Originalmente las schubertiadas eran reuniones informales de amigos en las que Schubert presentaba algunas de sus obras. Actualmente, esta denominación se aplica a diversos festivales dedicados a la música del compositor austríaco, como la Schubertiada de Vilabertrán. Ya hace 24 años que cada verano, en la pequeña iglesia de Santa María de Vilabertrán, suenan obras de Schubert y compositores afines. A pesar de que el cartel incluye música de cámara y algunas obras para orquesta, la especial dedicación al lied ha convertido la localidad ampurdanesa en la capital catalana del género, que tiene poca presencia en las temporadas de Barcelona (aunque eso empieza a cambiar).
Otra característica de la Schubertiada de Vilabertrán es la habilidad para detectar jóvenes talentos y traerlos al festival, como es el caso que nos ocupa: el joven tenor suizo Mauro Peter, cuyo debut en Vilabertrán el pasado 25 de agosto supone también su debut en el estado español. Peter causó sensación hace cuatro años con una magnífica interpretación del ciclo Die schöne Müllerin (La bella molinera) en la schubertiada de Schwarzenberg, como sustituto de última hora de Anja Harteros. Precisamente con esta misma obra se ha presentado en Vilabertrán, y la sensación no ha sido menor. Peter tiene una voz bella, increíblemente homogénea, de timbre claro pero rica en harmónicos. Su dominio técnico -sorprendente para su edad…¡y para cualquier otra!- le da libertad para cantar con naturalidad, como si no le costara ningún esfuerzo. Se diría que el canto es para él una forma de comunicación tan natural como lo es el habla para el resto de mortales. Además, Peter es pura expresividad: no es solo su voz – es su cara, sus miradas… Su interpretación estuvo cargada de matices y tuvo mucho cuidado en marcar no solo la progresión de emociones que tiene lugar a lo largo de los veinte poemas, también los distintos personajes a los que estos dan voz. La Schubertiada de Vilabertrán se encarga, muy acertadamente, de poner a disposición del público programas con los textos originales y su traducción. Sin embargo, en esta ocasión cualquier persona sin conocimiento previo de la obra ni del idioma alemán podía hacerse una nítida idea de la línea argumental -al menos en lo que se refiere a su esqueleto emocional: esperanza y entusiasmo iniciales, enamoramiento, dudas, euforia, celos, y finalmente desesperación- sin necesidad de recurrir al texto. La interpretación de Peter es globalmente esplendida, pero donde verdaderamente sobresale es en la primera mitad del ciclo. Es difícil imaginar un cantante capaz de transmitir mejor el entusiasmo juvenil del protagonista y la ilusión que le embarga al descubrir a la molinera.
Junto a Peter tuvimos el placer de escuchar a Helmut Deutsch, uno de los grandes pianistas de lied de la actualidad. Deutsch estuvo muy atento a su compañero y alumno sin que ello significara sacrificar el protagonismo que la parte de piano merece. Su expresividad quedó algo mermada por un sonido demasiado turbio (nada de krystallenen Kämmerlein), a lo que sin duda contribuyó la acústica de la iglesia.
Muchos pensamos que después de una obra como Die Schöne Müllerin -y más aún tratándose de una versión tan excepcional- lo mejor es dejar sedimentar las sensaciones vividas y esperar un tiempo prudencial antes de escuchar cualquier otra cosa. Sin embargo, el público quería más y Peter también, así que ambos artistas obsequiaron al público con dos propinas de Schubert. Al final el público era feliz, los músicos eran felices y -por que negarlo- yo también. Mauro Peter triunfó rotundamente en Vilabertrán, delante de un público consciente de encontrarse ante un cantante que está llamado a ser uno de lo mejores liederistas de su generación. Nada nos haría más felices a todos los asistentes que poder ser testigos de su evolución en las próximas ediciones de la Schubertiada.
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