por Pablo Mato Cano | Mar 30, 2016 | Críticas, Teatro |
Exterior. Madrid. 21 de marzo de 2016. Lluvia intensa. Guerra de paraguas insolentes en la entrada principal del Teatro María Guerrero. Un hombre de largo pelo cano se acerca para cobijarse bajo el paraguas del que esto escribe.
Paco: ¿Os importa si me refugio con vosotros? (Escribe un mensaje en su móvil, que tiene la pantalla mojada). Me llamo Paco, encantado.
Yo: (Mojado. Patético) Por supuesto, Paco, te hacemos un hueco. Soy Pablo, encantado.
Paco: ¿Se entra por aquí?
Yo: ¿Tienes ya la entrada?
Paco: La taquilla es por allá. ¿Tenéis entradas? Menudo tormentón.
Yo: Sí, Paco. Creo que por aquí se entra. A ver si abren pronto.
Paco: A las 19:30. Siempre abren media hora antes. (Es un hombre curtido en mil tormentas.) ¡Qué buenas son las gentes de la farándula!
Yo: Y que lo digas, Paco.
El ambiente entre festivo y de batalla (que los eventos gratuitos corren el riesgo de convertirse en batallas campales, es algo bien sabido) evoca la entrada al Coliseo romano o la salida del Congreso de los diputados un jueves víspera de puente, un avispero, vaya. En la espera pienso que así se deben de sentir los costaleros en cada procesión bajo la lluvia: como si no tuvieran suficiente con cargar con el Cristo, la Virgen o lo que toque, Dios les pone a prueba sistemáticamente cada año con una tormenta que mojará sus sandalias (¿Los costaleros llevan sandalias?). De la misma manera los aquí presentes somos costaleros del teatro madrileño, los que gastamos el dinero de la carne roja que no comemos en entradas para ver el espectáculo de la semana. Por un día que no hay que pagar, Dioniso pone a prueba nuestra fe con esta lluvia incesante.
Se abren las puertas y la multitud entra a codazos en la vetusta y magnífica sala del Teatro María Guerrero. Cogemos sitio. Nada mal. Entre el público todo son amigos, conocidos, eternos rivales, compañeros del gremio, en definitiva. La media de edad está en los 30 años, algo verdaderamente inaudito en el teatro. Durante la media hora de espera, aferrados a las butacas que heróicamente hemos conquistado, la gente se habla por señas de un lado a otro de la sala, generalmente instándose a hablar más tarde. Las buenas butacas comienzan a escasear. En esto, entra una señora que parece salida de una obra de Fernando Arrabal, o más bien parece el propio Arrabal vestido de señora, gritando: ¡Siempre se dejan un asiento vacío en mitad de la fila! ¿Por qué lo hacen? Por joder. Exclusivamente por joder. ¡Siempre, siempre el asiento del medio!. Puro teatro. Algún lector, si lo hubiera, puede preguntarse por qué aún no he hablado de la obra a la que asistimos y me he entretenido con la descripción del público; la respuesta es obvia: sin público no hay teatro y, en este caso además, hay más actores entre el público que en toda la programación del Centro Dramático Nacional.
Al turrón. Lo que tanta expectación y festejo genera en esta sala es un experimento magnífico, una celebración del arte teatral enmarcada en la semana del teatro promovida por el CDN [Centro Dramático Nacional], previa al próximo día internacional del teatro (27 de marzo). El experimento consiste en la representación de 27 escenas breves que el organizador del cotarro, Pablo Canosales, encargó escribir a 27 dramaturgos, acaso los más prolíficos y necesarios de la escena actual española. No están todos los que son pero sí son todos los que están. Abajo la lista, en riguroso orden alfabético:
Carolina África, Ernesto Caballero, Pablo Canosales, Alberto Conejero, José Luis de Blas Correa, Ignacio del Moral, Denise Despeyroux, Blanca Doménech, Ana Fernández Valbuena, Daniel García Altadill, Ignacio García May, Esteban Garrido, Antonio Hernández Centeno, Javier Hernando Herráez, Pedro Lendínez, Juan Mairena, Juan Mayorga, Josep María Miró, Jorge Muriel, Jose Padilla, Yolanda Pallín, Itziar Pascual, Laila Ripoll, Antonio Rojano, Juan Carlos Rubio, María Velasco y Alfonso Zurro.
El joven dramaturgo y programador eventual de la cosa sale a escena, visiblemente nervioso, a presentar el espectáculo. Mis fuentes me cuentan que lleva años fraguando la idea, que surgió en un curso con su profesor, el también dramaturgo, Alfonso Zurro. La premisa es sencilla: Canosales realizó 27 fotografías a 27 puertas variopintas y las envió (las fotos, no las puertas) a los 27 dramaturgos mencionados para que escribieran una escena breve. Cumplieron y aquí estamos. Comienza la función. Un actor sale al escenario y se sienta en las escaleras, otro viene por el pasillo con tacones, pantalones verdes, gabardina, una pistola en la mano, iracundo. Lo amenaza. El de la pistola encarna todos los personajes del teatro (Segismundo, Salomé, la tortuga de Darwin, etc.), el otro, afirma, se pone burro con la personalidad múltiple. Se besan. Escena bella como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas.
Toda la sala es escenario. Los seis actores (Carmen Mayordomo, Víctor Nacarino, Silvana Navas, Txabi Pérez, Nacho Sánchez, Camila Viyuela), con una energía extraordinaria, van saltando de escena en escena, en sano ejercicio de transformismo desquiciado, del escenario a los palcos, de los palcos a la platea. Decenas de personajes aparecen y desaparecen ante nuestros ojos. Padres e hijos, amantes, absurdos boyscouts, un cínico que quiere ser el perro de una dominatrix, una madre dice que su hijo está endemoniao, una ouija que funciona por wifi gracias al dios Facebook, una profesora que llama a su majestad, la reina, para decirle que a su hija, la princesa, le ha arrancado la nariz de un bocado una compañera de colegio que quiere ser reina de mayor. Muchas risas. Mucho absurdo. Alguna tiniebla. Puro teatro.
Las dos horas que dura el espectáculo pasan volando, algunos nos quedamos con ganas de más, pero esta gente tiene que descansar, lo comprendemos. Esperamos, sin embargo, que se repita, que esta divertida y animosa propuesta tenga más recorrido, que otras salas la programen, que sean otros los que ocupen las butacas y que siempre, siempre se llene como hoy. Porque hay que celebrar este arte magnífico, siempre proclive a abrir puertas, a descubrir nuevos umbrales y a trascender el tedio de lo cotidiano.
Salimos. Ya no llueve. La realidad, como siempre, resulta decepcionante después de una tarde de teatro.
por Antonio H. Muñoz | Oct 6, 2015 | Críticas, Música |
Mi historia en torno a este grupo, liderado por Sole Parody, es cuanto menos curiosa. Descubrí unas maquetas de ella gracias a una publicación en el blog de Señor Pollo hace unos cuantos años que no me gustaron demasiado. Su estilo era bastante extraño y para mi gusto no acababa de funcionar la fusión que proponía. Hace un año tuve la oportunidad de escucharla de nuevo en un evento TEDx en el que no esperaba su actuación. Recordé aquellas maquetas y prejuzgué una retirada temprana de la sala por mi parte. Mi error no pudo ser mayor ya que finalmente permanecí en la sala hasta que se hizo el silencio de la ultima nota de su repertorio. El pasado 2 de octubre, Le Parody presentó en Fnac de Madrid su último disco «Hondo« y nuevamente sentí una especie de vacío al finalizar la sesión.
Con el número exacto de instrumentos que caben en el interior de una maleta (sampler y ukelele), despliega un repertorio que aúna el folk, el flamenco y la música electrónica, entre otros. Este disco nos envuelve en un torbellino de sonidos orientales que se entremezcla con detalles obtenidos de los ritmos Bollywood y sitares que nos transportan a un bazar repleto de alfombras, con un cierto aroma a incienso… En el espacio.
El disco se abre con una declaración de intenciones: “Hemos Venido a Deshacerlo”. Esta rompe musicalmente con todo lo que podíamos conocer de su disco anterior y comienza introduciéndonos en un delicado trance que explota en el momento menos esperado. Continúa con “El Camino Largo”, que nos propone seguir en pie de guerra como forma óptima para vencer el dolor. Es aquí cuando el disco empieza a emitir preciosos rayos de luz con el segundo single “Hondo Agujero” que trae toda la fuerza del cosmos directa a nuestros pies, haciendo que estos no paren al ritmo de la música. Unas trompetas muy bien elegidas y un gran ritmo que nos podría recordar a “El Guincho”, del cual hablaremos en esta revista cuando finalmente se decida a presentar su nuevo disco. En el siguiente tema “Corazón Monstruoso”, Sole nos explica que la Música de Procesión y los Ritmos Bollywood tienen muchas semejanzas entre sí y que por este motivo ha decidido fusionarlos en una sola melodía. Tanto este último como “Quise ser” parecen temas destinados al entretenimiento propio y, en mi opinión, no aportan demasiada sustancia al disco ni, por consiguiente, a los conciertos. La buena noticia es que esto nos prepara para el otro sencillo “Saetas en el Aire”, otro de los grandes temas del disco (cualquiera diría que sabe elegir bien los singles).

Es entonces cuando aparece el momento cumbre del disco “Dejadla Sola” que nos sorprende justo después de un leve murmullo, esta vez con un grito pelado y desgarrador que dice: “¡Dejadla sola, que no le duele! ¿Dejadla sola, y qué si le duele?”. Seguidamente suena “El Agua es Clara” con una vuelta a la serenidad y a los sonidos más puros. Navegando en las aguas de este disco, encontramos “Ríos de Lamentos” que nos sumerge en otro trance por el ambiente y la cultura de Marruecos, lo que nos introduce el ritmo en el cuerpo poco a poco y pretende prepararnos para lo que viene después: un rompepistas con beats-disco llamado “Peligroso Criminal”. El disco se despide con “Cae Cae Cae” que, efectivamente, nos precipita hacia la eterna caída en un hondo agujero en parte agrio y en parte placentero que nos devuelve finalmente a la realidad.
Puede que Le Parody tenga la cualidad de hacernos recordar una gran cantidad de grupos y, al mismo tiempo, no asemejarse a ninguno. Pero lo que sí está claro es que ha sido capaz de encontrar y elaborar un sonido propio e inconfundible a pesar de que sus sonidos primigenios hayan sido estructurados a partir de la existencia de otros. Este nuevo LP suena mucho más maduro que el anterior, con menos altibajos y más profundidad en todos sus temas. Si bien, a título personal, echo de menos el ukelele (antes claro protagonista de sus melodías), es cierto también que para que se produjera esta evolución de sonidos, su abandono era un paso casi predecible y necesario.
Antes de finalizar, me gustaría destacar la filosofía de Sole al defender la música bajo pago libre. La artista se posiciona a favor de la piratería y nos insta a contactar con ella en caso de no tener la oportunidad de poder pagar el precio de su disco o la entrada de uno de sus conciertos. Creemos que es un gran ejemplo a seguir, por lo que desde aquí os instamos a que si queréis adquirir uno de sus discos, lo hagáis a través de la plataforma Bandcamp o en uno de sus conciertos y, por supuesto, que asistáis a estos. Así que, miembros de la industria discográfica, dejadla sola para que vuelva a sorprendernos en un futuro, que esperamos no sea muy lejano.
Imagenes cogidas de http://poprocklaredo.webcindario.com y http://www.lanuevacronica.com
por Marina Hervás Muñoz | Sep 16, 2015 | Música, Recomendaciones |
Rita López Panach, que aparte de una estupenda cantante es coordinadora de la primera red social pensada por y para músicos, Piano y Mengano, ha puesto en marcha la I Maratón de nuevas músicas, que se celebrará el próximo 25 de septiembre en Madrid.
Se trata, como se indica en la web de una «media distancia» por motivos de organización y espacio, pero en el tiempo que va de las 20 -hora de inicio- a las 22 (cuando acaba el concierto, pero empieza la charla) pasarán por la Fundación Olivar de Castillejo obras de ocho compositores: Guillermo Alonso Iriarte, Victoria Benito, Mario López Santos, Natalia Laguens, Proyecto Alina, Luis de Arquer, Adrián Crespo Barba y Juan Antonio Simarro. Los autores interpretarán sus piezas junto a los músicos José Luis Valdivia Arias, Daniel Benito Hernández, Rosa de Benito Forriol, Diego Rodrigo Calvo, Antonia Funes, David Díaz, Nacho Sequí, Víctor Sequí, Adriana Lorenzo, Paula Quintanar Pascual, Luis Inestal, Pablo Cuenca, Elena Tejero, Aine Conde, y Alejandro Puerta Cantalapiedra; según informan en su nota de prensa.
La intención de la maratón nos entusiasma, ya que la idea de base es que «la cercanía del compositor con su público es fundamental para mantener la música viva e incrementar el número de aficionados». Por eso, cuando decíamos que a las 22 empieza la charla, es literal: el objetivo de la maratón es que la gente pueda acercarse a los compositores, charlar con ellos y preguntar, opinar, comentar, sugerir y toda la panoplia de verbos referidos a algo que pasa pocas veces: la comunicación compositor-intérprete-público, o bien porque muchos músicos están en una torre de marfil que no abandonan salvo que la visita esté en otra torre de marfil, o bien porque las instituciones lo dificultan (si no, pensemos en la estructura de cualquier auditorio: la orquesta ahí, lejos, seria, de negro; y nosotros, los simples mortales, al otro lado, escuchando sin toser ni bostezar). Además, con ocasión del concierto, se presentará oficialmente la página web (aunque ya lleva una trayectoria de un año y cuenta con bastantes usuarios) «en carne y hueso», como quien dice. Y, si usted no puede ir, le recomiendo que bucee un rato por la web. Es un proyecto de gran interés que merece la pena conocer.
por Andrea López González | Jul 11, 2015 | Críticas, Teatro |
El día 5 de julio acudimos al pequeño y acogedor teatro de la zona madrileña de Antón Martín, el teatro Karpas, para asistir a la representación de Bodas de sangre de Federico García Lorca. Se trata del primer drama que integra la llamada Trilogía trágica del autor granadino. Esta obra en concreto versa sobre la aleatoriedad del amor y el fatalismo que esto entraña. La novia y Leonardo se profesan un amor obsesivo, completamente irracional, sellado por el destino. No obstante, éste supone asimismo la desgracia, la terrible muerte que se cierne sobre varios de los personajes.
El teatro Karpas se caracteriza por llevar a escena obras de grandes dramaturgos como Tennessee Williams o Henrik Ibsen, respetando fielmente el texto además de la voluntad de los autores en cuanto a la representación de sus obras. De hecho, su lema reza lo siguiente: “por los valores tradicionales del teatro”. Esta ocasión no supuso la excepción. El director, Manuel Carcedo Sama, ha conseguido transmitir la fuerza del texto lorquiano a través de una muy buena puesta en escena de los diversos actores y mediante varios recursos sonoros y luminosos.
Un vistazo rápido al dramatis personae nos señala la simplificación ejecutada en algunas escenas con respecto a ciertos personajes. Por ejemplo, en el cuadro primero del tercer acto son tres los leñadores que hablan sobre el poder de la pasión y sin embargo, en la representación sólo encontramos dos. Al final del primer cuadro del primer acto es el personaje de la vecina el que sacia la curiosidad de la madre y le habla de la novia y Leonardo. No obstante, en la versión de Carcedo Sama nos encontramos ante el diálogo de la madre y unas voces carentes de corporeidad que bien podrían simbolizar la conciencia de la propia madre (siendo una especie de monólogo) o el cuchicheo de entre las gentes del pueblo sobre los protagonistas de este drama. En definitiva, todas estas modificaciones no restan calidad a la representación ni dañan el sentido inicial que buscaba Lorca, en absoluto.
Los efectos sonoros contribuyen a crear una atmósfera: la de la España rural de comienzos del XX. Las melodías intercaladas a lo largo de la actuación son de naturaleza aflamencada, lo cual por un lado se relaciona con el folclore andaluz del que bebió Lorca y por otro, con el mundo de las pasiones extremas y el destino trágico. En un momento dado se simula la presencia de Leonardo, cabalgando feroz por las tierras de la novia, con una grabación que registra el sonido de unos cascos golpeando fuertemente los campos. Considero adecuada la presencia de la música a lo largo de la obra puesto que, por una parte, para Lorca gozaba de gran importancia y por otra, es un recurso que si se usa adecuadamente, como ocurre en este caso, incrementa la tensión dramática además de dibujar mejor el contexto.
Maquillaje y vestuario resultan correctos, se ajustan a lo empleado en las primeras décadas del XX. Quizás sea el vestido que luce Alexia Lorrio en el cuadro tercero del primer acto el que resulte más chocante en un sentido negativo. No obstante, insistimos, por lo general resulta correcta la caracterización de los personajes. Especialmente notable es la de la actriz Belén Orihuela, quien encarna el papel de madre. Con ojeras bien acentuadas y la piel macilenta, el pelo recogido en un descuidado moño y el traje de riguroso luto se nos presenta este personaje atormentado por la trágica muerte de su marido y su hijo. La interpretación de Orihuela es soberbia. Cada palabra pronunciada despide una amargura y un rencor que sin duda atrapa, nos envuelve en su pena. No obstante, se muestra desafiante, Orihuela siempre se mantiene erguida en un gesto de orgullo por su sangre, por aquellos que no están.
Leonardo es interpretado por Jorge Peña Miranda. Resulta un tanto sobreactuado en ocasiones pero finalmente consigue convencernos de la pasión que irradia el personaje, de su fiereza y su masculinidad. Aparece vestido de jinete durante la boda. A lo largo de la obra vemos una simbiosis entre el hombre y el caballo, animal que simboliza, desde platón, la pasión desbocada, pero también la sexualidad y la virilidad. Ese carácter de caballo embravecido es lo que consigue transmitirnos Peña Miranda con su destacable actuación. Por otra parte, Alexia Lorrio es quien encarna el papel de la novia. Irascible, dolorida por sus amores imposibles con Leonardo, la novia es un personaje que lucha consigo misma en el eterno conflicto entre deber y el querer. Ejecuta una interpretación correcta pero quizás nos deje un tanto fríos al final de la representación.
Otra actriz que merece mención aparte es Nerea Rojo, la mujer de Leonardo. Su actuación resulta sin duda, maravillosa. Interpreta a la mujer pasiva que, a pesar del mal trato recibido por parte del marido, le profesa un amor muy intenso y lucha por mantenerse junto a él. Con un tono dulce pero apagado, Rojo consigue transmitirnos su pesar. Los momentos de silencio en el matrimonio resultan profundamente dolorosos, de gran tensión. David Bueno, el actor que interpreta al novio, al igual que sucedía con Alexia Lorrio, resulta correcto. Despide frescura y naturalidad y sin embargo, nos deja un tanto impasibles a lo largo de su actuación.
El resto de actores que componen el elenco son Alberto Romo, Charo Bergón, Ana Vélez, Chema Moro e Ignacio Ysasi. Con respecto a la segunda actriz citada, a pesar de su escasa participación en la obra (interpreta a la suegra y a la luna), su puesta en escena no nos resulta en absoluto indiferente. Derrocha fuerza y magnetismo, erigiéndose como una pieza destacable en el incremento de la intensidad dramática. Asimismo resulta entrañable Ana Vélez en el papel de la criada, mostrándonos la cara amable y humilde de esa España rural acosada por la desmesura pasional. La pequeña dimensión del teatro Karpas tiene una virtud para aquellos a quienes les fascine el mundo de la actuación y es la posibilidad de tener a los actores a escasos metros de distancia. Esto nos permite sumergirnos de lleno en la historia, sintiéndonos partícipes de ella, compartiendo los conflictos, las inquietudes que asaltan a cada uno de los personajes.
En conclusión, el teatro Karpas ha conseguido llevar a escena una representación más que correcta de Bodas de sangre de Federico García Lorca, haciendo justicia a la intensidad y a la belleza poética del texto. Tanto la música, como los actores o los juegos de luces favorecen la creación de una atmósfera dramática mágica pero por encima de todo, pasional pues al fin y al cabo, los seres humanos somos, antes que razón, sentimiento, pasión.
por Antonio H. Muñoz | Jun 7, 2015 | Críticas, Música |
Fotografías por Raquel Carrión
El pasado jueves presentaba Xoel López su segundo LP bajo este nombre, Paramales, que confirma su nueva etapa en la música. La Joy Eslava fue el escenario elegido para la ocasión. Una apuesta segura que le aseguró un “sold out” en la puerta, de lo cual, desde esta casa, nos alegramos sinceramente. En lineas generales, el nuevo disco que se estrenó el 26 de Mayo, es bastante continuista respecto a su anterior trabajo. Lo que en un principio me hacia temer lo peor con el adelanto Todo lo que merezcas (de lo más flojo junto con Yo Solo Quería Que Me Lleacaras a Bailar) ha resultado en un gran disco que sigue oliendo a sal, es decir, a costa y ambiente entre tierras, y funciona como un puente entre España y Latinoamérica. Sus letras siguen mutado hacia la sinceridad y, por momentos, el surrealismo, aunque mantienen un alto nivel en la relación entre contenido musical y sentimiento al que nos tiene acostumbrados.
El concierto empezó puntual -como un reloj suizo- con Patagonia, dando el protagonismo a la base en modo de tablao flamenco. Tuvieron que pasar tres canciones hasta que Xoel saludara con entusiasmo, aunque algo nervioso, al público. Fue algo parco en palabras durante todo el concierto. Esto no es necesariamente malo aunque hubiera preferido intimara con algún entresijo más. Más adelante nos contaría, por ejemplo, en que se basó la “colaboración” de De Pedro, que quedó relegada a lo anecdótico del “un, dos, tres, cuatro” en Antídoto por llegar tarde a la grabación.

Xoel no reniega de su época Deluxe tocando Historia Universal (El Amor No Es Lo Que Piensas), Reconstrucción (El mejor momento) y, como no podía ser de otra manera, Que no. Obviamente fueron las más coreadas por todos los que estábamos allí. Incluso bromeó sobre los rumores que decían que no quería saber nada de sus clásicos.
A pesar de no haber grandes cambios en general sobre los temas con respecto al CD, todos y cada uno salieron reforzados en concierto. Sonaron con más potencia de lo que quizás cabría esperar e hizo que sus seguidores no pararan de bailar. Uno de los momentos álgidos fue, quizás, la interpretación de A Serea e o Mariñeiro, una canción en gallego que, como el propio Xoel explicaba, era algo que le debía a su tierra desde hacía mucho.
Fue espectacular el acompañamiento de Lola García Garrido (que es la compañera de Xoel), que se encargó de los coros y, atención: el organillo, pandereta, caja eléctrica, xilófono, ukelele… Y seguro que me dejo alguno más. Protagonizó uno de los momentos más íntimos del concierto al inicio del bis compartiendo micrófono junto a Xoel para interpretar La Casa Hace Ruido Cuando No Estás.

El público pidió y Xoel dio hasta un segundo bis en el que interpretaría Buenos Aires de manera desgarradora. Sin duda Xoel ha vuelto y sigue siendo el mismo. Si Atlantico era la entrada a su madurez como artista, este Paramales nos demuestra que es un artista que no tiene techo y que seguirá sobrevolando todos los registros posibles con su propio denominador común. Uno de los referentes del panorama español que vuelve a lo grande (y así lo demuestra Spotify colocando cuatro de las cinco canciones del nuevo disco entre las más populares del artista).