Nacho Vigalondo no lo pone fácil. Sus obras suelen ser tan originales que dificultan clasificación alguna. No obstante, ese no es mi trabajo ni mi fuerte. Quedémonos con algo: si Colossal roza algo es, en todo caso, la genialidad.
Los mensajes del nuevo film de Vigalondo parecen simples, casi naíf. Pero, sin embargo, la ejecución se antoja magistral. A través de una poderosa interpretación de Anne Hathaway como protagonista, Colossal nos habla de como, a menudo, algunas vidas destinadas a ser «grandes» se automutilan y, por tanto, se vuelven carne de cañón para aquellos que teniendo vidas «pequeñas» se envalentonan con facilidad.
No es sencillo aunar ciencia ficción con lo hilarante y, a la vez, transmitir cierta grandiosidad en lo comunicado. En Gloria, nuestra protagonista, uno observa ciertos problemas que parecen tener su culmen en el alcoholismo. Pero hay pocos retazos dramáticos en esta chica: no es una borracha arquetípica. Sus frecuentes «amnesias» incitan más a la irrisión que a la pena. Sin embargo, no podemos dejar de comprender que, bajo la superficie de estos problemas, se observa un temor al recuerdo. Pero no al recuerdo de un pasado lejano. Más bien: al recuerdo de lo que ella debe hacer ahora para vivir la vida que siempre quiso vivir.
A través de Gloria y su antagonista/Álter ego (Oscar), vemos una lucha entre querer volar y la pulsión de querer cortarse las alas. Mirar abajo no es aquí sinónimo de miedo sino, más bien, de saber afrontar toda perspectiva que envuelve la vida. O tal vez, no esté dando ni una. Quizás sea una licencia que yo me de aquí porque me cuesta poder hablar de esta película.
Habida cuenta de las dificultades descritas, mi más sincera recomendación es que la película sea vista, porque, en todo caso, no dejará indiferente a nadie. Y así, quizás, se me entienda cuando digo que es una obra que se comprende de inmediato sin poder terminar de explicarla nunca.