Se respiraba un ambiente de máxima expectación en la sala de la Royal Opera House de Londres antes de empezar la segunda función de Otello de Giuseppe Verdi, con Jonas Kaufmann en el rol titular. Si el historial de cancelaciones del bávaro convierte la compra de entradas para sus esperadas actuaciones en deporte de riesgo, la reciente mala racha de la ROH (incluida la polémica baja de Ludovic Tézier como Jago) no ayudó a tranquilizar a un público que agotó las entradas el mismo dio que se pusieron a la venta. No es extraño que se percibiera una sensación de respiro al ver aparecer al tenor justo antes del triunfal Esultate!
La primera intervención era clave para zanjar, después de mucha especulación, la cuestión que preocupaba incluso a los más acérrimos fans: ¿sería capaz Kaufmann de aportar la rotundidad y seguridad vocal que se espera del personaje? Su timbre, oscuro y viril, es ideal para Otello, pero su voz nunca ha destacado por su volumen, y los recientes problemas de salud no juegan a su favor. Precedido por una impactante introducción de la orquesta y el coro, Kaufmann entonó el Esultate con un volumen discreto, cierto, pero perfectamente audible, y con una seguridad y solidez que descartaban todo motivo de preocupación.
Kaufmann es un cantante listo y a pesar del riesgo que supone asumir un rol que, a priori, no es ideal para su instrumento, no cae en las trampas y lo lleva a su terreno, huyendo de interpretaciones estentóreas y monolíticas, aunque la autoridad del general victorioso está allí cuando hace falta. Solo flaqueó en la escena con Jago al final del acto segundo, intentando, sin éxito, recrear la brutalidad de otros famosos intérpretes. Paradójicamente, su proyección se resintió, exhibiendo un volumen inferior que en otros momentos de la representación. Probablemente cuando se sienta más cómodo con el papel logrará convencer también en esta crucial escena.
Algunos críticos lo tildan de crooner –ignorando que la partitura contiene más pianísimos de los que realizan la mayoría de tenores- pero su interpretación, sensible y coherente además de fiel a la partitura, aporta interesantes matices en la línea de la producción de Keith Warner, que propone un Otello blanco. Al eliminar -o por lo menos disimular- el componente racial y de clase, las inseguridades de Otello deben provenir de su interior. El gobernante orgulloso y confiado del inicio deja paso a un hombre frágil e inseguro en la intimidad, que se tumba en el regazo de la maternal Desdemona mientras trata de asimilar nuevos aspectos de las relaciones humanas que le eran desconocidos. De ahí que sea una víctima tan fácil de las maquinaciones del astuto Jago que lo llevan al colapso. Kaufmann muestra convincentemente la lucha interna y el derrumbamiento mental de Otello, tanto con su expresiva interpretación vocal como con una elogiable actuación escénica. Baste mencionar, como ejemplo, la conmovedora y convincente sinceridad con la que cantó la falsa frase de reconciliación con Desdemona en el acto tercero (‘Datemi ancor l’eburnea mano, vo’ fare ammenda’, ‘Vuelve a darme tu mano de marfil, quiero disculparme‘), cuyo brutal contraste con el desprecio del insulto que sigue (‘Vi credea quella vil cortigana che è la sposa d’Otello‘, ‘Te creía esa vil cortesana que es la esposa de Otello’) dejaba claro que, infectado por la maldad de Jago, había adoptando su ambivalente carácter.
Si Kaufmann se caracteriza por su inteligencia y buen gusto, Marco Vratogna es todo lo contrario. Su Jago no resultó tan basto como lo fue en el Liceu la pasada temporada (acaso sea la influencia de los buenos músicos que le acompañaban en Londres), pero en su interpretación no se percibe la ambigüedad del personaje, necesaria para entender que todo el mundo sucumba a sus maquinaciones y reflejada tan claramente en la partitura (magistral la explicación de Pappano al piano al respecto). El Jago de Vratogna no engaña, es directo y malvado todo el rato, sin disimulos (al menos vocalmente), y con ello, a pesar de lograr momentos intensos, destroza el efecto de su parte. Su emisión es poderosa (y eso siempre gusta) pero agresiva y descuidada, con ataques bruscos y una resolución sucia de las senzillas agilidades que requiere el papel (los trinos o los tresillos burlones, como en la frase ‘stolto è chi s’afffoga per amor di donna‘). Le falta la elegancia y la solidez en la línea vocal que requiere el canto verdiano. Se echó de menos a Tézier.
Quien mejor representó el prototipo de canto verdiano fue la soprano Maria Agresta, interpretando convincentemente a una Desdemona sin más pretensiones que las que el personaje -el más simple de la trama- permite: tierna, juvenil, algo ingénua y profundamente enamorada de Otello. Para ello Agresta se valió de una técnica impecable y una voz en plena forma, que rezuma juventud y espontaneidad y se mueve fácilmente por todo el registro y por todo el espectro dinámico sin romper el exquisito legato. El resto del reparto cumplió su cometido a la perfección, destacando la Emilia de Kai Rüütel, el Cassio de Frédéric Antoun, y el Roderigo de Thomas Atkins.
Aunque la verdadera alma de la representación fue de nuevo la inspirada dirección musical, que atrapó al público desde la primera nota a la última. Es increíble como Antonio Pappano logra generar tal intensidad dramática y emocional desde el foso sin decaer ni durante un solo compás, y además manteniendo en todo momento una transparencia prodigiosa sin perder densidad sonora. Podemos enumerar algunas claves de la efectividad de su dirección: unos graves poderosos y envolventes (se podía notar perfectamente la fricción de los arco en los contrabajos); ataques incisivos, como por ejemplo en el acorde inicial del Credo de Jago; un fraseo lleno de intención; máxima atención a todos los detalles de la partitura para que se oigan todas las voces en su justa medida; y un ritmo fluido y flexible, todo ello al servicio de la obra. Parece fácil y evidente, pero por desgracia no lo es. Pappano combina una musicalidad desbordante con un profundo conocimiento de las obras que aborda y la habilidad para comunicar ese conocimiento a los que le rodean – tres virtudes que raramente coinciden en la misma persona y que lo convierten en uno de los directores más versátiles y admirados de la actualidad. No sorprende que Kaufmann decidiera guardar Otello para la ROH, sabiendo que contaría con su ayuda e inspiración.
La propuesta escénica de Keith Warner ilustra con éxito la progresiva degradación del protagonista, con unos movimientos escénicos eficaces que insisten en su tormento interior y su ineptitud para relacionarse fuera del campo de batalla. La oscuridad es el tono dominante, con los escasos momentos luminosos asociados a la influencia benigna de Desdemona. El mayor acierto son los decorados de Boris Kudlička, que adquieren protagonismo como representación visual de las intrigas de Jago. La estructura en forma de túnel está dividida en tres segmentos paralelos a la boca del escenario que se desplazan lateralmente de forma independiente. Ello permite crear sugerentes imágenes, como en el duo final del primer acto, con la habitación nupcial en alto a la izquierda, escondida por una celosía, y el túnel formado por la estructura enfocado hacia el cielo estrellado a la derecha. Pero su papel también es dinámico, desplazándose de forma cruzada para representar la desorientación y el desequilibrio que experimenta Otello ante los ardides de Jago. Otro elemento importante del decorado son las celosías, símbolo perfecto del drama que se desarrolla en el escenario. Tienen por supuesto una función práctica, pero sobretodo simbolizan toda la red de mentiras y equívocos, así como la mirada sesgada de Otello, que en las palabras y acciones de Desdemona solo reconoce los indicios que sus sospechas le impulsan a buscar. Aparentemente la propuesta también pretende explorar las relaciones entre moros, turcos y occidentales en el tiempo de Shakespeare, pero si lo hace no es nada evidente.
- Otello se representará en la ROH hasta el 15 de julio.
- La función del próximo miércoles 28 de junio será retransmitida en directo en cines de toda España.
- Sábado 24 de junio de 2017, Royal Opera House, Londres
Otello. Música de Giuseppe Verdi. Libreto de Arrigo Boito, basado en la obra de William Shakespeare.
Director de escena – Keith Warner
Decorados – Boris Kudlička
Vestuario – Kaspar Glarner
Iluminación – Bruno Poet
Movimiento – Michael Barry
Director Musical – Antonio Pappano
Otello – Jonas Kaufmann
Desdemona – Maria Agresta
Jago – Marco Vratogna
Cassio – Frédéric Antoun
Roderigo – Thomas Atkins
Emilia – Kai Rüütel
Montano – Simon Shibambu
Lodovico – In Sung Sim
Heraldo – Thomas Barnard
Coro – Royal Opera Chorus
Orquesta – Orchestra of the Royal Opera House