Parece que hablar de la patria estos días es peligroso. Si vives en Cataluña es ya demasiado recurrente. Pero este artículo, aunque sí tratará de Patria (Tusquets), la última novela de Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), no quiero que trate de política. O no sólo eso.
Patria cayó en mis manos por casualidad mientras esperaba el vuelo que me traería de vuelta a casa tras varios meses de estancia en Bruselas. Vi la novela en el bolso que colgaba del hombro de una amiga y mi mente de pronto viajó otros tantos meses atrás, a la fecha de su publicación, en septiembre de 2016. En ese instante recordé que había leído alguna que otra crítica acerca de la grandiosa y extensa novela de Aramburu, que de nuevo se adentraba en el conflicto vasco, ahora sí para narrar los cuarenta años de fascistización de una sociedad impenetrable y hosca, anclada en el pasado, y cuyo deterioro moral contaminó hasta las propias instituciones del Estado.
Aramburu describe a lo largo un centenar de capítulos, pequeñas píldoras o casi breves cuentos aglutinados, el mundo de la lucha armada de ETA y el encarcelamiento de sus “héroes”, el sufrimiento eterno de sus víctimas y la invisibilidad y el ninguneo por parte de la Iglesia Católica y ciertos líderes políticos. La justificación de la violencia y las amenazas se erigen como sustento de una sociedad patriarcal en la que el máximo agente socializador es la “cuadrilla” de amigos del pueblo. Y también lo es la unidad familiar, en este caso custodiada por dos mujeres, Miren y Bittori, amigas inseparables desde la adolescencia, pero separadas por el conflicto. A través de sus voces, de sus hijos y de sus maridos también, Aramburu entabla una conversación entre generaciones: aquellos que no quieren mirar atrás sino idear un futuro alejado de la violencia; y los que no pueden olvidar todo el dolor y toda la muerte, y luchan por encontrar cierto sosiego.
Algunas frases escritas en primera persona se entremezclan con pasajes en estilo indirecto libre, confundiendo un tanto al lector hasta el punto de no saber quién cuenta qué, siempre desde ese tono personal y propio de Aramburu. El resultado estético de la obra parece apremiar al lector pero también al autor, que se decanta por unos diálogos lúcidos y expresivos a través de los cuales se profundiza en los submundos psicológicos de cada personaje: la dualidad de algunas expresiones, el uso alternado del castellano y el euskera, entre otros aspectos.
Hace algunas semanas, HBO España anunció que adaptaría la novela a la pequeña pantalla, a manos del productor independiente Aitor Gabilondo. Habrá que esperar a ver si en imágenes esta historia acongoja tanto como en palabras.
El tándem Simon – Pelecanos ha vuelto a la acción con una nueva ficción televisiva para HBO: The Deuce. Ficción cuyo cuarto capítulo se estrenará el 1 de Octubre y cuya producción ya ha renovado con HBO para una segunda temporada.
The Deuce narra el nacimiento de la industria pornográfica en el corazón de la Manhattan de los 70. Sus personajes trasladaran a la pantalla la marginalidad, la picaresca y el abuso de poder que se vivía en la 42nd Street con Broadway. Una realidad que nada tiene que ver con la actual Manhattan; donde vecinos y multinacionales han conseguido limpiar los restos de aquella Nueva York de los 70. Dentro del elenco actoral destacan James Franco haciendo doblete interpretando a los dos hermanos gemelos: Vincent Martino y Frankie Martino, y Maggie Gyllenhaal en el papel de Candy, una mujer prostituta que trata de superar las dificultades que encuentra entre su vida laboral y personal.
Según una crónica de The New York Times, ni Simons ni Pelecanos estaban convencidos de poder desarrollar una ficción basada en el lado este de la 42nd Street de Manhattan. Sus famosas historia de burdeles, clubs de striptease y salas XX ambientadas en esos años eran demasiado recurrentes y usadas.
Fue un técnico de localizaciones de Treme quien instó a Simons y a Pelecanos a que visitasen a un viejo amigo suyo de Manhattan cuyas vivencias podrían inspirarles. Esta persona (que falleció poco antes de que se estrenara la serie y cuyo nombre se mantiene en el anonimato) fue quien les desentrañó las historias de chulos, prostitutas, policías y mafias que se movían en los años 70 alrededor de aquella industria naciente del porno.
Crear una narración coral, basada en relatos reales, para sacar a relucir los secretos de una industria de poder, como puede ser el porno, era algo que sí coincidía con el modus operandi del tándem Simons- Pelecanos.
Después de los tres primeros capítulos de la serie, y a juzgar por las entrevistas realizadas a David Simon, James Franco y Maggie Gyllenhaal, podemos deducir lo que nos deparará The Deuce: Simon y Pelecanos escanean y retratan la Manhattan de los años 70 de forma similar a como lo hicieron con el Baltimore de los 90 en The Wire y el Nueva Orleans post Katrina en Treme.
Además, en The Deuce el centro narrativo vuelve a girar entorno “la ilegalidad” y el abuso de poder, con toda la violencia y desesperanza que ello conlleva. El propio Simon en una entrevista mencionaba como estéticamente se habían inspirado en films oscuros como Report to the commissioner (1975), Serpico (1973) o Taxi Driver (1976), consiguiendo retratar esos años setenta no con nostalgia, sino con un aire de decadencia y desasosiego.
Uno de los aspectos más interesantes de The Deuce es la inclusión de una perspectiva de género que hace de esta ficción una obra muy interesante dentro de la trayectoria de Simon. Esta nueva perspectiva, construida bajo diferentes visiones, abre las puertas a la reflexión y a un debate necesario y de actualidad: ¿qué papel juega el feminismo a la hora de considerar el trabajo sexual?
La mujer que tiene necesidad de explotar su cuerpo a cambio de un beneficio económico se convierte en el punto angular de esta ficción. Para simplificar: la objetificación de la mujer, dentro de un sistema patriarcal, produce beneficio económico; y es este hecho el que mueve los intereses de chulos, inversores, mafiosos y hasta de la policía.
La narrativa de The Deuce no trata de construir un arquetipo sobre las mujeres prostitutas, tampoco se reduce a representarlas como personaje colectivo que sufre conjuntamente los mismos problemas y aplica las mismas soluciones. Por el contrario, encontramos personajes explotando su cuerpo sexualmente por diferentes motivos y en diferentes condiciones, con voz y presencia individual, algo que, dentro de la ficción televisiva jamás se había visto.
El vínculo chulo-prostituta también es retratado en la serie: chulos que velan por “sus mujeres” a cambio de un porcentaje del beneficio que estas reciben. No solo eso, sino que se encargan de sacar el máximo rendimiento económico de sus jornadas de trabajo. En el primer capítulo, Lori (interpretada por Emily Meade), la nueva prostituta de la zona, les cuenta a las chicas como prefiere trabajar para un chulo porque si no tiene esa presión se vuelve “vaga y perezosa” para trabajar. También el maltrato emocional y el sometimiento de las chicas hacia los chulos queda patente: los vínculos emocionales y de dependencia que generan ellas hacia ellos.
Dentro de esta norma general de la calle, en la que cada chica pertenece a un chulo, existen excepciones y Candy (Maggie Gyllenhaal) es el reflejo de ellas: prefiere no tener que rendir cuentas a nadie y obtener todo el beneficio económico de su trabajo a pesar del peligro que eso conlleva.
El personaje de Candy representa de una forma muy viva una parte del movimiento feminista que equipara la prostitución con cualquier otro trabajo: cada una puede obtener beneficio económico como quiera y de forma libre, y la prostitución es un modo más de hacerlo. En una secuencia, la propia Candy iguala su trabajo con el trabajador de una tienda de automóviles: la función de uno es vender automóviles y la de la otra es hacer que el cliente se corra.
A pesar de que todas estas visiones tejen un retrato diverso de la sociedad de la Manhattan de la época, aquello que late debajo de cada una de estas historias parece deslumbrar la completa incapacidad del sistema capitalista para construir una sociedad que conviva con justicia e igualdad. La corrupción, la utilización del cuerpo como producto económico, la desigualdad de clase, raza y sexo y la marginación social se consolidaran como moles inamovibles.
Todo apunta a que Simons y Pelecanos volverán a introducirnos en una ficción con una fuerte crítica a otra estructura socioeconómica de poder, consiguiendo, una vez más, hacer visible aquello que incomoda mostrar.
El connotado escritor irlandés James Joyce (1882-1941) es conocido por su singular narrativa (la cual dio paso, según muchos estudiosos, a la literatura contemporánea) y, principalmente, por su Ulises. Pocos saben, sin embargo, que entre su producción literaria existe una peculiar obra de teatro: Exiliados.
La unicidad de esta obra teatral conlleva dos aspectos dispares. Por un lado, nos encontramos ante un autor ajeno en su práctica creativa al género teatral; esto no le quita valor ni calidad a su obra, pero es cierto que si la comparamos con la de los grandes dramaturgos de su tiempo, como Ibsen, podemos observar algunas carencias estilísticas y metodológicas propias de la inexperiencia de Joyce en el género. Por otra parte, el hecho de que el irlandés haya escrito una única obra de teatro le concede no sólo cierta exclusividad a la obra, sino además, un interés añadido a la hora de su estudio y del de los motivos que impulsaron a Joyce a incursionar en la dramaturgia.
En cuanto a este último aspecto, sabemos que Joyce fue un gran admirador del teatro ibseniano, motivo por el cual es fácil pensar que haya querido emular al maestro noruego. La obra la escribió en 1915, época en la que estaba gestando ya su Ulises. Suponemos que no habrá sido fácil compaginar la escritura de dos obras tan dispares en su forma: Exiliados es un drama en tres actos que sigue los cánones clásicos de temporalidad y diálogo, y Ulises… bueno, Ulises ya sabemos que es una afortunada suerte de experimento narrativo totalmente innovador y vanguardista.
La temática de Exiliados, por su parte, sí guarda ciertas semejanzas con Ulises. Hay mucho (o se cree que hay mucho) de biográfico en la historia que se cuenta en esta comedia de tintes dramáticos, al igual que se suponen aspectos biográficos en la gran novela de Joyce. Además, encontramos presente en ambas obras el tema de la infidelidad, muy recurrente en la producción de Joyce y que da pie, precisamente, a todo tipo de especulaciones sobre qué tanto de biográfico hay en las truculentas historias amorosas de los personajes del autor irlandés.
Exiliados nos presenta la historia de cuatro personajes. El escritor Richard Rowan y su pareja, Bertha, han estado fuera de Irlanda, en el exilio, y acaban de regresar a su país y a su casa. El periodista Robert Hand, amigo de juventud de Richard, está enamorado de Bertha y ahora que ha regresado, le confiesa tímidamente su amor. Richard sabe de los cortejos de Robert y sabe también que Bertha alberga sentimientos hacia el periodista. Así, con un sufrimiento palpable y tragicómico, Richard decide dejar que Bertha mantenga una aventura con Robert si así lo quiere. Bajo una bandera de generosidad con la que le otorga completa libertad a Bertha, Richard parece ocultar en realidad la justificación de su propia infidelidad, pues él está enamorado desde años atrás de Beatrice, prima de Robert y con la que ha mantenido ya una aventura en el pasado.
Los escarceos amorosos de estos cuatro personajes tienen como telón de fondo el contexto del exilio. Recordemos aquí que Joyce estuvo exiliado de Irlanda por muchos años y que fue una circunstancia que le causó no poco pesar (por ello el tema del exilio es también recurrente en su obra). Joyce partió de Irlanda con Nora, su pareja, a los pocos días de conocerla, igual que Richard con Bertha en la obra. Joyce ya nunca regresó a Irlanda, pero seguro imaginó y soñó con su regreso en no pocas ocasiones y una de esas ocasiones parece ser Exiliados, que se convierte en un ejercicio imaginativo del escritor irlandés sobre el posible regreso a su patria. Sin embargo, la obra va más allá de este contexto y de lo anecdótico de las aventuras de estos cuatro personajes. Exiliados, en clave metafórica, se adentra en otro tipo de exilio, el del exilio interior, el exilio de los propios sentimientos.
Con gran agudeza e ingenio, Joyce desnuda lo más profundo de los sentimientos y las pasiones humanas y construye a cuatro personajes profundamente enamorados pero a su vez profundamente atormentados por estos amores. La duda se convertirá en la verdadera protagonista, una duda sobre la posible infidelidad, una duda que no se puede disipar porque sobrevive incluso a las confesiones más íntimas. La duda, así, torna estas relaciones en trágicas, pero a su vez es sobre ella que se construye el amor entre estos personajes. En suma, Exiliados representa una obra de gran profundidad psicológica en la que Joyce diserta con profundidad y algo de humor sobre los sentimientos, las relaciones, el amor y la duda.
Exiliados se estrenó en teatro en 1918, en Munich, con un gran fracaso de público y de aceptación. Tampoco los intentos que se hicieron en Nueva York en los años 30 o en Inglaterra en los 70 obtuvieron ningún éxito. Sin embargo, la historia de Exiliados en México es muy distinta.
México es un país con una amplia tradición de producción teatral de gran calidad. Actores, directores y escenógrafos de primer nivel surgen en este país en el que Joyce sí ha triunfado sobre el escenario. En 1980 Marta Luna dirigió una primera puesta en escena de Exiliados que se representó con gran éxito en el Poliforum Cultural Siqueiros, alcanzó más de quinientas representaciones y cosechó grandes críticas.
Ahora, Martín Acosta se pone al frente de un nuevo y actual montaje de la obra de Joyce que se está representando en el teatro El Granero del Centro Cultural del Bosque de la Ciudad de México. Acosta, además de dirigir la puesta en escena, es el responsable de la traducción y la versión del texto utilizado para esta ocasión y, también, del diseño de la escenografía, que combina de forma magistral el minimalismo, la practicidad escénica y un curioso estilo kitsch.
El nuevo elenco se ha ganado desde la primera representación al público y a la crítica. La obra cuenta con las magníficas actuaciones de Carmen Mastache –en el tímido personaje de Beatrice–, Verónica Merchant –espléndida en su representación de Bertha–, Pedro de Tavira Egurrola –hijo del connotado director Luis de Tavira y de la actriz Julieta Egurrola y que encarna a Richard– y Tenoch Huerta –quien toma un descanso de la pantalla grande para regresar al teatro en la piel de Robert Hans–.
La maestría de los cuatro actores, combinada con la fuerza narrativa de la historia, da como resultado un poderoso montaje en el que el director se toma libertades tan inusuales como mantener un primer plano con el actor de espaldas al público principal; y si de algo adolece esta puesta en escena es de más funciones. La corta temporada termina el próximo 9 de julio, así que si nos lees desde la Ciudad de México, no dudes en disfrutar de este magnífico espectáculo joyciano, y para los asentados en otras latitudes, aprovechad que los derechos de autor de la obra quedaron liberados en 2012 y conseguid este magnífico texto que no dejará a nadie indiferente.
En siete semanas, más de 21.000 personas tendrán la ocasión de asistir a la octava edición del festival Cruïlla, que se celebrará los días 7, 8 y 9 de julio.
Como en las ediciones anteriores, el festival se caracteriza por la variedad musical y multicultural, con propuestas que llegan de los continentes europeo, americano y africano, y con una numerosa presencia de música del territorio español. La apuesta por cabezas de cartel como Jamiroquai, Los Fabulosos Cadillacs, The Prodigy o Pet Shop Boys es una buena noticia para todos los nacidos en los ochenta que pasaron parte de sus adolescencias escuchándolos.
Es también una buena noticia para aquellos que quedaron fascinados por la puesta en escena en 2016 de los carismáticos Seeed, contar este año con Dellé, su vocalista, que actuará en solitario.
La prolífica feminista Ani DiFranco, la barcelonesa Luthea Salom y la multicultural Jain son las únicas representantes de género femenino solistas. Del continente africano, actuará el emblemático senegalés Youssou Ndour, los surafricanos Die Antwoord, y desde Mali, Toumani Diabaté, Sidiki Diabaté i Fatoumata Diawara acompañando al francés –M-.
Se verán también los directos de Enric Montefusco, Carlos Sadness, Neuman, Ryan Adams, o el esperado Benjamin Clementine, entre otros varios artistas.
Repiten Residente, Toundra con el niño de Elche con su propuesta Exquirla, y Txarango.
La novedad de este año: las ediciones de los Cruïlla Primavera y Otoño. Propuestas que dan continuidad, tras ocho años, a una de las citas más esperadas del verano barcelonés.
Empecemos, como no, por el principio: ¿Que es un supergrupo? Es un término utilizado para describir a grupos de música formados por artistas que habían tenido fama respecto a grupos anteriores o a nivel individual. Lo habremos escuchado en radio o leído en prensa especializada muchas veces utilizado de forma errónea en referencia a grupos que han vendido mucho o que son cabezas de cartel de algún festival. Tampoco engloba a aquellas bandas cuyos miembros consiguen fama individualmente después de formar el grupo (Yes o Genesis) ni se utiliza el término para designar a las bandas que, manteniendo su nombre original, ha reclutado a uno o varios músicos famosos (Van Halen o The Eagles).
El término se acuña en los años 60 siendo Cream (1966) la primera banda con éxito denominada supergrupo. Formada por Eric Clapton, Jack Bruce y Ginger Baker es considerada una de las mejores bandas de la historia a pesar de su corto recorrido. Entre otras cosas, popularizaron el pedal de sonido wah-wah.
Vamos a hablar de algunas bandas más modernas o «no tan conocidas» con un orden que se podría definir como: según me van viniendo a la mente.
THE GOOD, THE BAD AND THE QUEEN
Empecemos hablando de Damon Albarn. Londinense que forjó su fama al formar la banda Blur en 1989, banda de enorme éxito que impulsaría el britpop en los 90 compitiendo de tu a tu con grupos como Oasis. Ya en Blur demostraría su versatilidad que le llevaría a coquetear con el lo-fi, rock, punk, soul, reggae, el góspel y la psicodelia. ¿Acaso existe alguien en el planeta que no conozca el tema Song 2?
Más tarde crearía junto a Jamie Hewlett el proyecto de grupo de animación Gorillaz el cual se convertiría en el grupo virtual más exitoso de la historia. Han colaborado infinidad de artistas por lo que su sonido es bastante heterogeneo. Irrumpió con su primer disco (Demon Days) en 2001 y, acaba de sacar su último disco hasta la fecha «HUMANZ«. Gorillaz es por tanto otro supergrupo pero no quiero ahondar en él por ser muy conocido.
El grupo en cuestion, The Good, The Bad and the Queen, el cual está formado por Albarn, el ex bajista de The Clash, Paul Simonon, el ex guitarrista de The Verve, Simon Tong (quien también tocó la guitarra para Blur durante la gira Think Tank, tras la salida de Graham Coxon y para Gorillaz en su álbum Demon Days), y el pionero del afrobeat y baterista de África 70, Tony Allen sacó su primer y último disco en enero de 2007. Se trata de un disco conceptual en el sentido en que todas sus canciones hablan sobre la vida moderna en Londres. Sin duda alguna se trata de un disco gourmet de una increíble factura y, en mi opinión, el mejor disco firmado por Albarn después de Blur.
Rocket juice and The Moon
Sin salirnos del bueno de Albarn encontramos este grupo que, junto a él, forman Flea (bajista de los Red Hot Chilli Peppers) y Tony Allen repitiendo después de The Good, The bad and the Queen. Su único disco hasta la fecha salió en el 2012 con el mismo nombre del grupo: Rocket juice and The Moon, en el que predomina el afrobeat y el jazz. No se puede decir que sea un mal trabajo pero no acaba de tener una coherencia en conjunto y los temas acaban pareciendo una sucesión de jams de cada uno de los artistas.
The Racounteurs
En este caso tenemos que hablar de una de las grandes figuras del rock de los últimos tiempos, el polifacético Jack White. Conocido por ser el guitarrista de White Stripes, nuevamente, ¿Acaso existe alguien en el planeta que no conozca el tema Seven Nation Army? El considerado uno de los mejores guitarristas de la historia se juntaría con su amigo Brendan Benson en 2005 (aún con el proyecto de White stripes en marcha) para dar forma al single «Steady, As She Goes«. Más tarde se unirían Patrick Keeler y Jack Lawrence, miembros del grupo The Greenhornes para sacar el primer LP «Broken Boy Soldier» en 2006 y un segundo trabajo «Consoler of the lonely» en 2008. Dos grandes trabajos de rock con influencias powerpop y blues rock.
The Dead Weather
Repite Jack white (esta vez a la batería aunque también toca la guitarra y canta en algún tema) junto a la vocalista Alison Mosshart (The Kills), el guitarrista Dean Fertita (Queens of the Stone Age), el bajista Jack Lawrence (The Raconteurs y The Greenhornes). El supergrupo debutó en 2009 con el disco titulado «Horehound» al que siguieron otros dos. Grupo que se mueve por los caminos del rock, blues, garage y la psicodelia.
Last shadow puppets
No podía faltar en esta primera recopilación el dúo musical inglés de indie rock formado por Alex Turner (vocalista de Arctic Monkeys) y Miles Kane (ex vocalista de The Rascals). Presentaron su primer disco en 2008 titulado «The Age of the Understatement» y un segundo firmado en 2016 «Everything You’ve Come to Expect«.
El pasado jueves 25 de mayo el Teatro Joy Eslava en Madrid se llenó por el concierto del Grupo Compay Segundo que está de gira por España. Con su música nos trasladaron a Cuba al ritmo de su son con la colaboración estelar de Santiago Auserón (también conocido desde 1993 como Juan Perro). Tanto el cartel como la interpretación me resultaron de lo más atractivas y les cuento el porqué.
Este grupo le debe su nombre al gran Francisco Repilado, más conocido como Compay Segundo, que fue compositor, cantante y creador de la guitarra llamado armónico, la cual consta de siete cuerdas y cuyo timbre me resulta característicamente metálico. Este artista se dio a conocer cuando formó el dúo Los Compadres junto con Lorenzo Hierrezuelo quien adoptó el nombre de Compay Primo por ser la primera voz, así que Repilado pasó a llamarse Compay Segundo. El grupo actual lo fundó el propio Compay en 1955 y se denominaron Compay Segundo y sus Muchachos. El auge del reconocimiento internacional comenzó en 1997 con el disco Buena Vista Social Club con el que ganó varios premios Grammy.
Después de su muerte en 2003, pasaron a llamarse el Grupo Compay Segundo, y su hijo Salvador Repilado recogió el testigo con esta agrupación donde toca el contrabajo. En ella interpretan las canciones del maestro en las que mezclaba el folklore y el humor picaresco, como en El aguador, que consiguió arrancar no solo movimientos, sino también risas. El folklore cubano le debe -al igual que el español- (gran) parte de su riqueza a la música africana. De la conjunción de ambas a lo largo de los siglos, se obtuvieron los ritmos afrocubanos como puntos, sones, congas, habaneras, guaguancós, guajiras, guarachas, mambos o chachachás, que tan bien interpreta este conjunto. Si contamos con el añadido de la aportación de Santiago Auserón, la mezcla puede ser ecléctica a la par que homogénea, ya que su colaboración no fue una simple eventualidad porque colaboró con Compay hace años y es un estudioso de la música cubana.
El encargado de animar al público con su expresiva voz acompañada de sus maracas y su simpatía fue el cantante Hugo Garzón, quien nos hizo disfrutar, participar cantando y haciendo acompañamientos en algunas canciones. Otro de los que hicieron las delicias del público fue Félix Martínez con el armónico, del que consigue sacar un gran registro de sonoridades que abarcan desde el virtuosismo hasta una gran expresividad pasando por modificar su timbre tocándolo con un reloj. Este número consiguió una gran ovación por lo espectacular que resultó. Por su parte, los clarinetistas Haskell Armenteros, Rafael Inciarte Rodríguez y Rafael Inciarte Cordero me volvieron a transportar con algunos de sus solos a la época del jazz de Nueva Orleans de las primeras décadas del siglo XX. También he de reconocer que me quedé con los ritmos que marcaba Rafael Fournier que además fueron la base que hizo que nos moviéramos al ritmo de sus instrumentos, sobre todo cuando interpretaronLa negra Tomasa. ¿Que si bailé con estas canciones? No lo duden.
Uno de los grandes señores del rock español, Santiago Auserón, me conquistó hace años cuando leí su libro El ritmo perdido, por lo que sabía que es un experto -entre otros temas- de la música cubana, de manera que tenía muchas ganas de escucharle interpretar esta música con este grupo. Él posee una voz con carácter y presencia hasta cuando habla y un dominio del escenario que parece que además sea actor. El empaste de las voces de los cantantes fue increíble y entre todos consiguieron hacernos gozar con un concierto memorable y consiguieron que el público les pidiera aún más. Nos regalaron como bis la conocida Guantanamera.
Todo el concierto fue un tributo al gran maestro cubano Compay Segundo en el que hubo buena música, anécdotas, humor, bailes y grandes intérpretes que cuentan con la complicidad entre ellos y con el público. Uno de los momentos más emotivos fue cuando interpretaron Chan chán, de la que quiero destacar -a modo de licencia personal- los versos del estribillo: «De Alto Cedro voy para Marcané / Llego a Cueto, voy para Mayarí».