Este año se celebra el 450º aniversario del nacimiento del compositor Claudio Monteverdi. Coincidiendo con esta conmemoración, Nórdica Libros ha reeditado el libro Órficas de Francesc Capdevila, conocido artísticamente como Max, quien en 2007 ganó el Premio Nacional de Cómic. El protagonista de este polifacético libro es el héroe de la Antigua Grecia Orfeo.
El eje central de este trabajo es el mito de Orfeo. Este es considerado según la mitología griega como hijo del dios Apolo y según otras versiones como el humano que llegó a convertirse en el dios Dioniso (Baco, en la antigua religión romana) tras su muerte. Numerosos filósofos, poetas y artistas han plasmado desde la Antigüedad su visión de este mito. En este libro se recogen algunas de ellas y las del propio Max, en forma de textos, dibujos y un cómic sobre este héroe que desafío al mismo dios de la muerte en su reino, el poderoso Hades.
Orfeo poseía poderes que llegaban a curar y ensimismar a cualquier criatura, divina o no, con su música, tanto al cantar como al tañer su lira (uno de los símbolos de Apolo). Este mortal se enamoró de Eurídice con quien se casó pero ella murió al ser mordida por una serpiente. En su desesperación y movido por el profundo amor que la profesaba, Orfeo llegó al mismo corazón del Inframundo donde conmovió a la esposa de Hades, Perséfone, y al propio dios del infierno. Este le permitió salir de allí con Eurídice con la condición de que no la mirara hasta salir de aquel lugar. Sin embargo, en el instante en el que iban a salir, Orfeo se giró para mirarla y ella se desvaneció. Tal fue su desconsuelo por haber perdido por segunda vez y para siempre a su esposa, que lloró amargamente durante mucho tiempo y desconsolaba a cualquiera que escuchara su música. No hizo caso a las mujeres que se le presentaron y debido a esta afrenta, las tracias y las macedonias se vengaron matándole y descuartizándole. Es así como según algunas versiones llegó a convertirse en un dios.
Este libro se divide en tres partes. La primera se titula «El texto de Epiménides». Aquí, Max nos muestra su recorrido personal desde que descubre el cuadro Orfeo (1865) de Gustave Moreau en el Museo del Louvre en París.
Poco a poco se da cuenta de que lo que le llama la atención es la interrelación entre los ojos de los personajes. ¿Se trata de un espejo? Este autor tendrá que verse a través de varios espejos para seguir descubriéndose a sí mismo mientras investiga sobre el mito de Orfeo. En su bagaje intelectual en torno a esto, el filósofo y poeta Epiménides y su paradoja reaparecen una y otra vez. ¿Qué nos mostró y qué nos quiso mostrar este sabio? Max nos los va narrando con sus propias experiencias, dibujos que hacen alusión a la mitología griega y citas de la Antigüedad clásica.
En «Katábasis», cuyo significado es descenso, nos narra este mito desde su punto de vista a través del cómic. En él nos sigue mostrando a Orfeo desnudo por fuera pero sobre todo por dentro. Vemos y notamos su amor, su miedo, su desesperación, la incertidumbre, sus dudas que llegan a hacer que pierda aquello que más ama. ¿Es posible que los demonios no provengan solamente de las profundidades del averno?
La última parte del libro es «L’Orfeo de Monteverdi«. En ella aparece el libreto de esta ópera y podemos leerla tanto en italiano -idioma original- como su traducción en español. Esta ópera cuyo subtítulo es Favola in musica, fue una de las primera de la historia y se estrenó en 1607 en Mantua durante la celebración del Carnaval. La música ayuda a resaltar el significado de la trama y de cada una de las partes, así como el desarrollo de los personajes y acontecimientos, dotándole de aún más dramatismo a los lamentos de Orfeo.
Este libro se trata de una inteligente visión del mito de Orfeo a través de un recorrido artístico, histórico y personal que en ocasiones nos plantea aún más interrogantes de los que llega a responder en esa búsqueda constante del autoconocimiento.
El 24 de noviembre la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española (RTVE) interpretó un concierto con obras de autores del impresionismo bajo la dirección de Michel Plasson en el Teatro Auditorio San Lorenzo de El Escorial (Madrid), el cual es la nueva sede que alberga los conciertos de esta orquesta.
El programa seleccionado nos trasladó al París de la capital cultural europea de finales del siglo XIX en el que uno de los máximos exponentes fue Claude Debussy, creador del impresionismo musical, en el que utilizó un nuevo tipo de lenguaje repleto de timbres y tonalidades, al igual que el de los pintores impresionistas. En esta ciudad también exploraron sus sonoridades otros compositores como Maurice Ravel, a quien se suele englobar dentro de esa misma vanguardia pero que también recorrió a su particular manera el neoclasicismo. Ambos maestros consiguieron relacionar la armonía, el color y el timbre orquestal de manera global y en cada una de las secciones que componen la orquesta. Además, en la Exposición Universal de 1889 en París pudieron asistir a conciertos de músicas de lugares lejanos de Oriente, siendo especialmente importante la orquesta del gamelán, las cuales les influyeron, así como su interés por la música de otras épocas. Con estos compositores, las obras seleccionadas y estos intérpretes, nos sumergimos en el arte de la evocación.
La primera parte del programa estuvo destinada a Ravel. Comenzaron interpretando los ocho Valses nobles y sentimentales con los que nos trasladamos a las cortes imperiales donde fueron tan populares durante el siglo XIX y principios del XX. Aunque los tiempos de estos valses son contrastantes, la sensación de baile se transmitió en cada uno de ellos, transmitiendo ese halo de grandiosidad del que se hicieron eco en aquella época.
A partir de aquí, la imaginación se hizo indispensable en la escucha de las siguientes obras pero a la vez resultó muy fácil imbuirse en ella. Con la suite Ma mère l’Oye (Mamá Oca), nos adentramos en el maravilloso mundo de los cuentos, cuya música Walt Disney utilizó posteriormente para algunas de sus películas. Aquí pudimos asistir a una bella narración musical de cada uno de estos cuentos en el que los solos de los instrumentos-personajes estuvieron interpretados con una gran expresividad (la Bella Durmiente, Pulgarcito, la Emperatriz de las Pagodas, la Bella y la Bestia, y El jardín de las hadas). En ellos se evocó cada uno de los reinos mágicos de sus personajes con la utilización de los timbres del xilófono, la celesta, el gong, el arpa y las campanas ayudan en la recreación de esos lugares y de sus personajes, en los que la orquesta estuvo perfectamente empastada.
La segunda parte estuvo destinada al considerado por algunos autores como el verdadero impresionismo musical, con obras de Debussy. En esta ocasión comenzaron con Prélude à l’après-midi d’un faune (Preludio a la siesta de un fauno), una obra de 1894 inspirada en el poema homónimo de Stéphane Mallarmé. Podemos asistir al despertar de un fauno en plena naturaleza y cómo esta le influencia y hace que sucedan los acontecimientos. Esta es una obra revolucionaria porque posteriormente fue concebida para uno de los Ballets Rusos del empresario Sergei Diaghilev, el cual fue coreografiado e interpretado por el audaz a la par que intrépido Vaslav Nijinsky, quien escandalizó con su excesiva libertad artística a la sociedad parisina. En esta obra para orquesta también nos encontramos con el acercamiento a la naturaleza, las imágenes y las impresiones que estas nos causaron al escucharlas.
En este concierto la Orquesta Sinfónica deRTVE deleitó nuestros sentidos con unas magníficas interpretaciones de estas obras. Por su parte, Michel Plasson dio una lección magistral de dirección durante todo el concierto. Consiguió el empaste de cada una de las secciones de la orquesta, las sonoridades tan amplias que requieren estos compositores que van desde el más sutil de los sonidos suaves a la grandiosidad de los fortísimos de toda la orquesta cuyo gran oleaje rompe en las rocas del gong.
Tal fue la plasmación musical, que tanto el director como la orquesta consiguieron fusionar la sensación pictórica y musical de este movimiento vanguardista llamado impresionismo. Como agradecimiento, obtuvieron una gran ovación y nos obsequiaron con un bis a cargo de otro compositor con un gran sentido del humor como es Eric Satie.
De un tiempo a esta parte estamos viviendo una evolución en los medios de comunicación y entretenimiento porque proliferan los personajes que tienen un perfil muy distinto al del prototipo de mujer que sigue siendo mayoritario en series, películas y libros. Esto es, lo que podríamos denominar «mujeres princesas» porque viven por y para ser rescatadas por un hombre y así supuestamente alcanzar la felicidad. Sin embargo, algo está cambiando, las chicas son guerreras, y nos podríamos plantear ¿por qué ahora hay esta explosión de superheroínas/personajes femeninos tan activos con un carácter tan marcado?
El tipo de protagonistas dependientes tienen una connotación histórica y cultural muy arraigada en la sociedad desde hace siglos y este estereotipo se repite constantemente ya adentrados en el siglo XXI y a veces nos llega disfrazado con dosis de (supuesto) humor. Sirva como ejemplo la serie La que se avecina. Aquí tenemos todo un elenco de personajes femeninos que, en su inmensa mayoría, están desesperadas por encontrar un hombre -pasada determinada edad nos transmiten que ya da igual el que sea porque lo importante es estar con uno- y hacen todo tipo de disparates para conseguirlo, incluyendo someterse a cirugía y mentir sobre si tienen o no hijos dependiendo de lo que esté buscando el hombre en cuestión.
Otro ejemplo lo constituyen las arquetípicas películas románticas en las que las mujeres suspiran y ponen ojitos (nada que ver con las miradas de la gran Marlene Dietrich) y todo tipo de mohines para enamorar a su objeto de deseo en situaciones en las que, de una o varias maneras, las protagonistas dependen del amado.
No obstante, algo está cambiando y cada vez podemos ver más mujeres de otro tipo tanto en las series como en la gran pantalla. Son inteligentes, independientes, seguras, fuertes, decididas y bellas. Luchan por lo que quieren en la vida, hasta de manera literal. Con el universo de los cómics Marvel y DC, se han hecho aún más populares las superheroínas como Viuda Negra de The Avengers (Los vengadores) y la película Wonder Woman (2017) fue un éxito en taquilla. En este último trabajo se nos muestra el lado humano de la supuesta hija de Zeus en esta versión y su capacidad de lucha a todos los niveles. Hay que resaltar el dato de que al contrario que sus compañeros masculinos cuyas películas podemos disfrutar desde hace años, Wonder Woman ha tenido una película propia en 2017 y que incluso se vaticinó que sería un fracaso. Cabe plantearse si es por el antecedente de la película Elektra (2005), por ser la protagonista encarnada por Gal Gadot una superheroína y/o si tuvo que ver en la formulación de esa hipótesis que la dirección estuviera a cargo de una mujer, Patty Jenkins.
Otro caso es el de la evolucionada Alice Abernathy, interpretada por Milla Jovovich en la saga de seis películas de Resident Evil (2002-2017), dirigida mayoritariamente por Paul W. S. Anderson y que está basada en una colección de videojuegos. Esta mujer se enfrenta a su amnesia, sus temores, malvados seres humanos sobrevivientes y un desolado mundo infestado de zombis y monstruos. Para ello cuenta con sus increíbles habilidades y su inteligencia.
Una de las actrices a quien más se ha criticado por cómo vive su vida es Charlize Theron, quien juega a placer en su papel de ¿heroína o antiheroína? durante todo el largometraje de Atomic Blonde (2017). Este personaje está sacado de la novela gráfica The Coldest City (2012) de Antony Johnston y Sam Hart. En esta película vemos a una mujer con lesiones por todo el cuerpo tras haber realizado su trabajo como espía más que eficaz, luchando en la época de la caída del muro de Berlín en 1989 y además podemos escuchar una banda sonora representativa de esa década. Ella es preciosa, inteligente, eficaz y letal.
Tal vez el ejemplo más notorio de los últimos años de que las chicas son guerreras, lo tenemos en Game of Thrones (Juego de tronos).Hace un tiempo escribí sobre cuatro de las mujeres que son reinas de hielo y fuego en esta serie (las que encabezarían este elenco serían las reinas Cersei Lannister y Daenerys Targaryen) pero podría incluir a muchas más por diferentes razones. Aquí nos volvemos a encontrar con superheroínas y antiheroínas, con y sin poderes, que luchan por ellas y por lo que quieren. Son inteligentes, astutas y casi todas son letales con estilos muy dispares.
Esta evolución que podemos contemplar en la pequeña y en la gran pantalla, en general, está sacada del mundo de la literatura, de los videojuegos y del cómic, donde las protagonistas no están tan limitadas como estamos acostumbrados a ver. Dejando a un lado la importancia que supone la industria en todo esto, lo que planteo es ¿por qué no seguimos con esta re-evolución y que se extienda a otros/todos los campos?
La compañía argentina Che Malambo está de gira y actuó por primera vez en España en el TeatroAuditorio San Lorenzo de El Escorial (Madrid) el pasado fin de semana. Se trata de una agrupación creada por el coreógrafo y bailarín Gilles Brinas que está integrada por doce hombres que expresan el arte del sur de Argentina, concretamente de La Pampa, a través del ritmo de sus bombos y sus movimientos.
Para el compositor Ígor Stravinsky, el ritmo es la base de la música y estaba en relación con el primitivismo del folklore de, en este caso Rusia, su país. Esa misma idea se puede aplicar a este espectáculo porque desde el primer segundo el ritmo penetra en el escenario y en el espectador con energía, precisión y determinación. Entra directamente sin preámbulos, lo que hace que sea una estupenda presentación de lo que va a suceder y de los artistas que intervienen.
Hay que tener en cuenta que las danzas tienen un componente de éxtasis que se establece entre la música y el bailarín, la música y esta con la conexión entre los bailarines, y todo ello con el público. A su vez, se establece un vínculo con el contexto en el que se ha creado y representado esa danza. En este caso, nos lleva al sur de Argentina, donde se originó en torno al siglo XVII el malambo, una danza folklórica interpretada exclusivamente por hombres y que está acompañada por el bombo legüero y las guitarras. El ritmo es la base de esta danza, tanto a nivel musical como en la propia danza en sí. Escuchándolo y viéndolo se pueden establecer conexiones musicales y de movimientos con el flamenco, como por ejemplo con el zapateo y la percusión corporal que aparece en ocasiones.
Una de las esencias del malambo es que en sus orígenes era un duelo competitivo en el que se ponía a prueba a sus intérpretes. Esto es recogido en el escenario y asistimos a duelos entre el bombo y el bailarín que imita los ritmos de este instrumento, entre dos bailarines que se retan y acaban bailando como si hubiera un espejo entre ellos y uno fuera el reflejo del otro, y entre diferentes agrupaciones, lo que les permite ir mostrando sus habilidades.
Los bailarines de Che Malambo utilizan las botas durante buena parte del espectáculo, lo que le confiere una sonoridad especial a los ritmos que crean y que superponen llegando a elaborar complicadas polirritmias. Un ejemplo más de su virtuosismo es mostrar de manera visual y auditiva esos movimientos y ritmos -delicados pero enérgicos en algunas ocasiones- descalzos, tanto en los solos como con otros bailarines.
Nos sorprendieron a lo largo de toda su actuación, especialmente cuando de pronto escuchamos cantar y tocar a Gilles Brinas. De esta otra forma, también nos hicieron llegar el folklore de su país a través de las canciones de descendencia mapuche, esto es, del sur de Argentina y Chile. Por si fuera poco todo lo anterior, este gran intérprete además posee una preciosa voz.
Otro de los elementos esenciales de este espectáculo está relacionado con los diferentes elementos visuales, ya que es una puesta en escena bella por el vestuario que van utilizando a lo largo de la función y que representa las raíces sureñas argentinas de esta danza, por las figuras que crean y por la utilización tan inteligente de las luces que determinan tiempos, espacios y números. Esto se ve multiplicado en los números en los que utilizan las boleadoras. Estas eran instrumentos de caza indígenas argentinos de la Patagonia y La Pampa que más adelante fueron modificadas por los gauchos (habitantes de las zonas limítrofes de varios países de Latinoamérica). La coordinación de movimientos para manejarlas de diversas maneras mientras bailan, las ilusiones ópticas que consiguen crear con ellas y los ritmos que se añaden con estos peculiares instrumentos a los ritmos que hacen mientras bailan, hipnotizaron al público.
Esta gran danza de CheMalambo, con esta puesta en escena, nos lleva al éxtasis desde el principio hasta al final, cuando el público no pudo más que estallar en una clamorosa ovación. Espectacular.
Carmen de Georges Bizet es una de las óperas más conocidas por el público. Se trata de una ópera dramática en cuatro actos con libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy, el cual está basado en la obra homónima de Prosper Mérimée de 1845.
Actualmente está representándose en el Teatro Real hasta noviembre, con Marc Piollet a cargo de la dirección musical, Calixto Bieito como director de escena y Alfons Flores es el escenógrafo. En la representación del 27 de octubre los papeles principales fueron interpretados por Francesco Meli como don José, Kyle Ketelsen como el torero Escamillo, Eleonora Buratto como Micaëla (enamorada de don José) y Gaëlle Arquez como la femme fataleCarmen. Además contaron con el trabajo del Coro y Orquesta del Teatro Real y los Pequeños Cantores de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM).
Esta ópera se estrenó en 1875 en la Opéra-Comique de París bajo la influencia de los paisajes, las costumbres y la música de países considerados exóticos, como España. Gran parte de esa atracción la ejercía lo que se denomina españolismo andaluz, en el que son importantes las tradiciones populares, el folklore y los estereotipos exaltados por la influencia del romanticismo. Es decir, que de diversas maneras lo que se enaltece es el nacionalismo que surgió como movimiento político y cultural en aquella época pero desde la visión de un artista francés. Además, supuso una innovación poner como protagonista a una mujer andaluza gitana absolutamente libre que hace con su vida lo que considera y utiliza a los hombres para obtener su felicidad. Ella encarna los roles típicos asociados a lo masculino, incluido el fumar en el siglo XIX (características aún más acentuada en la escritora George Sand), mientras que llegados a determinado punto de la narración, don José encarnaría los asociados a lo femenino con las súplicas, el llanto y la desesperación.
En las dos partes en que se dividió esta obra hubo dos grandes símbolos: la bandera española y el toro de Osborne. En esta ópera, el símbolo patrio de la bandera -tan en boga últimamente- fue testigo de la vida militar, de la importancia de las cigarreras que desatan pasiones entre los legionarios -desenfrenadas y malogradas en algunos casos- y de las intrigas amorosas de Carmen.
La escenografía fue minimalista y nos trasladó a un universo alejado del siglo XIX en el que los gitanos son contrabandistas de la década de los 60-70 que van de un lado a otro en coches de la época, los cuales literalmente nos deslumbraron con sus luces. Estos personajes viven su libertad al límite y se nos muestra unas gitanas atípicas inmersas en la cultura del desenfreno hippy pero en una escena llegan a vestirse como sevillanas aunque el mundo del flamenco sea mucho más amplio y sí que se nos muestre en el baile de una pequeña gitana. En esa sociedad doblemente libre, incluso se llegan a representar escenas de sexo en las que ellas son la mercancía por su propio interés. En esta puesta en escena nos adentramos en la época de finales de la dictadura franquista cuando se nos vendía una España ideal para el turismo, donde hubo guiños de Bieito a los tópicos sobre los extranjeros en nuestro país (sol, suvenir, etc.) y el fenómeno fan de ese periodo con el famoso torero Escamillo. Es precisamente en relación a esta figura cuando asistimos a una de las escenas más hermosas: cuando el torero se desnuda por fuera pero sobre todo por dentro, de noche, para estar frente al toro y ser uno con él en los pases que da. Esta no deja de ser una adaptación de una visión lorquiana romántica.
Una de las ventajas de utilizar una escenografía minimalista es que en esta representación permitió que la música brillara aún más. Estuvo exquisitamente dirigida por Marc Piollet y tuvo unas magníficas interpretaciones tanto de los coros como de cada uno de los intérpretes. Eleonora Buratto hizo que su Micaëla nos llevara a la emoción más pura al cantar al amor y, sobre todo, en su aria sobre el desamor. Kyle Ketelsen le dio presencia y carácter a un torero al que vemos más fuera de la plaza, ya que solo intuimos su trabajo dentro de ella. Los protagonistas, Francesco Meli y Gaëlle Arquez, nos imbuyeron en esa historia apasionada de amor, riesgo, libertad y traición mutua. Nos presentaron a un don José enérgico que a la vez es sumiso porque quiere conservar el amor de su gitana y estar a su lado aunque tenga que renunciar a todo, incluido su honor. Carmen fue seductora, descarada, expresiva, burlona, apasionada y libre. Estos cantantes en sus respectivas arias y en sus dúos nos deleitaron con sus interpretaciones acompañados por una magnífica orquesta.
El resultado fue el triunfo de la música que emocionó al público, el cual recibió a todos los artistas con una gran ovación tras haber caído completamente seducido por la enigmática y expresiva Carmen.