Por primera vez la versión completa de Lulu, con el tercer acto orquestado por Friedrich Cerha, subía al escenario de la Opera Nacional Holandesa en una coproducción con la English National Opera y el Metropolitan de Nueva York. Precisamente en el marco de la temporada de éste último teatro, la producción dirigida por William Kentridge será retransmitida en cines de todo el mundo el próximo 21 de noviembre. Sirva esta crítica, pues, de avance y motivación para esta retransmisión.
Lulu es una ópera compleja no solo en lo musical, por lo que cualquier nueva producción es un reto y un aliciente. William Kentridge apostó por el uso de elementos visuales característicos, principalmente proyecciones estáticas de dibujos a tinta, elemento que deviene una suerte de sangre negra, según sus propias palabras. El escenario era ambiguo. Un espacio amplio hacia las veces de buhardilla del pintor, de camerino de teatro y de los diversos salones. Al fondo se encontraban un par de puertas y un balcón. A media profundidad un plano móvil actuaba como pared y esconde fragmentos del fondo según las necesidades de cada escena. Las paredes estaban cubiertas por imágenes de páginas de libros y periódicos en los que se podían ver textos ilegibles. La escasa profundidad de la disposición del escenario se vio compensada por las imágenes en él proyectadas. Dibujadas a tinta, cual sombras en el escenario, la multitud casi caótica de imágenes que cubrían las paredes producía una sensación de relieve y profundidad que daba vida al escenario.
La idea de usar imágenes proyectadas no es nueva y bien ejecutada puede suponer una forma excelente de ahondar en los matices de una trama compleja como la de Lulu y complementar la narración musical. El problema es que puede llevar a una saturación de información para el espectador, que debe estar atento además a una música y una trama complejas. La tipología de imágenes era distinta para cada acto. En el primero, bocetos de mujeres desnudas parecían insistir en la fuerte carga sensual de Lulu, que tan profundamente afecta a los hombres que la rodean. En los siguientes actos la paleta de imágenes se amplió a retratos de sus amantes (incluso alguno que recordaba al propio Berg), mostrando así, no solo las múltiples aventuras de Lulu, sino también sus múltiples facetas o capas que cada una de ellas refleja. El estilo fragmentario y la ejecución a base de pinceladas rápidas sugiere esta incompletitud de Lulu, esa mutabilidad que en el texto se refleja en la diversidad de nombres con los que la conocen sus distintos amantes.
La presencia de elementos visuales simbólicos iban más allá de las proyecciones. Varios personajes y figurantes llevaban máscaras cilíndricas con unos rasgos faciales muy básicos dibujados en ellas. Así mismo, Lulu llevaba pegados a ratos papeles con dibujos en el mismo estilo tosco de sus atributos femeninos, colocados justo encima de lo que imitaban. De nuevo podemos interpretarlo como una representación de su eros y su cualidad de tentadora que lleva a la perdición a todos los hombres con quien traba relación, incluso, como ella misma afirma después de asesinar al Dr. Schön, al único hombre al que ha amado de verdad.
La parte vocal se caracterizó por una solvencia general admirable. La triunfadora fue, como no, Mojca Erdmann en el dificilísimo papel de Lulu. El pequeño volumen de su voz hizo temer al principio que su interpretación quedara mermada por una difícil audición, pero no fue así. Logró siempre una proyección suficiente, ayudada por una magnífica orquesta que nunca abusó del volumen. Su punto fuerte es el registro agudo, de timbre cristalino y con una afinación perfecta. Mostró un buen dominio del rol, tanto en la parte musical como en la dramática. Su personaje era el más trabajado a nivel escénico y Erdmann logró reflejarlo con naturalidad. El resto del reparto resulto impecable, incluso los papeles pequeños. Cabe destacar a Jennifer Larmore, cuya bella voz fue un lujo para el papel de la condesa, y también a Johan Reuter que represento al Dr. Schön/Jack el destripador con un gran aplomo. A su lado el Alwa de Daniel Brenna mostró alguna flaqueza, sobretodo escénica, sin que ello desmereciera el gran nivel global.
La dirección de Lothar Zagrosek -que sustituía al originalmente previsto Fabio Luisi– sin aportar ideas originales, sirvió fielmente a la partitura. Previsiblemente la increíble orquesta del Concertgebouw sonó de maravilla. Su incursión operística anual es una cita ineludible para los melómanos de Amsterdam.
En noviembre el reparto será distinto y la orquesta será la del MET, pero el nivel promete ser altísimo. No se pierdan esta oportunidad de disfrutar en el cine de una de las óperas clave del siglo XX.
- Reparto (6 de junio de 2015)
- Lulu – Mojca Erdmann
- Gräfin Geschwitz – Jennifer Larmore
- Eine Theater- Garderobiere/ Ein Gymnasiast/ Ein Groom – Rebecca Jo Loeb
- Der Medizinalrat / Der Professor – Aus Greidanus
- Der Maler/Ein Neger – William Burden
- Dr. Schön/Jack the Ripper – Johan Reuter
- Alwa – Daniel Brenna
- Schigolch – Franz Grundheber
- Ein Tierbändiger/ Ein Athlet – Werner Van Mechelen
- Der Prinz/Der Kammer- diener/ Der Marquis – Gerhard Siegel
- Der Theaterdirektor / Der Bankier – Julian Close
- Eine Fünfzehnjährige – Katrien Baerts
- Ihre Mutter – Helena Rasker
- Eine Kunstgewerblerin – Virpi Räisänen
- Ein Journalist – Roger Smeets
- Ein Diener – Peter Arink
- Solo performers – Joanna Dudley y Andrea Fabi
- Dirección musical – Lothar Zagrosek
- Dirección escénica – William Kentridge
- Ayudante de dirección – Luc de Wit
- Escenografia – Sabine Theunissen,William Kentridge
- Vestuario – Greta Goiris
- Iluminación – Urs Schönebaum
- Vídeo – Catherine Meyburgh
- Producción -De Nationale Opera
- Coproducción -The Metropolitan Opera, English National Opera