Debutar con una multipremiada y multinominada opera prima es el sueño de cualquier cineasta. Este es el caso de la directora turco-francesa Deniz Gamze Ergüven y el inteligente drama en la adolescencia que nos ofrece con Mustang.
Ganadora entre otros galardones del Goya a mejor película europea, 4 Premios César por la Academia francesa o nominada tanto en los Oscar como en los Globos de Oro como mejor film de habla no inglesa, la cinta franco-turco-alemana es el enésimo ejemplo de la importancia capital que tienen ya desde hace unos años las coproducciones internacionales para sacar adelante obras valientes, algunas de las cuales terminan recogiendo gran prestigio y reconocimiento. Caminando un poco atrás en el tiempo, concretamente al año 2008 y debido a la crisis mundial financiera, el número de coproducciones disminuyó considerablemente al verse recortados los presupuestos nacionales culturales; por suerte, a finales de 2013, la Comisión Europea implementó una serie de regulaciones que aseguraban mayores subvenciones tanto para coproducciones europeas como para su distribución a lo largo de todo el continente.
Así, a mediados del año 2014, se calculaba que más del 40% de los largometrajes producidos en los cinco principales países de Europa Occidental habían sido realizados en régimen de coproducción.
Pese a contar con un reparto enteramente turco y filmada en Turquía, la mayor parte de la financiación de Mustang es de producción francesa. A este respecto, Francia demuestra su compromiso con el cine como el segundo país tras Canadá con mayor número de acuerdos de coproducción a lo largo de todo el mundo, contando con más de 30 tratados oficiales
La película, con una evidente carga crítica que no es más que el reflejo de la situación actual en el país otomano, cuenta la historia de 5 hermanas adolescentes forzadas a crecer en una estricta cultura machista y patriarcal, siendo narrada con una delicadeza y gusto inusuales a la dura temática sobre la que versa. Huérfanas, su abuela y su tío se hacen cargo de ellas, encerradas en una casa junto al Mar Negro con sus ansias de libertad supurando al igual que el despertar de su sexualidad y el interés por los chicos.
La obra remite a una suerte de estudio sobre la subordinación de la mujer y su posición de insumisión en la sociedad turca actual, convirtiéndose en toda una heroica agresión política y reivindicativa que la hizo valedora del premio a la libertad de expresión por la Asociación de Críticos Norteamericanos (National Board of Review).
Poco tardó después de su estreno en Estados Unidos en ser considerada una clara bebedora del agua de la ópera prima de Sofia Coppola bajo título Las Vírgenes Suicidas (The Virgin Suicides, 1999), pero pese a que ambas comparten el mismo número de hermanas -5- y temas similares propios de la edad, los enfoques de los mismo son verdaderamente diferentes, así como las influencias culturales que rodean a cada una.
La cinta pone también de manifiesto la contraposición de dos culturas, de costumbres contradictorias que conviven en un mismo país. Durante diversos momentos del filme, Estambul es evocada por las niñas como la vía de escape del conservadurismo y patriarcalismo al que se ven sometidas, donde el estilo de vida es marcadamente occidentalizado, abierto y alejado de las imposiciones de esa otra parte más tradicionalista. Como ejemplo, el propio vecindario responde escandalizado al inocente comportamiento de las niñas para con los chicos al inicio de la cinta, donde simplemente juegan en el agua -incluso van vestidas con el uniforme escolar- en una tarde de verano. Ello derivará en una inmediata reacción dentro de la casa, en una transformación paulatina de su modo de vida orientado al servilismo: cursos de cocina, vestimentas oscuras, tareas del hogar y consejos para mantener contentos a los hombres. Por si fuera poco, son conducidas con periodicidad a test de virginidad que aseguren que estén correctamente dispuestas para los inminentes matrimonios concertados que los propios familiares organizan impositivamente.
La debutante directora elige con acierto alejarse del camino de lo melodramático que otras cintas con temática similar han elegido seguir, consiguiendo un equilibrio que se digiere gratamente pese a las escenas espinosas que nunca- pese a lo duras- devienen en desagradables. Parte importante del logro lo consigue la música que mece y acompaña a la película, a cargo de la exitosa colaboración habitual del multiinstrumentista australiano Warren Ellis con el polifacético artista Nick Cave, autores y galardonados por bandas sonoras de películas como La Propuesta (The Proposition, 2005) o la inquietante La Carretera (The Road, 2009). De hecho, repitieron victoria con Mustang en los Premios César.
Como hilo conductor y base narrativa, Lale (Günes Sensoy), la más pequeña de las hermanas, es erigida como protagonista y su mirada rebelde e inquieta es el periscopio por el que atendemos a todo lo que acontece dentro y fuera de la casa. Su aire jovial y sonrisa franca unidos al amor y cuidados que se procesan las hermanas, se extienden durante el metraje impregnando la retina con las risas de las niñas y bellas fotografías que palían los momentos más oscuros que están por venir.
Este acierto se sustenta con un ritmo y montaje firme pero ligero, que no cae en la aceleración, permitiendo saborear cada fotograma y la puesta en escena de los personajes sin producir en ningún momento sensación de desconexión de lo que se nos está tratando de contar. A este respecto, las interpretaciones en especial de las hermanas son muy talentosas, en particular el de la mencionada Lale, cuya joven madurez es entrañable a la par que un tanto triste.
Por norma general, quizás por instinto u automatismo, aquello que nos desagrada o nos inquieta sobremanera causando un efecto inmediato, no deja muchas veces un poso considerable que revierta más allá de la reflexión del momento; tal vez se diría que estamos vacunados ante lo sensible dada la cantidad de dramas que observamos a diario o que no permitimos que lo que se nos muestre con crudeza nos acabe afectando en demasía. Por esto mismo, la habilidad y temple de Deniz Gamze Ergüven en lograr transmitir más allá de lo superficial, generando conciencia, abordando una historia dura incluso con gusto, pero asimismo con franqueza y respeto, ensalzan el valor de la película y la convierten en toda una victoria.
Fuentes: Industry Report: Market Trends, 2014 (Thomas Schwartz)