En Cultural Resuena aprovechamos que nunca es tarde para el arte sublime y queremos desempolvar esta obra maestra relativamente desconocida y recomendar a todos nuestros lectores el visionado de Come and See (título original: Idi i Smotri), drama bélico soviético de 1985 dirigido por Elem Klimov.
Come and See cuenta la historia de Flyora, un chico de 14 años reclutado por los partisanos bielorrusos. Le acompañamos como espectadores, a través de sus ojos, en su viaje a través del infierno, en la contemplación pasiva de la destrucción total, el fin de todas sus circunstancias y posibilidades vitales. Flyora huye o busca o deriva mecido por la guerra (es un niño) a través de un universo opresivo de aldeas envueltas en la niebla, aniquiladas, calcinadas, una a una.
La película se estrenó para conmemorar el 40 aniversario de la victoria soviética sobre los nazis, con un dilatado presupuesto para la ocasión. Fue considerada un éxito de crítica y público, antes de ser misteriosamente sepultada por el paso de los años. Creo que se trata de una cinta fundamental en la historia del cine, cuya tradición infiltrada de tensiones políticas ha preferido encumbrar otras visiones más occidentales como La lista de Shchindler.
Come and See actúa como contraparte de dimensiones igualmente mastodónticas, resultando incluso más desagradable de ver: sus imágenes incomodan al poder de cualquier signo. De hecho, más que un memorial patriótico de la victoria soviética, se torna en un recordatorio de su terrible coste. Narrar la sangre y el dolor, la imagen reversa del triunfo bélico, parasitando el discurso de este, es uno de sus valores incuestionables. El guión tardó 8 años en ser aprobado, coescrito entre el director y el guionista Ales Adamovich, quien vivió en su infancia experiencias similares a las del protagonista.
El descubrimiento de un rifle enterrado en la arena del campo donde juegan Flyora y su amigo es el detonante de la trama que llevará al chico a alistarse con los partisanos bielorrusos, cuando todavía el ejército soviético no había entrado en juego. Pero estos milicianos le dejan en la retaguardia por su inexperiencia. Entonces conoce a la joven Glasha, y se pierden por el bosque. Comienza aquí uno de los dos rasgos formales a destacar en esta crítica: el juego de planos y contraplanos. En lugar del habitual escorzo, Klimov aborda rigurosamente el diálogo como primeros planos totalmente frontales: la cámara se posiciona siempre en el lugar del que escucha, el que recibe, dirigiéndose el actor que habla directamente a nosotros, a él, a ambos. Se anula así el desdoblamiento personaje/espectador generando extrañamiento. Un rostro agónico y gigante declara. Es así como nos introducen la degradación progresiva del rostro de Flyora, variaciones sobre la pérdida en un rostro. La técnica consigue sugerir más allá de la pérdida de la inocencia, la pérdida de la propia humanidad. Muchas veces no sabe uno si es más terrible el asesinato de aldeas enteras o la herida profunda en los ojos de Flyora, que van convirtiéndose, poco a poco, en vacío puro.
A partir de la primera media hora, con la caída de los paracaidistas alemanes en el bosque, soportar la película se vuelve complicado. Come and see es uno de los films más devastadores que se hayan hecho jamás sobre la brutalidad y la vanalidad del mal. Comienzan las explosiones y los disparos, pero nada de efectos especiales: en la película, toda la munición usada es real: las balas llegaron a pasar a 10cm de la cabeza del protagonista. El rodaje se realizó a lo largo de 9 meses de forma cronológica. El actor protagonista declaró que había sufrido tanta hambre y fatiga durante el mismo que cuando volvió al colegio, no solamente estaba mucho más delgado: su pelo pasó de rubio a gris.
A partir de los primeros bombardeos, el filme se introduce en una atmósfera onírica, alternando las masacres con la poesía visual de paisajes surrealistas de enorme potencia. El sonido induce al espectador en la confusión total de la huida permanente e imposible. Come and See nos acerca a la subjetividad de la guerra percibida por la impotencia de un niño, quizá un contrarrelato a Apocalypse Now desde el punto de vista inverso: el del masacrado.
No me deja de sorprender el uso de material de archivo al final de la cinta, cuando Flyora hace retroceder el tiempo con sus balas disparadas a un retrato de Hitler que flota sobre el agua.
La película logra trasladar a la forma fílmica el horror de la masacre en las 628 aldeas bielorrusas donde las Einsatzkommando (tropas especiales para la exterminación) torturaron y quemaron vivas a miles de personas.
Tras completar el rodaje, el director no volvió a realizar jamás otra película. En 2001, durante el transcurso de una entrevista, Klimov aclaró la razón.
“Perdí el interés en hacer películas, siento que ya hice todo lo que es posible hacer”