“Sin que se le pida, la guerra se encarga siempre de procurarnos un enemigo. Yo, que quería permanecer neutral, no pude serlo. Había nacido con aquella historia. Me corría por dentro. Le pertenecía».
Confieso que desearía saber si Pequeño país (Salamandra, 2018) está compuesto de sus más íntimos recuerdos, de esa visión adulterada de la infancia que nos persigue hasta el fin de nuestros días. Querría preguntarle a Gaël Faye (Buyumbura, 1982) qué hay de él en la historia de Gabriel, ese niño de madre ruandesa y padre francés que, como él hace años, huyó de la guerra de su Burundi natal con apenas trece años.
Sobre el sufrimiento de dejar atrás a los suyos, sobre la muerte violenta e injustificada que tiñe de rojo cada guerra, sobre la locura de una madre que se sumergió en el infierno para no volver. Éstos son algunos de los temas que Faye nos cuenta, casi en un susurro, como si sumergirse en aquellos años le restase vitalidad a su presente inmediato. ¿Quién se atreve a pasear por el pasado sin billete de vuelta?
Pequeño país ha sido todo un éxito literario en Francia: ha vendido más de 700.000 ejemplares, ha sido galardonado con el Premio Goncourt de los Estudiantes, otorgado por la FNAC y el Ministerio de Educación francés, y ya se ha traducido a una treintena de idiomas, incluido el español. Hablan del rapero medio francés medio africano como de una promesa literaria, y no sólo por su primer libro. Faye desprende sensibilidad en cada una de las estrofas de sus canciones. Y Petit Pays es ejemplo de ello.
El peso principal de la narración está en la voz infantil de Gabriel, también de su hermana Ana, y sobre todo en la pandilla de amigos que custodian el callejón como si fuese su reino. Será con todos ellos con quien Gabriel experimentará el sabor agridulce de la violencia, del odio y del rencor.
Este libro, testimonio histórico del continente africano, sirve para reflexionar sobre el colonialismo, la migración y el racismo todavía existente a un lado y a otro del Mediterráneo. Un relato desde la experiencia personal sobre la complejidad del ser humano.
- Diálogo entre Xavier Aldekoa y Gaël Faye en el CCCB. Barcelona, 15 de febrero de 2018
La guerra siempre saca lo peor ser humano, pero en raras ocasiones, como esta, también lo mejor.
Leyendo la historia del propio Gaël Faye, se me viene a la mente el comienzo de «La insoportable levedad del ser» (Milan Kundera, 1984).
«El mito del eterno retorno viene a decir, per negatio-nem, que una vida que desaparece de una
vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si ha
sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan. No es necesario
que los tengamos en cuenta, igual que una guerra entre dos Estados africanos en el siglo catorce que no
cambió en nada la faz de la tierra, aunque en ella murieran, en medio de indecibles padecimientos,
trescientos mil negros.
¿Cambia en algo la guerra entre dos Estados africanos si se repite incontables veces en un
eterno retorno?»