por Cultural Resuena | Dic 20, 2015 | Críticas, Música |
«Moriré sin venganza, pero muero.
Así, aún me agrada descender a las sombras. ¡Que los ojos del dárdano cruel
desde alta mar se embeban de estas llamas y se lleve en el alma
el presagio de mi muerte!»
Virgilio, Eneida IV
Es innegable la conexión entre el discurso barroco y la exuberancia; esa espiral de chiaroscuros danzantes. Con la mirada vuelta hacia el norte de África; Anna Prohaska e Il Giardino Armonico proponen una travesía exótica al corazón de la ópera barroca. El resultado es la urdimbre de African Queens, un programa inteligentemente diseñado para entrelazar musicalmente poco menos de dos siglos y cuyo doble hilo conductor son las figuras míticas de las “African Queens”: Dido y Cleopatra.
Poder, seducción, elegancia y feminidad son las palabras claves para comprender la interpretación de la joven soprano austríaca. Prohaska deleita con una rendición balanceada y consciente, sus recursos vocales son empleados con suma inteligencia para lograr retratos diferenciados de las reinas; una Didone de Cavalli se contrapone a la Dido de Purcell, una Cleopatra de Hasse observa a su doble handeliana; ambas con un sino doloroso empero caracterizadas por medio de un discurso musical antípoda. Así mismo, el conocimiento estilístico de Giovanni Antonini y sin duda la excelencia de Il Giardino Armonico, recrean la atmósfera idónea para ésta travesía barroca.
El viaje comienza con la Obertura de Dido & Aeneas de Herry Purcell en conexión con el aria Ah Belinda, I’m pressed with torment, donde se destaca una elegante elección para el desarrollo del basso continuo y una impecable ejecución y dicción por parte de Prohaska. Durante los aproximados 45 minutos que conforman la primera sección, se entrelazan eclécticamente las arias de Antonio Sartorio y Daniele da Castrovillari (autores de la escuela veneciana del seicento), la interesante Dido, Königin von Karthago de Christoph Graupner y los genios ingleses Henry Purcell y Matthew Locke. De este último cabe destacar la selección instrumental de The tempest (música incidental para la obra homónima de William Shakespeare); Gallard, Lilk y Curtain Tune son ejecutadas con madurez y conocimiento estilístico, sus disonancias deleitan tanto en conflicto como en resolución. Por su parte Sartori y da Castrovillari introducen un nuevo personaje al entramado del programa: la reina Cleopatra. Mientras que Sartorio la describe sensualmente a través Quando voglio, un aria rítmica y lúdica; da Castrovillari la viste de severidad real en el lamento A Dio regni, a Dio scettri.
Es necesario hacer un paréntesis ante la obra de Christoph Graupner. No es de extrañar el uso intercalado de idiomas entre aria, recitativo o coros (ya sea alemán, italiano o francés) en los inicios de la ópera de Hamburgo (un buen ejemplo el Orpheus o La maravillosa constancia del Amor de G.P. Telemann). Este eclecticismo verbal se observa en la Dido, Königin von Karthago de Graupner que sin duda le otorga un carácter doblemente exuberante; el exotismo africano aunado al despliegue de afectos barrocos a través de diversas lenguas.
La complejidad de la segunda parte no recae únicamente en el virtuosismo vocal e instrumental, sino en su congruente estructura y conexión entre las obras. Se inaugura con el concerto grosso en Do menor, op. 6 núm. 8 de G.F. Händel, cuyo movimiento cuarto cita musicalmente al aria Piangeró la sorte mia. He ahí una prolepsis de la selección vocal, un ir y venir entre los fuegos artificiales de Hasse y Händel, siendo ejemplos de un barroco maduro. Entre cambios de programa (Sonata quinta a quattro de Castello en Re) y una retrospectiva a la seconda practtica con la Didone de Cavalli, el programa cierra con una increíble conexión entre la Passacaglia de Luggi Rossi y una última selección de Dido y Aeneas: Oft she visits y Thy hand, Belinda… When I am laid. “African Queens” ha comenzado con la obra de Purcell y cíclicamente termina su viaje por un exotismo barroco. Como bis, Prohaska y Antonini regalan otro memento de Purcell y encore un fois la prometida y citada aria: Piangeró la sorte mia.
En tiempos de propuestas programáticas es agradable toparse con un programa inteligente, desafiante sin abordar lo pretencioso. Una vez más Giovani Antonini e Il Giardino Armonico demuestran su excelencia y gran conocimiento entorno a la música vocal. Por otro lado, Prohaska ofrece una fresca visión vocal: elegante, inteligente y dispuesta a explorar repertorios desafiantes y poco explotados. La travesía ha terminado, en el silencio descansan las reinas.
Por Denise Reynoard
por Cultural Resuena | Dic 3, 2015 | Críticas, Música |
L’Auditori, 28 de noviembre de 2015
Orquestra Simfónica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC)
Director: Salvador Brotons
Clarinete solista: Víctor de la Rosa
Programa: Samuel Barber, Adagio para cuerdas, op. 11; Aaron Copland, Concierto para clarinete y orquesta; Sergei Prokofiev, Romeo y Julieta (selección): Montescos y Capuletos – La joven Julieta – Fraile Laurence – Escena – Madrigal – Minuet – Máscaras – Romeo y Julieta antes de separarse – Danza de las jóvenes Antillanas – Romeo delante de la tumba de Julieta – La muerte de Tibaldo.
El programa que en esta ocasión interpretó la OBC en la sala 1 de l’Auditori estaba formado por obras de estilos muy diversos (neorromántico, jazz, neoclásico…), todas ellas compuestas en la primera mitad del siglo XX, dando lugar así a un concierto de una gran variedad de matices y colores.
La orquesta inició la primera parte con el intenso Adagio para cuerdas del americano Samuel Barber, en el que mostró una gran efusividad y un buen balance en las cuerdas. Se trata de una pieza que contiene una música pura y evocadora en que la tensión y dramatismo va aumentando poco a poco a medida que va transcurriendo la obra, una pieza “sin intención ni pretensión de explicar nada, pero con capacidad de conmover”, como decía Josep Pascual en el programa de mano. Sin embargo, el empuje que le dio Brotons en su interpretación pareció algo sobreactuado ya que, para conseguir un mayor dramatismo y expresividad, los matices se delimitaron dentro del rango de forte a fortissimo y se incorporaron acentos no escritos en la partitura, dándole un carácter un poco teatral.
La siguiente obra que interpretó la OBC tiene tintes jazzísticos. Estamos hablando del Concierto para clarinete y orquesta del también americano Aaron Copland, obra compuesta por encargo de uno de los clarinetistas de swing más famosos a mediados de los años 30, Benny Goodman. Esta obra, que fue compuesta de forma exclusiva pensando en las capacidades y el estilo del intérprete, contiene dos movimientos (una canción lánguida y un rondó jazzístico) conectados por una cadencia “que le da al solista la oportunidad de demostrar sus virtudes”, como dijo el mismo Copland. También se le añadió a la instrumentación clásica de la orquesta los característicos timbres del arpa y el piano que le dan un toque de dinamismo y diversidad a la pieza. El rol de intérprete solista lo tomó Víctor de la Rosa, un rol que supo cumplir demostrando musicalidad, un sonido cuidado y en general, una ejecución correcta, aunque en el primer movimiento se le notara un poco de inestabilidad en algunos momentos, provocando que en ocasiones fuera eclipsado por la orquesta. Sin embargo, este momento de vacilación fue compensado cuando el solista demostró su destreza en la cadencia y en el virtuoso segundo movimiento. Para terminar, de la Rosa tocó como bis una transposición del Adagio de la Primera Sonata de J.S.Bach para violín, una interpretación no exenta de buen gusto, aunque una curiosa elección dado el extenso repertorio del instrumento.
La orquesta demostró mucha más presencia en la segunda parte, con la obra más extensa y evocadora del programa: una selección de Romeo y Julieta de Prokofiev. Este ballet, que tardó varios años en representarse porque fue declarado “imposible de bailar” por su complejidad rítmica, fue la base de diversas suites orquestales del mismo compositor y destaca por el lirismo y elegancia de los temas y armonías, que evocan todo tipo de imágenes y escenas de los amantes inmortales de Shakespeare. La orquesta recreó con la magnífica música del compositor ruso algunas de estas escenas, destacando en La joven Julieta, por su musicalidad y delicadeza, en la escena de Romeo delante de la Tumba de Julieta por la expresiva sonoridad de la cuerda y en la Muerte de Tibaldo por el virtuosismo y solemnidad de la cuerda y los vientos metales. El público aplaudió con entusiasmo la apasionada versión de Brotons, con la que concluyó el variado recorrido sonoro por la primera mitad del siglo XX de la mano de tres de sus compositores más importantes.
Por Irene Serrahima Violant
por Cultural Resuena | Sep 24, 2015 | Críticas, Música |
Hacía ya seis años que Steven Wilson no visitaba Barcelona; seis años y cuatro discos en solitario a sus espaldas desde que llenó con Porcupine tree el Sant Jordi Club un 23 de noviembre del 2009. Esta vez, en la sala Barts, Wilson vino a presentar su premiado Hand, cannot, erase, quizá su trabajo más solar y optimista; quizá su trabajo menos reconocible e irregular.
Diez minutos antes de comenzar el concierto, la sala Barts ya estaba repleta de melómanos expectantes que no estaban dispuestos a perderse un ápice de este espectáculo multisensorial que posiblemente esté más cerca del cine de vanguardia que de un “simple” concierto de música. Durante la espera, las imágenes de un suburbio deprimido se proyectaron en la pantalla gigante del escenario, dejando entrever la temática que cohesionaría el show: la heroína de Poe que revive sus interiorizaciones de infancia y sueña con un baño de rayos solares en el interior de una pequeña célula de una colmena suburbial.
Con puntualidad británica el concierto dio comienzo a las 20:30h y ya desde ese momento pudimos prever que lo por venir quedaría prendado de un elixir acústico que quizá sólo se pueda definir de un modo: sonido y puesta en escena.
El show (me cuesta llamar concierto a este espectáculo) tuvo dos partes bien diferenciadas. En la primera repasó el repertorio de su último disco intercalado con algunas sorpresas como un tema nuevo aún por editar, “Lazarus”, uno de los grades éxitos de Porcupine, y una versión muy alejada de la original (casi un remix) de Index de “Grace for drowning”. También hubo tiempo para algunos intercambios de palabras con el público en plan humor británico: “Esta es mi guitarra signature, suena de coña, así que ya sabéis en que gastaros el dinero en navidad” o “a parte de aquella chica que ha venido con su novio, ¿Hay alguna otra en la sala? ¿Por qué mi música no le gusta a las mujeres?” o “¿Por qué coreáis tanto las canciones de Porcupine? ¿Es que no os gustan las nuevas?”. La segunda parte comenzó con la caída de un velo que dejaba entrever a los músicos en sombras, un velo y unas sombras que nos retrotraerían su época más gloriosa de Porcupine Tree, la que va desde “In Absentia” a “Fear of a Blank Planet. Con The Raven That Refused to Sing finiquitó el espectáculo de una forma redonda.
También nos gustaría referirnos de nuevo a su sonido en directo; un sonido donde las notas fluían sobredimensionadas en comparación con los discos, las canciones devenían más oscuras e intensas si cabe, la electrónica tomaba un roll protagónico y el virtuosismo y la profesionalidad de los músicos aparecía en un plano más evidente. Y así la música se expandió panorámicamente, envolviendo al púbico hasta llenarlo.
En cuanto a los músicos nada que decir que no sepamos de Adam Holzman; esos ritmos imposibles a los teclados y sus sólos psicodélicos con el moog y el hammond electrónico. Por su parte, Nick Beggs tocó el bajo con su contundencia característica, pero fue con el stick que mostró su maestría; a parte de acompañar con unos coros estridentes y agudos que servían como contrapunto a la voz de Wilson. Craig Brundell estuvo también a la altura (¡Y vaya altura!) a pesar de no ser su batería habitual. Quizá el que menos transmitió fue Dave Kilminster. Aunque es un gran músico e interprete, no tocó sus propios solos. Y fue así como echamos un poco de menos al carismático guitarrista Guthrie Govan; un habitual en los trabajos en solitario de Wilson.
En resumen, un concierto, un show, un espectáculo que duró de más de 2 horas a pesar de sentirlo con la brevedad de una cabeza de alfiler temporal: los allí presentes queríamos más y más… ¡y más! Por ello creo que en las postrimerías, frente a los títulos de crédito, mientras la sala se vaciaba lentamente, se compartía una impresión: ¡un concierto sublime en todos sus aspectos! Esperamos que Steven Wilson se acerque por Barcelona pronto porque sin duda nos volverá a dejar mudos: esa postura imprescindible para la escucha.
Setlist:
- First Regret
- 3 Years Older
- Hand Cannot Erase
- Perfect Life
- Routine
- Index
- Home Invasion
- Regret #9
- Lazarus (Porcupine Tree)
- Harmony Korine
- Ancestral
- Happy Returns
- Ascendant Here On…
- Temporal (Bass Communion) + The Watchmaker
- Sleep Together (Porcupine Tree)
- The Sound of Muzak (Porcupine Tree)
- Open Car (Porcupine Tree)
- The Raven That Refused to Sing
Xavi Serrat e Isaac Varga
por Cultural Resuena | Sep 3, 2015 | Artes visuales, Críticas |
La Alte Nationalgalerie de Berlín acoge hasta el 20 de septiembre una antología pictórica en un intento (fructífero) de hacer ver las similitudes entre dos estilos pictóricos, aparentemente distintos: impresionismo versus expresionismo, el final del siglo XIX contra el comienzo del XX.
El impresionismo – nacido de la mano francesa en la postrimería del siglo XIX: Manet, Monet y un largo etcétera a veces olvidado (Cézanne, Renoir, Degas…) – rompió con la tradición academicista y salió de talleres y estudios para beber de la luz natural. La luz fue la revelación del momento, y con ella afloraron otros motivos, que no se limitaron solamente a la naturaleza, como una visión limitada de Monet podría hacernos malentender. La vida social fue la otra clave del impresionismo. Degas nos dejó espiar cómo se cambiaban y ensayaban las bailarinas, Cézanne nos trajo la vida de los cafés parisinos y Renoir nos hizo participar en las soirées del Moulin de la Galette. El fin-de-siècle supuso también un cambio en lo tocante a la moral, que ya se venía gestando de un tiempo a esa parte: lo privado e íntimo deja de ser tabú, la mujer se emancipa y la familia abandona ese posado hierático y pasa a ser un grupo de personas que quiere disfrutar del tiempo libre, del ocio. De esto se supieron aprovechar los artistas (y las artistas) de la época. Las bañistas de Cézanne son un claro ejemplo. También los retratos individuales y de familia son opuestos a los de épocas anteriores: los chicos corretean, los amantes se intuyen bajo miradas poco disimiladas y las mujeres dejan de obedecer la mirada férrea del marido y se muestran desenvueltas e independientes.
El impresionismo abrió, pues, una puerta: la puerta de la independencia. Pronto hubo otros artistas a quienes las nuevas formas – demasiado clásicas en cuanto a figuras y composición, dirían – se quedaron cortas y quisieron explorar otros derroteros. Así, la preponderancia de las formas geométricas de Cézanne acabó dando lugar al cubismo; el uso del color de Gauguin, al fauvismo, y la pasión y el sentimiento de Van Gogh o Munch dieron lugar al expresionismo. Esta última transición puede apreciarse en la exposición que nos ocupa, pues impresionistas y expresionistas se muestran uno al lado del otro, dejándonos ver la idean congenial de ambos movimientos: la vida (pública o privada).
- Camille Pisarro: el Boulevard Montmartre por la noche, 1897
Las similitudes de ideas iniciales y motivos se rasgan y desvanecen, sin embargo, en la ejecución de las obras. Baste comparar la representación de dos calles que hicieron Camille Pisarro (el Boulevard Montmartre por la noche, 1897) y Ernst Ludwig Kirchner (la Nollendorfplatz, 1912). El primero bebe todavía de la Academia; el segundo – ya no circunscrito al ambiente parisino – hiere a la vista ante la falta de perspectiva, planos o puntos de fuga. Estos son banales. Lo que importa es expresar el ajetreo, el caos, se podría decir, de las calles de Berlín: transeúntes, coches, tranvías superpuestos unos con otros, fachadas apenas esbozadas sin saber cuáles están delante y cuáles detrás. Sentimiento que causa zozobra en el espectador y que tuvo un gran impacto en la sociedad de la época, hasta influenciar el cine alemán de los años veinte (Fritz Lang, El testamento del doctor Mabuse; Robert Wiene, El gabinete del doctor Caligari).
- Ernst Ludwig Kirchner: Nollendorfplatz, 1912
Desde 1896, la Nationalgalerie de Berlín fue el primer museo que empezó a coleccionar lienzos impresionistas bajo la dirección de Hugo von Tschudi (anticipándose a los museos parisinos), y fue su sucesor, Ludwig Justi, quien en 1918 emprendió la adquisición de pinturas expresionistas. Ahora, ambas colecciones se exhiben conjuntamente (junto con obras prestadas por diferentes museos) en una exitosa exposición que reúne más de 160 obras firmadas por artistas franceses y alemanes, y que se muestran, no cronológicamente, sino por temática, yuxtaponiendo ambos estilos y logrando una mejor comparación.
Albert Fernandez Chafer
por Cultural Resuena | Jul 26, 2015 | Artículos, Cine |
Si los dos primeros días de Comic-Con fueron intensos, los dos últimos concentraron grandes dosis de superhéroes, terror y mucha fantasía.
Día 3
El sábado 11 fue el gran día del cómic, el día en que dos grandes estudios desenfundaron sus mayores armas para un duelo de titanes.
Por su parte, Warner Bros presentó su “Batman vs. Superman” con un panel estelar que incluyó su director Zack Synder, Henry Cavill (Superman), Ben Affleck (el nuevo Batman en sustitución de Christian Bale), Amy Adams (Lois Lane), Jesse Eisenberg (Lex Luthor) y Gal Gadot (Mujer Maravilla). Por otra parte, el elenco de Suicide Squad dejó el rodaje por unas horas para hacer acto de presencia ante el público y presentar un enigmático tráiler.
TRÁILER: https://www.youtube.com/watch?v=WI3hecGO_04
Personalmente, creo que Fox ganó de goleada este duelo, con proyectos mejor estructurados y elencos más atractivos, pero como ocurre siempre en el mundo del espectáculo, el público dará su veredicto cuando lleguen a los cines.
“Deadpool” ofreció un maravilloso tráiler, irreverente, divertido, que enloqueció al público y pidió a gritos un “bis”. Ryan Reynolds, su protagonista, pidió a la organización que lo repitiera y para el deleite del personal, la petición fue concedida.
También fueron muy interesantes los paneles de “Los Cuatro Fantásticos” (de estreno inminente), “X-Men: Apocalypse” y se dieron pistas sobre “Gambit” y (posiblemente) la última entrega de Lobezno.
Dejando atrás los paneles dedicados a los cómics y superhéroes, el terror también tuvo su importancia en este tercer día. El reparto de “Crimson Peak” también hizo su presencia en San Diego. Capitaneado por el director Guillermo de Toro y su trío protagonista, Mia Wasikowska, Tom Hiddleston y Jessica Chastain, hablaron delicias de esta esperada película que nos lleva de regreso al terror elegante gótico-victoriano.
TRÁILER: https://www.youtube.com/watch?v=oquZifON8Eg
Y más terror pero con un toque literario: una enésima versión del clásico de Mary Shelley, “Victor Frankenstein” protagonizada por James McAvoy y Daniel Radcliffle, y un toque zombie al “Orgullo y Prejuicio” de Jane Austen, con “Pride and Prejudice and Zombies”.
El tercer día se cerró con mucha acción con “The Man from U.N.C.L.E, la segunda parte de la saga de “El Corredor del Laberinto”, una nueva entrega de “Hitman” y lo que Quentin Tarantino nos tiene preparado para “The Hateful Eight”.
Día 4
Había resaca del día anterior después de los interesantísimos paneles de la recién cancelada “Hannibal” y el mundo de fantasía que augura oscuridad de “Once Upon A Time”, pero el último día de Comic-Con no fue menos espectacular que el anterior, ya que estuvo centrado únicamente a las series que ocuparán nuestro tiempo libre en los próximos meses. Una de la más esperadas es “Heroes Return”, que es una secuela de la serie del año 2006, “Heroes”. También se dieron pistas de las nuevas temporadas de “The Strain”, The Vampire Diaries”, “Scream Queens” y “American Horror Story: Hotel”.
Por Olga Parera Bosch