La nueva producción de la ópera de Berlioz, que contaba solo con 3 funciones en los anales del teatro, cosechó un éxito incuestionable, logrando llenar la sala cada día con un público que salió entusiasmado por la gran calidad artística de la propuesta. Es evidente que el reclamo de la dirección de escena de Terry Gilliam contribuyó en gran medida al éxito, atrayendo público nuevo deseoso de experimentar en directo la desbordante imaginación del cómico y cineasta americano. Los responsables de marketing del Liceu explotaron al máximo su nombre, llegando a límites vergonzosos: el nombre de Berlioz desapareció de algunos carteles cediendo el protagonismo al director de escena o incluso al famoso grupo cómico Monty Python, al que Gilliam perteneció pero que nada tuvo que ver con la producción. El propio Gilliam se burló de la estrategia promocional en su cuenta de Facebook colgando una foto de uno de los carteles mas indignos que se han podido ver estos días: no solo están ausentes los nombres del compositor, director musical y reparto; el nombre de Gilliam queda en segundo plano frente al de su antiguo grupo, que aparece incluso más grande que el propio título de la ópera, relegado a un rincón. Esto roza la publicidad engañosa, puesto que más de un asistente esperará en vano los célebres gags del grupo inglés.
Este éxito debería hacer reflexionar a la nueva dirección del Liceu, que apuesta por un giro conservador en la programación centrándola en títulos del repertorio consolidado. Este Benvenuto Cellini marca el camino para atraer y, sobretodo, fidelizar a nuevo público. Programando Bohèmes y Traviatas con repartos mediocres se puede atraer público, pero no engancharlo, con el peligro añadido de perder a los aficionados veteranos. La fórmula es clara: calidad. De la partitura, del reparto, de la dirección escénica y de la dirección musical. Solo así se consigue lo que, aparentemente, es la única preocupación de la actual dirección: llenar el teatro – y la caja.
La mayoría de directores de escena sienten la necesidad de reinventar las obras para justificar su sueldo -algunos, como Herheim o Cherniakov, logran resultados magníficos mientras otros solo logran esconder su falta de talento, como demostró Daniele Abbado recientemente. Terry Gilliam apuesta por una aproximación a la obra de Berlioz que, siendo totalmente respetuosa con el argumento, rebosa humor e imaginación. Pero su mérito no es solo estético. Los vistosos y complejos decorados están diseñados para facilitar la acción escénica, que a su vez discurre con fluidez y naturalidad gracias a los cuidados movimientos. El talento teatral de Gilliam es tan grande como su imaginación. Cierto, su propuesta carece de la profundidad que se encuentra en las relecturas de Herheim o Cherniakov, pero el efecto teatral y visual es insuperable.
Vocalmente el Liceu reclutó un reparto irregular vocalment pero globalmente satisfactorio, especialmente en lo escénico. Sobresalió por encima del resto el tenor John Osborn en el papel protagonista, realizando una exhibición de técnica, musicalidad y estilo. Notable resultó Annalisa Stroppa en el rol travestido de Ascanio, el compañero de Cellini. A pesar del limitado relieve de la parte, la mezzosoprano supo aprovechó su aria para mostrar sus habilidades. Más irregular fue la prestación de Kathryn Lewek como Teresa, con una voz bella pero algo ligera. Tuvo algunos problemas de emisión durante las primeras escenas que afortunadamente no se repitieron y combinó momentos muy inspirados con otros más discretos. El papel de Papa Clemente VII fue interpretado por Erik Halfvarson, bajo que ha cosechado muchos éxitos en el Liceu. Los años se notan, los graves han perdido color y su voz ya no tiene la contundencia requerida por el papel, a pesar de que el tono cómico -estética oriental y gesticulación amanerada- con el que lo retrata Gilliam rebaja la autoridad y dignidad del personaje. Escénicamente Halfvarson compensa sus carencias vocales con una actuación impecable que muestra una vena cómica difícil de ver en los papeles que frecuenta (Hunding, Fafner, Gran Inquisidor…). Destacables también Ashley Holland como Fieramosca y Maurizio Muraro como Balducci.
El Coro repitió el éxito conseguido en Nabucco, esta vez sin la ventaja de contar con el ‘va, pensiero’ para ganarse al público, pero con intervenciones extensas y comprometidas que fueron muy bien valoradas. La labor de Conxita Garcia es patente y parece que después de una temporada irregular el coro ha recuperado su buen nivel. Por su lado, la orquesta realizó su mejor actuación en mucho tiempo. Josep Pons firmó una dirección detallista que a la vez demostraba una sólida visión global de la partitura. Logró un sonido compacto en todas las secciones y unas intervenciones solistas impecables que quizá se deban a alguna trampa: algunos primeros atriles escondían caras poco conocidas. La cada vez mas menguada plantilla orquestal requirió refuerzos para esta producción, ¿aprovecharon para asegurar los puestos de solista con músicos externos? Si fuera así, flaco favor hicieron a la orquesta, puesto que entonces el brillante nivel conseguido seria una ilusión.
En definitiva, un grandísimo acierto de la dirección artística del teatro que confiamos que en el futuro no se recuerde como una feliz y añorada excepción en medio de programaciones rutinarias. Y la deuda con Berlioz todavía está por saldar. Ahora que se ha demostrado que sus obras pueden llenar la sala, ¿veremos algun dia Los Troianos, su obra maestra, en Barcelona?
Elio Ronco y Bonvehí
Ficha artística
Dirección musical – Josep Pons
Dirección de escena – Terry Gilliam
Escenografía – Terry Gilliam y Aaron Marsden
Vestuario – Katrina Lindsay
Iluminación – Paule Constable
Vídeo – Finn Ross
Producción
English National Opera (Londres), Dutch National Opera & Ballet (Amsterdam) y Teatro dell’ Opera di Roma
Orquestra Simfònica i Cor del Gran Teatre del Liceu
Directora del Coro – Conxita Garcia
Reparto
Benvenuto Cellini – John Osborn
Teresa – Kathryn Lewek
Giacomo Balducci – Maurizio Muraro
Fieramosca -Ashley Holland
Papa Clemente VII – Eric Halfvarson
Ascanio – Annalisa Stroppa
Francesco – Francisco Vas
Bernardino – Valeriano Lanchas
Pompéo – Manel Esteve
Hostelero – Antoni Comas
Bravo! Muy buena crítica. Que en una web así se lean mejores comentarios que en los periódicos supuestamente serios y con gente experta y profesional señala la decadencia de la crítica musical en Barcelona.