Hay óperas que suponen un reto mayúsculo para quienes se decidan a representarlas, incluso si se trata de un teatro del prestigio de la Royal Opera House de Londres. Don Carlo, de Verdi, es una de ellas, con un reparto que requiere seis cantantes excepcionales -soprano, mezzosoprano, tenor, barítono y dos bajos- y un director musical capaz tanto de controlar los complejos números de conjunto como de extraer todo el jugo a una de las mejores partes orquestales del compositor de Busseto. Que a pocos días de la primera función se anuncie la baja de dos de los principales nombres del atractivo reparto (Stoyanova y Tézier) es un golpe duro. Sin embargo, la ROH logró solventarlo con dos excelentes repuestos de última hora: la soprano Kristin Lewis y el barítono Christopher Pohl.

Filippo II (Ildar Abdrazakov) con su nuevo mejor amigo, Rodrigo marqués de Posa (Christopher Pohl). (C) ROH. Foto: Catherine Ashmore.

La soprano de Arkansas no es nueva en los grandes teatros, pero el testimonio videográfico de su paso por estos escenarios mostraba una voz importante limitada por una calidad interpretativa muy pobre. Afortunadamente, en su debut en la ROH evidenció una mejora notable en este sentido, construyendo una Elisabetta di Valois algo distante en el primer acto, pero humana en el resto, destacando especialmente en los duos con el ardiente Don Carlo de Bryan Hymel y en la intensa confrontación con el rey del acto cuarto. La voz de Lewis tiene un registro amplio -desde unos bajos generosos hasta unos agudos seguros, penetrantes y nunca gritados- con un timbre homogéneo y muy buena proyección. Aparentemente su técnica ha mejorado, ya que no mostró el molesto vibrato de alguno de los vídeos que circulan por internet. Un sólido canto legato -esencial en Verdi– y un buen control del rango dinámico garantizaron una interpretación más que digna.

Por su parte, el barítono Christopher Pohl ya era conocido en la ROH (donde ya protagonizó el estreno de Morgen und Abend, de Georg Haas), aunque no tiene el recorrido internacional de Lewis, centrando su carrera en la ópera de Dresden, donde ha interpretado una gran variedad de roles (los teatros centroeuropeos suelen contar con una plantilla estable, para toda su programación). Mi sensación es que, en este caso, el sustituto no solo estuvo a la altura sino que incluso salimos ganando con el cambio. El Rodrigo de Pohl, sustentado por un estilo elegante y sin excesos, radió nobleza y empatía en sus duos con Carlos y Filippo, y conmovió en su muerte, con unas últimas frases estremecedoras. Si los aplausos para Lewis fueron generosos pero algo contenidos -como si la baja de Stoyanova todavía no se hubiera digerido-, los aplausos recibidos por Pohl demostraron que su interpretación logró hacer olvidar el disgusto por la ausencia de Tézier.

Acto cuarto. Rodrigo (Christopher Pohl), Elisabetta (Kristin Lewis) en los brazos de Filippo II (Ildar Abdrazakov) y la princesa de Eboli (Ekaterina Semenchuk). (C) ROH. Foto: Catherine Ashmore.

 

El resto del reparto era el previsto y cumplió con las expectativas, empezando por el espectacular Don Carlo de Bryan Hymel. Igual que pasó con Lewis, a Hymel le costó arrancar. Su entusiasmo no consiguió arreglar  un aria de entrada desvirtuada por un fraseo irregular y unos ataques bruscos, reminiscencias de los típicos vicios de tantos cantantes que confunden a Verdi -heredero del bel canto, conviene no olvidarlo- con el verismo y corrientes posteriores. Afortunadamente todo se fue colocando en su lugar y Hymel se convirtió en el gran triunfador de la noche, ofreciendo una apasionada recreación del héroe Schilleriano con todos sus altibajos emocionales, desde la felicidad inicial, la desesperación posterior al perder a su amada -ahora convertida en madrastra-, y su progresiva implicación en la causa de su amigo Rodrigo. Perfecta Ekaterina Semenchuk como Eboli, con una voz exhuberante y seductora.

Escena del auto de fe, tercer acto. Don Carlo (Bryan Hymel) se arrodilla ante el rey junto a los diputados llegados de Flandes. El buen trabajo de Nicholas Hytner (director de escena) y Bob Crowley (decorados) en el resto de la obra apenas les redime de esta escena. ¿Donde está el Gran Inquisidor cuando se le necesita? (C) ROH. Foto: Catherine Ashmore.

Paradójicamente, la música de Verdi -cuando se canta bien- es capaz de convertir al malo de la ópera en el personaje más humano y conmovedor de todos. Este fue el caso con el Filippo II de Ildar Abdrazakov. Con 40 años, el bajo ruso está en el punto álgido de su carrera, con una voz rica y en plena forma y una madurez interpretativa que le permitió ahondar en la complejidad psicológica del personaje, tan bien plasmada en la partitura de Verdi. Menos compasivo fue el compositor con la temible figura del Gran Inquisidor, cuyas breves pero impactantes intervenciones requieren a un bajo imponente. La voz de Paata Burchuladze ya no está en su mejor momento, con evidentes oscilaciones en todo el registro. Sin embargo el bajo georgiano conserva la musicalidad necesaria para convertirse en un inquisidor cuya fragilidad no hace más que realzar su carácter cruel e implacable. Otra historia es el prometedor bajo Andrea Mastroni, de quien ya tuvimos la oportunidad de hablar en Cultural Resuena. Mastroni impresionó con su voz profunda y potente de auténtico bajo en sus brevísimas intervenciones como Carlo V.

Final del acto cuarto. Don Carlo (Bryan Hymel) a la izquierda, con el cadaver del marqués de Posa delante suyo, observa como el pueblo, que se había atrevido a desafiar al Rey (Ildar Abdrazakov, centro), se amedrenta ante el Gran Inquisidor (Paata Burchuladze, derecha). (C) ROH. Foto: Catherine Ashmore.


Bertrand de Billy
releva a Pappano y Bychkov como director musical en esta reposición, ofreciendo una lectura rica en detalles, más ligera que la versión de Pappano -cuya extraordinaria densidad complementaba perfectamente la opresiva ambientación- pero con un buen ritmo dramático. De Billy tuvo un bonito detalle con William Spaulding, director del coro, sacándolo a saludar a primera fila, junto a él y los solistas, reconociendo así la magnífica labor realizada.

La producción de Nicholas Hytner se estrenó en 2008 y después de tres reposiciones ya seria hora de pensar en jubilarla, lo que no significa que no tenga sus virtudes. La propuesta es funcional, situando la acción en su contexto histórico y centrándose en contar la historia de forma efectiva por medio de unos decorados imponentes y una cuidada dirección de actores. El gran acierto de la producción es la ambientación opresiva que se consigue por medio de la iluminación y su interacción con los decorados (ver la foto que encabeza el artículo, con la tumba de Carlos V en el monasterio de San Yuste, o la foto del final del acto cuarto, con el escenario rodeado por enormes muros con pequeñas aberturas que acentúan la oscuridad del interior y la sensación de claustrofobia). Ello subraya el drama de los personajes, todos ellos (incluido el rey) atrapados por sus circunstancias personales. Solo el Gran Inquisidor, cuya ceguera lo inmuniza a esta oscuridad que todo lo envuelve -y que incluso podría decirse que emana de él- parece sentirse a gusto en este ambiente.

  • La presente reposición de Don Carlo se podrá ver en la Royal Opera House hasta el 29 de mayo.

Viernes 12 de mayo de 2017. Royal Opera House, Londres.
Don Carlo (versión italiana de 1886, en cinco actos)
Música de Giuseppe Verdi, libretto de Joseph Méry y Camille du Locle.

Director de escena – Nicholas Hytner
Escenario – Bob Crowley
Iluminación – Mark Henderson
Movimientos – Scarlett Mackmin
Director de lucha – Terry King

Director musical – Bertrand de Billy
Don Carlo – Bryan Hymel
Rodrigo, Marqués de Posa – Christoph Pohl
Elizabeth de Valois – Kristin Lewis
Princesa de Eboli – Ekaterina Semenchuk
King Philip II – Ildar Abdrazakov
Gran Inquisidor – Paata Burchuladze
Carlos V – Andrea Mastroni
Voz del cielo – Francesca Chiejina
Tebaldo – Angela Simkin
Conde de Lerma – David Junghoon Kim
Diputados flamencos:
• James Cleverton
• Gyula Nagy
• Simon Shibambu
• David Shipley
• Yuriy Yurchuk
• Wyn Pencarreg

Royal Opera Chorus
Orchestra of the Royal Opera House