El segundo de los conciertos programados giró alrededor de una de las grandes obras del compositor estonio: la Pasión según San Juan. Esta obra, de más de una hora de duración, fue precedida por tres piezas notablemente más cortas. La primera de ellas, Solfeggio, del propio Pärt, es una obra previa a su periodo tintinnabular que, sin embargo, presagia algunas de las características de esta técnica: la simplicidad extrema del material usado y el protagonismo de las escalas. Solfeggio, como su nombre indica, se basa en solfear la escala de do mayor, con la particularidad de que cada nota se alarga hasta que la siguiente ha empezado, de modo que, salvo la primera y la última, cada nota se oye unicamente solapada con sus vecinas inmediatas. Por supuesto, el excelente Coro de la Radio Letona no tuvo ningún problema con las disonancias creadas por estas superposiciones encadenadas.

La obra del letón Peteris Vasks, otro gran atractivo del programa, resultó chocante por la particular interacción entre coro y órgano. La cuestionable elección del registro que hizo la organista restó protagonismo al coro por su volumen excesivo y el timbre ingrato, lo que se tradujo en una versión que no hizo justicia a la obra: más que dos voces que se complementan parecían dos voces que se ignoran. Por su parte, Bernat Vivancos volvió a sorprender gratamente con la estrena mundial de Lasciatemi morire, bellísima obra que, sin embargo, no logró el impacto de Le cri des Bergers o O virgo splendens interpretadas el día anterior.

La Pasión

Como pasa con tantas obras de Pärt, la sencillez del material musical que utiliza en la Pasión esconde una estructura de gran complejidad. La combinación de voces e instrumentos sigue criterios formales definidos por el compositor, sin relación alguna con el contenido o la estructura del texto. En cambio la música está esencialmente dictada por el texto a partir de una serie de reglas que Pärt establece. Cada personaje -Jesús, Pilatos, el pueblo y el evangelista- tiene asociada una triada para la voz tintinnabular y una nota central alrededor de la cual girará la melodía. A cada sílaba le corresponde una nota y cada palabra empieza o acaba en la nota central, por lo que la longitud de la palabra determina cuanto se alejará de ella la melodía. La duración de las notas es homogénea, con valores más largos para puntuar los principios y finales de frase, así como las frases interrogativas. Este sistema produce una melodía repetitiva pero siempre distinta, casi hipnótica, similar a la de los cantos de la liturgia ortodoxa. La estrecha relación con la prosodia del texto centra la atención del oyente en su contenido, a la vez que lo sumerge, por ese efecto hipnótico, en un estado espiritualmente receptivo. La técnica tiene sus peligros, puesto que esa misma repetición incesante puede motivar una desconexión total de la obra, según el estado de receptividad del oyente.
La versión ofrecida por el Coro de la Radio Letona fue de absoluta referencia. El coro perdió parte del protagonismo, pero solo a nivel colectivo, ya que los excelentes solistas eran miembros de la propia formación, lo que permitió confirmar la gran calidad individual de sus componentes. Situados a ambos lados del órgano, el barítono Richards Millers y el tenor Janis Kursevs intervinieron como Jesús y Pilatos respectivamente. Agathe Burkina, Liga Paegle, Karlis Rutentals y Gundars Dzilums (soprano, contralto, tenor y bajo respectivamente) fueron los encargados de dar voz al evangelista. Les acompañaban Ilze Reine al órgano y el cuarteto de la Orquesta Sinfónica Liepaja: Ilze Zarina (violín), Eriks Kirsfelds (cello), Martins Zalia (oboè) y Zens Artis (fagot).
por Elio Ronco