A pesar de la variada oferta musical de Barcelona el lied sigue siendo una asignatura pendiente, como demostraba la sala medio vacía del Palau. La escasa programación de lied y canción en las principales salas de la ciudad no es suficiente para crear un público amplio que llene regularmente ésta clase de acontecimientos. A pesar de todo, los aficionados que pudieron asistir el domingo por la tarde al recital de Padmore y Lewis disfrutaron de una interpretación ejemplar del célebre ciclo que premiaron con unos calurosos aplausos que lograron disimular la escasa asistencia.
Históricamente éste tipo de ciclos se han venido asociando voces graves. Desde Hans Hotter a Christian Gerhaher, pasando por el indispensable Fischer-Dieskau, han definido una sonoridad para estos ejercicios de introspección romántica que son los ciclos de Schubert. La versión del tenor Mark Padmore contrasta con éste cliché por su voz especialmente clara y brillante. Pero Padmore es un cantante inteligente con gran sensibilidad y logra, con un fraseo elegante y cuidado, compensar un timbre poco expresivo. A pesar de todo algunos cambios dinámicos bruscos perjudicaron al fraseo general resultando en algunas silabas aisladas que parecían desaparecer súbitamente. Tampoco los cambios de tempo realizados en algunas de las canciones acabaron de funcionar, resultando algo forzados.
Paul Lewis era conocido en Barcelona como excelente solista, y ahora también como acompañante de lujo. Su técnica precisa y transparente encaja bien con la sonoridad de Padmore, pero en algunos momentos el piano quedo demasiado en segundo plano.
Este concierto tendrá continuidad en las siguientes temporadas, con los restantes ciclos de Schubert –Viaje de invierno y El canto del cisne– interpretados por los mismos músicos. Los aficionados al lied no deberían perderse ninguna de las dos citas.
Por Elio Ronco Bonvehí