Desde el movimiento Me Too el feminismo vuelve a estar en auge. Parece que uno de los referentes de una nueva rama feminista es la actriz, directora y guionista Leticia Dolera. De un tiempo a esta parte es una de las abanderadas del feminismo a ultranza y por ello suele aparecer en diversos medios de comunicación y además es autora del libro Morder la manzana. La revolución será feminista o no será (Planeta, 2018).
Para entender mi postura de manera global, comparto mi experiencia en relación a esta artista. Vi algunos de sus trabajos como actriz desde que era una adolescente y confieso que me resulta anodina. No conozco su trabajo como directora ni como guionista pero sí leí artículos en los que se enfatizaba su labor como directora joven que comenzaba esa carrera en un país donde no hay tantas directoras conocidas. En cuanto a su faceta feminista, me gustó su discurso en los Premios Feroz 2018. Sin embargo, cuando se nos (auto)presenta alguien que suele repetir que es directora, guionista y actriz, lo que espero es un discurso literario bien construido con una cierta profundidad. Por lo que aquí me topé con dos tipos de manzanas:
La dulce manzana de la tentación. Una mujer plantea diferentes problemas y dificultades que abordamos las mujeres solo por serlo y se posiciona sin pelos en la lengua contando sus reflexiones y experiencias, así como datos alarmantes sobre lo que en el siglo XXI seguimos padeciendo y no muy lejos, sino en España. Si se ha puesto las «gafas moradas», como dice en su libro, le ha servido para abrir la mente y tomar conciencia de determinados aspectos relacionados con las mujeres y que hay que seguir luchando por nuestros derechos, el objetivo del libro está más que superado.
La agria manzana de otra realidad. Sin embargo, hay una serie de aspectos que tal vez se deberían tener en cuenta cuando se lee y ser críticos con los mensajes que recibimos (no sé qué color de gafas van con esto). En mi caso, tras solo 11 páginas de Morder la manzana, estaba hastiada del estilo y se me hizo muy cuesta arriba continuar. ¿Por qué? Pues porque en un intento de ser cercana a los lectores, en vez de una mujer adulta (y ya saben, directora, guionista y actriz) me encontré con que parecía que estaba leyendo a una adolescente con determinadas expresiones y léxico marcado con típicos y tópicos de esa edad.
Además, en esas primeras páginas abrí mucho los ojos por lo que iba leyendo porque resulta que la autora era conocedora de una (supuesta) violación de una amiga en Zaragoza y no dijo nada. Era conocedora de una presunta relación de malos tratos hacia una amiga y no dijo nada (porque lo prometió). Esto es muy grave. Tanto que ocurran todos los hechos que cuenta a lo largo del texto, como los hechos que nos horrorizan a través de los medios de comunicación, como ser conocedora de la violación de los derechos de una persona -en este caso mujeres- y al parecer no decir/hacer nada. Desde luego, comenzar un libro plantando estos (supuestos) abusos te garantizan la atención y la empatía del lector y que este rebusque en su memoria sucesos parecidos que haya vivido y/o le hayan contado. Sí, pasados capítulos plantea que hay que hablarlo, no callarse, no dejarlo pasar. Da qué pensar…
Uno de los temas en los que insiste es que considera que el idioma ha de ser inclusivo y hasta hubo algo de revuelo sobre su manifestación ante el posicionamiento de Arturo Pérez-Reverte por su negativa a admitir esto en la Real Academia Española de la Lengua. La RAE también aparece en este libro como una institución que no da paso a las mujeres. Traté este y otros temas con datos bastante más precisos en Juzgada y condenada por ser mujer. Sabias, la cara oculta de la ciencia (y la sociedad).
Además, en esa deconstrucción del (hetero)patriarcado que propone y que incluye el lenguaje, ella misma debería establecer que el lector tal vez no necesita que le hablen de manera paternalista para que entienda determinados mensajes. Les pongo como ejemplo pasajes relacionados con el androcentrismo:
- Esta es una palabra para soltar en cenas en las que te apetezca quedar como una persona leída e intelectual. El único inconveniente que tiene es que cuesta bastante pronunciarla, pero a la cuarta o quinta vez ya le coges el truco (p. 17).
- En las personas que son biológicamente mujeres, los síntomas de un infarto son distintos, pero la cultura popular (vocaliza internamente conmigo) androcentrista no los ha recogido (p. 19).
- (Por cierto, falocentrista es más fácil de decir que androcentrista, lo digo por lo de las cenas con debate y tal) (p. 112).
Otro aspecto a tener en cuenta es que menciona citas y datos de aquí y de allá y en bastantes ocasiones no indica ni el autor ni el texto exacto de donde lo saca. Algo que también le achaqué en su charla en Chester a través de mi cuenta de Twitter y recientemente también se lo planteé a la editorial del libro. Como no obtuve respuesta, me puse a indagar y a propósito de ese capítulo 4 del libro, «¿Y qué es el androcentrismo?», y que Dolera no especifica de dónde saca esa definición, les cuento que probablemente de la chistera de Wikipedia, donde se recoge lo siguiente en el primer párrafo: «La palabra androcentrismo hace referencia a la práctica, consciente o no, de otorgar al varón y a su punto de vista una posición central en el mundo, las sociedades, la cultura y la historia». No obstante, en este capítulo de la actriz aparece: «Hace referencia a la práctica, consciente o no, de otorgar al hombre y su punto de vista una posición central en el mundo». Podría ser una errata de la autora y por extensión de la editorial, lo que sucede es que el omitir de dónde saca las definiciones es un grave problema en este libro y da a entender que Dolera es la autora cuando no es así.
Les pongo otro ejemplo. En el capítulo 3 «El patriarcado», aparece esto: «El patriarcado es una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres». ¿De dónde sale esta definición? No lo indica. ¿Quién es el verdadero autor? Tampoco aparece. Así que también lo busqué y les incluyo la cita original, extraída de La Mujer no existe: un simulacro cultural de Dolors Reguant (Maite Canal, 1996, p. 20):
Es una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres; del marido sobre la esposa; del padre sobre la madre, los hijos y las hijas; de los viejos sobre los jóvenes, y de la línea de descendencia paterna sobre la materna. El patriarcado ha surgido de una toma de poder histórica por parte de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y reproducción de las mujeres y de su producto, los hijos, creando al mismo tiempo un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetúan como única estructura posible.
Esto llama la atención en alguien que es artista y se dedica a la creación, por lo que les planteo la palabra plagiar y juzguen ustedes. La RAE recoge en su primera acepción que se trata de «Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias». En la Universidad de Alcalá indican que es un caso de plagio «Cuando parafraseamos un texto, es decir, lo plasmamos con otras palabras haciendo pequeños cambios en el lenguaje para disimular y sin citar las fuentes». En El plagio y la honestidad académica de la Universidad de La Rioja se considera plagio:
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Incluir en nuestro trabajo fragmentos de textos de otros autores (textos, datos, tablas, imágenes…) sin entrecomillar y/o sin citar la fuente, aunque se tenga el permiso del autor y aunque se realicen pequeños cambios para disimular la copia.
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Reutilizar textos o imágenes sin citar la fuente, aunque el derecho de autor haya expirado.
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Parafrasear un texto ajeno, es decir, expresarlo con tus propias palabras, o resumirlo, condensarlo o comentarlo, si no se cita la fuente.
Por otra parte, a lo largo de su escrito aparecen la sororidad y la empatía. No obstante, Dolera adolece de unos eslóganes que como publicidad son muy potentes y llamativos pero que también hay que analizar con mucho cuidado en sus manifestaciones. Uno de ellos: #EsUnaGuerra. Cuando -como es mi caso- estudias guerras y dictaduras, conlleva conocer masacres, represiones, desapariciones, censuras y un largo etcétera; algo que por ejemplo traté en El grito silenciado de las mujeres en la posguerra. Si la lucha es contra el sistema, el tan nombrado heteropatriarcado, entonces es una lucha por la igualdad de los derechos de las mujeres, su visibilidad y darnos la importancia que merecemos. Pero no es una guerra. Este es un mensaje muy peligroso.
Porque uno de los mensajes más poderosos que transmite su libro es el MIEDO. La política del miedo es una de las armas con las que juegan muchos personajes públicos a diferentes niveles. En su publicación aparece el miedo y luego, como en una película de guion predecible, emergen la esperanza y la redención a través de poder cambiar tú (deconstruirte) y poder cambiar la sociedad pero siguiendo unos pasos. Sus pasos. Los que ella marca a lo largo de las páginas.
En definitiva, se trata de un libro con un grave problema relacionado con determinadas citas bibliográficas inexistentes y, por extensión, de autoría. Como texto divulgativo, es un buen propósito que básicamente se queda en eso porque el discurso resulta decepcionante en cuanto a construcción y toca muchos temas de manera bastante superflua, sin verdadera precisión y con un gran desconocimiento sobre demasiadas materias. Un resultado que se me atragantó pero que parece le está saliendo rentable a la autora a juzgar por las últimas noticias sobre su participación en diferentes eventos y programas. ¿Será que este tipo de feminismo al estar de moda vende y hay beneficios y beneficiados?
(Foto portada: Planeta. Fotos manzanas: La chica de la casa de caramelo y VIX).
Me gusta mucho tu articulo y estoy totalmente de acuerdo con lo que dices .
Me gusta mucho tu comentario y estoy totalmente de acuerdo en todo lo que dices.
Me alegra que te gustara mi artículo . Me resulta interesante compartir opiniones.
¡Muchas gracias por tu comentario, Antonio!
El tema de fondo es de tal calado, y la forma que tiene la autora de ponerlo encima de la mesa es tan cercana y asequible para todos los públicos que cualquier defecto de forma no aplica en este contexto.
En esta lucha que tenemos las mujeres no se trata de ponerle la tilde o la coma al texto, ni de reseñar a la autora ni de buscar las fuentes, sino ganar la revolución. Estamos hablando de planos distintos, véase luchas por igualdad de derechos varias a lo largo de la historia. Si tenemos una compañera feminista que consigue acceder a mucha gente con su libro por su forma de escribir lo que tenemos que hacer es tocarle las palmas y apoyarla. Y ojalá escriba muchos más libros y motive a otras que escriban también.
En estos momentos necesitamos empujar, no criticar a las que dan la cara por nosotras. Que luego bien que nos alegramos de poder votar, y eso fue gracias a señoras que en su momento histórico se dedicaron a trabajar por los derechos fundamentales de las mujeres como Leticia.
Gracias por tu comentario, Arancha.
Me alegra que te guste el libro y la autora. Escribí un apartado en mi artículo que llamé «La dulce manzana de la tentación» porque entiendo que hay gente que comparte tu pasión por este trabajo y/o la autora y ahí plasmé lo positivo de este libro. Sin embargo, creo que estás mezclando cosas.
Considero que hay que hacer una crítica reflexiva y no visceral de lo que nos llega, sea de Leticia Dolera o de cualquier otra persona.
Además, no me siento en la obligación de tocarle las palmas a nadie a ningún nivel, tanto si me gusta su trabajo como si no. De hecho, una de las señas de identidad de esta revista -que me encanta- es «En Cultural Resuena (CR) no tenemos pelos en la lengua. Nos cansan las críticas y las reseñas que intentan quedar bien con todo el mundo».
Y, sobre todo, parece que se da a entender que critico todo el feminismo y su lucha. En absoluto. Es más, desde diferentes espacios y con los medios de los que dispongo trato de poner sobre la mesa las desigualdades de las mujeres, combatirlas y darnos la visibilidad que nos corresponde. Pero esto no implica que deba gustarme -sin filtro alguno- todo lo que se dice o se publica, incluyendo tu comparación de la lucha histórica por los derechos fundamentales de las mujeres (supongo que aquí te refieres a las sufragistas) con lo que hace esta autora.
Para mí la libertad de expresión y tener diferentes puntos de vista es lo que nos permite debatir y seguir avanzando.
Poner a Leticia Dolera de abanderada de ningún movimiento o revolución, me parece un insulto a las mujeres que en otras épocas bastante más complejas, sí se partieron la cara por defender lo realmente importante. Esta revolución de la que hablas tú, Dolera. y tanta gente, a una feminista declarada y convencida como yo, me parece una absurda buscadora de culpables, una demonización de la figura del hombre porque sí, y que no se centra en el origen del problema y en las soluciones. Dolera ha demostrado esta semana que se ha aprovechado del discurso fácil para hacer dinero, y que ha conseguido crear un buen número de súbditos que se vanaglorian de haber leído un mal libro de Los Cinco escrito por una chica que en mi opinión, ni escribe, ni actúa, ni dirige bien… A veces nos meten por los ojos un discurso barato que ella misma no ha sabido mantener en su realidad.
No te confundas. No es que se trate de poner tildes y comas. Por un lado se trata de simple honestidad y por otro de calidad expresiva. Todos sabemos ir a la wikipedia si queremos saber algo, pero no todos sabemos expresarlo con palabras propias y con criterio.
Todo el mundo que escriba un ensayo, tesis o artículo debe saber que las fuentes hay que citarlas, en parte por honestidad y en parte por descubrir al lector otras fuentes de información diferentes a las tuyas, y de no hacerlo no solo se incurre en el plagio sino que además se entorpece el flujo natural de información que todo lector curioso (quizá) desea seguir para ampliar esa información. Irene ha contrastado la cita que proviene del libro de Dolors Reguant, que no conocía y que de fiarme a pies juntillas de Dolera jamás hubiese conocido puesto que en su libro no se le hace referencia.
Por ejemplo, a un personajillo llamado AR Quintana le llovieron, con toda la razón, los perros y los palos por algo similar. Se libró de toda sanción económica pero el escarnio entre el público y los medios fue feroz. Es cierto que no es lo mismo un plagio en una narrativa de ficción que en un ensayo puesto que en la primera prima la creatividad y en el segundo la información contrastada. En un ensayo se evita el plagio citando tus fuentes. En la narrativa se evita no incurriendo en él. Hay unas normas literarias, escritas o no, comunes a los dos ámbitos y es que el contenido debe ser original, y de no serlo queda (y debe quedar) en entredicho la reputación del autor y la calidad del libro. Se pueden leer ensayos mucho mejor escritos por gente mucho más preparada y sin tanto eco mediático.
Si se quieren emitir postulados, es mejor que sean originales en pro de la información veraz para el lector y también para que el autor se ahorre el ridículo.
Excelente artículo. Soy de los que saludó la aparición de Leticia Dolera (actriz olvidada hasta entonces) y su posicionamiento defendiendo la causa feminista. Pero después de leer su libro, que es una guía para adolescentes, y ni eso, y sobre todo después de enterarme de que no actúa de forma consecuente, me parece que a la larga va a ser nuestra Asia Argento. Pronto habrá noticias.
Muchas gracias por tus palabras, Sergio.
Creo que una de las claves es la que señalaste: empezó a ser realmente conocida a raíz de su propio posicionamiento feminista.
Como dije en este artículo, hay que ser críticos con los mensajes que nos llegan y la manera en que estos nos llegan, tanto si estamos de acuerdo como si no. Por lo que dar por sentado que todo lo que diga y haga un personaje público, en este caso Leticia Dolera, es (prácticamente) palabra divina, debería hacernos reflexionar sobre diversos aspectos sociales y, por extensión al tema del que hablamos, culturales.
Excelte artículo. No podría estar más de acuerdo contigo
Muchísimas gracias por tu comentario, Elena.