Baracoa es una película rodada en Cuba que participó en la Berlinale dentro de la sección Generación. De esta sección surgió, por ejemplo, Verano 1993 (Estiu 1993) de Carla Simón hace dos años. Generación, sin hacer ruido, ha ido destapándose en las últimas ediciones como referencia para los berlinaleros. En ella se exploran la vida y los mundos de los niños y adolescentes desde una perspectiva diferente a la que el cine comercial nos ha acostumbrado. Baracoa es en parte película en parte documental al tener tres directores – dos documentalistas afincados en Estados Unidos y un argentino que vive en Suiza- que ofrecen singularidad a la historia de Antuán y Leonel, dos jóvenes de 13 y 9 años que viven en un pequeño pueblo a las afueras de La Habana.
Antuán y Leonel viven en Pueblo Textil, un puñado de bloques de apartamentos construidos a mediados de los setenta. Para proporcionar alojamiento a los trabajadores de la Textilería Ariguanabo – construida en los años treinta y por entonces el centro industrial más grande de toda América Latina- Fidel Castro ordenó deforestar una loma cercana de frondosa vegetación (la loma “Negrín”) y alzar allí los edificios. La fábrica cerró en los noventa y los trabajadores se marcharon. En Pueblo Textil solo se quedaron los ancianos y los niños, como Antuán y Leonel, quienes viven y juegan felices entre las ruinas de la textilería y sus alrededores.
La palabra Baracoa significa “existencia de agua” y da nombre a una pequeña playa a 15 kilómetros de Pueblo Textil. En 2016 Pablo Briones había escrito un guion de 30 páginas y decidió asistir a una escuela de cine en Cuba que distaba unos cientos de metros de un poblado: allí encontró al protagonista de su historia. “Después de un par de horas paseando por el pueblo tenía diez niños a mi alrededor; dos de ellos se me acercaron y me preguntaron qué hacía allí. Tengo un guion y busco un niño para mi película, respondí, a lo que el más pequeño respondió sí bueno pero mejor tener a dos, ¿verdad? Yo me llamo Leonel y él es Antuán. Me gustaron al instante y decidí reescribir el guion, convirtiéndolo en una historia real de amistad entre dos niños”
Fue una entrevista a cuatro bandas, dos directores y dos entrevistadores:
–Pablo Briones, director argentino afincado en Ginebra.
– Jace Freeman, codirector estadounidense y junto a Sean Clark los Moving Picture Boys.
– Neil Fox, periodista inglés y productor de cine en Reino Unido.
– Carlos Ibarra Grau, crítico de cine con alma de poeta.
Mi primera pregunta es vuestra impresión de Cuba. Se dice que los cubanos son gente muy feliz pese a que su vida es muy humilde. ¿Realmente pensáis que viven tan felices? En la película por ejemplo nunca vemos a los niños darse una ducha, simplemente se cambian de camiseta cuando se despiertan por la mañana.
Jace Freeman: Yo vengo de Estados Unidos y cuando llegué a Cuba uno se siente como atrapado en 1955: coches antiguos desvencijados y piezas desparramadas, pero ellos lo reparan todo con lo que tienen. Y cuando se rompe lo vuelven a reparar. Son una gente maravillosa con un gran sentido de comunidad, de compañerismo, algo que se aprecia en la película. En el pueblo todo el mundo cuida de todo el mundo y tienen libertad para moverse porque es un lugar seguro. Y es un lugar seguro para que los niños crezcan. Qué oportunidades tendrán una vez sean adultos es algo que no podemos saber, pero sin duda es algo que harán juntos.
Pablo Briones: Sientes algo extraño cuando estas en la isla, como un tipo de seguridad, algo que no puedes sentir en cualquier lado, no en la mayoría de las ciudades de Sudamérica. El hecho de que en Cuba tengan restricciones y límites tanto de fuera como desde dentro ha generado una situación cómoda (comfortable) que ellos tienen asumida. Tienen claro que su situación política es diferente. Me sorprende lo simpáticos y lo inteligentes que son, simplemente gente feliz. En otras sociedades tenemos otro tipo de límites como yo que llevo diez años viviendo en Suiza y lo tenemos todo, incluso demasiado, pero pese a ello la gente no es super feliz.
Investigué acerca de Pueblo Textil, una zona de vegetación deshabitada donde Fidel Castro decidió construir casas y crear una comunidad. Durante la película se ven muchos esqueletos de viviendas…
J.F: Eran alojamientos para trabajadores de la fábrica textil que había al lado. La fábrica cerró y los trabajadores abandonaron el pueblo. Lo que quedó fueron gente mayor y niños. Baracoa no es tanto una historia sobre el desequilibrio entre los muy ricos y los muy pobres en Cuba, sino una sobre una comunidad que vive sin necesidad de muchas cosas que otras ciudades sí tienen.
P.B: Pueblo Textil me recuerda a uno de esos proyectos europeos sobre cómo vivir en armonía: construir en el área rural -como vivir en el campo con gallinas- un nuevo modelo de sociedad en una atmósfera de comunidad y más ecológica. El pueblo parece uno de esos proyectos pero creado de manera involuntaria.
(Neil Fox) Sobre el estilo de la película, la estética es como en una coming of age, pero en este caso de dos niños pequeños que realmente viven allí, una historia real. ¿Como fue el proceso de trabajar en el estilo mientras documentabais la vida de estos jóvenes?
J.F: Los personajes y el entorno dictaron el ritmo y estilo de la historia. En cuanto al método de trabajo, decir que de los tres directores Pablo era el que trabajaba con los niños, mientras que Sean y yo nos encargamos de la imagen y del sonido; nuestra única directriz fue que no miraran a la cámara (risas). Pablo fue el que le dio esa perspectiva única, su estilo de filmar tipo documental y esa manera increíble en la que juega con la realidad, creando algo que va más allá, donde ya no puedes distinguir un estilo de otro. Algo muy interesante.
P.B: Es gracioso porque yo escribí una historia para un solo niño y apareció Leonel con otro bajo el brazo. Es lo mismo que hizo Jace con Sean. Cuando hablé con Jace acerca de hacer una película me dijo “genial, pero sabes, siempre trabajo con Sean, somos los Moving Picture Boys, nunca hacemos nada en solitario” Trabajamos en ello y al final encontramos un balance entre todas las partes.
¿Cuánto hay de improvisación en los diálogos? ¿Les distes a los niños por ejemplo un tema del que hablar y ellos lo iban desarrollando?
P.B: Exacto. Teníamos un guion pero el proceso fue ir encontrando el momento y escena perfecta para cada tema. La escena de la piscina, por ejemplo. Cuando nos pareció correcto les dijimos que con calma podían ir hablando de La Habana y de la playa; íbamos introduciendo los temas poco a poco, cuando el momento y lugar ideal se presentaba. Aunque estábamos improvisando, siempre nos mantuvimos cerca de la historia original. Teníamos en mente que en algún momento Antuán abandonaría el pueblo y se iría a La Habana, esa era la amenaza en la historia. Cuando estás viendo la película sabes que llegado el momento él se va a ir, eres consciente de que ocurrirá. Queríamos mantener esa expectación en la audiencia.
(Neil Fox) Es hermoso ver cómo la película se centra en ellos y en su entorno. Otros directores cuando salen al extranjero filman la vida de gente pobre, pero vosotros es como “mirar este sitio tan bonito” ¿Quisisteis hacer justicia a estos chicos y no caer en esa trampa en la que caen otros?
J.F: Creo que el cine es más que nada observación. Pero esta es una película subjetiva, desde la perspectiva de Leonel y de cómo es su vida, así que fue una decisión consciente el no mostrar la historia de una manera tradicional, sino desde esta observación al estilo documental. Eso nos lleva a entrar rápidamente en la vida real de estos niños.
P.B: Al filmar nos manteníamos muy cerca de los personajes, así es como trabajan los Moving Picture Boys, que siguen de cerca a los personajes de sus documentales. Ellos ponían la cámara a la altura de los niños, así que lo ves todo desde su perspectiva, todo parece más grande. Teníamos muchos paisajes e imágenes bellas donde no aparecían los niños, pero durante el montaje decidimos que la historia se mantuviera siempre con nuestros protagonistas, de una manera natural. No se trata del paisaje al que el niño está mirando, sino que se trata de el niño mirando el paisaje.
Terminada la entrevista, seguimos los cuatro departiendo informalmente. Neil agradeció una vez más a los directores por la película que habían hecho. Yo hice una reflexión en voz alta que quería compartir: En la Berlinale hay 400 películas y uno hace un puñado de entrevistas, pero los motivos por los que uno entrevista a unos cineastas y no a otros no es siempre clara. Hoy mismo me pregunté porque elegí vuestra película de entre otras, porqué os quería entrevistar. Creo que capturasteis algo muy especial, algo más allá de la película, de la historia y del guion, capturasteis el alma. Cada película tiene un alma y eso es lo que me capturó a mí. Esto es algo que no se puede tocar ni ver, solo sentirlo. Y eso es un gran trabajo. Gracias.