La situación de las discográficas catalanas es muy desfavorable: la crisis económica y la propia del sector difícilmente permitirán que el negocio remonte. Las ventas físicas han pasado de los 439,9 millones de euros en el año 2003 a los 141,1 millones de euros en el año 2012. Este mismo año las ventas digitales llegaron a los 48,3 millones: algo insuficiente ante la competitividad de portales que sirven la música gratuitamente. El consumo ostensible del disco, es decir la adquisición de prestigio en la asociación de una persona a un hábito valorado por el resto de la sociedad, ha caído en picado. Paradójicamente, las empresas catalanas siguen activas y el abanico de novedades para este año es muy extenso y cualitativo gracias a la labor de Tritó, Picap, Solfa, Columna Música y La mà de Guido. A estos se suman Naxos, Verso, Col Legno y el sello de la Abadía de Montserrat que iremos comentando a lo largo de distintas entregas las próximas semanas. No todos son discos publicados este 2015 pues algunos pertenecen a los últimos meses del año anterior pero su inclusión está justificada porque en un sector tan crematístico como el discográfico bien merecen un apunte, más cuando algunos aún se encuentran en los escasos puntos de venta físico.
Sinfonismo modernista
Tritó ha presentado la primera grabación mundial (ref.: TD 0105. 74 minutos) de diversas páginas sinfónicas de Pedrell, Rodoreda, Nicolau y Vives. Jaime Martín hace gala de elocuencia, refinamiento y magnifica intuición marcando adecuadamente el camino estético de unas composiciones que la OBC (Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya) debería de programar dentro de su temporada estable. Suites como Lo cant de la muntanya (1877) de Pedrell, Un rapto (1887) de Nicolau y especialmente La primavera (1883) de Rodoreda -una obra maestra!- son páginas evocativas llenas de conocimiento, color, inventiva y un oficio menospreciado en nuestra casa. Siguen unos patrones válidos y equivalentes a algunos compositores nórdicos (Enna, Svendsen o Grieg) al margen de las evidentes huellas de Wagner, Meyerbeer, Massenet, Liszt, Dvorak o Beethoven en diferentes parámetros musicales. Una mención también merecen el preludio de Quasimodo (1875) de Pedrell y el ballet de las brujas de la ópera Euda d’Euriach (1900) de Amadeu Vives con acabados teatrales de entidad, refinamiento en la orquestación y una sucesión de episodios breves contrastantes tanto en el ritmo y en el tempo como en la instrumentación. Un ballet, por cierto, con claro influjo de Grieg, un compositor muy querido a finales del siglo XIX catalán. Sin duda, se trata de uno de los mejores discos editados en los últimos meses y que merece algún premio.
Oltra: un referente catalán
Por otro lado, estimulado por el compositor sabadellense Josep Maria Serracant, el también sabadellense sello Picap ha editado un disco (ref.: 911143. 74 minutos) con obras de Manuel Oltra (Valencia, 1922). Se trata de un compositor sugerente, ni periférico ni provinciano, abierto a un mundo fertilizado por el sustrato del auténtico legado de la tradición como en otras regiones lo hacen autores como Béla Kóvacs. El abanico comprende obras escritas entre 1953 y 2005 que destacan por una belleza deudora tanto de la intuición como de la elaboración. Oltra es un compositor eficaz y sensible que busca una comunicación abierta y llana con unos resultados equilibrados, amenos y coherentes. Parte de un carácter novecentista y de un lenguaje enriquecido con recursos poliarmónicos e inflexiones modales servidas con economía de medios y un eclecticismo que se acerca por igual a un aire neoclasicismo (Doble 5 suite, Suite per a orquestra de corda i flauta) como a la canción neopopular (Cinc cançons tradicionals). No sonoriza las poesías al margen de su sentido: los textos escogidos se vuelven una canción de lirismo nada rebuscado que juega con el silabismo para conseguir una mayor comprensión del texto. Nótese en el ciclo La Amante y en las Cinc cançons tradicionals, herederas de la corriente que en los años 50 propugnaba la elaboración de canciones antiguas partiendo de un modelo precedido por Pedrell y continuado por Toldrà, Taltabull, Gerhard, Massana, Valls Gorina, entre otros.
La mezzosoprano Marta Valero las canta con acertada musicalidad y dicción bastante entendedora, redondeando un plantel (Orquestra de Cambra de Terrassa 48) que ofrece unas interpretaciones idiomáticas y pulcras bajo la dirección de Quim Térmens. A destacar el flautista Bernat Castillejo en la Pastoral d’hivern y Rondeauval por sus resonancias impresionistas. La edición, que ha contribuido a publicar algunas de las partituras de Oltra, presenta solventes notas de carpeta, los textos cantables y las fechas de las composiciones en el inlay.
El Mompou de Sira Hernández
El sello Solfa, dirigido por el ingeniero de sonido Lluís Miquel Farrés, ha editado la Música callada de Mompou interpretada por Sira Hernández (ref.: SR1405020. 66 minutos) La pianista demuestra adecuación estilística y sensibilidad en un fraseo de arcos y periodos que revisten las obras de una seriedad y aparente sencillez a medio camino entre la emotividad contenida y la reflexión. Hernández lleva años acariciando la música del compositor catalán y aborda estos pentagramas con criterio y suficiencia técnica. Las dinámicas no están demasiado amortiguadas ni la articulación se detiene en sofisticaciones excesivas a pesar de la atención al detalle -como en el ataque de las notas-. Es un Mompou homogéneo, ascético y ligeramente romantizado por algunos juegos de contrastes. Se busca la sutileza, la intimidad y una línea más impresionista que, por ejemplo, las recientes aportaciones de Adolf Pla (LMG, 2012) y de Albert Atenelle (Columna Música, 2012). Es una versión mesurada, menos expositiva que Pla, menos sofisticada que Atenelle y que como éstos busca una atmósfera densa donde los silencios sean tan expresivos como la resonancia. La edición es elegante, en digipack y cuenta con adecuadas notas de carpeta firmadas por Clara Janés.