Un profesor de interpretación le dijo a Luis Bermejo que los espectadores buscan en el teatro “un desborde de vida” y esa, dice, es su pretensión al subirse a las tablas para interpretar El minuto del payaso, un monólogo tragicómico, íntimo y disparatado a partes iguales que representa en el Teatro del Barrio todos los días hasta el día 18 de septiembre. Se estrenó en la sala Kubik en 2014 y promete girar por los escenarios hasta que no quede un solo espectador sin haberla visto.
Luis Bermejo interpreta, en un extraordinario trabajo de voz, cuerpo y gesto, a Amaro junior, hijo, nieto y bisnieto de payasos, que cuando era niño quería ser domador de elefantes y que lo llamaran “Simbad el de los elefantes”. Aprendió a amar una profesión que considera “una celebración de la vida”. Actor y personaje se enfrentan entonces a un mismo reto: desbordar y celebrar la vida a través del teatro y de la risa. Bermejo lo consigue con creces. En su defensa del oficio del cómico (tanto del payaso como del actor) se filtran los grandes nombres de la profesión: Zampabollos, Raluy, Charlie Rivel, Grock o Pepe Viyuela y, aunque no sean mencionados, se encuentran presentes en la interpretación de Bermejo Faemino y Cansado, Millán Salcedo y Lina Morgan con su pata chula. Pero esta defensa tiene también un componente íntimo a modo de carta al padre, un ajuste de cuentas o una catarsis de rencores viejos, porque para el payaso la vida y el teatro son una misma cosa.
La obra además sugiere una reflexión sobre el humor, sobre la necesidad que tenemos de la risa, sobre sus efectos y sobre su utilidad. Por un lado no nos pasa desapercibida la referencia a El nombre de la rosa de Umberto Eco: cuando el personaje se pregunta por qué el humor ha sido censurado por las religiones, Jorge de Burgos (en el libro y la película, el guardián de la biblioteca que custodia el segundo libro de la Poética de Aristóteles, considerado perdido, que trataba sobre la comedia y la poesía yámbica) le responde que la risa quita el miedo y sin miedo no hay fe, además asegura, cuando nos reimos nuestra cara se deforma y nos parecemos más al mono. La risa es entonces un antídoto contra el miedo. El minuto en que un payaso consigue hacernos reír puede protegernos contra “la vida hijadeputa” al menos durante un rato.
El personaje cita también a Oscar Wilde quien afirmaba que “si quieres decir la verdad a la gente, hazlos reír. Si no, te matarán”, la risa es entonces el vehículo más sofisticado de la verdad. Pero, finalmente, asegura Amaro Junior, no hay nada más hilarante que una caída de culo, un tartazo o un bofetón con la mano abierta (“si cierras el puño no tiene gracia”), por eso él eligió ser un payaso “augusto”, el que recibe todos los golpes y por consiguiente, la compasión del público. Algo de razón tiene Amaro Junior si hacemos caso a Peter Berger (si quieren profundizar sobre la anatomía del humor les recomiendo fervientemente el libro Risa redentora): “El filósofo contempla el cielo y cae en un pozo. El accidente revela al filósofo como una figura cómica. Pero su batacazo es una metáfora de la condición humana en sí. La experiencia cómica hace referencia a la mente inmersa en un mundo aparentemente sin sentido. Al mismo tiempo sugiere que quizá, a fin de cuentas, el mundo no está desprovisto de sentido.”
En la soledad del monólogo (“porque hacer un monólogo es una putada” afirma el actor o el personaje en un momento de la obra) aparecen otros personajes como el ya mencionado padre o el chino de Burgos, compañero circense que conoce todas las anécdotas del mundillo; pero sobre todo está el público. Bermejo consigue la participación de los asistentes carcajeantes, su complicidad, rompiendo en varias ocasiones la cuarta pared, entrando y saliendo del personaje sin previo aviso, del humor más grotesco a la confidencia, haciéndonos, en definitiva, corresponsables del acto teatral. Y una pregunta sobrevuela al final de la obra: “¿Y a ti, cuánto te dura la risa?”
El minuto del payaso de José Ramón Fernández. Del 7 al 18 de septiembre en el Teatro del Barrio.
Interpretación: Luis Bermejo/ Dirección: Fernando Soto/ Producción: Teatro El Zurdo