El 10 de enero de 2013 Sir Simon Rattle anunció de no renovaría su contrato al frente de la Filarmónica de Berlín; tras 16 años de trabajo que han marcado profundamente a esta centenaria orquesta, Rattle consideró que su tiempo al frente de ella había terminado, y que nuevos retos y proyectos esperaban a ambas partes. Tras la sorpresa inicial por tan inesperado anuncio, los nombres de los posibles candidatos a sucederle llenaron muchos artículos de expertos que argumentaban las razones que los hacían idóneos para ocupar tan relevante puesto. Entre ellas, podíamos distinguir claramente dos posturas mayoritarias: un sector sostenía, que tocaba apostar por la más rancia tradición germana, y que esta agrupación, que de hecho es todo un referente del arte alemán, debía decantarse por un perfil conservador y próximo a los usos y costumbres más típicamente teutones, ya que ahí era donde radicaba la fuerza y el prestigio de una orquesta tan renombrada, como la Filarmónica de Berlín. Otros, por el contrario, hacían su apuesta por la innovación, continuando con la senda que Rattle inició desde que tomo a su cargo la organización. Estos, consideraban que la Filarmónica, debía ser un referente por su apertura y su permeabilidad, tanto dentro de la sociedad alemana, como en la escena internacional.
Los nombres fueron muchos, todos llenos de méritos indiscutibles, pero al final, la elección final, recae desde hace muchos años en los integrantes de la orquesta que en un proceso como de elección papal, votan varias veces y tras varias deliberaciones, elijen al nuevo titular de una de las orquestas más importantes del mundo.
Rattle fue elegido del mismo modo en 1999, como sucesor del llorado maestro Abbado. Un amplio sector de la orquesta y del público, no ocultaron su decepción. Rattle era demasiado joven y moderno para algunos que preferían a un director más clásico como Barenboim. El británico en cuanto llego a Berlín, he incluso antes de llegar, comenzó un trabajo de trasformación profunda de toda la organización. Antes de su llegada, la orquesta estaba constituida por dos entidades jurídicas: una, pública y subordinada al departamento de Cultura de la ciudad de Berlín y otra que era una sociedad mercantil colectiva, que básicamente, se encargaba de gestionar las grabaciones de la filarmónica. Rattle puso como condición, la disolución de ambas y la creación de una Fundación Pública, la “StiftungBerliner Philharmoniker”,que actualmente tiene en el Deutsche Bank su principal patrocinador. La otra gran condición inicial fue la mejora paulatina en los sueldos de todos los integrantes de la orquesta. Así, con una organización totalmente renovada, y con unos músicos bien remunerados, el siguiente paso fue abrir la orquesta a la sociedad, implementando un ambicioso plan educativo: el “Zukunft@BPhil”, que tiene mucho impacto en Berlín en la actualidad, pues a logrado que la Filarmónica pase de ser un grupo de músicos que hacen periódicamente conciertos en una sala, para un selecto grupo de personas más o menos aficionadas, a ser verdaderos agentes de creación y acción cultural, con una relevancia tremenda en la vida diaria de toda población de la ciudad.
16 años de trabajo que tienen en una gira internacional su coda final. Rattle se despide a lo grande, como titular del grupo berlinés y en concreto, en nuestra ciudad lo hizo con un programa que resume muy bien lo que significa su paso por el cargo.
El pasado 8 de junio, en el Palau de la Música Catalana la Filarmónica de Berlín se presentó con un lleno absoluto, pese al precio prohibitivo de muchas de las localidades. El mencionado programa estaba integrado en su primera parte por obras de autores de nuestro tiempo y la segunda por una de las grandes obras del repertorio clásico. Esto es uno de los ejes sobre los que Rattle se movió durante los años de su titularidad: un absoluto compromiso con los autores de su tiempo, encargando e interpretando muchas obras de nueva factura, pero del mismo modo, consolidando y ampliando el repertorio clásico suele programar una orquesta. Así, por ejemplo, para esta gira de despedida, encargó la primera obra del programa Tanz uf dem Vulkan al compositor alemán Jörg Widmann que, haciendo honor a su nombre en alemán, es una gran danza sobre un volcán de timbres y sonoridades muy bien trabajadas. La partitura perfectamente bien ensamblada, por momentos te envuelve en una cantidad tal de estímulos sonoros, que se tiene la sensación de estar siendo devorado por esa inmensa erupción sonora. La otra obra interpretada por la Filarmónica durante la primera parte del programa es la ya célebre Sinfonía núm.3 de Witold Lutosławski sin duda el compositor polaco más importante después de F. Chopin. La obra, es una partitura de transición en su catálogo, donde, pese a mantener una estructura formal muy estable e incluso rígida, deja en pasajes muy extensos, libertad de elección y ejecución sobre los materiales sonoros a los intérpretes. Que estos intérpretes sean la Filarmónica de Berlín, te garantiza una ejecución portentosa. Tanto Rattel como la orquesta en pleno, se mostraron en su elemento, con una sonoridad rotunda, segura, y muy flexible, haciendo gala de una paleta tímbrica y de gradación del sonido solo reservada a las grandes orquestas, tremendamente satisfactorio escuchar este repertorio con semejantes intérpretes.
La segunda parte, se consagró a uno de los grandes títulos de la literatura sinfónica: la sinfonía núm. 1 en do menor, op.68 de Johannes Brahms. Lo que este humilde cronista pueda apuntar, tanto de la obra, como de la milagrosa versión que pudimos disfrutar esa noche, es realmente superfluo, la música en estos casos, se explica así misma. Lo impresionante, es que sean la misma orquesta la que con tanta flexibilidad puede abordar en un mismo concierto, un repertorio tan diferente y que además lo haga con tanta fortuna. Estamos seguros de que Sir Simon Rattle regresará a nuestra ciudad, al igual que la Filarmónica de Berlín. Siempre serán esperados y disfrutados con sumo placer. Seguimos.