La fuerza de lo pequeño: presentación de la Sinfonietta de Canarias

La fuerza de lo pequeño: presentación de la Sinfonietta de Canarias

En el East Side Gallery de Berlín hay un mural que dice que sólo cambia el mundo la gente pequeña que en sus pequeños lugares hace cosas pequeñas. Creo firmemente en esa forma de ver el cambio social. Así que me tomo muy en serio lo que a ojos desconocedores puede ser anecdótico. Por eso me parece absolutamente fundamental que la Sinfonietta de Canarias haya comenzado sus pasos y que, con su caminar, hayan de repente abierto la cuestión de porqué no había y no hay más espacios donde gente joven ponga su saber al servicio de las comunidades que no viven en el ámbito capitalino de las islas, especialmente porque la actividad musical en cada rincón de las islas es asombroso. Así que la Sinfonietta se presenta como un soplo de esperanza y, al mismo tiempo, como algo necesario que no habíamos sabido cifrar antes. Será la orquesta residente del Teatro Leal, el único teatro no privado de La Laguna, en Tenerife, y tienen un modelo de programación muy ambicioso, pues plantean combinar algunos “clásicos” de la clásica (valga la redundacia) con estrenos y obras que, si no me equivoco, aún no se han escuchado en el archipiélago, como de la compositora Gubaidulina.

El pasado 9 de octubre dieron su primer concierto: esta vez, aún sin sacar todas sus cartas. Interpretaron la Serenta para cuerdas de Tchaikovsky en la primera parte y, ya con el viento, la Sinfonía veneciana de Salieri y la Sinfonía n. 29 KV. 201 de Mozart. Aún falta trabajo grupal, empaste seccional y mejorar, sobre todo, los finales (en la afinación) y conducción de las frases (en el juego dinámico). En muchas ocasiones no terminaban de sentirse cómodos tocando, algo que redundó en la construcción de las obras. Pero creo que estos defectos tienen que ver con la juventud de su creación: conseguir un sonido empastado grupal no es algo que se consiga rápidamente, por mucho que el entusiasmo lo motive. En esto, habrá que seguir de cerca su evolución. Algo que creo que deberían tomarse en serio, ya que su simple existencia ya remueve heridas de la vida cultural canaria, sería pensar en un formato acorde a su juventud, darle también un bocanada de aire fresco a eso. Llegaron, se sentaron, tocaron, y se fueron. Serios y distantes, como lo hacen las orquestas profesionales, que nos agotan con su separación entre el escenario y el mundo. Ya que era la presentación, hubiese esperado palabras de agradecimiento, de explicación, de motivación. Hacernos sentir parte de aquello. Creo que uno de los potenciales de estas orquestas más pequeñas y de ámbitos de actuación más locales pueden permitirse el lujo y la ventaja de no caer en los mismos errores de las orquestas consagradas, que parece que nos hacen un favor al público tocando allí. Así que me gustaría ver su juventud (por fundación y por miembros, ya que muchos están apenas en la veintena) también en las formas. Ahí pueden encontrar su radical éxito. No digo que imiten las propuestas de Ara Malikian o algo así, es decir, que lo divertido se la única forma de salir de la seriedad del concierto clásico. Sino que es posible pero sólo viable cambiar ese formato desde dentro, donde los propios músicos piensan otras fórmulas. Así eso pequeño llegará a ser, seguro, algo muy grande.

Polonia suena en Barcelona

Polonia suena en Barcelona

El Festival de Música Polonesa a Catalunya, vuelve tres año después con una muestra de la música clásica polaca en relación a compositores internacionales. Se celebrará del 15 al 23 de octubre. Se trata de una ocasión única para escuchar música que se mantiene silenciada para los oídos de este lado de Europa, como la que compuso Karol Szymanowski. Su música, aún por explorar, junta lo mejor del lenguaje de Bartok, de Schönberg y de Stravinsky (Algo que reluce especialmente en su Concierto de violín N. 1) y, en lugar de sonar a pastiche, adquiere un color fantasmagórico delicisoso. Es una alternativa a la música alejada de lo ya escuchado hasta la saciedad en las salas de concierto, nos cuenta de otras lenguas, de otras formas de expresión musical, de porqué la musicología se ha centrado ideológicamente en el resultado sonoro de sólo algunos lugares del mundo.

El festival se abrirá con un concierto que estaremos cubriendo desde Cultural Resuena en el Palau de la música catalana El programa incluye las Canciones de una princesa de cuento de hadas op. 31 de Karol Szymanowski, con la participación de la gran soprano polaca Iwona Sobotka, las Tres piezas en estilo antiguo de Henryk Mikołaj Górecki (otro compositor aún no suficientemente escuchado en el ámbito público) y la Sinfonía núm. 4 de Gustav Mahler. El domingo 16 de octubre, la sala para conciertos de cámara del Palau acogerá al Apollon Musagète Quartett, ganador del primer premio en el Concurso Internacional ARD de Munich, que interpretará cuartetos de cuerda de Haydn, Grieg y Szymanowski.

Como en la anterior edición, la música polaca etará presente también en otras ciudades de Cataluña. El día 22 de octubre en el Teatre de Amer, Luis Grané mostrará su alabado virtuosismo con Frederic Chopin. El domingo 23 de octubre, y como cierre del festival tendrá lugar una velada de música de cámara en l’Atlàntida, Centro de Artes Escénicas de Vic. El concierto estará liderado por el  violinista Bartek Nizioł e incluirá el Quinteto para piano de Juliusz Zarębski, considerada la obra más representativa de la música de cámara romántica polaca.

Organizado por la asociación IDEA Gestión Cultural con la participación de la fundación Ogrody Muzyczne de Varsovia, el Festival de Música Polonesa está patrocinado por el Ministerio de Cultura y Patrimonio Nacional de la República de Polonia y cuenta con el apoyo de la Embajada de la República de Polonia en Madrid y del Consulado General de la República de Polonia en Barcelona. Desde aquí le sugerimos, aunque entendemos el riesgo, a que en futuras ediciones todo sea música polaca: para ayudarnos a abrir los oídos y para mostrar cuan equivocados estamos al enfocar nuestro interés sólo a un conjunto muy reducido de compositores.

¿Quién teme al sexo (feroz)? Sobre vídeos y polémicas

¿Quién teme al sexo (feroz)? Sobre vídeos y polémicas

El mes de septiembre ha estado cargado de polémicas sexuales y audiovisuales. Ambas tienen como hilo conductor a Amarna Miller. Sí, la actriz porno que mola, porque explica que eso que ella hace no es algo condenable, sino que puede ser emancipador y transgresor. Pero vayamos por partes:

La primera polémica ha venido de las manos de Novedades Carminha (de los que hablamos aquí). Su último videoclip, correspondiente a la canción Ritmo en la sangre, que ellos han colgado casi de forma exclusiva en su web, tiene un alto contenido sexual explícito. Lo pueden ver aquí.

La segunda polémica es más reciente: se trata del vídeo que promociona el Salón Erótico de Barcelona, donde se ponen algunos puntos sobre las íes sobre la hipocresía española.

En el primer caso, vemos una utilización del sexo un poco gratuita. No pega demasiado con la canción ni es demasiado moderno en cuanto a algunas de sus formas (el cine ya ha querido romper con algunos tabúes, como al evitar ciertos planos, donde se vea qué pasa exactamente en el sexo: lo vimos en Al otro lado de la cama; o con el fetiche de los hombres mayores con chicas jóvenes, en Madrid 1987, por ejemplo) . Pero los de  Novedades Carminha han dado en el clavo y presagiaron lo que contendría el vídeo del Salón Erótico. El videoclip de Novedades Carminha no se puede ver en demasiado canales, evidentemente no en Youtube. Y no se puede ver porque hay sexo. Y no se puede ver porque hay censura. Como si el sexo no fuese un asunto de la vida cotidiana, como si la sociedad no estuviera sexualizada, como si hubiese un interés por legitimar esta sociedad cargada de represiones sexuales. El vídeo del Salón Erótico lo cuenta muy bien, jugando con algunos lugares comunes de las contradicciones de la sociedad española. Para que pueda llegar a mucha gente, los de Vimema, la agencia publicitaria que se ha encargado de prepararlo, han utilizado actrices y actores (porno) con bastante ropa y un mensaje contundente, enunciado además por una actriz porno que se autoincluye en el porno ético y feminista. La contradicción, que es lo único que nos pone la mosca detrás de la oreja, es que no deja de ser publicidad, y juega con el carácter emocional con el que también lo hace la política. Los de Novedades Carminha han jugado con el morbo que da lo prohibido y el sexo que, juntos, pueden disparar sus visitas en la web. Parece que hay dos lugares, el de ellos -donde parece que no queremos ni debemos incluirnos- y el de un abstracto nosotros. Ahí caben los que no están de acuerdo con ellos, los que se identifican con lo que pasa en el salón Erótico, los que tienen dudas, preguntas, miedos ante el sexo -aunque intenten no reprimirlo y romper con las ataduras de la sociedad en la que se encuentran-. Y se vincula, por arte de magia, lo que se ha programado en el salón erótico de Barcelona con la condena social a las lacras de la sociedad española, como si de forma diametral y evidente estuviesen en el mismo lugar. Estos vídeos hacen una cosa importante: tratar de normalizar prácticas que son mucho más extendidas en la sociedad de lo que se piensa y decir que todo esto no es depravado, sino que responde a una principio de represión social no aplicado a otros ámbitos; que hay formas distintas e igual de importantes de explorar lo sexual. Pero hay otras cosas que no dicen, como por ejemplo el lugar más que polémico de Nacho Vidal (invitado en el salón erótico) en la configuración de la figura de macho alfa o su dudosa moral con el blanqueo de dinero. O que están abusando de un principio de superioridad moral y cultural, algo simbólicamente traído a colación con la utilización del Lacrimosa del Requiem de Mozart. O que su talante provocativo ha generado millones de likes, comentarios y shares en el mundo de las redes sociales. Es decir: ha dado mucho dinero.

Lo que nos preguntamos desde el mundo de la cultura es cuál es la estrategia adecuada para poner estos asuntos sobre la mesa. Parece que los vídeos como los del Salón Erótico ya toman partido por un grupo social y desprecian o despachan modelos que beben aún de una tradición en la que habría que incidir críticamente. Tampoco parece la mejor estrategia decir las cosas tan claramente como en Ritmo en la sangre si queremos convencerles a ellos de que esto es también normal e invitarles a que vivan su sexualidad sin represión -si eso es posible en términos generales-. No sé si es adecuada la extrema pedagogía, o tratar de justificarlo todo como herencia del catolicismo o de la España cañí que nos dejó el dictador golpista. No sé si la sexualización no pedagógica nos ha invitado, en realidad, a fomentar modelos de control, sometimiento y un auge del machismo entre los jóvenes, o continuar con la objetualización de las mujeres, o la división entre algunas prácticas sexuales y otras. No sé si el porno ético o feminista logra poner sobre la mesa todos los conflictos sociales que se abren con el sexo. No sé si se esconde una pretensión de superioridad del nosotros sobre el ellos. No sé si aún no hay un debate coherente y suficientemente potente en el ámbito público sobre los modelos políticos y biopolíticos que encuentran en lo sexual un arma de doble filo: porque permite marcar lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer al mismo tiempo, un lugar que permite encajar a los ‘normales’ frente a los anormales, que en política son los asociales o los que están en el filo de la integración social. El juego entre el sí y el no aparece en todos los mecanismos políticos, pero especialmente en aquello que las estructuras paternalistas de poder deciden, como las drogas (donde el tabaco y el alcohol sí, pero otras sustancias no). Si incidimos en estos síes y noes de lo político, de repente incluso lo evidente deja de serlo: ¿por qué el Estado puede multarme por no querer llevar el cinturón puesto? ¿Es verdaderamente su potestad decidir sobre mi vida, en este caso, sobre mi cuerpo? Y si es así, ¿con qué legitimidad?

En esta polémica, como vemos, se juntan muchas voces y muchos conflictos sociales. Quizá habría que pensar caminos de diálogo entre ellos nosotros, donde de ellos no se hable desde el paternalismo o se les condene, o se impongan prácticas disruptivas que no son fáciles de aceptar para todo el mundo porque no todos tienen las mismas herrameintas de crítica social; y donde en nosotros quepan los miedos y las dudas, donde se pueda explicitar todo el peso que, como un lastre, cargamos todos sobre nuestras maltrechas conciencias.

Mario Conde y Padura dan el salto al cine con ‘Vientos de la Habana’

Mario Conde y Padura dan el salto al cine con ‘Vientos de la Habana’

Uno de los aspectos más valorados de la escritura de Leonadro Padura es lo visual que es. Mientras tenemos el libro entre las manos, nos sumergimos en sus letras y, de pronto, estamos en una silla, con un vaso de ron, en silencio, sintiéndonos parte de las reuniones del Flaco, el Conejo, el Conde, Andrés y Candito el Rojo, desgranando las miserias cotidianas. Y nos imaginamos a Conde fumando, llamando comemierda a Manolo pero siendo «más bueno que el carajo», paseando por las calles de La Habana, donde cada esquina es una promesa de lo que podría haber sido, suspirando por Tamara (y todo lo que Tamara supone). Eso tan valorado, la facilidad para crearnos todo un mundo, es que cuando se hace visual siempre nos falta algo.

Vientos de La Habana (estrenada ayer en España), dirigida por el director Félix Viscarret, y atentamente guionizada por Leonardo Padura y por su compañera, Lucía Lopez Coll, comete la herejía de meterse en ese mundo tan íntimo al que nos ha invitado Conde (al que da vida Jorge Perurrogía), el de cada uno de nosotros. Está basada en Vientos de Cuaresma y en su fidelidad al texto introduce guiños para los lectores, que encajamos todo lo que para el no iniciado resulta anecdótico como portador de un significado amplísimo. Es una película que, si no se ha leído nunca a Padura, cumple a la perfección su papel: casi dos horas que se pasan volando, una historia que va enganchando, unos personajes a los que más o menos se les ha cogido cariño cuando se encienden las traicioneras luces de la realidad. A todo ello se suma una fotografía deliciosa, concentrada en crear un retrato de La Habana como sólo puede hacerlo alguien que ama esa ciudad pese a todo, que es consciente de que, La Habana, «de tanto decaer, se ha ido p’al carajo» (como suena por ahí en el celuloide). Pero si se ha leído a Padura, como es mi caso -y, además, confieso que he disfrutado con la lectura de sus libros como con pocos en mi intensa vida de lectora-, falta un rasgo esencial: lo escuálido y conmovedor. Creo que el problema se encuentra en que se intenta condensar una complejidad trabajada al detalle de los personajes en dos horas, porque hay algo de aquellas relaciones -fundamentales en las letras de Padura– que se quedan algo desinfladas porque lo vemos todo in media res sin entender muy bien todo el conjunto. Pero me bajaré de la torre de marfil donde nos ponemos los críticos y me enfrentaré a la pregunta que, estoy segura, se hizo el equipo de Vientos de La Habana: ¿Cómo se es fiel a esta historia tan llena de matices, donde lo más importante es lo que se lee entre líneas? Padura ha conseguido convencer a lectores ávidos de thriller y novelas policíacas con unos libros donde los crímenes son lo de menos y con un policía que quiere ser escritor. Pero en el cine todo esto no es fácil de contar: por eso, a veces no queda claro qué tipo de película es. No tanto porque las películas tengan que ser o encajar en algo, sino porque el lenguaje visual de cada género lleva a cuestas una larga trayectoria. Por eso esta película no termina de estar en ningún lado y es quizá ahí donde pierde su fuerza. Utiliza algunos clichés para no perderse entre la indecisión -como la aparición del jazz y el sexo saxofón mediante- y deja algunos cabos por desarrollar que en los libros son vertebradores. Las historias de ese círculo de amigos, cuyo mejor pasatiempo nocturno es escuchar a Creedence bebiendo ron, aparecía de refilón como reproche de borrachos, y toda su vida pasaba por los ojos del espectador en un par de minutos. Las tensiones del policía-escritor, que no es nada del todo, quedan disueltas en una comisaría de policía donde las viejas y las nuevas rencillas y las largas sesiones de investigación y cooperación pasan como un suspiro. El sexo y las mujeres (que en esta película van de la mano, salvo en el caso de la buena de Josefina), aparecen ocupando un lugar accesorio para la vida de Conde, que se presenta mucho más transparente y enamoradizo de lo que nunca será en los libros. Aunque parece que la relación con Karina (Juana Acosta) -que sustituye el rol de Tamara- es uno de los hilos conductores, mirándolo con lupa, Karina es la excusa para que Conde escriba, para que cuente algunas cosas, confiese otras y, sobre todo, dibuje con más nitidez su faceta de perdedor que siempre, de alguna forma, sale a flote. La complejidad de sus relaciones sentimentales, tan bien perfilada por Padura en los libros, que nos toca tanto a todos, se difumina -aunque con verdadera elegancia-.

En esta película, por mor de ser fiel a todo y que nada se escape, y dar a los lectores un retrato en el que no echen nada de menos, todo pasa demasiado deprisa. Por eso creo que no hay que entenderla como la película sobre Mario Conde, sino como un experimento, un juego para ver cómo sería hacer eso que tanto deseamos los que hemos dedicado horas a disfrutar con las páginas de Padura: que esa gente exista, que ese mundo tenga vida, que nosotros podamos, por un rato, creer que es posible traspasar la ficción.

Los que se han ido: pintura contemporánea en el Museo Frissiras de Atenas

Los que se han ido: pintura contemporánea en el Museo Frissiras de Atenas

«The Departed» es la nueva exposición que acoge el Museo Frissiras en el corazón de uno de los barrios más entrañables de Atenas, el Plaka. Se trata de tener presentes a pintores que ya se han ido, tanto por la resistencia a su olvido como por recordar su actualidad a los que aún seguimos aquí. Es una selección de obras de entre las más de 3500 que posee el fundador del museo Vlassis Frissiras, que comenzó su andadura como coleccionista en 1978.

Quizá las obras que más sencillamente conectan con el público son las de Skoulakis Demosthenis (1939-2014), que estaban divididas en dos grandes bloques: aquellas que homenajeaban o estaban claramente inspiradas en autores ya convertidos en clásicos de las vanguardias y los retratos. Por sus pinceles paseaban sin problema Hopper, Mondrian o Pollock. Su buen hacer hiperrealista y su excelente técnica a veces quedaban deslucida porque en tales homenajes no conseguían mostrar algo diferente a lo que ya habían conseguido los maestros en los que se inspiraba. Se trata de la fina línea entre la inspiración y la falta de creatividad. Una de sus mejores piezas formaba parte del segundo grupo de obras: The transparency of age (1988), donde cara arruga era un mundo entero.

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Detalle de Skoulakis Demosthenis, «The transparency of age» (1988)

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Skoulakis Demosthenis, «The transparency of age» (1988)

Algo monótonas y finalmente banales resultan las obras de personajes deformes del francés Rustin Jean (1328-2013).Sus mujeres y hombres, sólo distinguibles por sus sexos, parece que ponen cara a los desamparados, con esos ojos lánguidos y llenos de tristeza, con la expresión del que se sabe retratado por su anormalidad. Lo a veces en exceso explícito de sus cuadros hacía que perdiesen fuerza. Los cuadros como Femme en blouse bleu (1997) superaba a todos sus hermanos, donde el mismo rostro se mostraba una y otra vez esperando a ser juzgado por el observador, por la sencillez de lo doloroso.

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Rustin Jean, «Femme en blouse bleu» (1997)

Absolutamente desconcertantes son las piezas del también francés Perrot Philippe (1960-2015) que, como Aubergine navet carrote (1999), se quedaban en un incierto arte pop de dudosa calidad. Es una lástima, pues las obras mostradas eran, quizá, de las peores del artista, que brilla más cuando más deja que su pincelada libre, casi sin querer, se desprenda de lo figurativo, como en «J’avale» (1994). Lo mismo sucedió con las obras de Dado (1933-2010), que no eran precisamente las mejores de su colección y mostraban la faceta más espeluznante de su creación. Aunque sus obras están llenas de monstruos, las piezas elegidas para esta exposición eran una especie de caricatura de sí mismas.

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Perrot Philippe, «J’avale» (1994)

De las obras más interesantes fueron las piezas de Vyzantios Konstantinos (1924-2007), cuyas figuras angulosas y su personal utilización de un renovado tenebrismo hacían que el espectador quisiera que el mundo que el crea existiera para perderse en su oscuridad. Con una paleta similar a la de Tamara de Lempicka, él también juega con la representación de mujeres, aunque con un trabajo en una línea diferente, al menos distanciado del talante aún marcado por el art decó de las figuras de Lempicka. Sus mujeres, en lugar de esperar a ser miradas, hacen que el espectador se sienta inmiscuyéndose in media res en un mundo al que ya no pertenece.  Destacan en una especie de tríptico Figure (green) (1991), Personalle III (1987) y Otherwise (1996).

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Vyzantios Konstantios, Figure (green) (1991), Personalle III (1987) y Otherwise (1996)

El italiano Cremonini Leonardo (1925-2010) capta con su paleta de colores los que parece que sólo puede dar el sol del Mediterráneo. Sus figuras, casi siempre acuáticas o en la orilla hacen que, tras mirarlas con detenimiento, no logremos distinguir dónde está el agua y dónde el horizonte, dónde se juntan los dos mundos, si es que verdaderamente están tan separados. El color cálido de Leonardo constrasta con el ocre y negro de las pinturas de Kessanlis Nikos (1930-2004) o de Mastichiadis Fotis (1936-2014). Mientras que el primero muestra en su pintura sobre fotografía el anonimato, el mundo gris de las grandes ciudades donde todos se vuelven un nadie y, al mismo tiempo, el carácter de espectro para los otrosFotis muestra en su Old age I II (1986) el rostro de la pena de los viejos, que son otra forma de nadie en las sociedades contemporáneas centradas en el culto a la juventud. En eso contrasta con las retratos arrugados hiperrealistas de Demosthenis, donde siempre quien aparece es ya un alguien. Las arrugas planas de Fotis y los rostros impersonales de sus personajes hablan de forma subterránea de la mista historia de la soledad del anonimato que contaba Nikos.

Cromenini Leonardo, "Beach" (sin datar)

Cremonini Leonardo, «Beach» (sin datar)

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Detalle de Kessanlis Nikos, «Sin título»

Las obras expuestas son de los siguientes artistas: Cremonini Leonardo, Dado, Golub Leon, Hay Susan, Hortala Philippe, Kitaj R.B., Perrot Philippe, Rustin Jean, Van Boekel Henk, Vermeersch Jose, Apartis Athanassios, Vyzantios Konstantinos, Golfinos Giorgos, Diamantopoulos Diamantis, Ioannou Stavros, Kapralos Christos, Katraki Vaso, Kessanlis Nikos, Lappas Giorgos, Lachas Kostas, Mastichiadis Fotis, Moralis Ioannis, Paniaras Kostas, Romanou Chryssa, Skoulakis Demosthenis, Fidakis Panos, Chalepas Yannoulis, Hadjikyriakos-Ghikas Nikos, Chouliaras Nikos, Christoforou John. Podrá visitarse hasta final de año en Atenas. Es, al menos, una ocasión excelente para conocer algunos pintores contemporáneos poco presentes en galerías europeas, especialmente en el caso de los griegos.