Quien haya sufrido de ansiedad conoce el sentimiento de intensa soledad que experimenta después de sufrir un ataque. Primero porque sabe cómo de incomprensible resulta algo así para quien no lo padece. Pero sobre todo porque la sensación de fragilidad que sientes te lleva a menudo a desear el cobijo de los demás y a su vez el miedo al rechazo resulta aún más intenso. Olivia Sudjic en su libro cita a Olivia Laing para hablar de cómo la soledad tiene un íntimo vínculo con la exposición. Una persona solitaria anhela ser aceptada y a su vez se vuelve temerosa de encontrarse expuesta a los demás. Tiende a percibir las interacciones sociales como hostilidad o desprecio.
Sudjic empezó a escribir este breve ensayo titulado «Expuesta» publicado en español por Alpha Decay, en Bruselas. Se había trasladado allí una temporada con el objetivo de escribir su segunda novela pero una vez allí entró en una profunda crisis creativa. Se sentía presionada por lo que se esperaba de ella. Una impostora usurpando una profesión impropia. No se sentía cómoda en ningún lugar y no podía hacer más que dar vueltas improductivas pensando en multitud de cosas asfixiantes. Tenía todos los ingredientes para una buena crisis de ansiedad y se preguntó por qué motivos seguía escribiendo. Por qué seguía obstinada en una tarea tan ambiciosa en un momento tan vulnerable de su vida, cerca de los treinta. Llegados a este punto no pude evitar hacerme la misma pregunta que ella y seguro que cómo yo muchas otras personas.
Muchos no sabemos por qué escribimos. En mi caso empecé de niño, no recuerdo porqué. Solo recuerdo que el momento en el que he tenido más claro que quería ser escritor fue entonces. Alguna razón poco meditada me llevó a escribir. Quería plasmar aquello que imaginaba, aquello que me gustaría vivir, aquello que no me gustaría y , siempre de una manera sumergida, aquello que siento mientras vivo. Desde entonces no he dejado de hacerlo. Y sin embargo el miedo a hacer públicos mis escritos, el miedo a perder el control de lo que escribo, de la lectura que se hace de lo que escribo, es algo que siempre ha estado en mí.
Sudjic describe esa sensación de intimidad y exposición a propósito de la tecnología, otra fuente de esta posición ambivalente. Lo define como esa sensación por la noche cuando las ventanas se transforman en espejos. Podría estar sola o podría haber alguien observando.
Según estudios, las mujeres tienen el doble de posibilidades de padecer ansiedad que los hombres y sin embargo no por ello las mujeres son más frágiles o débiles. Me pareció muy interesante un árticulo de Owen Jones en The Guardian que hablaba sobre que hay más hombres que mujeres que se suicidan. Los hombres somos más propensos a la represión. A hacer ver que todo va bien y a no permitirnos ni un momento de debilidad que hierra nuestra masculinidad, con a menudo terribles consecuencias. No es ese mi caso. Empecé a tener ataques de ansiedad con 16 años y aunque hoy en día es algo que tengo bastante controlado es algo que siempre llevo conmigo.
Cómo comenta Sudjic, la masculinidad viene siempre asociada a la firmeza, a no tener dudas, a no necesitar cuestionarse nada. Mi vida ha sido un cuestionamiento constante, una autoexploración a menudo desmedida que me ha llevado a la ansiedad y tal vez también a interesarme por la feminidad. Nunca había relacionado ambas cosas, pero tal vez lo estaban.
Según Sudjic la autoexploración es uno de los rasgos definitorios de la feminidad y es vista como peligrosa por la sociedad patriarcal. Los hombres han huido a menudo de ella y han sentido que su masculinidad se veía atacada cuando pensaban demasiado en cómo se sentían y esto es algo que también ha estado en mi cabeza mucho tiempo. Con el tiempo he aprendido a verlo como absurdo. Para mí, toda corriente de pensamiento que defienda encasillar a los hombres en unos comportamientos determinados y a la mujeres en otros debería ser ignorada. Cuando Sudjic dice que los hombres tenemos mucho que aprender de la subjetividad femenina creo que está totalmente en lo cierto.
Aunque Sudjic a menudo no se dirige a mí, puesto que sus reflexiones entorno a la subjetividad femenina parten de unas vivencias comunes en las mujeres que no son las mías, me ha parecido útil para reconciliarme con la fragilidad y la ansiedad en el acto de escribir. La escritura es también una forma de buscar respuestas, de encontrarse a uno mismo, de buscar la salida al caos. La ansiedad te pone alerta, te hace más consciente de tu entorno. Sudjic considera la ansiedad esencial tanto para vivir cómo para crear. Hay una frase que suele utilizar Erik Urano «Las luces más brillantes vienen de los lugares más oscuros».
Buscamos en la literatura personas similares a nosotras en las que arroparnos. Sentir que lo mismo que nos ocurre a nosotros les ocurre también a personas a las que admiramos y que de ello sacan grandes novelas. Sudjic tiene autoras que siempre la acompañan en momentos de duda como estos, los llama talismanes. Ella tiene a Nelson, Kraus, Cusk, Offill, Lispector y Ferrante. Yo desde ahora tengo, entre otros, a Olivia Sudjic.