God save the King’s Consort!

God save the King’s Consort!

Cuenta Plutarco que al poco de ser ungido como emperador de Roma, Cayo Julio Cesar anunció que se divorciaba de su esposa Pompeya Sila. La causa era que Pompeya había asistido a una saturnalia, festejo de tipo orgiástico, común entre la aristocracia romana,  y que pese a no haber participado activamente dentro de ella, su sola presencia comprometía el prestigio del nuevo emperador. Plutarco pone en boca de Julio Cesar esta famosa frase para explicar su divorcio: “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo.”

Esta pequeña mención histórica me vino a la cabeza el pasado jueves 18 de enero, cuando tuve el gusto de asistir al que podría ser calificado de un verdadero performance musical. El tema central de nuestro concierto/performance era rememorar un evento que causó un tremendo revuelo en su época: la coronación de Jorge II como rey de Gran Bretaña e Irlanda. El nuevo monarca, coronado en la magnífica abadía de Westminster, puso mucho énfasis en que la ceremonia de su coronación tenía que ser todo lo fastuosa y solemne posible, como si de una representación teatral  se tratase, ya que el prestigio de su nación descansaba sobre su propio prestigio personal. El rey de Gran Bretaña y su corte, tenían que ser y aparecer ante el mundo como la esposa del César: dignos y honrados. Lo que sucedía en la realidad es cosa muy diferente, los líos y odios profundos que se tenían entre los miembros de la familia real, están más que documentados, pero ante su pueblo y el enorme cuerpo de embajadores asistentes ese 11 de junio de 1727, el rey Jorge tenía que ser la cabeza visible de un imperio floreciente y cabeza de la iglesia anglicana. Para tal efecto se organizó una ceremonia donde G.F. Händel presentó cuatro nuevos anthem, forma musical religiosa típicamente inglesa, escritos especialmente para la ocasión y que marcaban además, el primer acto oficial del compositor como súbdito de la corona inglesa, ya que el último acto del difunto rey Jorge I, fue firmar el acta de naturalización del maestro.

Hay muchas referencias de los planes para la ceremonia y de cómo finalmente se desarrolló. Parece ser que las cosas, finalmente no fueron todo lo bien que se planearon. Entre desajustes en la sincronía del coro, supresión de obras anunciadas, y un largo etc, la coronación no fue tal como la pensó el rey Jorge, pero de cualquier modo, fue un evento que causó un tremendo revuelo en toda Europa. Además de los cuatro anthem escritos por Händel, se tocaron seis composiciones de maestros ingleses que habían sido ya utilizadas en ceremonias de coronación anteriores, incluyendo la letanía de Thomas Tallis, O God the Father of heav’n de estilo responsorial y el Te Deum de Orlando Gibbons, junto a cinco anthems más. O Lord, grant the King a long life, de William Child, fue el primer himno y la primera pieza musical interpretada en la ceremonia, pese a no estar prevista en el orden de la coronación. El anthem de Henry Purcell  I was glad when they said unto me, estaba programado para ser ejecutado, pero una crónica posterior a la coronación redactada por el Arzobispo de Canterbury, indica que “el himno fue omitido por negligencia del Coro de Westminster”. Come, Holy Ghost, de John Farmer, sería ejecutada en el momento de la Anunciación, tras el juramento del rey, para concluir el repertorio con dos anthems más de John Blow, Behold O god our defender y God spake sometime in visions.

Si agrupamos todo el repertorio programado para la ocasión, tenemos  más de hora y media de música solamente, si a ello aunamos las procesiones, los toques de trompetas y todo el boato que acompaña a un evento como este, os podréis imaginar lo extenso de la ceremonia. Los británicos siempre se han mostrado muy orgullosos de mostrar al mundo la dignidad de sus reyes y la coronación de Jorge II es uno de esos grandes momentos de “pompa y circunstancia”, así que, los que vivimos la experiencia de estar en la Sala Pau Casals de l’Auditori, el mencionado jueves 18 de enero, pudimos disfrutar de un atisbo de lo que pudo ser aquella mítica coronación.

The King´s Consort dirigidos por su fundador Robert King, nos trasportó admirablemente a la ceremonia antes descrita. La agrupación es especialista en el repertorio presentado. Llevan muchos años trabajando sobre él, y la manera de abordarlo, llena de austeridad y sobriedad, hace brillar muy particularmente este tipo de obras. No se encontrará nunca ni un atisbo de exceso, o si se quiere, de la fuerza desbocada más propia del estilo italiano o francés; aquí, la contención, la proporción, el control de cada elemento, es fundamental, y no por ello se resta nada en su belleza, por el contrario, es solo así, que Purcell, Händel o Gibbons pueden sonar en toda su plenitud, llenos de una profundidad que a muchos en el públicos nos causó un impacto tremendo.

Todo estaba pensado, desde la procesión de trompetas y tambores que rememoraba la entrada del rey a la abadía de Westminster, hasta la proclamación del mismo rey y posterior aclamación por sus súbditos, todo estaba en su lugar y en su momento. Quizás lo único que lamentamos algunos, fue que en la procesión final, cuando los tambores y trompetas abandonaron la sala acompañando al recién coronado rey, algunos asistentes del público comenzarán a aplaudir en medio de la mencionada procesión, rompiendo con ello la magia creada por los músicos.

Sin duda, el sabor británico lo impregnó todo y The king´s Consort logró un concierto estupendo. Cómo nota final hemos de mencionar que justamente “Zadok the Priest”  el segundo de los himnos escritos por Händel para la ocasión y que fue interpretado en el momento de la unción del nuevo monarca, fue adaptado en 1992 por Tony Britten y es ahora utilizado como himno de la Champions League, curiosa metamorfosis la de un himno de unción.

 

Cien años por todo lo alto, ¡sí señor!

Cien años por todo lo alto, ¡sí señor!

“Que veinte años no es nada” cantaba el zorzal criollo en el tango “Volver” y cien ya comienzan a serlo, así que cuando se cumplen hay que celebrarlo por todo lo alto. Por tal motivo, la sección de música de la biblioteca de Cataluña ha organizado una exposición conmemorativa, junto con una serie de eventos anexos para festejar este primer centenario de existencia. (más…)

De la oscuridad al más esplendoroso amanecer.

De la oscuridad al más esplendoroso amanecer.

Cuando se diseña el programa de un concierto, se puede proceder de muy diversas maneras. El típico paradigma de concierto de una orquesta sinfónica, que consiste en: una obertura, un concierto solista y tras un intermedio, una sinfonía, aún es muy socorrido por orquestas de todo el mundo. También se  puede programar girando en torno a una temática, ya sea histórica, literaria, o incluso, política. Pero lo que la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña hizo en el programa presentado los días  15, 16 y 17 de diciembre, fue zambullirse en el abundante repertorio germánico y presentar tres obras  de épocas bien diferenciadas de la historia alemana, contando además, con un solista de excepción: el gran violista alemán Frank Peter Zimmermann.

La primera parte del concierto estaba integrada por dos obras peculiares: la primera de ellas fue una trascripción para violín y orquesta realizada por Wilfred Fischer (en el programa de mano escrito Ficher)  sobre el concierto para teclado y orquesta núm. 1 en Re menor BWV 1052  de Johann Sebastian Bach, y por la hermosa Fantasía en Do mayor para violín y orquesta Op 131 de Robert Schumann. En ambos casos se trata de la primera lectura de ellas por parte de nuestra orquesta.

Sinceramente, la OBC no se encontró nunca ni medianamente cómoda con la obra de Bach. Es un repertorio que, al menos en este caso, fue interpretado de manera muy superficial y sin atender a los detalles mínimos de fraseo y de articulación que el estilo exige. Fue una lectura bien realizada, sin mayor repercusión musical. Por momentos, incluso, pese a los esfuerzos de los primeros atriles que siempre estuvieron manteniendo la cohesión del grupo, se tenía la impresión de que algo no funcionaba bien, parecía que el maestro Ono, director titular de la orquesta, entorpecía la comunicación entre el solista y los músicos. En general, la sensación no fue buena y el regusto final fue que estábamos ante una obra que no había sido bien interpretada.

En el caso de Schumann, las cosas comenzaron a cambiar, tanto el solista como  la orquesta, se encontraron en un territorio mucho más familiar. Zimmermann mostró la enorme calidad técnica que lo respalda como unos de los grandes violinistas de la actualidad, esto sin detrimento, claro está, de su enorme estatura musical. La orquesta estuvo mucho más afortunada, acompañando y reforzando el discurso musical del solista. Kazushi Ono, mostró, el enorme instinto musical que siempre lo ha caracterizado, atento a los balances tan problemáticos siempre en Schumann, cuidando que la orquesta fluyera con soltura y naturalidad en torno de una obra, que está escrita para lucimiento de un gran solista: el mítico violinista alemán Joseph Joachim, amigo íntimo no solo del matrimonio Schumann, sino también, de Johannes Brahms.

El intermedio llegó, y todos nos preparamos para escuchar el plato fuerte del programa. Obra de una gran dificultad técnica y musical, que marcó un hito desde su estreno efectuado en 1896, y que es en palabras de su autor: “Glorioso, de lejos la más importante de todas mis obras, la más perfecta en forma, la más rica en contenido y la más individual en carácter”. Me refiero al poema sinfónico Así habló Zaratustra de Richard Strauss.

Cuando en 1896 Strauss en una carta dirigida a Cosima Wagner le informa que está trabajando sobre el Zaratustra de Nietzsche, ella se lo tomó en un principio  como una  broma, para posteriormente confesar, que pese a no conocer el libro, algo tendría de significativo que había generado en Strauss la necesidad de trabajar sobre él. El resultado de apenas 6 de meses de trabajo, fue una obra maestra que requiere de una dotación instrumental enorme y sobre todo, de una orquesta al nivel de semejante reto. La OBC y su titular brillaron con una intensa luz tras la oscuridad de la primera parte. Si al inicio hubo indefinición, en Zaratustra todo encajó casi milimétricamente y dejó muy claro el alto nivel musical de nuestra querida orquesta, que en obras como estas, desarrollan todo el músculo que han logrado acumular en todos estos años de duro trabajo, tanto con el maestro Kazushi Ono como con anteriores titulares. Un gusto tremendo escucharles en plenitud de facultades.

No quisiera terminar está humilde crónica sin mencionar a un actor muy destacado de nuestro concierto, que brilló por momentos muy notoriamente en él y que son los más diversos tosidos y sonidos varios que parte de la concurrencia aportó al concierto aquí reseñado. Ya en el programa de mano, intentaron prevenirse contra ello, a tal grado ha llegado esto, que la orquesta solicita que se intente controlar el efecto sonoro de semejante malestar respiratorio, acudiendo a un simple pañuelo para contener el sonido generado, pero se ve que al menos en esta ocasión, no obtuvieron una buena acogida a sus ruegos, porque, por ejemplo, mientras el maestro Ono tejía la pausada y grave fuga correspondiente al pasaje llamado “ De la ciencia”  en los últimos momentos de  Zaratustra, eran mucho más notorias las toses que hacían un contrapunto a la citada música que la obra misma. Esperemos que un poco de educación y buenos modos, o como antes se le llamaba, simple y llanamente urbanidad, solucione al menos en parte este problema.

Barcelona cuenta sin lugar a dudas con una orquesta de primer nivel y muestra de ello, es ver en cada uno de sus conciertos, la sala casi llena, integrada por un público cada vez más heterogéneo, que está respondiendo a la calidad musical de su orquesta y también, por qué no decirlo, a una buena estrategia comercial que está logrando impactar poco a poco en las diferentes capas de la sociedad, bravo por ello, continuemos  disfrutando.

 

Una tropa de generales redescubriendo a Telemann

Una tropa de generales redescubriendo a Telemann

“Son una orquesta de generales”, tal frase se ha aplicado en las medianías del siglo XVIII tanto a la orquesta de Mannheim en sus más luminosos momentos,  como también se ha dicho en pleno siglo XX de la Filarmónica de Berlín en tiempos de Herbert von Karajan intentando con estas palabras, separar a la agrupación berlinesa del resto de orquestas del mundo colocándola, en una especie de olimpo al que nunca podrían acceder el resto de orquestas del mundo.

Un servidor lo confiesa, nunca ha sido un gran admirado de esa época de la mítica Filarmónica de Berlín, porque sin detrimento de sus innegables méritos artísticos, con el tiempo se ha visto que mucho del brillo de aquellos años, provenía de una minuciosa campaña de mercado donde la cabeza era Karajan y otras personas de muy dudosa honorabilidad, al menos en el plano estrictamente artístico. Es por ello que creo que sería más justo aplicarle esta frase a un grupo donde sus integrantes sean verdaderamente unos generales,  poseedores de una autoridad y de una autonomía en exclusiva reservada a seres que obtengan tal autoridad de un conocimiento muy profundo y de un ejercicio honesto y concienzudo de su labor como músicos y sinceramente, creo que el pasado domingo 3 de diciembre en Barcelona en la sala Oriol Matorell de l’Auditori, tuvimos la oportunidad de ver a una auténtica “orquesta de generales”. Me refiero sin ningún género de duda al conocidísimo grupo italiano Il Giardino armonico.

Con una sala llena, el mencionado grupo interpretó un programa homenaje a G.P. Telemann, nombre injustamente vituperado por demasiados y que está a la altura de los grandes nombres de su época, sean estos Bach, Haendel  o Alessandro Scarlatti. El drama de Telemann tiene su origen en varias fuentes, todas tienen solución en la medida en que la musicología moderna haga su trabajo. La reelaboración del famoso canon de la música de donde tantos nombres han quedado apartados es más que necesaria. Música de una factura magistral, escrita por ejemplo, por mujeres de un enorme talento, duerme el sueño de los justos. En el caso de Telemann en parte, es víctima del enorme volumen que ocupa su obra. Se calcula que su catálogo, que dista de estar concluido, está integrado por más de 700 obras. Semejante volumen  hace que al ser un corpus poco conocido tanto por músicos como por el público, oculte sus más notables tesoros. Actualmente para el gran público, casi cualquier obra firmada por el maestro alemán es algo a descubrir y créanme cuando les digo que Telemann nunca defrauda. En él confluyen los tres grandes estilos del barroco tardío, y podemos encontrar como en el concierto del pasado 3 de diciembre, obras escritas en un solemne estilo francés, como también hermosas y sentidas melodías más propias del estilo italiano. Esto, sin menoscabo de un trabajo armónico y contrapuntístico de primer nivel que evidentemente tiene en Alemania su matriz.

Las obras que integraban el programa de nuestro concierto iban desde una suite o una sonata hasta un concierto, lo que confirma lo antes dicho: Telemann conocía perfectamente el funcionamiento de todas las escuelas y estilos de su época. Fue un hombre de un carácter afable y muy social, que viajó muchísimo, aprendiendo cuanto podía del lugar que visitaba y logrando el reconocimiento sincero de colegas tan encumbrados como el mismo J.S.Bach, que le pidió que fuera padrino de bautizo se su segundo hijo, nada más y nada menos, que el genial C.P.E Bach.

El que un grupo tan sólido como el Il Giardino Armonico, integrado por tan buenos músicos, interprete un programa casi consagrado en su totalidad a un compositor que está siendo cada vez más revalorizado como es el caso de Telemann es muy de agradecer. La única obra que no estaba firmada por nuestro autor, era una sonata para dos violines, viola y bajo continuo en do menor escrita por J.G.Goldberg, el famoso alumno de Bach destinatario de las célebres variaciones que llevan su nombre. La interpretación del programa fue realmente espectacular, las obras del programa, al necesitar una dotación casi de música de cámara dejaban al descubierto la precisión y la enorme solvencia de todos los músicos que integraban la orquesta. Era realmente satisfactorio ver las miradas de complicidad que existían entre el grupo, las sonrisas, los gestos que daban pie al compañero, los momentos en que  juntos tejían tal o cual pasaje de las obras de este concierto. Todo estaba perfectamente preparado, pero todosurgía de una manera espontánea. Realmente eran generales, que en vez de comandar, conversaban amigablemente.

Giovanni Antonini su director y además solista en esta ocasión, es un músico delicado y que cuida al extremo todos los detalles, no solo de la agrupación que dirige, sino, además, de su ejecución a la flauta dulce, instrumento que puede con mucha frecuencia dar notas bajas o una sonoridad saturada. En su caso, nunca fue así, la afinación siempre fue perfecta, la sonoridad justa y nítida, la musicalidad constante. Caso semejante fue cuando el mismo Antonini junto con Tindaro Capuano ambos al chalumeaux interpretaron dos obras donde el solista fue este instrumento del que en su momento Telemann fue un virtuoso consumado.

Como no podía ser de otro modo, tras una enorme ovación, la orquesta nos obsequió con un pequeño bis del mismo Telemann culminando un concierto que nos dejó un gratísimo sabor de boca y  con unas tremendas ganas de que en futuras fechas regrese a nuestros escenarios Il Giardino Armonico.

 

Austeridad germana con sabor del Lacio

Austeridad germana con sabor del Lacio

Refiere Christoph Wolff en su monumental biografía BACH, El músico sabio (Barcelona: Ma non tropo,2008, p.24) que a los pocos días de fallecido J.S.Bach, era publicado un texto firmado por Johann Friedrich Agricola, compositor y organista de la época,  donde defendía la obra del finado maestro de los ataques de un tal Filippo Finazzi, cantante de la ópera de Hamburgo, diciendo:

“Él [ Finazzi] niega a su música [la de Bach] un efecto placentero para el oyente que no puede gustar unas armonías tan difíciles. Pero aun asumiendo que las armonías [las estructuras musicales] de este gran hombre sean tan complejas que no siempre consigan el resultado previsto, éstas, no obstante, sirven al deleite del genuino conocedor. No toda persona instruida es capaz de entender a Newton, pero quienes han avanzado con suficiente profundidad en la ciencia pueden entenderlo y encontrar enorme gratificación y beneficios reales leyendo su obra”

Me he tomado la libertad de citar a Wolff, porque creo que en esta ocasión estamos ante un concierto que podría encajar dentro de la descripción que realizó Agricola sobre la música de Bach.

El miércoles 29 de noviembre, dentro del ciclo Palau Bach tuvimos el placer de escuchar en un programa integrado en su totalidad por obras del cantor de Leipzig, una de las más célebres partituras escritas por él, me refiero: a la Ofrenda musical BWV 1079. Obra que pertenece al último periodo creativo de J.S. Bach y que nos presenta una cara poco visitada del maestro, la del músico sabio.

Los intérpretes eran de primera línea, Laura Pontecorvo a la flauta travesera, Andrea Rognoni y Antonio De Secondi a los violines, Marco Ceccato al violoncelo y coordinando todo desde el clave, el célebre director y clavecinista Rinaldo Alessandrini. Iniciaron el concierto con una sonata para flauta travesera y unos canons del mismo Bach, que cumplían la función de preparar al auditorio para la obra central del programa. Tras escuchar las primeras piezas arriba mencionadas, Alessandrini comenzó con la ejecución del  Ricercare a 3 voces para clave solo que da inicio a la obra. Ciertamente en algunos pasajes no estuvo todo lo fino técnicamente que nos tiene acostumbrados un artista de su nivel, pero, lo cierto es que en conjunto estableció ya el tono que guardaría toda la ejecución de la pieza. Era particularmente llamativo el sonido delicado, íntimo, con que todos los intérpretes trabajaban tejiendo los canons y fugas que integran la obra. El escucha moderno, acostumbrado a las grandes sonoridades, al embotamiento sonoro, tiene que verse sorprendido de súbito por esta invitación a lo quedo, lo reposado, lo íntimo, el universo de Bach ya simplemente en este pequeño detalle, comenzaba a quedar muy claro.

Cuando Bach aborda la composición de esta pieza lo hace desde una posición casi de reclusión interna. Fatigado cada día más por todas las obligaciones de su cargo en Leipzig, con una ceguera que llegó a ser total, cuando trabaja en su estudio, lo hace desde la distancia del mundo que lo rodea, y más aún, lo hace desde una postura estética muy diferente a la que sus contemporáneos aceptaban. El yo, propio de la modernidad se había instalado cada vez más en la mentalidad de las personas, y la música que se hacía ya en esa época, era diametralmente diferente a la que Bach escribía. A la verdadera música se le pedía, bajo este paradigma, que trasmitiera en una melodía perfectamente perfilada los sentimientos de las personas, la vida emocional del compositor y de sus escuchas. Un universo muy diferente del de Bach, que parte de una plataforma diferente, cuando considera a la música como una ciencia, sí, un arte, pero este arte se materializa en una ciencia musical, de la que él es un notable exponente, y que logra describir a través de sus obras, y sobre todo las de carácter especulativo, como la que nos ocupa ahora, la multiplicidad de formas y sustancias de las que está compuesto el universo mismo. La postura de Bach, entonces, es casi cósmica: ha dejado hace rato de pensar en la cotidianidad y ve al horizonte para expresarse. Cuando pensamos de este modo a Bach, es cuando entendemos la descripción que hacía Agricola de él en el texto arriba citado.

La base de la que parte Bach es muy clara: el contrapunto, o sea, la simultaneidad de melodías es la materialización de la armonía y de la perfección del universo, cuando Bach escribe una fuga o un canon, aplica esa ciencia que permite que escuchemos físicamente la unión de dos o más realidades sonoras, que de no seguir estas reglas, sería imposible que sonaran simultáneamente.

Queda claro entonces que a nosotros mismos, parados en nuestro siglo, esta visión nos quede muy lejos y necesitemos de un esfuerzo extra para disfrutar de un programa así. Cuando vamos a un concierto en la actualidad, lo hacemos desde el paradigma moderno, a que nuestra vida emocional aflore o sea estimulada, y no hay nada de censurable o malo en ello, es nuestro paradigma. Esto puede llevar a la desilusión de algunos escuchas, que asisten a escuchar La ofrenda musical o El arte de la fuga, esperando escuchar los Conciertos de Brandenburgo.

La interpretación fue de muy alto nivel, considerado que es una obra exigente ya no solo a nivel individual sino sobre todo, en lograr cohesionar la diversidad que arriba he descrito. Los cinco músicos dirigidos por Alessandrini demostraron no solo un altísimo nivel técnico, sino una inteligencia musical muy elevada, construyendo con mucha precisión la totalidad de la pieza.

Al final, tras una merecida ovación por parte del público que casi llenó el Palau, nos regalaron con un pequeño destello de luz, un ágil movimiento de la Tafelmusik de G.P.Telemann que concluyó un estupendo concierto, que si bien es cierto nos había elevado a dimensiones desconocidas, la brillante interpretación del conjunto italiano, le aportó un toque de fuerza y vigor propio de los músicos latinos.