Entre el 10 y el 20 de febrero vuelve un año más el Festival Internacional de Cine de Berlín, popularmente conocido como la Berlinale. Y lo hará, pese a muchos pronósticos agoreros, de manera presencial. Una de las actividades que más me interesa y entretiene es la de investigar precedentes o la ausencia de los mismos. Por primera vez en más de veinte años tenemos a dos películas españolas en la Sección Oficial: la esperadísima Alcarrás de Carla Simón (su debut Verano 1993 también se estrenó en Berlín) y Un año, Una noche de Isaki Lacuesta. Hay que irse hasta 1983 para encontrar la última producción española que gano el Oso de Oro, La Colmena de Mario Camus.
También competirán la francesa Claire Denis con Avec amour et acharnement – protagonizada por Juliette Binoche y Vincent Lindon- Ursula Meier con La Ligne o el incombustible Paolo Taviani (91 años) con Leonora addio, primera ocasión que dirige sin su recientemente fallecido hermano Vittorio. Los Taviani ya presentaban películas en el festival hace más de cinco décadas y ganaron el Oso de Oro en 2012 con Cesar debe morir. Mención especial requieren tres abonados a la historia reciente de la Berlinale: François Ozon vuelve con Peter von Kant – interpretada por Denis Menochet e Isabelle Adjani- el canadiense Denis Côté reaparece con Un été comme ça y como no, quien si no, estará Hong Sang-soo. Ya es impensable concebir una Berlinale sin el director coreano, cuya sencillez, delicadeza y sentido del humor enamora tanto en sus películas como en sus ruedas de prensa (pinche aquí para ver un ejemplo). El nuevo título de Hong lo protagoniza obviamente su inseparable Kim Min-hee y se llama The Novelist’s Film: una joven escritora quiere visitar la librería de su exnovio, sube a una torre y conoce allí una gente. A veces una película no necesita más y con el coreano menos es siempre más.
La directora indonesia Kamila Andini presenta Nana, la historia de una mujer que vivió en la isla de Java durante los años 60, basada en una historia real de la vida de Raden Nana Sunani. Y el dato: Andini es la primera directora del sudeste asiático en Sección Oficial en la historia de la Berlinale. Mi apuesta para el Oso de Oro: A E I O U – A Quick Alphabet of Love, de Nicolette Krebitz. Las tres películas dirigidas hasta la fecha por la alemana eran historias poderosas y originales, con un talento natural por el cine y por narrar historias desde un lugar astuto y sensible. Es el ejemplo de la sorprendente Wild de 2016, muy celebrada por público y critica en festivales de primer nivel como Sundance o Rotterdam.
Ya hace muchas ediciones que se recuerda: Contra la pared (Gegen die Wand) de Fatih Akin fue la última película alemana en ganar el Oso de Oro. Era el año 2004. Krebitz además de alemana es berlinesa y estrena una película de amor entre una veterana profesora de idiomas y su alumno. Ah, el amor, hacen falta más historias de amor.
A E I O U – A Quick Alphabet of Love
Buceando a través de las sinopsis de las diferentes secciones, uno se percata de que este año una mayoría de las películas ambientan sus historias fuera del centro de la ciudad, en la periferia o en el campo. Todos tenemos allegados que en los últimos tiempos han decidido salir de la ciudad, buscando una calma y estilo de vida que las dinámicas de una urbe no permiten. El ruido y el estrés que se genera en el aire mueve cada vez a más personas a buscar un nuevo punto de partida desde el que mirar al día a día, sin sirenas de ambulancia ni discusiones en la terraza del café de abajo.
Y es que respecto al cine, las películas ambientadas en el campo, el pueblo o entornos naturales ofrecen visibilidad a un estilo de vida que suele ser visto con condescendencia, como si los que siguen y seguirán allí viviendo estuvieran contagiados por una suerte de ignorancia conformista, por un aburrido desconocimiento. Es la ceguera altiva del humano de asfalto. Vivimos en una época de enorme crisis de valores donde para muchos el cine es Netflix y los festivales un reducto de películas lentas para snobs gafapastas. La mesura y el pensamiento crítico se está perdiendo vertiginosa y enfangadamente entre el clickbait, la normalización de discursos de odio, el ensalzamiento de la idiotez, los videos de 15 segundos y ver series y películas con el fast forward x2. Ah, el hombre de ciudad.
Por otro lado, la joven sección Encounters cumple su tercer aniversario. Una trepidante sección que busca dar cabida a un tipo de cine innovador, arriesgado, a nuevas narrativas alejadas del convencionalismo. Aquí se han dado a conocer cineastas como los hermanos Ramon & Silvan Zürcher con La Chica y la Araña (Das Mädchen und die Spinne), una originalísima sitcom suiza de un humor y puesta en escena sorprendentes, o la austriaca Sandra Wollner con Del inconveniente de haber nacido (The trouble with being born), la singular historia de ciencia ficción entre un hombre traumatizado por su pasado y una niña androide a quien llama padre. Para dotar de prestigio a la nueva sección, afamados directores como el propio Denis Côté o Cristi Puiu han presentado en Encounters sus últimas películas, ambas igualmente singulares. Así, también en esta edición encontramos cineastas de renombre como Peter Strickland y su Flux Gourmet, una película culinaria que fusiona el arte contemporáneo con la comida y sus consecuencias en nuestro cuerpo, o a Betrand Bonello con Coma, mezcla de ensayo, fantasía y humor negro donde el propio director observa a su hija adolescente lidiar con cuestiones típicas de su edad en plena pandemia coronaria.
Como festival internacional que es, la Berlinale acoge películas de todos los rincones del planeta. Encontramos por ejemplo este año tres películas de Kazajistán, país de creciente industria cinematográfica, el documental Myanmar Diaries sobre las secuelas del golpe de estado en Myanmar en 2021 o Nous, étudiant, la primera película de la República Centroafricana en la historia del festival. Sin embargo, se vuelve a echar de menos una mayor diversidad en cuanto a cine latinoamericano se refiere, donde la presencia se reduce de nuevo al póker que conforman Argentina, México, Brasil y Chile. Con cuentagotas aparecen otros países representados, como la colombiana Los Conductos en 2020, la paraguaya Las Herederas y la guatemalteca Temblores en 2019 o la costarricense El Despertar de las Hormigas en 2018. Todas excelentes películas que cosecharon gran éxito tanto en Berlín (varios Osos de Plata) como en el resto de festivales donde participaron. Esta será la segunda edición seguida sin presencia de películas latinoamericanas más allá del póker mencionado. Sin lugar a duda, uno de los aspectos a mejorar por la nueva dirección del festival desde que se hizo cargo en 2020.
Isabelle Huppert, la Grande Dame del cine europeo, recibirá el Oso de Oro Honorífico por su trayectoria. Tras la correspondiente ceremonia en el Berlinale Palast, tendrá lugar el estreno de su última película À propos de Joan, coprotagonizada junto a Lars Eidinger. Asimismo, podrán verse durante el festival algunas de sus mejores actuaciones, incluyendo el clásico indiscutible La Pianista, dirigido por Michael Haneke en 2001.
Y como despedida de este artículo, la despedida de la histórica Maryanne Redpath tras treinta años ligada al festival. Comenzó en 1993 como asistente de dirección en Generation y desde 2008 está al cargo de la sección. Mujer visionaria e innovadora, ha hecho de Generation la joya del festival, una sección donde la atención se centra en películas que están temática y formalmente vinculadas al mundo de los niños y jóvenes, a la altura de sus ojos. Este año se presentan títulos como la irlandesa The Quiet Girl, primera película en idioma gaélico -irlandés antiguo- en participar en una Berlinale, sobre el verano y experiencias de una niña de nueve años alejada de su familia disfuncional. O la argentina Sublime, una historia de amistad entre los adolescentes Manuel y Felipe con despertares y caminos hacia el descubrimiento de sus identidades. Y así como en este loco mundo necesitamos más historias de amor, otras que sucedan fuera de las ciudades y también obras innovadoras y rompedoras, necesitamos películas que nos recuerden que todos alguna vez fuimos jóvenes y fuimos niños, volviendo a esas emociones donde todo era nuevo y la vida era un carrusel infinito. E ir al cine un acontecimiento trepidante.