Estévez Panos y cia. Sandy Korzekwa
¿Existe alguna forma de conocimiento que no venga del exterior? ¿Es posible que se dé alguna manera de intuición o entendimiento que no proceda inicialmente del afuera? Para ser, pensar, sentir y hacer tal y como somos, pensamos, sentimos y hacemos es preciso salir a descubrir lo que ocurre afuera, aunque sólo sea para palpar -como en la niebla o en la noche- qué existe más allá de nuestro cuerpo, como nos dice el filósofo Georges Didi-Huberman en la imprescindible exposición En el taller del filósofo. Es por tanto imprescindible buscar la extrañeza de los otros, la alteridad que nos transforma y que, por eso mismo, nos constituye.
El diálogo, entendido como forma insustituible para encuentro en el que dos o más personas buscan cierta avenencia, es también una manera insustituible para palpar lo inicialmente ajeno y finalmente escuchar.
En la jornada de clausura de la 35ª edición del Festival Flamenco del Thêatre de Nîmes, dirigido sabiamente por Chema Blanco y Amélie Cassasole y con un equipo humano tan profesional como amable y cercano, se dieron dos espectáculos que, bajo mi punto de vista, sostenían distintas formas de diálogo.
Efectivamente, el pasado sábado 18 de enero, y tras la Carmen revisitada de Yinka Esi Graves en el Carré d’Art, la Sala del Odéon acogió una nueva Danza para guitarra de la compañía Estévez & Paños. Con Valeriano Paños en la coreografía y Rafael Estévez en la dirección artística, junto al repertorio musical para guitarra seleccionado por ellos mismos y Miguel Trápaga, asistimos a un delicado diálogo sostenido entre Valeriano y el propio guitarrista. Elegancia, solvencia y concepto suelen ser rasgos distintivos en cada una de las piezas en las que se implican Estévez & Paños. En esta ocasión, dicho diálogo se mantuvo de manera permanente con la guitarra: Miguel Trápaga abrió toda una paleta de timbres y colores sonoros con las músicas de Joaquín Turina, Gaspar Sanz y Joaquín Rodrigo o las de Julián Arcas, Napoléon Coste, Sainz de la Maza, Dionisio Aguado, Ángel Barrios y Leo Brouwer. A esta sucesión de composiciones se acercó Valeriano y con ellas dialogó desplegando un virtuoso y amplísimo vocabulario corporal y gestual, siempre desde lo sutil y lo menor, siempre cuidado y también orientado -como podría decir Sara Ahmed en su Fenomenología Queer-:
Hacia ropas, sillas y partituras, es decir, objetos que atravesaron su danza y que expandieron los límites de la conversación.
Poco después, ya en la Sala Bernadette Lafont del Teatro de Nîmes, Alfonso Losa y Paula Comitre presentaron Alter Ego, estrenada inicialmente con la dirección artística y coreográfica del propio Losa junto a Patricia Guerrero. Este diálogo, que sirvió de clausura a la 35ª edición del Festival, vino a reforzar la necesidad irremplazable del afuera para la creación artística, es decir, la imprescindible habilidad del/a bailaor/a para dialogar con aquello que es otro, que está fuera de su propio cuerpo y con ello desencadenar un proceso artístico que en este caso ilustró de manera paradigmática lo que Losa y Comitre son como cuerpos en movimiento: Alfonso, recto y sistemático, virtuosamente percusivo y estrictamente explosivo; Paula, convencidamente arrolladora y tenaz pero también curvilínea y etérea; ambos agitándose, diluyéndose y dejándose contagiar por el otro, escuchándose, dialogando a través de cuerpos en constante (con)tacto.
De nuevo, y tal y como ocurrió en Flamenco: espacio creativo, la propuesta coreográfica se sostuvo sobre un trabajo musical exquisito encarnado en Fran Vinuesa a la guitarra y Sandra Carrasco e Ismael el Bola al cante. Los tres desplegaron una suerte de flamenco progresivo en el que la deliciosa composición de Vinuesa y las voces de Sandra e Ismael transitaron constantemente en un maravilloso e inesperado ir y venir entre palos y formas flamencas.

Paula Comitre & Cia Alfonso Losa. Sandy Korzekwa