Gala de clausura y palmarés de la Berlinale 2020

Gala de clausura y palmarés de la Berlinale 2020

Y como tenía que suceder, sucedió. La actriz Baran Rasoulof, hija de Mohammad Rasoulof, recogió en nombre de su padre el Oso de Oro a mejor película por THERE IS NO EVIL, la gran ganadora de esta Berlinale. Estoy increíblemente contenta pero a la vez muy triste, porque este premio es para un cineasta que hoy no puede estar aquí. En nombre de todo el equipo, este premio es para él, agradeció entre aplausos del Berlinale Palast. Como vaticiné el día anterior a la ceremonia (crítica de la película aquí), la hija del director iraní recibió el máximo galardón del festival, acompañada por los dos productores. “No hay Maldad” es una película de gran nivel técnico y artístico que invita a la reflexión: el clima de extrañeza en el primer episodio, la excelente banda sonora que transforma en thriller al segundo, la desesperanza del protagonista en el tercero, y el engaño a Baran, hija de Mohammad Rasoulof, en el cuarto y último episodio, que cierra el círculo de THERE IS NO EVIL y cierra un Oso de Oro incontestable, en el setenta aniversario de la Berlinale.

Si merecido fue el Oso de Oro, igualmente lo fue el Gran Premio del Jurado para la estadounidense NEVER RARELY SOMETIMES ALWAYS: una película sobre una adolescente embarazada que, acompañada por su prima, se sube a un autobús para dejar su pueblo natal en dirección a Nueva York para conseguir abortar. La directora Eliza Hittman dedicó el galardón a «los trabajadores sociales y los médicos que protegen la vida y los derechos de esas mujeres». El éxito de la película está en no separarse de la protagonista, manteniendo la cámara siempre cerca de su rostro y captando cada reacción, cada emoción en la odisea de Autumn, maravillosamente interpretada por la actriz no profesional Sidney Flanigan. El título NEVER RARELY SOMETIMES ALWAYS alude a las cuatro opciones de respuesta -nunca, raramente, a veces, siempre- entre las que Autumn debe elegir ante preguntas de una asistenta social sobre abusos sexuales. La escena cumbre de esta gran revelación del cine independiente de EEUU.

 

THE WOMAN WHO RAN discurre con la misma naturalidad y paz con la que me respondió el maestro coreano en la rueda de prensa. Con sus brillantes diálogos, ante los que es imposible no reír, de sus brillantes actrices. A ellas precisamente les dedicó Hong Sang-soo el Oso de Plata a la mejor dirección, un premio al minimalismo fértil, el de conseguir más con menos. Incluso con una grabación deficiente de iPhone de unas melodías compuestas en casa por él mismo. Genialidades de uno de los grandes directores vivos, quién tras diversos galardones en Cannes, Locarno y San Sebastián consigue en THE WOMAN WHO RAN su merecido reconocimiento en Berlín, sobre la mujer que corría (critica aquí).

Questa è stata una Berlinale molto italiana. Desde 2007 no encontrábamos tres titulos italianos en Competición. Dos de ellos resultaron premiados: Elio Germano se alzó con el Oso a mejor actor por su formidable papel en VOLEVO NASCONDERMI, donde interpreta al excéntrico pintor italiano Antonio Ligabue, cuya enfermedad mental le llevo a vivir como un salvaje entre los bosques, usando su arte como terapia. Germano ganó en 2010 el premio a mejor actor en Cannes y ahora en 2020 lo logra en Berlin. ¿El Oscar en 2030?. El segundo film italiano en ganar un premio fue FAVOLACCE y su merecidísimo Oso de Plata a mejor guión: los hermanos d´Innocenzo irrumpieron en la Competición con una historia tan original, detallista e inteligente como pocas se han visto en los últimos años (podéis leer la crítica aquí) Un talento que augura el Oro a mejor película en el próximo lustro, bien sea el Oso en Berlín, el León en Venecia o la Palma en Cannes. Apuntad el vaticinio. Los directores gemelos de FAVOLACCE nos enamoraron con sus muestras de cariño, convirtiéndose en habitual verlos pasear cogidos de la mano o posar abrazados ante las cámaras.

El palmarés  lo completaron la alemana Paula Beer con el Oso a mejor actriz por su interpretación de ninfa moderna en Undine (que llegará a los cines de España de la mano de Golem Films), el premio a mejor documental a Rithy Pahn por Irradiated, un duro tríptico sobre los efectos de las bombas y la irradiación en la población, y el Oso a la mejor contribución artística al veteranísimo Jürgen Jürges, por su labor como director de fotografía en DAU Natasha, película que forma parte de un oscuro experimento ruso-soviético-estalinista, un proyecto denigrante con denuncias de abusos a mujeres que jamás tuvo que entrar en la Berlinale.

Al contrario que EL PRÓFUGO, con la que cierro el resumen del festival, la excelente película argentina presente en Competición. El segundo largometraje de Natalia Meta es una original mezcla de géneros, donde thriller, drama, comedia y terror giran en torno a unas voces intrusas que atormentan a Inés, artista de doblaje y cantante en un coro. Protagonizada por una genial Érica Rivas, los intrusos empiezan a materializarse en EL PRÓFUGO, que rema contra los clichés machistas del cine, resolviendo escenas al contrario de lo que cabría esperar. La propia Érica Rivas, no en vano, ve en esta película “una nueva ola del feminismo” La canción de cierre “Amor” de EL PRÓFUGO puso punto y final a esta edición número 70 de la Berlinale, que fue puro amor, mucho amor, todo el amor.

 

«There is No Evil», de Mohammad Rasoulof (Competición) en la #Berlinale2020

«There is No Evil», de Mohammad Rasoulof (Competición) en la #Berlinale2020

Lo ha vuelto a hacer. La Berlinale nos golpea terminando el festival y lo hace dejando lo mejor para el final, como ya hiciera con Touch Me Not en 2018. THERE IS NO EVIL es la última película presentada a Competición y nos deja sensación a Oso de Oro.

Primero porque las circunstancias que rodean a THERE IS NO EVIL (que vendría a traducirse como No hay Mal o No hay Maldad) son merecedoras de otra película, un thriller de persecuciones. Desde 2010 su director, el iraní Mohammad Rasoulof, es perseguido por el gobierno de su país por mostrar la represión y la tiranía en su cine. Desde aquel año ha sido arrestado en mitad de un rodaje, acusado de rodar sin permiso, acusado de realizar propaganda contra el régimen, sentenciado a 6 años de cárcel por el gobierno de Irán -pena que se rebajó finalmente a uno- retirada del pasaporte y recientemente, prohibición de salir del país. A día de hoy, Rasoulof vive en libertad bajo fianza a la espera de que se cumpla la sentencia. Pero sigue trabajando y haciendo películas.

Y menudas películas. THERE IS NO EVIL está compuesta por cuatro historias interconectadas y centradas en hombres “obligados” a ejercer de verdugos en Irán: mientras hacen el servicio militar obligatorio, son designados a presionar un botón de un mecanismo automático para ahorcar o a retirar el taburete al condenado. Pero la libertad del individuo para negarse a estas prácticas existe y es ahí donde brilla la excelencia de esta película, en ofrecer vías de resistencia. Los cuatro capítulos son retratos de esta resistencia, la de aquellos que se negaron a ejercer de verdugos y las consecuencias para ellos y sus familias. Y la parsimonia con la que fluyen por la narración, con esa lírica y poesía persa tan particulares, es tan desconcertante como feroz.

Heshmat, un marido y padre ejemplar, se levanta muy temprano todos los días. ¿Adónde va? Pouya no puede imaginarse matando a otro hombre, sin embargo se le dice que debe hacerlo. Javad va a pedir matrimonio a su novia el día de su cumpleaños, pero la encuentra extrañamente triste. Bahram es médico, pero no puede practicar la medicina. Decide explicarle a su sobrina el porqué de su vida solitaria haciéndola volar desde Alemania. Las cuatro historias que componen THERE IS NO EVIL se preguntan hasta qué punto la libertad individual puede expresarse bajo un régimen autoritario. Y, como siempre en el cine, más allá del qué lo más importante es el cómo: Rasoulof da una lección de manejo de los tempos, captando la atención del espectador de principio a fin, algo muy complicado en cuatro historias con ritmos y personajes distintos. El cine iraní está hecho de una pasta especial.

En una entrevista concedida a Deutsche Welle, el director desveló que todo nació al reconocer por la calle a uno de sus interrogadores. Lo vi cruzando la calle sin verme. Yo estaba sentado en el coche y lo ví salir del banco. Fue un momento extraño. Se subió a un Peugeot blanco y comencé a perseguirlo. Sentía una ira y un odio indescriptibles. Mientras lo perseguía, los recuerdos de la prisión y los interrogatorios pasaron por mi mente, pero mientras más lo observaba sentía cuán ordinario era este tipo, cuán similar es a todas las personas que ves en la calle, sin monstruos, «sin maldad». Es una persona que compra fruta y hace otras cosas normales. Después de unas horas, giré el auto hacia la casa, pensando en el concepto del mal. Esta colisión accidental creó la primera parte de la película.

El asiento del director estuvo vacío en la rueda de prensa. Otra vez. Se repite algo que ya sucedió en 2015 con el también cineasta iraní Jafar Panahi, condenado a 6 años de cárcel, 20 años de inhabilitación para hacer cine, viajar al extranjero y conceder entrevistas. En aquella edición Taxi Teheran se alzó con el Oso de oro y fue su sobrina, entre lágrimas, la que subió a recibir el galardón. Tanto Rasoulof como Panahi estuvieron en la misma cárcel, la prisión de Evin, famosa por sus presos políticos. La historia del ganador ausente puede volver a repetirse. Pero estará ella para recoger el premio.

Ella sí pudo estar en Berlín, su hija: la actriz Baran Rasoulof, a la izquierda en la foto, protagoniza el cuarto y último capítulo en el que interpreta a una iraní crecida en Alemania. Una joven viaja a Irán por primera vez desde su niñez, en una extraña petición de su padre de visitar a sus tíos. Esta película significa mucho para mí, es un reflejo de mis propias experiencias con mi padre y los ideales políticos que le mantienen en la represión, comentó Baran. La actriz vive con su madre desde hace diez años en Hamburgo, a salvo del régimen, un régimen contra el que sigue luchando su padre desde su país. A través de su cine.

THERE IS NO EVIL golpea como lo hacen las grandes películas, haciéndonos pensar. ¿Cómo aceptar la responsabilidad de nuestras acciones en un contexto autoritario? ¿Cuál es el mecanismo interior en una persona cuando seguimos o no estos comandos, cuando nos vemos obligados a actuar como sabemos que es contrario a la ética y a la moral humana? En síntesis, la película plantea si asumimos la responsabilidad de lo que hacemos, aceptándola en un contexto despótico o si nos deshacemos de ella. Y lo más importante de todo, además de su evidente carga política, THERE IS NO EVIL es una creación artística de muchísima calidad, con un ritmo frenético y atmósfera angustiosa cuando la historia lo requiere, bellos planos del desierto o la naturaleza acompañados de suave música o un extraño clima de tensión ante la observación de algo ordinario. Todo realizado por buenas interpretaciones – incluso alguna excelente- de un reparto a la altura de las historias. El Oso de Oro moral de esta Berlinale 2020.

              Mohammad Rasoulof

 

«FAVOLACCE», de Fabio & Damiano D’Innocenzo (Competición) en la #Berlinale2020

«FAVOLACCE», de Fabio & Damiano D’Innocenzo (Competición) en la #Berlinale2020

FAVOLACCE huele a Oso -de seguro uno de Plata, quien sabe si de Oro- por las mañanas, con ese verano pegajoso y caluroso de niños inocentes y padres catetos, con la vecina en la piscina hinchable del vecino y con el inicio charlatán y atropellado de la película. Como sus directores gemelos los hermanos D’Innocenzo, quienes debutaron aquí en 2018 con La Terra dell´Abbastanza, un excelente primer largometraje. ¿De dónde han salido estos tipos? Me pregunta asombrado un señor a la salida del cine. De un suburbio de Roma, donde crecieron escribiendo poesía para luchar contra el mundo, y ese debut hace dos años les llevó al taller de talentos del festival de Sundance, bajo la tutela de Paul Thomas Anderson. En 2019 publicaron su primera colección de poemas Mia madre è un’arma para finalmente, llegar a su segunda película, FAVOLACCE. En lugar de todo esto, solo le respondí que hasta hacia un mes, yo tampoco los conocía.

La palabra FAVOLACCE no existe como tal en italiano, siendo una invención de “favola = fábula” y la terminación -acce tomada de la palabra “parolacce = palabrota”. Vendría entonces a referirse a fabulas malas, como por ejemplo El hombre del saco o el Coco, no apropiadas para niños. «La película no tendrá lugar en un ambiente burgués, sino en la costa romana con gente que tenía un segundo hogar allí, que en algún momento se convierte en su primer hogar«. Eso es lo máximo que desvelaron los gemelos en una entrevista a un medio italiano en abril de 2019. Con esta información ahora en la mano, entendemos la frustración y la rabia de estos padres que se quejan por todo y de ese malestar “infundado”, pues si bien no es una vida lujosa sí todavía privilegiada.

La historia empieza con el parloteo italiano de una voz que nos cuenta que encontró el diario de una niña: al observar que terminaba abruptamente, decidió terminar de escribirlo y lo hizo basándose en una historia real, una historia real que está basada en una mentira. No queda claro que significa esto. FAVOLACCE engaña porque todos los padres son unos idiotas y restriega por la pantalla lo más burdo y soez del provincianismo italiano. Pero la historia no ha hecho nada más que empezar.

Donde algunos vieron algún paralelismo con la argentina Relatos Salvajes, el salvajismo de la argentina poco o nada tiene que ver con la italiana, porque aquí están los niños de por medio, que son los protagonistas. Y sus padres son una panda de ignorantes. En una pequeña casa prefabricada del extrarradio, al joven Geremia de 12 años (abajo en la foto) su padre le ofrece preservativos y una cerveza de lata ante la visita de una amiga de la escuela. Mientras, en una piscina, Dennis observa curioso las nalgas y zona púbica de la embarazada Vilma, quien se saca un pecho, acerca una galleta y tras mojarla de leche se la da de comer al niño. Tal cual. Como ya nos han engañado, el guion empieza a bifurcarse, vuelve la voz que escribe el diario y envuelve la película en una atmósfera más densa. Desde la distancia, las familias parecen normales, pero es una ilusión de casas, patios y jardines. La inteligencia de la película está en la riqueza de su guion, pudiendo centrarnos en unos aspectos u otros para seguir la historia, que despista por parecer simple, pero esconde simbolismos al ojo del buen analista: a quien pertenece la voz que narra, como encuadrar a la fábula y a la mentira en la que se basa son hilos de los que tirar. Y todos ellos conducen a Roma: la ignorancia. En su debut La Terra dell’Abbastanza los fratelli D’Innocenzo hablaban principalmente de la ignorancia, la de unos padres cuyas malas decisiones y el desconocimiento que ésta provocaba llevaban al caos a sus hijos, ya adultos. En FAVOLACCE van un paso más allá y entregan una bomba que sabemos que va a explotar, pero no sabemos el cuándo ni el cómo. Los niños parecen abandonados a su suerte. Parecen. O sí realmente. Ambas cosas.

A la doble pregunta de uno, si temían que su país, Italia, y la sociedad mundial desapareciera por cierta bacteria famosa que dejaría a ficciones como Contagio o Estallido en un juego de niños y dos, si temían que pudiéramos no llegar vivos al final de la Berlinale, Fabio D’Innocenzo espetó un “no temo a ese virus del que usted me habla”. Apenas había botado la pelota y el protagonista Elio Germano disparó convencido a puerta: “Lo único contagioso en nuestro país es el miedo, del que muchos se han dejado ya contagiar. Nuestro trabajo debe ser un antídoto contra ese miedo”. remarcó el actor entre fuertes aplausos. “Y la segunda, ya tal” concluyó. Los hechos anteriormente citados están basados en una rueda de prensa real, que están basados en una mentira.

Fabio y Damiano D’Innocenzo saben dónde poner la cámara y son creativos con los planos, eligen con acierto la música en cada escena, angustian con interiores y desahogan con exteriores y saben manipular muy bien al espectador. Fabio el de la izquierda o Damiano el de la derecha. Son los directores más jóvenes de Competición y ya veremos de que metal es finalmente el Oso. Pero premios aparte, el clima de sutil sadismo de los padres, de la pasividad de las madres y de la culpable indiferencia de todos, donde niños y adultos actúan magníficamente, deja al finalizar la historia un buen sabor de boca, el de una película grande. Y un futuro en los gemelos todavía mayor.

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«La mujer que corría», de Hong Sang-soo (Competición) en la #Berlinale2020

«La mujer que corría», de Hong Sang-soo (Competición) en la #Berlinale2020

¿Quién es la mujer que corría? La ganadora del Oso de Plata a mejor actriz en 2017 Kim Min-hee ha protagonizado las últimas ocho películas del director coreano. Tal es la familiaridad que tenemos con ella y su larga melena de cabello liso que nos llamó la atención verla con pelo corto y rizado. Por eso mismo, cuando Gamhee (interpretada por Kim Min-hee) visita a una amiga al principio de la película ésta se sorprende por su nuevo look y le hace saber que, pese a la extrañeza que le causa, le sienta muy bien.

Las primeras risas del público. Hong Sang-soo conoce muy bien los mecanismos del cine. O como mínimo del cine que él hace. “Señor Hong, ¿Quién es la mujer que corría?” “No lo sé, no lo he decidido todavía”. Así empezó la rueda de prensa. Veníamos de ver a Gamhee viajar a las afueras de Seúl para visitar a tres viejas amigas, y mantener conversaciones tan triviales como la decoración de sus apartamentos, sus trabajos o el chico que conoció en el bar una noche, terminaron borrachos en la cama y ahora se presenta en el portal de su casa porque se ha enamorado, y desde entonces no puede olvidarla. Asi transcurren los setenta y siete minutos de LA MUJER QUE CORRÍA, duración habitual en el cine de Hong Sang-soo que rara vez alcanza la hora y media. Y rara vez no enamora. ¿Amas a tu marido? No sé, no lo había pensado. Hay momentos en que sí. Siento esa sensación en el estómago. ¡Ah! Eso dicen que es el amor. Entonces supongo que sí.

La composición es la habitual en el genio coreano: un plano fijo de dos personajes conversando y terminar la escena con zoom y un primer plano, o bien alejarse buscando un paisaje y enlazar la siguiente escena con el mismo paisaje, pero desde el otro lado. En cada una de sus visitas, Gamhee dice viajar por primera vez sin su marido, siendo de hecho el primer día que no estan juntos en 5 años de relación. El dice que las personas que se aman nunca se separan.

Nuestra protagonista dice soñar con el hobby artístico de una de sus amigas, o con el trabajo en un cine de otra o con la casita tranquila y vistas a la montaña de la última. Gamhee asegura poder hacerse vegetariana mientras come carne y la otra dice no saber cocinar mientras revela que ha llegado exactamente a la cifra de un millón en el banco. En definitiva, LA MUJER QUE CORRÍA está repleta de grandes hallazgos humorísticos que nacen de charlas a simple vista intrascendentes. Sin embargo, es inevitable preguntarse sobre estas mujeres, reflexionar y hacer todo un análisis de los personajes, sobre si serán felices, si han sido sinceras con Gamhee, si ella misma es feliz. ¿Quién es la mujer que corrió? ¿De qué está huyendo, y por qué? Hong Sang-soo asegura “surfear siempre por la superficie de las cosas, no entro en el fondo de ellas, no me gusta ahondar”

Fuera como fuese, respiramos tranquilos al disfrutar de la nueva creación del prolífico director, tras un duro 2019 que nos dejó tristes, huérfanos de una película suya por primera vez en más de una década. Para la historia quedará en esta edición la escena del gato de LA MUJER QUE CORRÍA, pero para saber más tendréis que ver la película.

 

El Bien, el Mal y los números de Oleg Sentsov en la #Berlinale2020

El Bien, el Mal y los números de Oleg Sentsov en la #Berlinale2020

Doscientos minutos nos tuvo el rumano Cristi Puiu escuchando a cinco aristócratas rusos del siglo XIX filosofar acerca de la muerte, la guerra, el progreso y la moral. Nada más y nada menos que tres horas y veinte minutos de debate sobre, en definitiva, el Bien y el Mal. Al término de la película, el director subió al pedestal agradeciendo a los presentes por permanecer hasta el final en este porno del duro intelectual.

Malmkrog, que inauguró la sección Encounters, cuenta con unos cuarenta planos donde tan solo dos escenas -y breves- son de exteriores. El resto de la historia transcurre dentro de una lujosa mansión con, a ojos de Nikolai, la victoria incontestable del Mal sobre el Bien y de la muerte por encima de todo. La Joven Olga recurre a su férreo cristianismo y a los evangelios argumentando a favor de la fe en la vida y en el mundo, donde matar a una persona nunca, y bajo ninguna circunstancia, es moralmente aceptable. Similar piensa Ingrid, quien además se pregunta si es posible tener una buena guerra y una mala paz. Y así, como decía, durante doscientos minutos, que escrito es mucho menos que vivido, se filosofa sobre los grandes temas y se hace en francés, porque estos aristócratas de primer nivel eligen la lengua de Voltaire por encima del alemán o el inglés, lenguas que dominan también. Y todo esto a las 11:30 de la mañana, un ejercicio de resistencia y concentración que muy pocas audiencias pueden reunir. La Berlinale es a veces un deporte de alto riesgo solo recomendado para los más in(sensatos)trépidos.

En sus marcas, listos… ¡fuera! A Oleg Sentsov lo liberaron en septiembre de 2019 tras pasar cinco años y medio en prisión. El activismo político y la oposición a las autoridades rusas llevaron al cineasta nacido en Crimea a ser arrestado por el servicio secreto ruso, acusado de “supuestos“ actos terroristas durante la crisis de Crimea en 2014. Y ahí, desde la cárcel, dirigió la película Numbers, basada en una obra de teatro escrita por él mismo: una sátira universal sobre el sometimiento de los regímenes a sus pueblos, las cadenas de la religión y sobre la cárcel que, en definitiva, es la vida si uno no goza de libre albedrío. En Numbers observamos la vida de diez números, donde la jerarquía lleva a 1 a repetir día a día unos absurdos ejercicios: todo está en Los Reglamentos, un gran libro del que 1 nunca se separa y donde Cero figura como el creador de todo y al que todos obedecen, pese a que ninguno nunca lo ha visto. El ingenio de la película es brillante, plagada de sarcasmo y conflictos tan burdos que llevan a 8 a rebelarse y terminar en prisión. Este hecho y el nacimiento de 11 desencadenan unos acontecimientos…muy sorprendentes.

Desde la cárcel, Sentsov contó con la ayuda de fuera del también cineasta crimeo Akhtem Seitablaiev, quien iba filmando la película en base a las indicaciones y dibujos que Sentsov le enviaba en sus cartas. Esta correspondencia de dos años fructiferó en una película que vimos en la sección Berlinale Special. Si hay una historia especial, es sin duda ésta. Seitablaiev nos contó en la rueda de prensa que las revoluciones están hechas por románticos y son otros los que se benefician de ellas. Pero lejos de amilanarse, hizo un llamamiento a la resistencia: ”Si guardo silencio sobre la situación en tu país, algún día puedo terminar yo en prisión. No guardéis silencio”.

Gente emocional, surrealismo satánico y corrientes marginales en la #Berlinale2020

Gente emocional, surrealismo satánico y corrientes marginales en la #Berlinale2020

Como ya sucediera el año pasado con La Amabilidad de los extraños, la película inaugural de la Berlinale 2020 ha sido luminosa y bonita: My Salinger Year presenta a Margaret (interpretada por Sigourney Weaver),  jefa de una editorial que contrata como asistente a Joanna (Margaret Qualley, la hippie enamorada de Brad Pitt en Once Upon a Time in Hollywood). La vida de ambas está marcada por el famoso escritor J.D. Sallinger, autor de El Guardián entre el Centeno. Este triángulo entre profesora, alumna y celebre novelista ha sido la historia elegida por Carlo Chatrian, nuevo director de la Berlinale, para abrir el festival.

I didn´t want to be entertained, I wanted to be provoked. El cine que provoca es tan importante como el que entretiene. Y ambos son compatibles, así pues ¿por qué somos excluyentes cuando podemos elegir ambos? Hace unos días, en un pase de prensa previo a la Berlinale, ví por primera vez en una pantalla de cine una felación entre dos hombres, real y explicita. No puedo nombrar la película porque el festival prohíbe desgranar nada hasta que se estrene al público. Esto sería provocar. ¿El qué? Cada persona reacciona diferente. Provocar yo contándote esto y el director con esa escena. De seguro que a más de uno y una, además de provocarle, le entretuvo. Y mucho. A otros seguramente nada. Pero volviendo a la bondad, y no porque en una felación no pueda haberla, que también, My Salinger Year representa un valor fundamental como es el derecho a emocionarse y a vivir al borde del llanto.

I feel always like I can get start crying at any moment. Esas personas con un estado perenne lacrimógeno, y no en el mal sentido sino el literal, tienen una sensibilidad especial. Joanna, la joven asistente de la editorial, navega por la pelicula inaugural al borde del llanto universal, el suyo y el de todas las demás. Su personaje, una joven poetisa, se pregunta por el sentido de las emociones si éstas no pueden ser expresadas, si esta sociedad no entiende, no entiende a las personas que son muy emocionales. En mi vida he conocido personas así, gente tan emocional que vive en un estado continuo de a flor de piel, personas maravillosas que pasan de reír a llorar en un segundo, que tan fácilmente se asustan como se alegran, siempre se erizan. Margaret Qualley parece ser una de ellas más allá del papel que interpreta, esa impresión de vivir al borde llanto también lo transmitió en la rueda de prensa.

Poetry is food for the soul. Aunque hace semanas que no escribo una poesía, esta será siempre un alimento para mi alma, dejando que vuele libre lo que otras veces no atrevo a mostrar. Cada vez me emociono más y lloro más. Si fuera creyente, diría gracias a Dios.

Las frases en inglés son reflexiones de Joanna y no están traducidas porque contienen una carga poética, y traducir la poesía es como bañarse con un impermeable puesto.

Puesto estaría Raúl Ruiz cuando hizo El Tango del viudo en 1967, obra surrealista que vimos después de la pelicula inaugural. Ahora terminada tras 50 años por Valeria Sarmiento, viuda de Raúl, bajo el nuevo título El Tango del viudo y su espejo deformante, muestra el día a día de un hombre viudo acosado por las pesadillas sobre la muerte de su mujer: el cabello de ésta cobra vida y revolotea por su cama como la mano de la familia Adams. Con estos sueños recurrentes y otras muestras de un surrealismo muy buñuelesco llegamos a la media hora de película. Y volvemos atrás. Los treinta minutos transcurridos son desechos, como deshacer de repente un camino por haber olvidado algo, y la pelicula da media vuelta delante de nuestros ojos: ahora los personajes hablan tragándose las palabras, como si de música satánica de cassette rebobinado se tratara, y el agua antes derramada en la mesa vuelve saltando a su vaso. Y así, observamos lo ya visto desde otra perspectiva, la de un espejo que deforma y muestra una imagen distorsionada de la realidad. En este camino de regreso la voz en off del viudo intercala frases como “solo tienen salud los muertos” y “matarse en defensa propia es algo muy digno”. Así es la Berlinale, sesenta minutos de “esto” conviven junto a Hillary Clinton, Johnny Deep y DAU, el proyecto soviético de 700 horas.

En la provincia argentina de Corrientes, concretamente en el barrio de Las Mil, rodó Clarisa Navas esta película “basada en memorias sensibles de mi pasado y en experiencias de los actores y actrices“. Las Mil y Una inauguró una sección Panorama que será más guerrera y más queer que nunca, donde temáticas sociopolíticas se entrelazan con las LGTBIQ+. Con cámara en mano y al hombro seguimos a Iris (a la derecha en la foto) paseando con su pelota de baloncesto y juntándose con sus primos Ale y Darío. Las malas lenguas dan una fama oscura a Renata (izquierda en la foto) algo que no disminuye el interés de Iris en conocerla, sino al contrario. Este barrio marginal es protagonista de sexo y prostitución adolescente, masculinidad toxica, cyberbullying y, en definitiva, muestra la realidad de un espacio olvidado donde la violencia y hostilidad pasan inadvertidas, por normalizadas. Así dicho, una puede hacerse una imagen de una película oscura y densa. Para nada: la normalidad con la que discurren estos temas hace que la cámara se pasee por ellos como si la marginalidad no existiera, culpa también de la luz y el humor, ambos muy presentes. Clarisa Navas consigue en Las Mil y Una que una se sienta como en casa en una zona marginalizada.

Y esto lo consigue ofreciendo espacio, esto es, gracias al silencio. En un momento de la película Renata dice estar cansada de hablar, la gente habla demasiado. Seguramente era la directora hablando a través de la joven y excelente actriz Ana Carolina García, ya presente en su debut Hoy partido a las 3. Las escenas gozan de naturalidad y muchos espacios se ocupan sin palabras, los personajes no hablan siempre porque no siempre hay algo que decir. Y es en esos momentos, los de observación y calma, donde el segundo largometraje de Clarisa Navas brilla con más fuerza y la convierten en un referente del cine de resistencia, el de las corrientes marginales.