La película Arrival (Denis Villeneuve, 2016) representa una nueva muestra de la gran calidad de la reciente hornada de cine de ciencia ficción que estamos recibiendo de los estudios hollywoodienses. Recoge los inestimables aportes al género de las recientes Gravity (Alfonso Cuarón, 2013), Interstellar (Christopher Nolan, 2014) y The Martian (Ridley Scott, 2015), enfocados fundamentalmente en devolver la ciencia-ficción al intersticio entre lo posible y lo ficticio. Si hasta la aparición de Gravity, el género andaba a la deriva en lo puramente irreal (sin sentir la necesidad del más mínimo fundamento científico), esta cinta se empeñó metódicamente en corregir este desarrollo, en un gesto típicamente materialista: representar de forma realista el movimiento en el espacio y así devolver el balance a la ciencia ficción reforzando su lado de «ciencia». De esta forma se logra que las historias que nos cuentan, por muy irreales que sean, cumplan esa función que desde siempre ha tenido la literatura y la narración fantásticas: invitarnos a reconsiderar la naturaleza de realidades ordinarias al mostrárnoslas en un relato que las descontextualiza, radicaliza y las presenta fuera de su aura cotidiana. No es mera falsedad o fantasía, sino más bien el desencadenamiento de una lógica inmanente que late en alguna parte de nuestro día a día. En Arrival, esta realidad cotidiana que se nos redescubre es el lenguaje.
La trama de Arrival, película adaptada del relato The Story of Your Life (Ted Chiang, 1998), parte de un interesante juego con la hipótesis de Sapir-Whorf, es decir, la idea de que nuestro lenguaje determina nuestra forma de percibir y categorizar el mundo. Esta tesis, muy debatida hoy en día, parte de la idea de que aprender un nuevo lenguaje implica reestructurar la manera en que entendemos y asimilamos la realidad, con nuevas categorías y, sobre todo, nuevas estructuras. ¿Qué ocurriría entonces si pudiéramos aprender un lenguaje radicalmente diferente a todos los que conocemos en la Tierra? ¿percibiríamos la realidad de una manera diferente? El filósofo francés Jacques Derrida, defensor de la codependencia del lenguaje (en particular del escrito) y el pensamiento, dijo en un pasaje secundario de su obra magna De la Gramatología que el hecho de inventar un lenguaje nuevo no nos liberaría de las categorías de la tradición metafísica que conocemos, pues ese nuevo lenguaje sería creado en el seno de esta misma tradición (seguramente tendría algo así como sustantivos, algo así como verbos, algo así como adjetivos, etc. y hablaría por tanto de sustancias, acciones, propiedades, etc). La correlación entre lenguaje y pensamiento, según Derrida, no implica que alterando el lenguaje se pudiera alterar el pensamiento o la percepción del mundo. Arrival, no obstante, nos plantea un escenario en el que precisamente esto es plausible: un lenguaje no ya inventado, pero sí radicalmente diferente… ¿implicaría una percepción de la realidad radicalmente diferente? Es aquí donde las consecuencias filosóficas de la exolingüística se presentan en todo su interés teórico.
Los alienígenas de Arrival hablan un lenguaje oral irreproducible por los humanos (con el nombre en clave Heptapod A), pero utilizan un lenguaje escrito no fonético que la lingüista Louise Banks (una excelente Amy Adams) encuentra más accesible, el Heptapod B. Consiste en semiogramas circulares que representan una frase completa y que no distinguen entre arriba y abajo, izquierda o derecha: utilizan una ortografía no lineal. La única manera de escribir una «frase» en Heptapod B es saber antes de comenzar a escribir exactamente qué se va a decir al completo. Este fenómeno es radicalmente opuesto a lo que ocurre con el lenguaje escrito humano, tal como lo viene constatando la ciencia cognitiva desde hace unos años. Esto se deriva de la naturaleza lineal de nuestros idiomas (al hecho de que nuestras frases tienen un inicio y un fin): el Heptapod B impone a nuestros pensamientos un determinismo mucho más fuerte que nuestros idiomas para poder siquiera ser expresados. Louise llega a aprender este lenguaje y a tener sueños en él. Solo al final de la película se da cuenta de que al adquirir este idioma, ha asimilado la forma de percibir la realidad de los alienígenas que lo hablan.
La cinta hace un uso muy inteligente y provocador de la idea de un lenguaje alienígena para tocar muchos de los debates sobre la relación entre lenguaje, pensamiento y mundo que han poblado la filosofía del siglo XX, y toma una posición muy clara en ellos. El bagaje del que bebe llega hasta la teoría kantiana de que el tiempo es una forma pura de nuestra manera de percibir. Todo ello se consigue de una forma estéticamente muy cuidada (tanto por el lado visual como por la increíble banda sonora) y con una trama que, si bien es lenta, presenta un ritmo necesario para desarrollar toda la complejidad que la cinta pone en marcha: que comienza con el lenguaje (la relación entre la oralidad y la escritura, la importancia de las presuposiciones culturales al interpretar y traducir, los procesos de adquisición lingüística…), pero que llega a abarcar la problemática entre el determinismo y la libertad. Es cierto que la película quizás sobrestima el poder del lenguaje y el papel que este tiene en estos debates filosóficos, pero no lo es menos que utiliza para ello ideas que tanto la filosofía como la ciencia han valorado durante siglos, aunque hoy no estén precisamente en boga en la comunidad académica. Lo que quizás pertenezca más propiamente al terreno de la ciencia ficción es la pregunta sobre si un lenguaje como el Heptapod B no existe en la Tierra por la coincidencia casual de que todos nuestros idiomas escritos presenten estructuras lineales, o porque acaso esta estructura lineal sea constitutivamente necesaria para poder darse un lenguaje: ¿es nuestro lenguaje lineal porque el tiempo es lineal o es el tiempo lineal porque nuestro lenguaje es lineal?
La película tiene además un trasfondo político importante que se resuelve de una manera bastante ingenua al final: los interesados en política internacional se verán sin duda decepcionados. A pesar de ello, es una película inteligente y lúcida que invita a la reflexión, y hace un uso excelente de los elementos que le ofrece la ciencia ficción como género para demostrarnos que uno puede aprender mucho de una película sobre alienígenas. Merece la pena tenerla en cuenta, si no por todas estas razones, por lo menos por el original hecho de que es una película hollywoodiense protagonizada por una lingüista.
El lenguaje y cómo este nos determina es uno de los temas más imortantes sin salida que enfrenta la filosofía contemporánea. Y el punto de vista que ofrece Derrida es implacable, llama a reescribir toda la traidición filosófica y está, creo yo, bien demostrado en esta película.
Muy buena nota y película también.