Diario de expediciones pasadas: Cómo se experimenta en el Ártico (II)
¡Izad las velas! ¡Tensad las gavias! ¡Cuidado con el cabrestante! ¡Fijad ese cabo! ¡Elevar la mesana! Viento al corte y…. no, nada de eso se escucha en puerto cuando estamos listos para zarpar. No obstante la emoción es la misma que sentían los bravos exploradores árticos cuando partían en sus expediciones. Sí se escucha cómo se sueltan los largos cabos, “grosor nivel Bilbao” (esto es, como puños) me señala Svein, el jefe de arrastre (que una vez estuvo en la capital del mundo y ahora es un experto en el tema). Uno podría pensar que alguien gritaría “Izad el ancla” pero estos barcos modernos no la usan en puerto (no tiene sentido si te fijan a tierra los cabos como puños). Además, no tiene sentido gritar nada, todo se hace mediante mímica y… radios, ya que el tamaño de la nave, los ruidos de los diferentes motores y la salud vocal de los marineros no compensan elevar la voz. Hay que tener en cuenta también que para el tamaño que tiene, 63 metros de eslora (de largo) por 13 metros de manga (de ancho), la tripulación es bastante reducida, hacen muchas cosas a la vez y en el momento de zarpar cada uno tiene una tarea concreta. Además, el capitán, el segundo de a bordo y el ingeniero jefe, las 3 autoridades del barco, se encuentran el puente, a 12 metros sobre el nivel del mar, protegidos por sendas mamparas. El resto de los 8 tripulantes de guardia, ya que hay 5 de descanso (los turnos duran 6 horas y si toca descansar, se descansa, aún en puerto), tienen sus tareas asignadas y con precisión preparan todo lo necesario. (más…)