En Barcelona las principales temporadas de música «clásica» ya no son lo que eran. Liceu y OBC presentan una programación cobarde, convencional y repetitiva, con un nivel interpretativo a menudo preocupante. Por otra parte, los ciclos privados como Ibercamera o Palau 100 ya no ofrecen la garantía que solían, cuando traían las mejores orquestas y solistas del momento. Eso no quita que sigan dando alegrías, y que el nivel general sea más que bueno, y en ocasiones excepcional, pero no hay que dejarse engañar por el marketing y la publicidad disfrazada de noticia en ciertos periódicos. Basta echar un vistazo a las temporadas de Ibercamera y Palau 100 para ver que al lado de conciertos de enorme nivel hay varios más bien discretos.
En el caso de Ibercamera, parece que el interés de la temporada se ha desplazado a los conciertos de cámara: Marta Argerich, Arcadi Volodos, Viviane Hagner y Daniil Trifonov (si todavía no conocen a este último, no se pierdan bajo ningún concepto su recital en enero) son un lujo y una garantía para cualquier temporada. En cambio, en lo que respecta a la programación sinfónica encontramos formaciones como la SWR Sinfónica de Stuttgart, la Sinfónica Radio Frankfurt, la Orquestra Chaikovsky (antigua orquesta de la Radio de Moscú), la Orquesta Filarmónica Nacional de Hungría y la Orquesta del Teatro Mariinsky. Todas ellas son excelentes formaciones, pero no hay ninguna de las grandes orquestas a nivel mundial. Se podría disentir respecto a la Orquesta del Mariinsky, pero recordemos que es una formación que se pliega a los caprichos egocéntricos de su director titular (el más reciente una integral Prokofiev en Londres en solo 3 días), que la somete a agotadoras giras, con lo que el nivel de sus conciertos es imprevisible, alternando entre lo sublime y lo improvisado. Otras orquestas no le permiten esos excesos a Gergiev, y entonces se puede disfrutar sin riesgos de la genialidad del director ruso, como sucedió el año pasado con la Filarmónica de Munich, también dentro de la temporada de Ibercamera.
La primera cita sinfónica contó con la participación de la SWR Orquesta Sinfónica de Stuttgart, bajo la dirección de Christoph Eschenbach. A pesar de que en la web de Ibercamera nos hablan del esperado debut de la “Orquesta Sinfónica de Radio Stuttgart, una de las más prestigiosas instituciones musicales europeas que se ha formado bajo la batuta de directores como Furtwängler, Celibidache, Solti, Kleiber o Prêtre”, debemos recordar que esta orquesta como tal ya no existe, y que la que nos visitó es la fusión de ésta con la Orquesta sinfónica SWR. Se trata sin duda de una orquesta igualmente de gran calidad, pero las cosas se deben vender por su nombre. De todos modos, el concierto era prometedor, especialmente por el repertorio, que incluía el poco programado Concierto para piano en sol mayor de Ravel y la popular Quinta Sinfonía de Mahler, con el añadido de contar con un especialista mahleriano en el podio. Pero lo que podía haber sido una lucida inauguración se quedó en triple fracaso: ni el pianista Tzimon Barto, ni la orquesta, ni el director estuvieron a la altura.
Empecemos con el pianista. El estadounidense Tzimon Barto solo tiene de expresivo el gesto. Su sonido tiene poca proyección y el fraseo resulta monótono. Eso quedo claro durante el delicado segundo movimiento, cuando concentrado en conseguir un sonido sutil se olvido de hacerlo interesante. Su excesivo rubato no ayudo a dar coherencia a su interpretación. A pesar de todo fue bastante aplaudido y ofreció de bis un Bach acompañado por la orquesta. Se agradece que en el ritual de las propinas se incluya a la orquesta, pero en esta ocasión no resultó una feliz decisión, ya que la interpretación de Eschenbach resultó tan poco barroca como el rubato de Barto.
El Concierto de Ravel es una pieza que permite el lucimiento de las diversas secciones de la orquesta, pero en esta ocasión puso de manifiesto que el nivel era muy dispar. Por un lado algunos de los músicos destacaron por sus brillantes intervenciones, en especial el solista de trompa -que interpretó con un sonido delicioso un solo terriblemente difícil- y el de corno inglés -que exhibió uno de los fraseos más musicales que jamás haya escuchado en directo, gracias a un perfecto dominio del legato. Por otro lado, otros músicos presentaron deficiencias, como el solista de clarinete -con un legato mejorable y un sonido que se rompió en alguna ocasión al articular en el registro agudo- o varias maderas que entraron demasiado fuerte, rompiendo el equilibrio dinámico del momento.
Las irregularidades de la orquesta se mantuvieron en menor medida en la segunda parte del programa, con la Quinta de Mahler, empezando por la llamada en solitario inicial de la trompeta que sonó plana y con un sonido tosco. Pero el mayor fallo en esta segunda parte fue el planteamiento de Eschenbach. Si en la primera no estuvo precisamente inspirado, en la segunda parecía que su único objetivo fuera impresionar por la fuerza bruta. Con los metales tocando constantemente de forte a fortísimo, la cuerda no tenia opción de ganar la batalla de decibelios y estuvo prácticamente ausente en toda la sinfonía. Solo en el famoso adagietto las cuerdas se quedaron sin competencia, pero Eschenbach insistió en su versión para duros de oído y se mantuvo en un volumen excesivo, sin generar una progresión clara que diera interés al movimiento. El resultado fue una versión descompensada y aburrida. Sin embargo el público respondió con entusiasmo a tal exhibición de fuerza y, sin hacerse rogar demasiado, Eschenbach lo agradeció con una propina ligera de Smetana.
La sensación final fue de gran decepción, como si hubiéramos asistido a un bolo sin importancia para la orquesta, que ofreció una lectura superficial, casi a vista, de las obras. No tengo ninguna duda de que el nivel de la orquesta es mucho mejor del que mostraron, y también de que Eschenbach puede ofrecer una versión mejor planteada y cuidada de las obras. Pero en Barcelona, por algún motivo, no tuvimos la suerte de poderlo comprobar.
Ficha
Martes 15 de noviembre, 2016. L’Auditori, Barcelona.
INTÉRPRETES
SWR Orquesta Sinfónica de Stuttgart
Christoph Eschenbach, director
Tzimon Barto, piano
PROGRAMA
- RAVEL, Concierto para piano en sol mayor
- MAHLER, Sinfonía núm. 5