The Hole Zero es la precuela de The Hole y The Hole 2, un multiespectáculo que se puede disfrutar en Madrid en el Teatro Calderón. Los espectadores solemos comparar entre las diversas partes de una saga pero en este caso me remitiré solo a esta precuela porque fue la única que vi y para ello voy a romper con una de sus principales premisas: «Lo que pasa en The Hole, se queda en The Hole».
Uno de los aspectos más llamativos de este musical es la sensualidad y la sexualidad que se intuye en el título, en el atractivo de los artistas y la temática, lo cual se palpa nada más entrar al teatro pero si solo nos quedáramos con eso, meramente vislumbraríamos el agujero, no entraríamos de lleno en él.
The Hole Zero nos traslada a la Noche Vieja de 1979 de la mano de la MC (maestra de ceremonias) Mariola Fuentes -durante el mes de noviembre- y su antagonista en forma de conciencia o Conchi, quien resulta ser otro torbellino en el escenario, Noelia Pompa. Con ellas vivimos una época que deja atrás cuarenta años de dictadura en España y parece que está inmersa en la búsqueda de la libertad, así que desde nuestros asientos viajamos a Nueva York, al sin par Studio 54 que albergó a muchos artistas en boga en aquel entonces como Liza Minnelli, Donna Summer o Andy Warhol y su séquito. Allí nos recibe La Diva, el espíritu de esta famosa discoteca encarnado en Marta Ribera quien acompaña sus sensuales movimientos con una voz cálida pero también potente y expresiva. Como en aquel local, no todo es tan glamuroso como en principio parece, ya que los escándalos en Studio 54 fueron habituales debido al consumo de drogas y a la libertad sexual a la que dio cabida y que aquí también se recrea a través de bailes, discursos, bromas,… Sin embargo, ese universo no solo recrea la luz del glamur, la fantasía, la fama, sino también su lado oscuro a través de la adicción a las drogas y uno de los números más expresivos es el solo de la bailarina María Hinojosa, quien interpreta a Lady Fifty Four, en unos intensos movimientos en un éxtasis del personaje necesitado de esa sustancia que la tiene atrapada.
Además, la combinación de luces (o su práctica ausencia en la llamativa actuación del príncipe africano Salomón, representado por Axe Peña) que nos envuelven en diferentes atmósferas nos adentran en cada uno de los números, los cuales necesitan mucha coordinación y resulta evidente el gran esfuerzo que han de realizar para llevarlos a cabo pero el resultado no es mecánico, sino que por encima de todo resalta la gran plasticidad que consiguen a través de actuaciones realmente intrépidas que en el caso de la rueda de la muerte nos llegó a poner el corazón en un puño en algún momento sumamente arriesgado.
Hay que destacar que sobre ese escenario aparecen grandes artistas de diversas especialidades, comenzando por el Duo Ballance cuya fuerza, equilibrio, coordinación y concentración entusiasmó al público. Desde aquella noche la melodía del número de la equilibrista/diosa egipcia Eliza Khachatryan -quien a varios metros de altura ejecuta unos pasos muy complicados en punta- me acompaña. Se trata de Lovin’ you (1975) de Minnie Riperton, ya que la banda sonora de este musical está bien seleccionada y es acorde a la época que retrata. Otro de los artistas que consiguió el clamor de los allí presentes fue el dios caballo -con una crin con los colores de la bandera del orgullo gay- Nacho Sánchez en un número aéreo espectacular y bello. Con las mismas cualidades nos encontramos con la actuación de Oleg Tatarynov, quien elevó la plasticidad a su máximo apogeo.
Y la aparición de un «actor« singular en una apología de la libertad en relación al derecho de ser quien queramos y amar a quien consideremos: la rata Cristóbal. Aunque a la mujer que tenía al lado no le gustó en absoluto porque se levantó y se puso a gritar -parece que últimamente suelo acabar cerca de espectadores chillones-, momento que Mariola Fuentes utilizó para «criticar« su actitud mediante un espontáneo sentido del humor.
Este gran espectáculo resulta complicado de narrar y necesita un guion sólido que sirva de hilo conductor entre las diversas partes y es ahí donde este cabaret flaquea. Por otro lado, es un musical difícil de ejecutar por la variedad de artistas y especialidades que se llevan a cabo; el presentarnos las luces y las sombras de ese universo de manera que la historia tenga sentido; el unir el cabaret, el musical y el circo, además haciendo que el público participe, baile y se divierta. No es fácil desde luego pero lo consiguen. Es más, todos los artistas transmiten un buen ambiente y complicidad entre ellos que se nota sobre el escenario y favorece el espectáculo y el entretenimiento.
Me parece muy interesante lo que ha publicado Irene gonzalez Cueto sobre el espectaculo en el teatro Calderon de Madrid y la cancion tan bonita de Minnie Riperton
Me alegra mucho que te gustara el artículo. Muchas gracias por tu comentario.