Entrevista a Mauricio Sotelo (I)

Entrevista a Mauricio Sotelo (I)

“Lo único que realmente me importa ahora mismo como compositor es la ópera”

En febrero del año 2015, Mauricio Sotelo estrenaba en el Teatro Real de Madrid su ópera El público, basada en la obra teatral homónima del poeta granadino Federico García Lorca. Hoy, con motivo del reciente lanzamiento del DVD que contiene la representación de aquel estreno, hablamos con Sotelo sobre su creación más extensa realizada hasta la fecha.

1.     ¿Cuál es el origen de El público, de Mauricio Sotelo?

El origen es un encargo de Gerard Mortier, que, en el momento en el que le nombran director del Teatro Real de Madrid (Mortier era el típico intendente, una persona muy creativa), tenía la idea de crear una ópera sobre El público, de Lorca. Yo creo que esta idea ya la tenía desde hacía tiempo por varias razones: por ser Lorca una figura en la literatura española, europea y universal; por ser El público una obra polémica, como es una historia de amor homoerótica; por ser una especie de teatro dentro del teatro; y también porque, en lo musical, daba pie a la introducción de la tradición oral,  de elementos del flamenco.

Aunque El público, de Lorca, es una obra de su último periodo, es decir, no es una obra con elementos claramente folcloristas, sí existen ciertos ecos de su folclorismo y, por mi trabajo con el flamenco, Gerard Mortier pensó que la persona adecuada para hacer El público sería yo. Sinceramente, yo tenía otro proyecto que proponerle, un proyecto en el que llevaba trabajando ya muchos años. Él me escribió (siendo aún director de la ópera de París), nos reunimos y me dijo que ese proyecto era muy interesante pero que lo que él quería era llevar a la ópera El público, de García Lorca.

De manera que el inicio de esta ópera es un empeño de Gerard Mortier. La idea es suya y toda la propuesta y el arranque es gracias al visionario que fue Gerard Mortier.

2.     ¿Es su primera experiencia en el género? ¿Cómo valora hoy este trabajo?

No es mi primera experiencia, pero sí es mi primera ópera grande. Mi primera ópera fue De amore (1995), una ópera de cámara encargo de la Bienal de Múnich. Así que El público es mi primera ópera de gran formato, tiene una duración aproximada de dos horas y media.

He de decir que la experiencia para mí como compositor no puede ser más intensa y más alentadora, en el sentido de que me atrevería a decir que lo único que realmente me importa ahora mismo como compositor es la ópera. Yo, a partir de ahora solo escribiría óperas con algunos interludios tipo: un cuarteto de cuerda o alguna obra para orquesta. Desde luego estoy muy fascinado con el género y muy fascinado con los instrumentos.

Y hay algo muy importante: los cantantes. Hoy en día son muchos los compositores que se olvidan del instrumento. Después de las experiencias de vanguardia y de compositores maravillosos como pueden ser Helmut Lachenmann, ahora un compositor joven, que no tiene ni la estatura de Lachenmann ni el posicionamiento ético o filosófico de Lachenmann, se pone a aporrear una guitarra. Yo creo que es que no sabe escribir para la guitarra. Con las voces pasa lo mismo, creo que para escribir ópera hoy en día hay que conocer muy bien las voces dentro de lo que se llama Stimmfach, o sea el sistema alemán de clasificación de las voces. Por ejemplo, en una soprano. Hay una diferencia enorme entre los diferentes tipos de sopranos (Lyrisher Koloratursopran, Dramatischer Koloratursopran, Soubrette, Lyrischer Sopran etc.), o entre los diferentes tipos de roles que hay en la ópera, y hay que conocer muy bien la literatura, los registros de las voces, el carácter, el color de las voces, donde está el passaggio. Todo eso es un mundo que para mí es absolutamente fascinante, hablando solamente de las voces.

Sin olvidar todo lo que se abre a la colaboración con otros artistas en el plano escénico, un mundo que ha avanzado muchísimo, no solo en cuestiones técnicas sino también en cuanto a planteamientos artísticos. Hace 30 años, era impensable ver las puestas en escena que se ven hoy en los teatros europeos o en algunos teatros americanos, las propuestas escénicas han avanzado mucho tanto artísticamente como técnicamente. Es un mundo apasionante.

3.     ¿Cómo se compone una ópera con un texto tan complejo?

Es realmente muy difícil. Yo pasé del absoluto entusiasmo inicial al recibir el encargo a la desesperación absoluta (risas). Adaptarte a un texto así es muy difícil, de manera que el camino ha de ser muy claro.

Mi cometido, en primer lugar, era dejar hablar al texto. Esto es, encontrar un lenguaje musical que permitiese la comprensión del texto; encontrar líneas que permitan que el texto sea inteligible para la audiencia, eso es lo más difícil. El texto cantado es difícil de entender. Pasear recitando el texto, siguiendo el ejemplo de Schubert, es un método que adopté mientras estaba en Berlín en el Instituto de Estudios Avanzados (Wissenschaftskolleg zu Berlin), que fue donde compuse la ópera. Lo que hacía era leer pasajes del texto en voz alta con distintas entonaciones, como si fuese un actor más que un compositor, y luego buscaba el metrónomo de ese texto. Posteriormente, lo grababa y luego transcribía ese texto, medio hablado medio cantado (entonado digamos), dándole vueltas hasta encontrar un color en el perfil melódico del texto que permitiese al texto hablar por sí mismo. Mi intención como compositor era: neutralidad absoluta e intentar siempre permitir que el texto hablase. Esta ha sido una tarea muy difícil, la de que el compositor intervenga en el último momento.

En segundo lugar, cuando ya había conseguido unas líneas inteligibles, a través de la armonía y la orquestación, creaba en torno al texto un ambiente psicológico que ayudaba a traducir la intención del texto. Teniendo en cuenta que el texto no tiene una intención directa, es un texto abierto, surrealista, que propone mundos. Es como un multilayer, hay distintos planos en el texto que se superponen.

En resumen, la dificultad era, por un lado, conseguir un texto inteligible y, por otro, dotarlo de un aura que permita captar esa pluralidad de planos que el propio texto propone. Una tarea muy  difícil y que espero haber conseguido en cierta medida.

4.     El subtítulo de la ópera es “Ópera bajo la arena”. ¿Por qué este subtítulo?

En el mundo de El público, el propio Lorca habla del teatro al aire libre y del teatro bajo la arena. Quiero leer aquí un breve párrafo de un texto del libretista Andrés Ibañez, que clarifica estas dos ideas:

“Aunque en líneas generales de la historia son fáciles de seguir o de intuir, El público sigue siendo una obra elusiva y difícil, y es probable que querer descifrarla del todo sea un empeño imposible. Es de vital importancia el conflicto entre el teatro al aire libre (teatro burgués, fácil de seguir y complaciente con los gustos convencionales), el teatro bajo la arena (radical, crítico y revulsivo) y algo más, la idea de que la identidad no es algo que pueda ser fijado y aislado, sino una especie de continuo y de sueño en el que los límites aparentes del sujeto se tornan líquidos y evanescentes.”

El subtítulo de la ópera hace referencia, pues, a esa concepción lorquiana del teatro bajo la arena, crítico y revulsivo.

5.     ¿Qué similitudes cree que existen entre el contexto en el que Lorca escribió la obra de teatro y el contexto en el que Sotelo escribe su ópera?

Sí, hay que situar un poco el contexto de las dos cosas. Piensa que estamos en un momento en el que todos los compositores, en los años 50 (empezando por Boulez), rechazaban la ópera como género burgués y convencional. Y ahora, todos los compositores, sin excepción, están componiendo para el género. Incluso el propio Boulez en el momento de morir estaba escribiendo una ópera, György Kurtag está escribiendo una ópera para la Scala de Milán, y también todos los compositores de las últimas generaciones. Es un género revisitado por muchas motivos, yo creo que hay un cierto renacimiento del género.

Por supuesto, una ópera sobre un texto así es extremadamente provocadora, y el contexto mío también lo es. Un musicólogo de Granada, Pedro Ordóñez, está escribiendo e investigando sobre el contenido político, sobre la relación del flamenco en El público. Porque, en el teatro, un guitarrista flamenco y un percusionista delante de la escena son un elemento visual predominante; la guitarra, el flamenco, están delante y encima de la propia orquesta. En la convención burguesa de lo que es el teatro de ópera, son elementos que molestan. En una de las pausas de una de las representaciones, una conocida política salía diciendo: “¡Pero bueno!, ¿cómo nos ponen esto en el Teatro Real? ¡Esto que lo pongan en un tablao!” En ese momento se lo comenté a Arcángel y, con la habitual guasa que tienen los flamencos, dijo: “No te preocupes, maestro, esta señora no tiene ni idea. Primero, no tiene ni idea de flamenco y, segundo, tampoco tiene mucha idea de ópera. Porque a ver, dígame, en un tablao ¿dónde vamos a meter a tanta gente como somos aquí?”

Así que, solo ese elemento de diferenciación entre la música culta (entre la ópera para un público burgués) y lo popular (algo para las clases bajas o que no tiene cabida en un teatro de ópera) es un conflicto muy actual: la diferenciación de clases. Con lo que todos estos elementos son también elementos que tienen un contenido sociopolítico y que provoca rechazo a determinadas personas o entre ciertas capas de la sociedad.

También el que fuese un tipo de público, ya no solamente un público joven, sino también más abierto. Yo he visto en el teatro (porque fui a todas las representaciones) a parejas de jóvenes emocionados llorando cogidos de la mano, me refiero a parejas de homosexuales, identificándose con el mensaje de la ópera, muy emocionados por todo lo que aquello significa. Que, aunque estemos en el siglo XXI (en la España del siglo XXI), creo que todavía hay elementos que no solamente molestan, sino que conmueven tanto a unos como a otros. Y creo que el momento no es más idóneo ahora, porque nuestra sociedad está pasando un momento muy difícil de identidad, la sociedad civil está muy avanzada en derechos, pero también hay un sector muy reaccionario.

Además, ha habido muchísima prensa, no solo crítica musical sino muchísima prensa a favor y en contra de este montaje. Eso ha provocado también que tuviésemos un éxito de público inusual, desde luego único en una ópera contemporánea y también dentro de las óperas de repertorio. Según los datos, hemos tenido un total de 11.697 espectadores, y un 88% de ocupación en ocho representaciones. Ese porcentaje significa que, de media, hemos tenido representaciones por encima del 90%. A la última representación asistieron los Reyes, hecho del que se hicieron eco revistas como Paris Match y otras revistas del corazón francesas e italianas.

Ha habido una repercusión social que no tiene que ver únicamente con el hecho musical sino con todos los elementos de los que hablábamos: sociopolíticos, sobre el contenido de El público, sobre el contenido de la obra de Lorca y sobre lo que significa la figura de Lorca, uno de los muchos asesinados y aún hoy también desaparecidos.

Y tenemos los asesinados en la guerra todavía y todavía hoy la polémica es si se pueden rescatar, si no. Son elementos importantes todavía en la España del siglo XXI, en la que ciertos temas todavía crean grandes conflictos sociales. Además el contexto en el que se encuentra España ahora mismo, con todas las tensiones que hay, las tensiones sociales, y con todos los elementos que hay también de nacionalidades, como el propio conflicto con Cataluña.

Ayer volví de Croacia. La última vez que estuve en Zagreb (el 4 de abril de 1993, con un estreno en la Bienal de Zagreb), la ciudad estaba en guerra. Y yo veía a la gente, chicos como los que ves en la Esmuc [Escola Superior de Música de Catalunya, donde Sotelo es profesor de composición], sin una pierna, o sin las dos, sin un ojo… El hotel en el que estábamos alojados se convirtió en un hospital de campaña, y hablamos de Centroeuropa, esto sucede aquí, y ha sucedido hace muy poco. Con respecto a este tipo de tensiones, los políticos son de una irresponsabilidad tremenda, porque en cualquier momento las cosas pueden irse de las manos. De ese conflicto no estamos libres, como el que sucedió en la España de Lorca. Lamentablemente, la historia se repite en momentos históricos distintos. Ahora vivimos un momento delicado, y no solo por temas como la homosexualidad, porque creo que España es uno de los países más avanzados a este respecto o con una sociedad, en parte, más tolerante.

 

La tierra plana: ¿y si fuera verdad?

La tierra plana: ¿y si fuera verdad?

Escépticos con la esfericidad de la Tierra los ha habido siempre, aunque no tanto como algunos piensan. Al parecer, contrariamente a lo que reza la creencia generalizada, la población ilustrada de la Edad Media ya sabía que la Tierra era una esfera (aunque, eso sí, el planeta azul debía ser el centro del universo).  Aun así, la idea de una Tierra plana ha tenido y tiene algún defensor, entre los cuales destaca la Flat Earth Society (FES).

Actualmente la defensa de una tierra plana, a pesar de ser una idea minoritaria, ha tenido una cierta eclosión en las redes. Si nos fijamos en la popularidad del término Flat Earth en internet a lo largo del tiempo (Figura 1), este alcanzó un auge después de que el suplemento científico del The Guardian publicara un reportaje sobre este resurgimiento tan peculiar.

 

Búsqueda de “Flat Earth” en Google Trends.

Figura 1. Búsqueda de “Flat Earth” en Google Trends. En el gráfico, el índice de popularidad (siendo 100 la popularidad máxima del término en ese momento) por tiempo. Se puede ver como a partir del 2015 ha habido un crecimiento considerable.

 

En marzo de 2017 el término Flat Earth tuvo otro pico de popularidad: el exjugador de la NBA Shaquille O’Neal sostuvo, en una entrevista radiofónica, que estaba convencido de que la Tierra era plana. Decía que él había ido en avión por todos los Estados Unidos y aquello se veía muy llano. Al cabo de unos días dijo que se había tratado de una broma.

La mayoría de los defensores de una tierra plana sostienen que el planeta tiene forma de disco, con el polo norte en el centro, siendo la Antártida una gran barrera de hielo que impide que caigamos al espacio exterior (Figura 2).

 

Mapamundi de la Tierra según los defensores de la tierra plana.

Figura 2: Mapamundi de la Tierra según los defensores de la tierra plana.

 

Con este modelo consiguen rebatir con algo de coherencia lo primero que se les suele preguntar: si la tierra es plana, ¿cómo no se caen los barcos al espacio? Lo segundo que se les suele preguntar es sobre la gente que ha dado la vuelta al mundo: esta es fácil, han girado alrededor del disco. Según dicen, que puedas dar una vuelta a tu barrio no significa que tu barrio sea esférico.

La Flat Earth Society tiene un sitio Wiki donde expone y defiende su teoría con todo lujo de detalles. Intentan rebatir a Eratóstenes, que midió la sombra de un palo a la misma hora del día en latitudes diferentes: las mediciones diferentes demostraban que el sol incidía con ángulos diferentes (incluso, con es diferencia y la distancia entre ciudades, llegó a calcular el diámetro terrestre con bastante precisión). Según la FES el sol es una esfera relativamente pequeña, que incide sobre todo en las zonas “ecuatoriales” pero que cuando se aleja se deja de ver y se alterna con la luna, como se ve en la figura 3. Un modelo así también presentaría ángulos diferentes en “latitudes” (radios) diferentes.

 

Modelo de la FES de la tierra plana, el sol y la luna.

Figura 3. Modelo de la FES de la tierra plana, el sol y la luna, que supuestamente explicaría la alternancia entre el día y la noche.

 

El modelo de la FES llega a negar datos empíricos: según dicen, no es cierto que la parte inferior de los barcos se oculte primero en el horizonte. También niegan la credibilidad de las imágenes de la NASA de la Tierra, las misiones espaciales o las expediciones a la Antártida. Con ello no demuestran sino nuestra tendencia al conformismo, porque las imágenes del espacio o de la Antártida pueden requerir, aunque justificado, un acto de fe; pero conseguir un par de prismáticos está al alcance de cualquier escéptico empedernido.

Más allá de las lagunas (espero que más o menos evidentes) que deja este modelo, hay que reconocer que su idea, por muy extravagente que sea, no se elabora en una tarde. Hay cantidad de preguntas frecuentes respondidas, supuestas mediciones, vídeos en Youtube… Ello hace pensar en gente que sabe algo o bastante de física y tiene muchas ganas de pasárselo bien. Es más, en algunos vídeos de internet aprovechan las dudas y retos de la ciencia sobre qué es la gravedad y como conciliarla con el resto de la física –e introducen referencias poco pertinentes a la curvatura del espacio-tiempo–, para dejar la impresión de que ni los mismos científicos lo tienen claro. Como suele pasar en estos casos, todas este argumentario viene aliñado con teorías conspiratorias de orden mundial.

Yo confieso que me divierto mucho en Twitter leyendo algunas discusiones y viendo cómo algunos científicos de buena fe se desesperan, algo que tal vez sirva para alentar a los ideólogos de la Flat Earth a seguir con sus batallas, sean burdos engaños o un simple divertimento.

No nos extenderemos más sobre las virtudes o miserias del modelo de la tierra plana. El objetivo de este artículo no es explicar al personal si la tierra es plana o no. Tampoco es mi propósito hablar de la propaganda, la información, la postverdad, etc. Quedémonos con lo positivo: en internet está aflorando información para todos los públicos que nos explica por qué la tierra es esférica. Pero antes de leerla, pensadlo vosotros: ¿por qué la tierra no es plana? ¿podría ser que todo fuera un engaño? Si la FES estuviera en lo cierto, ¿su modelo sería coherente? ¿qué fallaría? Hay algo en lo que la FES podría tener razón: es demasiado frecuente el creer lo que nos dicen a pies juntillas, como verdades incuestionables. Demostrémosles que también en eso se equivocan.

Goerne canta sobre la soledad en Vilabertran

Goerne canta sobre la soledad en Vilabertran

La Schubertíada de Vilabertran cumplía 25 años y como era de esperar no faltó a la cita Matthias Goerne, su más fiel y esperado participante. Acompañado por Alexander Schmalcz al piano, ofrecieron un fascinante programa alrededor de la soledad, dominado por una selección del Cancionero de Hollywood de Hans Eisler.

Alumno de Schoenberg y el primero en aplicar las técnicas dodecafónicas de su maestro, Eisler despliega en su Cancionero una gran variedad estilística y una eficaz concisión, que retratan de forma punzante la soledad de quien tuvo primero que exiliarse a Estados Unidos huyendo de los nazis, solo para ser deportado más tarde de vuelta a Alemania a causa de su vinculación con el partido comunista, donde la censura tampoco lo dejó tranquilo. Seis canciones de Hugo Wolf y cuatro de Robert Schumann complementaron el programa, explorando una visión más romántica de la soledad.

Goerne hizo gala una vez más de su inmensa musicalidad, arropado por un expresivo Schmalcz al piano. Ambos extrajeron todo el jugo posible de las partituras, con una interpretación basada en un sonido profundo y cuidado y un fraseo que surge de forma natural de la respiración y el silencio. A diferencia del recital del año pasado, una breve pausa ayudó a combatir el intenso calor habitual en la canónica Vilabertran, lo que permitió que el público siguiera con gran concentración la música y los poemas. Un nuevo éxito para la Schubertíada de Vilabertran, que este año contó también con la integral de los cuartetos de Beethoven a cargo del Cuarteto Casals como evento excepcional.

 

El cuarteto Casals renueva a Beethoven en el FIS

El cuarteto Casals renueva a Beethoven en el FIS

Algo maravilloso sucedió el pasado 21 de agosto en el concierto del Cuarteto Casals en el Festival Internacional de Santander:  por un lado, esa sensación deliciosa de que un concierto supere las expectativas y, por otro, el inenarrable momento que nos dan a veces las obras de arte: que nos permiten salir del mundo cotidiano, y nos hacen creer que quizá, un día, el mundo será como esa música. La lástima es que todo eso sólo funciona dentro del marco del concierto y, con el primer aplauso, se desvanece.

El Cuarteto Casals, que lleva veinte años cosechando éxitos, demostró en su concierto el porqué de todos ellos. Con un repertorio centrado en un recorrido por los cuartetos de Beethoven, demostraron su versatilidad, elegancia y profunda comprensión de las obras. El programa lo conformaron el Cuarteto en La Mayor n. 5 op. 18, el  n. 10, en Mi bemol Mayor, op. 74 y el Cuarteto n. 15, en la menor, op. 132. Tres cuartetos seleccionados de sus 16, integral que están preparando para celebrar este aniversario.

Aunque en teoría lo que se pretende es mostrar obras de la primera, media y última etapa, pudimos escuchar desde el primero cómo Beethoven quería ya salirse, en pequeños gestos y detalles aparentemente insignificantes, de lo aprendido por los maestros Haydn y Mozart. Esto es algo evidente, por ejemplo, en las variaciones del tercer movimiento del n. 5 op. 18, cuya ironía final será rescatada muchos años después por Mahler.

Hay algunos teóricos de la música que defienden que una buena interpretación es aquella que permite seguir al oyente con formación musical el análisis que subyace a la partitura, que le hace comprender lo que va ocurriendo en la construcción de la pieza. Como en todas las obras importantes, nunca hay un análisis suficiente, pero sí al menos aproximado. Y esa interpretación analizante, si me permiten llamarla así, es lo que ofreció el Cuarteto Casals, que son muy conscientes de lo que se esconde detrás de la complejidad constructiva de Beethoven. Es decir, pusieron todo de su parte para combatir esa creencia de que Beethoven es simplemente relajante, bonito, o algo por el estilo. En su interpretación, hicieron un homenaje a un compositor que desarrolló uno de los pensamientos musicales más complejos que han existido. Por eso, por ejemplo, el adagio del tercer movimiento del último cuarteto del programa, que permite rápidamente caer en interpretaciones con exceso de vibrato y dilatadas por su edulcoración, en el concierto, sin embargo, se convirtió en el momento más importante del mismo, donde se concentró toda la tensión. Todos los allí presentes respiramos con aquella música, tan moderna, pensada en planos, como en el siglo XX harían los compositores al fijarse en la pintura. Es de agradecer, en estos tiempos en los que Beethoven se ha convertido en un producto más de consumo, que el Cuarteto Casals haga  un gran esfuerzo de contención con una interpretación que nos ayude a escuchar todo eso pequeño que hizo de Beethoven uno de los compositores más grandes de la historia de la música.

 

 

El ensemble y coro Balthasar Neumann llenan de luz el FIS

El ensemble y coro Balthasar Neumann llenan de luz el FIS

Es el segundo año consecutivo que el ensemble y coro Balthasar Neumann visitan el FIS. En esta ocasión, el pasado 18 de agosto pudimos escuchar, en la primera parte, el Stabat Mater y la Inacabada de Schubert; y, en la segunda, la (gran) Misa en Do Mayor de Beethoven.

Un emocionante minuto de silencio por las víctimas del atentado en Barcelona preparó el ambiente del concierto, que comenzó rotundamente con el Stabat Mater. Esta pieza, que se aleja de la teatralidad de otros Stabat Mater, como el de Pergolesi, es un trabajo de la oscuridad a la luz, algo en lo que incidió la dirección de Thomas Hengelbrock. Sin embargo, tal luminosidad era fragil: conectó el Stabat Mater con el comienzo de la Inacabada, con esa melodía en los contrabajos que cambió la forma de concebir la construcción de las sinfonías (compositores como Mahler siguen esa estela en su Primera Sinfonía, en la cual se abre el tercer movimiento con el “Frere Jacques” en menor en los contrabajos), con lo cual el acorde final del Stabat Mater, que parece una pregunta abierta, dejó la luz que lo había guiado hasta entonces por la oscuridad, creando así una sensación circular.

El primer movimiento se concentró, en la primera parte, en el trabajo de los planos sonoros, remarcando la aparición del tema en las diferentes voces. La repetición de la misma fue muy orgánica gracias a que la melodía inicial operó en la construcción de Hengelbrock como una especie de ritornello. En el plano dinámico, fue radical, potenciando así la tensión entre pianos y fortes, aunque eso incidió en que las grandes pausas generales no operasen como irrupción, sino como detención del discurrir del movimiento. El segundo movimiento estuvo marcado por la claridad de los pasajes rápidos y en control del volumen en los fortísimos y crescendo, que permitieron un dominio absoluto de la tensión. Destacaron en ambos movimientos los deliciosos solos de la flauta y el clarinete, aunque la afinación de la flauta se vio resentida por el aire acondicionado de la sala.

La Misa de Beethoven estuvo marcada por la intervención de tres cuartetos de solistas en el coro: el primero intervino del Kyrie al Credo, el segundo del Et incarnatus ets al Sanctus y el último del Benedictus al Dona nobis pacem. Cada grupo de solistas destacó, especialmente, por un aspecto. El primero, por el excelente empaste y el cuidado de las voces. De entre los solitas, la soprano Agnes Kovacs fue una de las sorpresas de la noche. El segundo, llamó la atención por el énfasis en la teatralidad de algunos movimientos, como el Et incarnatus est. Por último, el tercero, por el cuidado en la expresividad en los últimos movimientos, en los que Beethoven derrocha optimismo -estado que caracteriza solo algunas de sus obras-. Echamos en falta más potencia en la última contraltoAlmira Elmadfa, pues había que hacer grandes esfuerzos por escucharla con claridad. En la orquesta, de nuevo, destacaron muy significativamente las maderas, aunque en general el nivel interpretativo de la orquesta y el coro fue excelente. El concierto se cerró con la propia Denn er hat Seinen Engeln befohlen, del oratorio Elías, de Mendelssohn, una pieza relativamente poco programada y que puso el broche final a una velada de altísimo nivel musical.

No quiero privarme de terminar estas líneas con la solicitud de un mayor esmero en la redacción de las notas al programa, que estaban llenas de frases vacías como la que reza que el Stabat Mater, es una “joya musical que a pesar de su corta duración convence con belleza musical y sentimientos profundos” o inexactitudes como que “hoy, la Inacabada, con su maravillosa melodía [como si solo tuviera una] y su audacia armónica [algo que no se entiende muy bien qué es] es una de las obras más importantes del repertorio sinfónico”.