploraban nuevas formas y medios. Bob Dylan fue uno de ellos pero no el único. En este trabajo también nos encontramos con un total de 99 capítulos y de una ingente cantidad de discos porque se trata de un músico muy activo. Una de las características de prácticamente cada capítulo es la insistente -y exasperante- puntualización de los puestos que consiguieron cada uno de los discos de este artista en Estados Unidos y en Reino Unido. Imagínense…

Que Bob Dylan es un hombre con mucho carácter (una de las razones por las que encanta. O no), queda patente en sus actuaciones hasta cuando recoge importantes premios y considera que no quiere (o no necesita) hablar. Allá por 1964 se negó a actuar en Ed Sullivan Show porque le censuraron su canción John Birch Society Club. Esta trata sobre un grupo cuyo hobby era buscar comunistas a lo largo y ancho de su país. Si a esto le sumamos una de las épocas más tensas de la Guerra Fría entre Estados Unidos versus la Unión Soviética y Cuba en un pulso entre John F. Kennedy y Nikita Jrushov (o Kruschov/Kruschev/Khrushchev) y Fidel Castro, el cocktail musical de Dylan, hubiera sido más que incendiario en uno de los programas de más éxito durante casi treinta años. No fue el único que sufrió la censura en ese programa: Elvis Presley también, algo que ya les conté a colación de la influencia del rey del rock and roll en mi artículo Bruce Springsteen, Born To Run.

Otra de las grandes influencias llegó desde Inglaterra con bandas como The Beatles o Rolling Stones. Conseguían éxitos fulgurantes y el señor Dylan consideró que su carrera debía evolucionar, por lo que le dio un giro y pasó de hacer folk a hacer folk rock. Una de las grandes aportaciones a la música moderna que ha influenciado a todo tipo de músicos es la mítica Like a rolling stone (1965) con sus versos How does it feel? / How does it feel? / To be on your own / With no direction home / A complete unknown / Like a rolling stone?

 

¿La evolución de su estilo le valió la consagración con el público? No. Tampoco entre otros artistas. Se le tachó de «traidor». Además, otro de los motivos por el que se le critica como músico es que versiona sus grandes obras a placer, según el momento y la ocasión. Lo que el público parece querer escuchar es exactamente la misma versión de esas canciones tal y como se interpretaron hace 30 o 40 años. Es algo difícil de mantener a lo largo de varias décadas. Aún más, ¿se imaginan tratando de interpretar sus obras de la misma forma que las crearon a lo largo de todo ese tiempo? ¡Qué aburrimiento para ese músico! ¡Qué hastío para el público! Aquí pueden escuchar diferentes versiones de la misma canción, Blowin’ In The Wind, comenzando por Joan Baez. Si el gran Jimi Hendrix le versionó, por algo sería.

Lo que no se puede negar es que Bob Dylan es un músico que ha influido en varias generaciones y a músicos muy importantes (como The Boss), tiene en su haber importantes premios, sigue en activo y de gira. Parece que continúa haciendo las cosas a su manera. Lo que me planteo con esta etapa pos-Nobel es ¿estará este genio a la altura de su propia leyenda?