En el año 2013, una composición para violonchelo transformó las mediciones de 133 años de temperatura global en una melodía inquietante, pero inolvidable a la vez. Había nacido la canción al calentamiento de nuestro planeta. Nacía «A Song of Our Warming Planet”. La repercusión de esta obra, destacada por medios como The New York Times, Slate, el canal metéorologico de los Estados Unidos (The Weather Channel), la radio Pública Nacional (National Radio) y The Huffington Post, y a pesar de su repercusión, de que se hizo viral a nivel mundial, duró lo que duran las noticias sobre el cambio climático normalmente, hasta que el fin de semana hizo frío.
No obstante, caló en algunas personas, y en 2016, de la mano del estudiante de grado Daniel Crawford y del profesor de geografía Scott St. George de la Universidad de Minnesota, nacía una composición que utilizaba la música para destacar los lugares del globo donde el clima estaba (y está) cambiando más rápido.
Basada en los análisis de temperatura realizados por el Instituto Goddard para Estudios del Espacio de la NASA[footnote] Los datos utilizados para esta composición son una combinación de datos sobre Temperaturas de aire en la superficie terrestre y las medias anuales de las anomalías térmicas al nivel de la superficie marina[/footnote], la composición que rescatamos ahora en Re-Ciencia utiliza la música para crear una visión realista, y a la vez rupturista, de más de un siglo de datos metereológicos recogidos alrededor del hemisferio norte. Os presentamos Planetary Bands, Warming World:
Tal y como se explica en el video, cada instrumento representa una parte concreta del hemisferio norte. El chelo representa la zona ecuatorial (0-24ºN), la viola, cubre las latitudes medias (24ºN-44ºN) y los dos violines han sido seleccionados para cubrir las zonas latitudinarias altas uno (44ºN-64ªN) y el Ártico otro (64ºN-90ºN). El tono de cada nota está ajustado a la temperatura anual en cada región, siendo las notas graves las encargadas de representar años fríos, y las notas agudas años cálidos (Fig. 1). La intencionalidad a la hora de centrarse en el hemisferio norte se debe solamente a la voluntad del autor de reflejar el cambio climático en el Ártico.
Figura 1: Distribución instrumental respecto a la latidud terrestre (Fuente de la imagen: Autoedición sobre un mapa de http://dhammamedicine.info/map-of-the-world-with-latitude.html).
A través de la música, la composición crea un puente entre la lógica y la emoción. En palabras del co-autor St. George: “A menudo pensamos que las ciencias y las artes están completamente separadas, casi como opuestos, pero usando la música para compartir estos datos, es tan científicamente válido como trazar líneas en un gráfico” y añade que “escuchar al violín cubrir casi todo el registro sonoro del instrumento es increíblemente efectivo a la hora de ilustrar la enormidad del cambio, particularmente en el Ártico, que es la zona con más aumento térmico del planeta”.
Los intérpretes elegidos por Crawford fueron sus compañeros del Conservatorio de la Universidad de Minnesota Julian Maddox, Jason Shu, Alastair Witherspoon y Nygel Witherspoon.
¡Atención a bordo! Son las 8 de la mañana, caras de sueño en los que terminamos el turno, aunque estábamos de descanso desde las 6 de la mañana, cuando se averió el congelador, y legañas y pelos de recién despertados en los que empiezan su turno justo ahora. El contramaestre nos informa por megafonía que el capitán tiene un mensaje para la tripulación:
“Vamos reduciendo velocidad. Todo el mundo fuera del puente de mando y a sus posiciones de trabajo. Comprobad que todo esté limpio y en su sitio. Asegurad las habitaciones y que ningún objeto quede suelto. Aquellos que no estén de servicio fuera de las zonas de trabajo. A partir de ahora la zona de fumadores será estrictamente la baranda izquierda (también conocida como zona de seguridad por estar más protegida). Y que no se os olvide asegurar los cabos de pesca esta vez. Puertas limpias. Hans y Janhs a proa para ayudar con el enlace. Espero que tengamos una rápida revisión. Buenos días.”
La cara de sorpresa (y sueño) nos delata otra vez como un “novato” a bordo. Mirar por la ventana y seguir viendo mar abierto (con montañitas al fondo) nos indica que aún no hemos llegado a nuestro destino. Algo pasa, y por las caras de pereza, no debe de ser malo, pero sí muy aburrido. Roger viene a nuestro rescate cuando nos informa de que debido a nuestro cambio de rumbo hacia Hammerfest, la guardia costera ha decidido hacernos una visita. No vaya a ser que en las míseras 8 horas de navegación en aguas abiertas que llevamos nos haya dado tiempo de hacer contrabando.
¿Qué significa una inspección a bordo? Básicamente… un registro a fondo, camarote por camarote, cubierta por cubierta y pasillo por pasillo de todo el barco. Que claro, uno puede pensar que tampoco hay porqué preocuparse. Somos un barco de investigación pesquera, ¿qué vamos a esconder? Todo esto se aclara cuando Roger reúne a todo el equipo científico (Ivan y el resto del turno de la noche incluidos) y nos informa que nada de dormir. Toca una de las cosas más delicadas de todas. Explicar a las autoridades Noruegas, y justificar con todos los permisos habidos por haber, porqué llevamos a bordo (que uno pensará, materiales peligrosos, plutonio, cuchillos, redes…. No,no) un bidón de 50 litros de alcohol etílico destilado al 98%. Esto es, alcohol casi puro (50 litros al 98% son igual a 49 litros de puro etanol y 1 litro de agua). La legislación Noruega del alcohol (ya sea tanto para consumo lúdico como para uso más técnico), de la cual ya hablamos en capítulos anteriores, es ultra-estricta con este tema. Añadido a este pequeño detalle etílico, hay que tener en cuenta que en el registro también intervendrán perros antidroga y unos señores muy majos que buscan armas, explosivos y otras cosas peligrosas. Pasar la inspección es fácil, lo difícil es que sea rápida. No obstante, como personas y científicos legales que somos, pasamos la inspección sin ningún problema. Los marineros de la armada (el servicio de guarda costas no es un cuerpo separado en este país) suelen ser bastante jóvenes. Muchos de ellos en sus años previos a ir a la universidad, y por lo tanto muy curiosos. Y muchos aprovechan estas “visitas” para aprender. Esto es, mientras el perro busca actividades ilícitas, ellos pasan a preguntarte por tu investigación. Si CSI lo viera…
Foto 1. Proa del Helmer Hanssen con la popa del que escribe en primer plano. Al fondo, Montañas Noruegas (Foto por Iñigo Onandia)
La inspección duro 2 horas, las presentaciones, cortesías y saludos otra hora más. Lo que significa que a las 11 de la mañana estábamos de vuelta en rumbo hacia Hammerfest. Este nuevo horario hace que surja una gran pregunta. ¿Qué hace uno en las 3 horas que le quedan de su turno de descanso? No olvidar que entramos a las 14 horas otra vez a trabajar. Irse a dormir no parece la mejor idea. El turno de trabajo va a ser ligero (ya que no se va a hacer más que navegar) y por lo tanto habrá opciones de descansar y acumular sueño para la parada en puerto (donde los turnos para los investigadores se relajan). Por lo tanto, la decisión más sabia es hacer uso de los múltiples servicios lúdicos del barco. Como no hay con quien jugar al Ping-Pong (la mesa se ubica en la bodega central, la zona más “estable” del barco) lo mejor será ir al gimnasio a hacer tiempo hasta la hora de comer. Pero claro, ¿qué clase de instalaciones deportivas tiene uno en el interior de un pesquero? Pequeñas, pero eficaces. Una máquina de remo, dos bicis estáticas, una elíptica, una cinta de correr, alguna máquina de gimnasio y muchas pesas. Todo atado y bien atado claro. Lo bueno es que como aún navegamos por aguas tranquilas, no estamos en un fiordo pero tampoco es mar abierto del todo al haber islas que nos protegen, el agua está tranquila y nos permite no perder el equilibrio.
Foto 2: Gimnasio del Barco (foto por Kevin Ochoa).
Un rato de ejercicio después aún queda tiempo para más ocio, así que lo mejor será subir al “cine” del barco y leer o ver algo en los cómodos sofás a nuestra disposición. Esta sala, acondicionada con los últimos sistema en video e imagen (una tele plana no muy pequeña y un DVD no muy viejo) cuenta también con un lujo que otros rincones del barco no tienen. Es uno de los pocos lugares donde el WIFI llega en toda su máxima potencia. Esto es, es uno de los pocos lugares donde nos podemos conectar con el mundo real y confirmar a nuestros seres queridos que no, aún no hemos sido engullidos por el Leviatán.
Foto 3: Detalle de los sofás del barco (Foto sacada por Melania Dre en Marzo del 2014 en otra expedición en el Helmer Hanssen).
Antes de que nos demos cuenta, son las 13:30 y suena el armonioso mensaje desde cocinas de que la comida está lista para los del primer turno de comida. Hoy en el menú, patatas y bacalao, ensalada y de postre flan (o natillas, nunca sabe uno muy bien la diferencia en estos lugares del norte) con nata montada.
Clip de audio. La cena está servida. (Grabado por Ixai Salvo durante la expedición).
El barco mientras tanto navega firme y seguro hacia Hammerfest donde atracaremos para recoger la nueva pieza, arreglar el congelador y preparar todo para seguir rumbo hacia el mar de Barents.
Suena el despertador y uno abre los ojos mientras miramos a nuestro alrededor lentamente y con una desorientada sorpresa nos preguntamos varías cosas: ¿qué hago despierto tan pronto? ¿Por qué esta cama es tan estrecha, se mueve tanto y… donde está mi almohada? Y sobre todo ¿Cómo es que hace tanto frío? Escuchamos ruidos rodeándonos y eso empieza a ubicar a nuestro cerebro poco a poco. La niebla “matinal” se va abriendo camino y empezamos a localizar puntos comunes en nuestro entorno. ¡Espera! Esta no es mi habitación, ¿dónde están mis fotos y posters? Dioses… que sueño. Intentando darle más sentido miramos el reloj y descubrimos que…. Horror, son la 1:30 de la mañana. El cerebro derrapa y se asienta mientras recuerda que nos encontramos en las entrañas de la adorable Helmer Hanssen, navegando hacia el norte de Noruega. Estando ya de vuelta a la realidad hasta el frío es sencillo de entender ahora, antes de irte a dormir no encendiste la calefacción y claro, al estar en la cubierta 2, que roza con el nivel del agua y se sumerge, el frío es intenso.
Hagamos un breve inciso para explicar el sistema calefactor de nuestra belleza (el barco). Teniendo en cuenta que el barco no tiene calefacción per se (menudo derroche) cada sala se calienta individualmente mediante termostatos según el uso que se le vaya a dar. En el caso de las cubiertas superiores el sistema de calefacción es casi continuo dado que se hace más vida en ellas. Los pasillos, para evitar hielo y congelación, se mantienen a 15 grados (Temperatura habitacional) mediante un sistema de calefacción separado que coge aire caliente del motor (de ahí que a veces más que a pescado huela a hoguera, y si vamos muy rápido a chimenea).
Foto 1. Habitáculo “camarotiense” (Foto por Ixai Salvo Borda).
Tras una ducha rápida (en un 1 metro cuadrado o así), vestirnos con ropa abrigada pero cómoda (esto es, calcetines de lana gorda, pantalón de chándal de invierno, camiseta, sudadera y unos cómodos zuecos) nos dirigimos a… desayunar. Sí, es la 1:30 de la mañana del segundo día de navegación y hay que empezar a acostumbrar al estómago a los nuevos horarios de comidas. Esto es, con el turno de noche se pre-desayuna a las 1:30, se desayuna (o se cae de cansancio) a las 8 de la mañana, se come a las 13:30 y se cena a las 20 horas. Un ciclo bastante normal la verdad ¿no? Claro, que hay que decir que la comida de la 1:30 es la más divertida de todas ya que a esas horas, con el sueño y la desorientación, las combinaciones son únicas. Tanto, que un día un confundido Jahn (oficial de arrastre, ya hablaremos de él en otro momento) “desayunó” una tostada de arenques con tomate (que esto es normal) con mermelada de naranja (que ya no lo es). Su respuesta fue, está rico, suave, refrescante y suaviza el café.
Y ahora viene la gran duda, estamos navegando hacia los bancos de pesca, nos quedan aún 3 días para llegar al mar de Barents y…. como no estamos pescando, ¿qué se puede hacer? Pues, ¡de todo! Los turnos se siguen manteniendo por algo. Por parte de los marineros y tripulación, las actividades para los próximos días serán: Reparar redes, coser cuerdas, atar cabos, limpiar, limpiar, limpiar y echar aceite en los mecanismos. Además se arreglan desperfectos y se va preparando el barco para los experimentos que vamos a realizar. Y aquí es donde entran nuestras actividades. Preparar los experimentos, comprobar que todo el material embarcado está en su sitio y buenas condiciones, y sobre todo, ayudar en todo lo que se pueda a la marinería (la tripulación de la que somos parte ya que no vamos de pasajeros). Claro que también hay que decir que se trabaja tranquilos. Hay momento para las bromas, las enseñanzas y sobre todo, para estudiar noruego en conversaciones un poco ilógicas donde vamos contando nuestra vida (con Ivan de traductor paciente y las risas de los marineros). Porque sí, la tripulación ha decidido que como ya van 2 expediciones con ellos (sin contar las ya realizadas en otros barcos de la Universidad) en esta expedición nos van a hablar lo máximo posible en Noruego. Y qué mejor que aprovechar los días tranquilos de navegación… ¿no?
Foto 2.1. Detalle de la factoría (Foto por Ixai Salvo Borda).
Foto 2.2. Detalle de la factoría (2) (Foto por Ixai Salvo Borda).
Otra parte importante de la expedición es la planta procesadora. Nuestra Helmer no es un barco de investigación al uso, sino que antes de estos más nobles propósitos, se dedicaba en la pesca de gambas de manera industrial. Y de aquellos tiempos no solo conserva la actitud, sino también las instalaciones. Y eso, la hace aún mejor para la investigación. Las técnicas extractivas (de captura) que se van a estudiar suben a bordo entre 3 y 10 toneladas como mínimo de pescado por arrastre. Esto es, mucho pescado. Y claro, este producto, y más siendo el bacalao nuestra especie objetivo, no se puede desperdiciar y tirar por la borda. Es por eso que a bordo se lleva una planta procesadora en la cual se preparan los pescados para su ultra-congelación. Después, estos productos serán vendidos y el dinero recaudado se utiliza para financiar expediciones, combustible y nuevo material. Parte de la pesca también se destina a la cocina del barco (proteínas de calidad y frescas frescas) y una parte, tras procesarla, se guarda para donarla a comedores sociales y la cantina de la Universidad. Además, cada marinero tiene derecho a llevarse 50 kg de pescado si quiere. Claro, que el procesado de estos lo tendrá que hacer uno mismo por su cuenta. Eso sí, contamos con un congelador privado para nosotros.
Bueno, y como les iba contando, al ser una parte importante la planta procesadora, hay que probarla y comprobar que todo funciona correctamente (cosa que también se hace en tierra antes de zarpar, pero en los barcos todo es triple check, triple check). Para ello se anegan los depósitos, se enciende el congelador (ver mapa del barco: Cubierta 1, Freezer. Por delante del Cooler, donde está la pista de Ping-Pong, y del Gimnasio), se prueban las cintas y claro, se afilan cuchillos, preparan cestas, libros de anotaciones y en el caso de los investigadores, las tablas de medir y la sala de procesado de muestras. Qué ustedes se preguntaran, no estaba todo eso preparado antes de zarpar? Sí, pero otra vez triple check, triple check.
Y en eso estábamos, tras 6 horas de navegación (a la altura de Sandland) cuando uno de los congeladores falla. Y lo hace de manera exponencial, soltando líquido congelante y vapor de agua. Esto es, convierte la sala de la factoría en una especie de baño turco fresquito y con cristales de hielo. Aparte del estupor general, la escarcha en el pelo y las sonrisas torcidas, la estoicidad de los noruegos les hace tomar la decisión rápidamente. Se llama a la línea de repuestos, se piden piezas nuevas (todo tiene arreglo a bordo, tenemos ingenieros muy mañosos) y se traza nuevo rumbo hacia el puerto más cercano donde nos las puedas entregar. En este caso, Hammerfest, donde el buque de línea Hurtigruten puede subir la pieza desde Tromsø para la mañana siguiente. Llevamos 6 horas navegando, hora arriba, hora abajo desde la salida a mar abierto, (3 más si se cuenta la salida del punto de repostaje (Diario III) y 2 más si cuenta la salida desde el puerto (Diarios I y II)) y nos faltan 6 horas hasta Hammerfest, el Hurtigruten no zarpa hasta las 6 de la mañana de Tromsø y tarda 14 horas en llegar, lo cual hace que nos vaya a tocar esperar (la avería fue sobre las 4 de la mañana, asique hagan ustedes el problema matemático y solucionen cuando llegaría el Hurtigruten).
Y así como nuestro barco cambia el rumbo y se dirige hacia un nuevo puerto, nosotros nos vamos a dormir otra vez, que ya son las 6 de la mañana y se acaba de acabar nuestro turno. Hasta la próxima entrega de: Diario de expediciones pasadas: Cómo se experimenta en el Ártico
Foto 3. Ruta y modificaciones (Dibujo por Ixai Salvo Borda)
En toda historia y expedición, hay momentos para celebrar. Y los científicos, sí, esos señores con bata, tubos raros y a veces, botas de monte, chaquetas para el invierno y gorro, también celebran cumpleaños, fiestas, eventos o… la alegría de que ese experimento que llevas 5 meses preparando haya salido bien. Esto es, los científicos (¡oh! ¡Sorpresa!), al igual que el resto de las personas, celebran cosas y de hecho, lo hacen bien. Sólo piensen ustedes que son las mentes más alocadas de la humanidad (que me disculpen los artistas) y que normalmente no suelen salir mucho (ya saben, muchas horas metiendo datos en el ordenador).
¡Pero bueno! Se preguntarán a que viene toda esta introducción si ustedes han venido a leer sobre unos señores de expedición en mitad del Mar de Noruega. Permítanme que les explique. Aprovechando las señaladas fechas en las que nos encontramos, Navidades, fin de año y venida del siguiente, hemos decidido dejar a nuestros navegantes en mitad de su viaje y explicar cómo se celebran las cosas cuando uno está en un barco y en mitad del mar sin ningún puerto a mano.
Lo primero, a los noruegos les gusta celebrar, todo, y mucho. Y cuando se está en el mar, en mitad del invierno (la pesca del bacalao es lo que tiene), y la oscuridad te cubre como un manto y no hay luz del sol que alegre el día, se celebra hasta la más mínima circunstancia. Corren rumores de que antaño se celebraba hasta la primera vez que el capitán bajaba a cubierta. Celebraciones que llevaban acompañadas sus buenas raciones de Akvavit (Aquavit para los amigos) o cerveza. Se celebraba tanto que los rumores hablan de barcos a la deriva en mitad del caos etílico cuando Hjalmar Andersen ganó 3 medallas de patinaje de velocidad en aquellas Olimpiadas de inviernoen las que Noruega (obviamente) ganó el mayor número de premios en 1952. Pero claro, todo esto son rumores, mencionados en voz baja y con una sonrisa nostálgica en la boca. Desde más o menos finales de los 80 está terminantemente prohibido consumir bebidas alcohólicas por las tripulaciones de cualquier clase de embarcación con bandera noruega. ¿No alcohol? Así es, ni una gota cuando el barco está fuera de puerto (cuando está en puerto, y si no te toca turno de trabajo, puedes bajar al bar más cercano, pero esa es otra historia para otro capítulo). Para que se den cuenta ustedes del nivel de paranoia respecto a las bebidas espirituosas y derivados, el capitán está obligado a llevar un registro de todo el alcohol medicinal (si, ese que viene en botellitas blancas y sirve para desinfectar) que se usa no vaya a ser que alguien se lo beba (que no sería la primera vez).
Pero volvamos a las celebraciones, qué nos quedamos mirando las gavias (ya que en el mar no hay ramas). Lo más normal en los barcos son los cumpleaños. La lógica y la estadística establecen que habiendo 20-30 personas a bordo alguien cumpla años en algún momento. La celebración suele consistir normalmente en un pastel o comida especial preparada por el chef (que a veces hasta pregunta lo que uno quiere). Esto puede parecer poca cosa pero alegra la monotonía de la dieta de los barcos. Además del ágape, el afortunado (ya que a las mujeres a bordo se les respeta más) se convierte en objeto de diferentes bromas. Desde cambiarle el café por agua cuando no mira hasta meterle un pescado pequeño dentro del traje (normalmente ya muerto, que muerden). A las mujeres, que normalmente son menos e investigadoras, se las hacen bromas más suaves como echarles mucha azúcar en el café o sal en el agua durante la comida.
Imagen 1: Pastel de cumpleaños. Imagen cedida por Lisa Broekhuizen.
Además de los cumpleaños, en los barcos se suelen celebrar también eventos importantes de la vida marinera. Entre estos cabe destacar el primer y el último lance de la campaña. El primer lance tiene que ser perfecto. Y no me refiero a la cantidad pescada, sino a que todo, la técnica y el arte tiene que salir a la perfección. No hay nadie tan supersticioso como un marinero, y un mal primer lance puede poner una nube de pesadumbre a lo largo de toda la campaña. ¿Y de qué manera se hace un lance perfecto? En silencio. Sobre todo en silencio. Las órdenes son cortas y quedas y la tensión se nota en el ambiente. El último lance es todo lo contrario. El ambiente relajado, lleno de bromas y con canciones, señala el final de cualquier campaña y alegra el espíritu para la larga travesía a casa.
Imagen 2, Pinnekjøtt. Imagen por Ixai Salvo Borda.
Pero no podemos olvidarnos de la Navidad. ¿Cómo se celebra la Navidad en los barcos pesqueros de noruega? En casa. Suena a broma, pero pocos (por no decir ninguno) saldrán a faenar el día de Navidad. No obstante, en el caso de las embarcaciones escandinavas (y seguro que en otras también), se celebra una falsa navidad a bordo los primeros días de Diciembre “en familia”. Para ello, se come los tradicionales Ribbe (costillas de cerdo) o el muy tradicional plato Noruego, Pinnekjøtt. Este último consiste en costillas saladas y secas (a veces ahumadas) de cordero. Se cuecen y se acompañan con patata hervida y un puré de diferentes tubérculos (el chef no nos quiso dar su receta secreta). Para los amantes del pescado, existe la muy poco recomendable (a la opinión del autor claro) opción de comer Lutefisk. Este plato consiste en pescado (normalmente bacalao o eglefino) “marinado” en agua y lejía durante unos meses. Se acompaña también de patatas, bacón, guisantes y mostaza (para darle sabor, o quitárselo). Como no se puede beber alcohol, normalmente se acompaña la cena con zumo de manzana. A veces, si el chef se siente generoso, durante diferentes días de diciembre también es posible comer Multekrem (crema y arándanos) o Småkaker (galletas de navidad). Y claro, no todo se queda en comida. Los marineros son gente imaginativa, y manteniendo las normas de seguridad, decoran sus cascos con gorritos de papa Noel y a veces incluso una flor o una lucecita pequeña. El barco no se suele decorar ya que aún no es navidad (y daría mala suerte), pero aparecen pequeños platos de galletas de jengibre y tanto el t como el café se suelen especiar con canela y otros aditivos legales. Además, es muy común ver un gran número de jerséis de lana con diferentes adornos Navideños.
Imagen 3. El autor disfrutando de una cena de Navidad, basicamente, mucha patata (Imagen por Melina Dres).
Sigan ustedes ahora disfrutando de las fiestas y sobre todo, aguarden con ganas la siguiente narración de nuestros intrépidos marineros en las aguas del Ártico.
Llevemos nuestras miradas de vuelta al norte del mundo. Pasemos una vez más el paralelo 69 y permitámonos volver a soñar con Auroras Boreales, expediciones de conquistas y descubrimientos, glaciares, osos polares y… que nadie diga pingüinos. Así como en la Antártida no hay osos polares, en el ártico no hay pingüinos. Pasemos sobre Oslo mientras sobrevolamos los bosques noruegos y encaminemos nuestro destino, siguiendo esa eterna y sinuosa costa, hasta llegar, como una vez al mes, a nuestra tan querida ciudad boreal, la París ártica. Una vez allí, fijémonos en esos intrépidos investigadores que ya navegan por las aguas del fiordo rumbo a mar abierto. Como breve inciso, decir que la sensación de surcar un fiordo es bastante curiosa. La primera impresión es la de ir navegando por un río muy ancho. Esta se debe, y tarda mucho en desaparecer, a las montañas, que cual talud, rodean el fiordo a ambos lados. Una vez salvada esta impresión, uno se tiene que hacerse a la idea de que ya estamos en el mar, y que aunque sea pequeño, el oleaje hace que el barco se mueva. Más de un marinero de agua dulce (también conocido como turista cuñao) se ha mareado a pesar de haber jurado minutos antes “pues yo he navegado mucho y nunca me mareo”. (más…)