Spotify ha retirado de su catálogo a los grupos supremacistas blancos y neonazis tras el ataque ocurrido hace unos días en Charlottesville (Virginia, Estados Unidos), con la controversia añadida de los mensajes difundidos por el presidente Donald Trump. Según las declaraciones de esta empresa de streaming, «no toleramos contenido ilegal o material que incita a la violencia y el odio por raza, religión o sexualidad». Esto ha ocurrido después de queSouthern Poverty Law Center, una organización no gubernamental de defensa de los derechos civiles, haya identificado estos grupos musicales.
La música ha acompañado cada una de las etapas del hombre a lo largo de la historia y durante toda su vida a través de diferentes manifestaciones. Esto incluye que también se ha utilizado durante las campañas de guerra, la propia guerra y para establecer la supremacía frente al adversario. Hay numerosos ejemplos. Baste recordar cuando en 1954 Marilyn Monroe fue a Corea para cantarle a las tropas norteamericanas y levantarles el ánimo.
Asistimos a través de diferentes medios de comunicación y las redes sociales a la retransmisión prácticamente en directo de atentados contra la población occidental, como los sucedidos ayer en Cataluña (España). Nos horroriza, apoyamos en la medida de lo posible a las víctimas y a sus familias, estamos totalmente en contra de estas muestras radicales de supremacía terrorífica. Pero, aun así, y a pesar de las medidas de seguridad, parece que cada vez hay más atentados en nuestro seguro y confortable mundo occidental. Debido a esta gran información, también nos llegan noticias sobre a qué grupos pertenecen estos desalmados, cómo son, qué han hecho en su vida y con ello tratamos de contestar a la gran pregunta: ¿por qué?
Desde el punto de vista cultural, tenemos por un lado que esos fanáticos además escuchan música, que es otra manera de sentirse vinculados a un grupo e identificarse con sus ideas, las cuales quieren imponer. La música aquí cumple el papel de ayudar a la formación de la identidad colectiva como una forma de la cultura con la que se identifican, por lo que o bien crean sus propios artistas que ayuden a difundir su ideología o cogen a músicos que consideran que apoyan sus ideas, sea así o no. Con esto se establece una relación de tres niveles:
La del individuo con la música y su identificación con ella.
La del individuo con los demás miembros de su sociedad, en este caso a través de la música.
La identidad grupal o colectiva en relación con la música.
Sin embargo, por otro lado, parece que estamos ante el planteamiento filosófico desvirtuado de Aristóteles, ya que este consideraba que escuchar cierto tipo de música hacía que el carácter del hombre se reconvirtiera a la ética y la moral de la región de la música que le imbuía. Es decir, llevado a la actualidad, si escucháramos música racista, acabaríamos siendo racistas. O si escucháramos la canción Puto de Molotov, nos convertiríamos en homofóbicos. Menos mal que hay organizaciones e instituciones -estadounidenses- que nos dicen que estemos tranquilos, que ya se encargan ellos de quitar este tipo de música de los medios que puedan para que ese odio no se extienda entre la población democrática.
En el libro Música de mierda, Carl Wilson explica la experiencia de los artistas rusos Vitaly Komar y Alexandir Melamid sobre una aproximación a la objetividad sobre las canciones más y menos deseadas en Estados Unidos. Llegaron a una serie de conclusiones, entre ellas que el arte no es democrático porque quienes crean sus criterios y sus leyes son quienes realmente tienen el poder, lo que nos llevaría a la conclusión de estar inmersos en una sociedad musical totalitaria.
Si a todo lo anterior le añadimos la censura aparándose en un bien supremo, ¿qué conclusión general podríamos sacar? Porque podemos plantearnos que todo esto no versa sobre usted o sobre mí, ni sobre lo que nos guste o no, ni de protegernos a nivel musical y social. Esto trata de poder. Porque quien ostente el poder, dictamina qué es lo que está bien y mal, qué debemos escuchar y qué no.
Nos hemos acostumbrado a vivir con los anglicismos blogger e influencer y parece que estar asociado a uno de esos términos (o a ambos) permite decir todo lo que se nos ocurra al amparo de las redes sociales, sobre todo cuando estos nuevos gurús escriben sus ideas basándose en un blog de humor. Pero ¿a qué le estamos dando a me gusta, qué estamos compartiendo realmente?
Desde hace tiempo me llegan algunas publicaciones de una serie de blogueras que en principio reivindican el feminismo y cuyo mensaje viene a ser, grosso modo, que las mujeres puedan hacer lo que quieran. Hasta ahí me parece bien y es algo por lo que se lleva luchando desde hace siglos. No obstante, en cada escrito veo que ese feminismo no es tal y que se basa en estereotipos, lo cual es una auténtica paradoja. ¿Por qué? Para empezar, los colores que utilizan en sus publicaciones suelen ser tonos pasteles donde el rosa habitualmente predomina sobre los demás. Asocian sus blogs -y por extensión los productos que venden- con estas tonalidades, algunas de las cuales tienen, por ejemplo, los siguientes significados según el marketing:
El rosa está asociado a lo femenino y al romanticismo. En tonalidades más claras se vincula con la inocencia y la niñez.
El morado/violeta va de la mano del lujo, el poder y la creatividad.
Lo que sucede a menudo cuando una bloguera tiene éxito, es que las empresas se interesan en ellas para asociar su merchandising y aquí aparecen toda una serie de artículos de papelería plagados de color rosa, purpurina, unicornios, citas vacías y absurdas, piruletas, corazones, imágenes de ropa y zapatos de tacón, arcoíris y plátanos a medio pelar (¿sabrán lo que nos quiso decir Andy Warhol?). Parece que son productos pensados para nosotras y que en el siglo XXI seguimos con el rosa, las tonalidades suaves y una serie de imágenes asociadas con las mujeres.
En mi acercamiento a estos blogs, me encontré con algunos casos en los que el referente para ser «divinas y fabulosas» -uno de los mantras que repiten hasta la saciedad- es ni más ni menos que la serie Sex and the City (Sexo en Nueva York), la cual empezó en 1998 y acabó en 2004. Además, tuvo sus secuelas en la gran pantalla en 2008 y en 2010, las cuales fueron dirigidas por Michael Patrick King. A través de diferentes posts se nos pone como modelo a cuatro personajes que en aquella época abrieron un campo no tan trillado sobre relaciones de todo tipo partiendo de su amistad. Y el lujo, los locales de moda y las compras (como afición -un tanto- compulsiva y para llenar vacíos existenciales). Y el monotema por no poder ni querer vivir sin un hombre, sobre todo en el caso de la protagonista, quien en cierto momento prefiere gastarse el dinero del alquiler para comprarse un vestido para estar -cómo no- fabulosa para darle envidia a la nueva pareja de su ex. ¿De verdad este es el referente ideal?
Quise ponerle banda sonora a este texto y elegí la canción Barbie Girl (1997) del grupo danés Aqua.
Porque proliferan las cuentas y los blogs que incitan a estar estupenda y/o luchar contra el machismo con la imagen de Barbie. Sí, de nuevo parece que eligieron la ironía (o mejor entenderlo así). ¿Por qué digo esto? Pues porque la muñeca Barbie se creó en 1959 y durante décadas ha servido para poner en el mercado a través de los juegos toda una serie de estereotipos sexistas. En ellos, esta muñeca simbolizaba la perfecta ama de casa en un mundo coloreado de rosa en el que esperaba a su pareja arreglada y a la moda. «Divina y fabulosa», qué casualidad… Otra de las controversias son sus proporciones corporales, que eran tan irreales que durante los últimos años la empresa Mattel las ha ido modificando para tratar de ajustarse a un modelo más real. Sucedió lo mismo con los colores de pelo, ojos y tonos de piel y además se fueron añadiendo cada vez más profesiones para ir acercándose a una mujer competente e independiente. Esta empresa dio un paso más cuando en 1992 creó una Barbie que hablaba y decía cosas que en la serie The Simpsons plasmaron en una gran crítica de un juguete con muchísimas similitudes llamado Stacy Malibú.
Esto nos puede llevar a plantearnos, ¿la imagen de esta muñeca es la más idónea para hablar sobre feminismo y combatir el machismo a través de diversas cuentas y blogs en redes sociales en las que -de manera no tan paradójica- predominan los clichés sobre las mujeres?
También hay que destacar el vocabulario que utilizan determinadas blogueras, con términos tan prolijos como «amigui», «foti» o «guapi». Esos diminutivos no existen -de momento- en nuestro idioma y resultan ser una infantilización o/e idiotización del léxico con el que se relacionan con sus seguidores. En contraposición, otra de las expresiones (pseudo)feministas que suele aparecer es «loca del coño». Obviando lo soez que puede resultar, lo que me parece más peligroso es autodenominarse loca de algo. Estees un término con una gran variedad de acepciones y que se utiliza con demasiada ligereza aunque entiendo el (supuesto) humor y la ironía con el que lo aplican en los blogs. Sin embargo, habría que plantearse que además es una palabra que se ha utilizado desde hace demasiado tiempo para ridiculizar y menospreciar a las mujeres. Así que no es que seamos unas «locas del coño», es que no somos unas locas de nada. Seamos libres de ser y comportarnos como queramos sin utilizar este término con connotaciones negativas.
En definitiva, nos llegan mensajes de algunas blogueras que cada vez tienen más proyección en las redes sociales y que pretenden ser feministas pero a menudo solo se basan en ideas más bien vacías y en demasiados estereotipos sobre las mujeres. Porque está muy bien que te encante el rosa, los corazones, ir de compras y la sensiblería que nos venden pero todo eso no debería representarnos. De hecho, habría que ir muchísimo más allá para dar visibilidad a estilos de vida de mujeres de diversa índole que no se identifican con todo lo aquí visto y que realmente sí rompen barreras.
El 20 de julio por la tarde me quedé estupefacta al enterarme de la muerte de Chester Bennington, cantante del grupo Linkin Park. Muchísima gente está mostrando sus condolencias con diferentes tipos de homenajes, lo que demuestra el cariño que le tiene el público. Sin embargo, parece que en determinados medios se intenta ahondar en los motivos de su inesperada muerte. Esto me recuerda otros casos de artistas a los que se escudriña post mortem, en ocasiones cual aves carroñeras. Desde mi punto de vista, lo realmente importante es que un gran cantante nos ha dejado y vamos a rendirle un pequeño homenaje con algunos de sus mejores trabajos.
Linkin Park forma parte de mi banda sonora desde hace muchos años, prácticamente desde sus inicios en 1996 aunque para mí su despegue comenzó con la incorporación de Chester Bennington en 1998. Es un grupo que abarca una diversidad de estilos y consiguen un sonido muy particular que les identifica, quedando patente ya en su primer álbum Hybrid Theory en 2000 y en Meteroa en 2002, en los que mezclan sintetizadores, rock y hip hop (gracias además al otro vocalista y MC, maestro de ceremonias, Mike Shinoda). Esta banda tiene carácter y personalidad, cualidades que no son tan fáciles de encontrar en el mundo musical. Además, la voz de Bennington es inconfundible e inigualable con esa potencia y expresividad desgarradora. No me resulta sencillo pensar en algún/a cantante que pudiera hacer un gran dúo con él pero voy a destacar algunas canciones, como con el también fallecido cantautor Chris Cornell (en, por ejemplo, Hunger Strike) o la colaboración con Evanescence en Brig me to life (2003) y ese duelo vocal con Amy Lee que pone el vello de punta.
Otra de sus colaboraciones más memorables y conocidas es la que hicieron con el rapero, empresario y productor todopoderoso Jay Z. Consiguieron hacer un magnífico bastard pop (combinación de dos canciones), también conocido como mash up aunque este término suele aplicarse cuando se combinan más de tres canciones. El resultado fue el mítico Numb/Encore en 2004 con su tan famoso comienzo con solo unas notas. Para mí es uno de los mejores bastard pop que se han hecho, junto con Wonderwall de Oasis y Boulevard of Broken Dreams de Green Day. He aquí una de sus actuaciones en directo donde se puede apreciar el resultado:
Chester Bennington también creó su propia banda: Dead By Sunrise. Desde 2013 a 2015 además recorrió un nuevo camino como vocalista del grupo Stone Temple Pilots. Diferentes proyectos con varios grupos en los que aportó su música y su voz interpretando desde temas tradicionales hasta synthrock o rock electrónico y grunge.
A lo largo de su carrera, Linkin Park ha abordado una gran variedad de temas que abarcan desde lo personal a lo social, como en el álbum Minutes toMidnight (2007) donde abordaron la guerra de Irak y las consecuencias del huracán Katrina. Cabe plantearse qué harán en un futuro y si alguien intentará cubrir el enorme vacío que ha dejado Chester Bennington, tal y como intentó hacer Queen cuando murió el gran Freddie Mercury. En cualquier caso, siempre nos quedará su música y su talento para que podamos seguir disfrutando con él.
El domingo 4 de mayo se escenificó la obra Miguel de Molina en el Real Coliseo de Carlos III en San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Además, la compañía encargada de dicha representación está de enhorabuena porque su actor, Ángel Ruiz, ha ganado el Premio Max al mejor actor protagonista. La obra trata sobre este artista innovador que mezcló la exaltación del arte nacionalista con la vanguardia, colaborando con grandes figuras de aquella época como Manuel de Falla, con quien estrenó El amor brujo.
Miguel Frías de Molina (1908-1993), más conocido como Miguel deMolina, fue uno de los cantantes españoles más importantes y reconocidos de la primera mitad del siglo XX y uno de los máximos representantes del folclore español. Su repertorio abarcó principalmente la copla, que por aquel entonces era patrimonio casi exclusivo de las mujeres -de hecho, una de sus rivales profesionales fue Concha Piquer-, por lo que fue uno de los pioneros en este estilo. En sus espectáculos mezclaba el arte, el carisma y una gran presencia escénica. Llegó a ser el artista mejor pagado de la Segunda República y llenaba los teatros.
Escenificar la vida, la personalidad y la obra de Miguel de Molina es muy complicado por todo el contexto político, sociocultural y personal. No obstante, el domingo con la fabulosa actuación de Ángel Ruiz, el pianista César Belda, un baúl y un inteligente juego de luces, se representó una gran obra. Nos presentaron a un personaje extraordinario con una enorme vitalidad y ansias de libertad cuya necesidad era trabajar como artista. Hubo críticas a los gobiernos, a la sociedad tan cruel e intolerante en determinadas épocas y facetas, al desinterés por el arte y la cultura.
En las letras de estas canciones era típico incluir guiños a determinadas realidades que no se podían decir abiertamente en público y se contaban con humor en ellas, como en Compuesto y sin novia. Además, dada su homosexualidad se le ha relacionado a nivel personal con Federico García Lorca. Pero una de sus canciones más conocidas no se la debe a él, sino al poeta Rafael de León: Ojos verdes.
Sin embargo, su vida profesional se vio truncada con el inicio de la Guerra Civil, ya que a partir de entonces el panorama artístico cambió y él fue reclutado por el bando republicano para animar a las tropas por buena parte del país. Allí vio los estragos que la guerra causó en la población, sobre todo en los jóvenes. España resultó ser una cara mujer, como La bien pagá.
Una vez que se impuso la dictadura de Francisco Franco, se le permitió seguir actuando pero fue doblemente discriminado por su condición política y sexual, por lo que le insultaban en las representaciones. Y una noche en su camerino se lo llevaron y en una carretera de Madrid vivió la humillación y la tortura. Al parecer era culpable de un doble delito: ser republicano y gay. Se ensañaron con él y le vejaron como se solía hacer para alcanzar la máxima denigración: le obligaron a beber aceite de ricino y le raparon el pelo, una práctica habitual con las mujeres republicanas, como conté en El grito silenciado de las mujeres en la posguerra. Después, le encarcelaron durante más de un año. Al final se exilió en Argentina pero hasta en América la censura española le hizo la vida muy complicada porque le echaron de ese país y lo mismo le volvió a suceder en México.
Estuvo casi toda su vida partiendo de cero y reinventándose para sobrevivir. Hasta que Eva Perón, la esposa del presidente argentino Juan Domingo Perón, le ayudó para poder vivir legalmente en ese país y desarrollar una fructífera carrera. Por esto también fue muy criticado porque parecía haberse cambiado de bando político.
Abarcar casi toda la vida de una personaje tan interesante con una vida tan rocambolesca, con tantos giros vitales inesperados y con una música tan significativa durante varias décadas, podría resultar una ardua tarea. En cambio, nos narraron en clave de humor su vida, como si Miguel de Molina estuviera en una rueda de prensa y le contestara a esos –en ocasiones- impertinentes periodistas contando su verdad. Ángel Ruiz nos llevó desde la carcajada hasta la emoción de las lágrimas por el más profundo dolor del artista y del hombre. Fueron especialmente emocionantes las escenas en las que narró con desgarro la paliza sufrida y la muerte de un joven soldado republicano y la simbología con la luz que se acaba apagándose fue preciosa.
He de admitir que estuve la hora y media que duró –sin descanso- absolutamente inmersa en el espectáculo. Un enorme esfuerzo interpretativo que me llevó a recorrer canciones que escuché desde mi infancia y que me hizo abrazar un gran abanico de emociones. Fue un sentir unánime porque el público les rindió una ovación en pie. Sin duda, es uno de los mejores espectáculos que he visto. Si tienen oportunidad, no se lo pierdan.
El pasado jueves 25 de mayo el Teatro Joy Eslava en Madrid se llenó por el concierto del Grupo Compay Segundo que está de gira por España. Con su música nos trasladaron a Cuba al ritmo de su son con la colaboración estelar de Santiago Auserón (también conocido desde 1993 como Juan Perro). Tanto el cartel como la interpretación me resultaron de lo más atractivas y les cuento el porqué.
Este grupo le debe su nombre al gran Francisco Repilado, más conocido como Compay Segundo, que fue compositor, cantante y creador de la guitarra llamado armónico, la cual consta de siete cuerdas y cuyo timbre me resulta característicamente metálico. Este artista se dio a conocer cuando formó el dúo Los Compadres junto con Lorenzo Hierrezuelo quien adoptó el nombre de Compay Primo por ser la primera voz, así que Repilado pasó a llamarse Compay Segundo. El grupo actual lo fundó el propio Compay en 1955 y se denominaron Compay Segundo y sus Muchachos. El auge del reconocimiento internacional comenzó en 1997 con el disco Buena Vista Social Club con el que ganó varios premios Grammy.
Después de su muerte en 2003, pasaron a llamarse el Grupo Compay Segundo, y su hijo Salvador Repilado recogió el testigo con esta agrupación donde toca el contrabajo. En ella interpretan las canciones del maestro en las que mezclaba el folklore y el humor picaresco, como en El aguador, que consiguió arrancar no solo movimientos, sino también risas. El folklore cubano le debe -al igual que el español- (gran) parte de su riqueza a la música africana. De la conjunción de ambas a lo largo de los siglos, se obtuvieron los ritmos afrocubanos como puntos, sones, congas, habaneras, guaguancós, guajiras, guarachas, mambos o chachachás, que tan bien interpreta este conjunto. Si contamos con el añadido de la aportación de Santiago Auserón, la mezcla puede ser ecléctica a la par que homogénea, ya que su colaboración no fue una simple eventualidad porque colaboró con Compay hace años y es un estudioso de la música cubana.
El encargado de animar al público con su expresiva voz acompañada de sus maracas y su simpatía fue el cantante Hugo Garzón, quien nos hizo disfrutar, participar cantando y haciendo acompañamientos en algunas canciones. Otro de los que hicieron las delicias del público fue Félix Martínez con el armónico, del que consigue sacar un gran registro de sonoridades que abarcan desde el virtuosismo hasta una gran expresividad pasando por modificar su timbre tocándolo con un reloj. Este número consiguió una gran ovación por lo espectacular que resultó. Por su parte, los clarinetistas Haskell Armenteros, Rafael Inciarte Rodríguez y Rafael Inciarte Cordero me volvieron a transportar con algunos de sus solos a la época del jazz de Nueva Orleans de las primeras décadas del siglo XX. También he de reconocer que me quedé con los ritmos que marcaba Rafael Fournier que además fueron la base que hizo que nos moviéramos al ritmo de sus instrumentos, sobre todo cuando interpretaronLa negra Tomasa. ¿Que si bailé con estas canciones? No lo duden.
Uno de los grandes señores del rock español, Santiago Auserón, me conquistó hace años cuando leí su libro El ritmo perdido, por lo que sabía que es un experto -entre otros temas- de la música cubana, de manera que tenía muchas ganas de escucharle interpretar esta música con este grupo. Él posee una voz con carácter y presencia hasta cuando habla y un dominio del escenario que parece que además sea actor. El empaste de las voces de los cantantes fue increíble y entre todos consiguieron hacernos gozar con un concierto memorable y consiguieron que el público les pidiera aún más. Nos regalaron como bis la conocida Guantanamera.
Todo el concierto fue un tributo al gran maestro cubano Compay Segundo en el que hubo buena música, anécdotas, humor, bailes y grandes intérpretes que cuentan con la complicidad entre ellos y con el público. Uno de los momentos más emotivos fue cuando interpretaron Chan chán, de la que quiero destacar -a modo de licencia personal- los versos del estribillo: «De Alto Cedro voy para Marcané / Llego a Cueto, voy para Mayarí».