Hace justo 150 años, el 8 de diciembre de 1865, nacía en Hämeenlinna Jean Sibelius. Para conmemorar esta efeméride la OBC ha programado Kullervo, su primer gran éxito y la obra que supone el «nacimiento de la verdadera música finlandesa» (Toivo Haapanen: La música de Finlandia, 1940). Previamente Sibelius se había limitado a componer para grupos de cámara, y solo recientemente había hecho un par de tímidas incursiones en el terreno orquestal, que fueron recibidas con gran frialdad. Consciente de sus limitaciones como orquestador, decide viajar a Viena para mejorar su técnica y empieza a planear una gran obra sinfónica. Allí lee ávidamente el Kalevala, la epopeya compilada y editada por Elias Lönnrot a partir de antiguos cantos populares recopilados en Carelia que rápidamente se convirtió en un símbolo nacional y resultó determinante en la creación de una identidad cultural finlandesa. Después de descartar multitud de temas, Sibelius se decide finalmente por la historia de Kullervo, el héroe más trágico del Kalevala, y escribe una ambiciosa y extensa obra para gran orquesta, soprano, barítono y coro masculino. Considerada a veces una sinfonía coral (en la linea de Romeo y Julieta de Berlioz o la Novena de Beethoven y prefigurando las sinfonías de Mahler) y otras un ciclo de poemas sinfónicos, se divide en cinco movimientos que exploran distintos momentos de la leyenda. El estreno fue un éxito absoluto. La temática de la obra, que lo posicionaba con los defensores de la cultura finlandesa frente a los partidarios de la sueca, y la capacidad de crear un nuevo lenguaje que el público sintió como propio (en palabras del crítico y compositor Oskar Merikanto: «las reconocemos como nuestras [las melodías de Kullervo], incluso si no las habíamos oído nunca de este modo») convirtieron inmediatamente a Sibelius en un símbolo nacional. Presentar por primera vez al público de Barcelona esta temprana obra maestra del finlandés es un acertado homenaje. Sin embargo, Sibelius se distanció rápidamente del estilo opulento de Kullervo y progresó hacia una mayor concisión y unidad. Su mayor preocupación seria conseguir un desarrollo orgánico del material musical y sus sinfonías esconden, bajo sencillas y atractivas melodías, osadas soluciones al problema de la forma que culminan en la séptima sinfonía y Tapiola, sin duda dos de las mejores obras sinfónicas del siglo XX. Programar estas y otras obras en lugar de repetir siempre el concierto de violín y las sinfonías segunda y quinta seria el mejor homenaje que podría recibir Sibelius.
El concierto empezó con el popular poema sinfónico Finlandia, en la versión para orquesta y coro. Rasilainen propuso una versión enérgica y contundente y obtuvo una respuesta espléndida de la OBC, con un sonido denso y cálido en las cuerdas y unos metales brillantes y seguros. Solo el coro estropeó la magnífica interpretación, con una entrada irregular, un sonido nada compacto, y una decepcionante ausencia de graves, justo lo contrario de lo que se espera de un coro nórdico. ¿Visto el resultado, cómo puede ser que el Coro Académico Masculino de Hélsinki, o KYL(Kauppakorkeakoulun Ylioppilaskunnan Laulajat) se anunciara en la página de l’Auditori como uno de los mejores coros masculinos del mundo? Quizá se trate de una confusión con el Coro Masculino YL (Ylioppilaskunnan Laulajat), antiguo Coro de la Universidad de Hélsinki, fundado en 1838 y que estrenó la mayoría de obras de Sibelius. Éste, efectivamente, es uno de los mejores del mundo y una autoridad absoluta en la obra de Sibelius, pero no tuvimos la suerte de contar con él.
A diferencia de otros artistas que se inspiraron en la historia de Kullervo, Sibelius estructura su obra entorno al episodio incestuoso entre el héroe y su hermana. La introducción es un movimiento en forma sonata que establece el tono trágico de la pieza. El primer tema que escuchamos representa el destino fatídico del héroe y reaparecerá al final de la obra con su muerte. Las numerosas desventuras sufridas por Kullervo en su juventud (asesinato de su familia, rapto, esclavitud…) son plasmadas de forma puramente instrumental en el segundo movimiento. El tercer movimiento, que incorpora el coro y los solistas, es el más logrado y se siguió interpretando de forma autónoma después de que Sibelius retirara la obra de circulación. Es el episodio más descriptivo: mientras viaja en trineo, Kullervo intenta seducir a las chicas que encuentra. Las dos primeras se niegan pero la tercera acepta sus proposiciones. El encuentro amoroso es narrado por la orquesta de forma muy explícita, a lo que sigue un dialogo entre los amantes, durante el cual descubren que en realidad son hermanos. Horrorizada, ella se quita la vida y Kullervo maldice su destino en un episodio de gran dramatismo. En el cuarto movimiento, otra vez instrumental, Kullervo va a la guerra para vengarse de sus enemigos. En el quinto y último movimiento participa de nuevo el coro, narrando como el destino lleva de nuevo al errante Kullervo al lugar donde deshonró a su hermana. Reconociéndolo, la culpabilidad le corroe de nuevo y acaba matándose con su propia espada.
Globalmente, la primera audición de Kullervo en Barcelona fue altamente satisfactoria, especialmente por el altísimo nivel de la orquesta. Solo las maderas, a las que la extrema dificultad de la partitura pasó ligera factura (al componer ésta obra Sibelius todavía no tenia claros los limites técnicos de los instrumentos de viento), estuvieron ligeramente por debajo de su buen nivel habitual. Los metales destacaron de nuevo con una ejecución impecable y un sonido muy flexible, entre lo heroico y lo trágico. Digno de mención fue el solo de trompa en el segundo tema de la introducción, con un ligado prodigioso en pianísimo y un delicioso carácter misterioso. El coro mejoró en esta obra, logrando un sonido mucho más compacto, si bien se siguió echando en falta una mayor profundidad tímbrica. En cuanto a los solistas, el bajo-barítono Juha Uusitalo fue un Kullervo justo, apurado en el registro agudo y forzando constantemente la emisión para suplir un fraseo plano como representación del carácter tragico-heroico del personaje. Totalmente opuesta fue la intervención de la mezzosoprano Tuija Knihtilä en el papel de la hermana seducida. La voz, homogénea y sin fisuras, llenaba con facilidad la sala de l’Auditori con una linea de canto que destacaba por el excelente legato, difícil de mantener por las particularidades del perfil melódico. La gran fuerza dramática de su interpretación residía en el cuidado fraseo, contrastando con su compañero de escenario.
La última visita del director Ari Rasilainen no fue del todo satisfactoria, con una quinta de Sibelius fragmentada e inconexa. Esta vez el resultado fue muy positivo en las dos obras del programa. Se notaba que conoce a fondo Kullervo y guió con precisión a orquesta y solistas en una partitura compleja por extensión, orquestación y ritmo (los componentes alemanes de la orquesta que estrenó la obra quedaron perplejos al ver un compás de cinco tiempos. Hoy en día eso no sorprende a ningún músico profesional, pero igualmente puede ocasionar dificultades cuando los esquemas rítmicos de las distintas voces no coinciden, como sucede en el tercer movimiento). Sin embargo, y a pesar de su coherencia interna, el planteamiento de Rasilainen no acabó de encajar en algunos momentos con el programa subyacente. El segundo movimiento empieza con una canción de cuna triste (según palabras del propio Sibelius) y más adelante aparece un tema de carácter rúnico, probablemente inspirado en las melodías de los antiguos cantores carelianos. El tempo escogido por Rasilainen era demasiado rápido, muy alejado del grave que marca la partitura, dando una sensación de impaciencia y agitación que no encaja con el carácter de canción de cuna ni con el ritmo pausado y monótono de los cantores rúnicos. En cambio, la marcha militar del movimiento «Kullervo va a la guerra» resultó demasiado tranquila y despreocupada para alguien que va a la guerra en pos de venganza.
Lamentablemente, a pesar de tratarse de una oportunidad única para conocer una gran y atractiva obra de un compositor relativamente popular, la sala de l’Auditori no se llenó en la segunda de las dos únicas sesiones programadas (habitualmente se programan tres). Aquellos que llenan la sala cuando se interpreta su concierto para violín, ¿no sienten la menor curiosidad por conocer otras obras del autor? ¿Que sentido tiene el arte si siempre se consumen las mismas obras? Los espectadores que llenan las salas cuando se programa la Novena de Beethoven (esta temporada se podrá escuchar dos veces en Barcelona, con la OBC y la OSV) se tuvieron que arriesgar algún día a escucharla por primera vez. ¿Realmente nuestro público tiene tan poco criterio que solo se interesa por aquellas obras que tradicionalmente se consideran de obligada escucha? Esperemos que no. Nosotros solo podemos felicitar a la OBC por su iniciativa y por el excelente concierto ofrecido.
Por Elio Ronco i Bonvehí
Ficha del concierto:
L’Auditori, 13 de diciembre de 2015
Intérpretes
Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC)
Tuija Knihtilä, mezzosoprano
Juha Uusitalo, bajo-barítono
Coro Académico Masculino de Hélsinki (Kauppakorkeakoulun Ylioppilaskunnan Laulajat)
Ari Rasilainen, director
Obras
Jean Sibelius: Finlandia, op.26; Kullervo, op.7.