por Carlos Ibarra Grau | Feb 21, 2020 | Cine, Críticas, Evento |
Como ya sucediera el año pasado con La Amabilidad de los extraños, la película inaugural de la Berlinale 2020 ha sido luminosa y bonita: My Salinger Year presenta a Margaret (interpretada por Sigourney Weaver), jefa de una editorial que contrata como asistente a Joanna (Margaret Qualley, la hippie enamorada de Brad Pitt en Once Upon a Time in Hollywood). La vida de ambas está marcada por el famoso escritor J.D. Sallinger, autor de El Guardián entre el Centeno. Este triángulo entre profesora, alumna y celebre novelista ha sido la historia elegida por Carlo Chatrian, nuevo director de la Berlinale, para abrir el festival.
I didn´t want to be entertained, I wanted to be provoked. El cine que provoca es tan importante como el que entretiene. Y ambos son compatibles, así pues ¿por qué somos excluyentes cuando podemos elegir ambos? Hace unos días, en un pase de prensa previo a la Berlinale, ví por primera vez en una pantalla de cine una felación entre dos hombres, real y explicita. No puedo nombrar la película porque el festival prohíbe desgranar nada hasta que se estrene al público. Esto sería provocar. ¿El qué? Cada persona reacciona diferente. Provocar yo contándote esto y el director con esa escena. De seguro que a más de uno y una, además de provocarle, le entretuvo. Y mucho. A otros seguramente nada. Pero volviendo a la bondad, y no porque en una felación no pueda haberla, que también, My Salinger Year representa un valor fundamental como es el derecho a emocionarse y a vivir al borde del llanto.
I feel always like I can get start crying at any moment. Esas personas con un estado perenne lacrimógeno, y no en el mal sentido sino el literal, tienen una sensibilidad especial. Joanna, la joven asistente de la editorial, navega por la pelicula inaugural al borde del llanto universal, el suyo y el de todas las demás. Su personaje, una joven poetisa, se pregunta por el sentido de las emociones si éstas no pueden ser expresadas, si esta sociedad no entiende, no entiende a las personas que son muy emocionales. En mi vida he conocido personas así, gente tan emocional que vive en un estado continuo de a flor de piel, personas maravillosas que pasan de reír a llorar en un segundo, que tan fácilmente se asustan como se alegran, siempre se erizan. Margaret Qualley parece ser una de ellas más allá del papel que interpreta, esa impresión de vivir al borde llanto también lo transmitió en la rueda de prensa.
Poetry is food for the soul. Aunque hace semanas que no escribo una poesía, esta será siempre un alimento para mi alma, dejando que vuele libre lo que otras veces no atrevo a mostrar. Cada vez me emociono más y lloro más. Si fuera creyente, diría gracias a Dios.
Las frases en inglés son reflexiones de Joanna y no están traducidas porque contienen una carga poética, y traducir la poesía es como bañarse con un impermeable puesto.

Puesto estaría Raúl Ruiz cuando hizo El Tango del viudo en 1967, obra surrealista que vimos después de la pelicula inaugural. Ahora terminada tras 50 años por Valeria Sarmiento, viuda de Raúl, bajo el nuevo título El Tango del viudo y su espejo deformante, muestra el día a día de un hombre viudo acosado por las pesadillas sobre la muerte de su mujer: el cabello de ésta cobra vida y revolotea por su cama como la mano de la familia Adams. Con estos sueños recurrentes y otras muestras de un surrealismo muy buñuelesco llegamos a la media hora de película. Y volvemos atrás. Los treinta minutos transcurridos son desechos, como deshacer de repente un camino por haber olvidado algo, y la pelicula da media vuelta delante de nuestros ojos: ahora los personajes hablan tragándose las palabras, como si de música satánica de cassette rebobinado se tratara, y el agua antes derramada en la mesa vuelve saltando a su vaso. Y así, observamos lo ya visto desde otra perspectiva, la de un espejo que deforma y muestra una imagen distorsionada de la realidad. En este camino de regreso la voz en off del viudo intercala frases como “solo tienen salud los muertos” y “matarse en defensa propia es algo muy digno”. Así es la Berlinale, sesenta minutos de “esto” conviven junto a Hillary Clinton, Johnny Deep y DAU, el proyecto soviético de 700 horas.
En la provincia argentina de Corrientes, concretamente en el barrio de Las Mil, rodó Clarisa Navas esta película “basada en memorias sensibles de mi pasado y en experiencias de los actores y actrices“. Las Mil y Una inauguró una sección Panorama que será más guerrera y más queer que nunca, donde temáticas sociopolíticas se entrelazan con las LGTBIQ+. Con cámara en mano y al hombro seguimos a Iris (a la derecha en la foto) paseando con su pelota de baloncesto y juntándose con sus primos Ale y Darío. Las malas lenguas dan una fama oscura a Renata (izquierda en la foto) algo que no disminuye el interés de Iris en conocerla, sino al contrario. Este barrio marginal es protagonista de sexo y prostitución adolescente, masculinidad toxica, cyberbullying y, en definitiva, muestra la realidad de un espacio olvidado donde la violencia y hostilidad pasan inadvertidas, por normalizadas. Así dicho, una puede hacerse una imagen de una película oscura y densa. Para nada: la normalidad con la que discurren estos temas hace que la cámara se pasee por ellos como si la marginalidad no existiera, culpa también de la luz y el humor, ambos muy presentes. Clarisa Navas consigue en Las Mil y Una que una se sienta como en casa en una zona marginalizada.
Y esto lo consigue ofreciendo espacio, esto es, gracias al silencio. En un momento de la película Renata dice estar cansada de hablar, la gente habla demasiado. Seguramente era la directora hablando a través de la joven y excelente actriz Ana Carolina García, ya presente en su debut Hoy partido a las 3. Las escenas gozan de naturalidad y muchos espacios se ocupan sin palabras, los personajes no hablan siempre porque no siempre hay algo que decir. Y es en esos momentos, los de observación y calma, donde el segundo largometraje de Clarisa Navas brilla con más fuerza y la convierten en un referente del cine de resistencia, el de las corrientes marginales.
por Carlos Ibarra Grau | Feb 15, 2020 | Artículos, Cine, Evento |
El festival de cine de Berlín, popularmente conocido como la Berlinale, cumple setenta años el 20 de febrero de 2020. Como un lifting o un poco de bótox no era suficiente, tras casi veinte años en el cargo Dieter Kosslick cedió la dirección a una dupla: la directora ejecutiva Mariette Riesenbeek, para la organización, y el director artístico Carlo Chatrian, para la curación. Holandesa e italiano, o sea Berlín. Una encargada de la gestión y administración y el otro de la selección de películas, un acierto dada la experiencia de ambos en la empresa German Films y en el Festival de cine de Locarno, respectivamente. Pero apenas pisaron el cargo, terremoto.
El termino nazi sobresaltó Berlín pasadas unas horas de la rueda de prensa del 29 de enero: el periódico Die Zeit relacionaba al primer director de la Berlinale con el nazismo. Según las fuentes y documentos del periódico, Alfred Bauer fue miembro de la Cámara de Cine del Reich, establecida por Goebbels en 1942, de las SA (Sturmabteilung, la mano armada y grupo paramilitar del partido nazi) y de la Liga Nacionalsocialista de estudiantes alemanes. Todo esto se publica, como decía, pasada la rueda de prensa oficial del festival. Berlín y las bombas. La nueva dirección retiró el premio Alfred Bauer, uno de los más prestigiosos del certamen, a la espera de nuevas investigaciones. Películas. En lugar de las habituales 400 entre largos, cortos y documentales, tendremos este año 340, algo según Chatrian “no premeditado, puede que el año que viene sean más, o menos”. Sea como fuere, la Berlinale ha ido al gimnasio, ha perdido unos cuantos kilos y a la vejez ha aprendido a usar las redes sociales, semiabandonadas en la era Kosslick: ahora las cuentas echan humo con publicaciones diarias y amplios contenidos. La Berlinale se ha puesto al día en marketing y divulgación del siglo XXI. Ya tocaba. Bien por la nueva dirección.

En 2020 habemus una nueva y sorprendente sección llamada Encounters, para fomentar obras atrevidas en la estética y narrativa de jóvenes directores: para los entendidos la Orizzonti de Venecia o el Certain Regard de Cannes, esto es, el contrapunto de cine de autor a Competición Oficial. En Encounters quince títulos de prometedores cineastas contrastan con Malmkrog, la nueva película de Cristi Puiu, respetadísimo director del circuito internacional que hará de padrino de la nueva criatura. Dos debuts en esta sección me producen cosquilleos: la portuguesa La Metamorfosis de los Pájaros de Catarina Vasconcelos y Los Conductos de Camilo Restrepo, cineasta colombiano afincado en Francia. Y también dos cineastas más consagrados como el argentino Matías Piñeiro que presenta Isabella y de USA Shirley de Josephine Decker, responsable de una de las mejores películas que ha pasado por la Berlinale en el último lustro: Madeline’s Madeline, presentada en Forum 2018.
Bueno, ¿pero y los famosos? Johnny Deep, Javier Bardem, Jeremy Irons quién presidirá el jurado, Cate Blanchett, Willem Dafoe o Elle Fanning entre otras estrellas. Porque claro, estrellas tienen que haber pese a que mucho público “de a pie” venga a ver a Tsai Ming–Liang o a Hong Sang-soo y otros a meterse en una sala a ver una película rumana sin saber lo que van a encontrar. Todos confían en la calidad de lo que aquí tiene lugar. Y ese público de cine de autor, aunque pudiera parecer increíble, es enorme.
Como enorme es ese cielo donde viven, volviendo a ellas, las estrellas. Una tan mayor como la Berlinale, exactamente 70 años: Sigourney Weaver inaugurará el festival. La mítica caza-aliens protagoniza My Salinger Year, película canadiense elegida para abrir el jueves 20 de febrero, descrita por Chatrian como una película más luminosa, con un mensaje más positivo. La idea es empezar el festival con algo de luz, algo que ya sucedió el año pasado con la bonita The Kindness of Strangers. Bueno, ¿pero y los Osos? ¿Quién hay en Competición? Los habituales Christian Petzold y Sally Potter presentan sus últimos trabajos: el alemán repitiendo protagonistas con Franz Rogowski y Paula Beer que deslumbraron con Transit, vuelve ahora con Undine, una adaptación de la fábula de la ninfa Ondine de la mitología germana. La británica Potter nos trae a Javier Bardem protagonizando The Roads not Taken, un padre con inestabilidad mental con la que debe lidiar su hija, interpretada por Elle Fanning. Un título histórico como Berlin Alexanderplatz, la célebre novela y posterior serie de los 70 de Rainer Werner Fassbinder, llega ahora como adaptación contemporánea sobre los bajos fondos berlineses de un refugiado africano. Yo arriesgo para los osos y apuesto por la argentina El Prófugo de Natalia Meta, única película de habla española en Competición y por la italiana Favolacce de los hermanos d’Inoccenzo, que ya estuvieron en 2018 con La Terra dell’Abbastanza, muy celebrada en Panorama. Al final no se trata tanto de competir sino de encontrar buenas películas en la sección principal, venida a menos los últimos años y que ahora podría resurgir.

Quizás usar el termino impactante para Nicht der Homosexuelle ist pervers, sondern die Situation, in der er lebt, o lo que es lo mismo aparte del impacto de leer en alemán, No es el homosexual el que es perverso, sino la situación en la que vive. Y con “situación” se refería este clásico de 1971 a la sociedad homófoba de los setenta. Esta joya la encontramos en el aniversario de la sección Forum, que cumple 50 años, como cincuenta son los años que ha tardado una película en terminarse: El tango del viudo y su espejo deformante. En 1967 el chileno Raúl Ruiz rodó el que debía ser su primer largometraje: El tango del viudo, que nunca llego a completar por falta de dinero. Raúl moriría en 2011 y seis años más tarde, su viuda Valeria Sarmiento encontró los rollos de la película y decidió concluirla. Esta tarea ve la luz en 2020, medio siglo después. Muy de película todo. It is very difficult todo esto.
De película es también el proyecto DAU, que suena a experimento soviético secreto de la Guerra Fría. Entrad: www.dau.com La productora Phenomen Films filmó entre 2006 y 2009 un total de setecientas horas despedazadas en películas, series de TV, documentales y proyectos trans-media. Pero en realidad la mayoría de esas filmaciones tuvo lugar en “El Instituto”, el set más grande construido en Europa y enclavado en la ciudad ucraniana de Kharkiv: 12.000 metros cuadrados reconstruían un instituto soviético de finales de 1930. De ese monstruo llegan dos películas a la Berlinale: DAU.Natasha en Competición Oficial y DAU.Degeneration en Berlinale Special, prohibidas en Rusia acusadas de propagar la pornografía. El periódico Der Tagespiegel publicó que DAU. Natasha contiene una escena donde una mujer es violada con una botella y The Guardian escribió un artículo titulado “DAU: El show de Truman estalinista”. La controversia está servida.

En Berlinale Special encontramos al difunto compositor islandés Johann Johansson (Prisoners, Sicario, Arrival) quien nos dejó antes de desaparecer el documental Last and First Men narrado por Tilda Swinton. El documental Hillary sobre la mismísima Hillary Clinton y la vuelta a la vida de Pinocchio protagonizado por Roberto Benigni (La Vida es Bella) son otros de los alicientes de esta sección revitalizada. Todo apunta a que tanto el genial cineasta italiano como la política estadounidense estarán en Berlín.
Estará como siempre el idioma español. La sección mejor representada será Generación con dos películas españolas, dos argentinas, una peruana y una mexicana. De Generación salió Verano 1993 de Carla Simón y aquí se ven enormes películas protagonizadas por niños y adolescentes y dirigidas a un público más amplio: Veins of the World, Las Niñas, Mignnones, Los Lobos o Kokon representan una sección que seguir de cerca. Como a Pilar Palomero que debuta con Las Niñas, coprotagonizada por una Natalia de Molina que vuelve a Berlín un año después de Elisa y Marcela de Isabel Coixet: la película cuenta la historia de muchas mujeres de hoy, dibujada a través de la educación que recibieron a principios de los años noventa en España.
Es muy importante finalizar con la nutrida presencia de películas protagonizadas y hechas por mujeres, como los segundos trabajos de Leonie Krippendorff y Uisenma Borchu. En sus respectivos debuts, ambas hablaban de la independencia y libertad de sus protagonistas. Leonie es berlinesa y Uisenma nacida en Mongolia y criada en Alemania. Presentan Kokon y Black Milk y darán mucho de qué hablar. Como las películas LGTBIQ+ de Panorama, la sección favorita del público, donde destaco los documentales Always Amber y Petite Fille: en ambos las protagonistas son personas que no se identifican con el sexo con el que nacieron, algo cuya definición oficial es “desorden de identidad de género”, un término terrible que el tiempo cambiará. La primera sigue a Amber, no binaria y no cis, quien inicia los pasos hacia una mastectomía que les dessexualice, siente que sus pechos les convierte en un objeto sexualizado y que la sociedad inefablemente les reconoce por ellos como mujer. Les. El pronombre por el cual Amber responde es el plural they (ellos o ellas en inglés) tercera persona del plural, que hoy día se usa en la tercera persona singular para los individuos que no se adhieren a una identidad particular de género. Sí, ahí estamos. En el caso de la francesa Petit Fille (niña pequeña) Sasha es una chica que ya quería serlo cuando tenía dos años; con ocho está luchando junto a sus padres por un certificado médico que reconozca su identidad, para que su colegio le permita ir al colegio vestida como ella quiera, pese a haber nacido con cuerpo de chico. Gracias a Panorama el mundo es un lugar menos desigual en el que todas las voces son escuchadas, si no siempre en la vida real, al menos por el público a través de sus películas. Es el trabajo más importante que puede hacer el cine: luchar por la igualdad, la justicia y la libertad.

por Irene Cueto | Sep 25, 2019 | Artes plásticas, Críticas, Evento |
La exposición De lujo. De los asirios a Alejandro Magno está en Madrid desde el 20 de septiembre al 12 de enero de 2020 en CaixaForum con piezas del British Museum. Esta muestra describe a través de diversas manifestaciones artísticas manifestadas en las antiguas civilizaciones asiria, babilónica, fenicia y persa y también la enorme influencia egipcia y el vasto imperio que creó Alejandro Magno, lo cual abarca del 900 al 300 a.C.
Con esta exhibición nos sumergimos en la Antigüedad y en la transculturización de los imperios más importantes. En ellos el lujo abarcaba tanto la vida privada como la guerra y en todos ellos la ostentación fue utilizada como sinónimo de poder: desde los materiales (oro, plata, alabastro,…) a la variedad de pigmentos utilizados en las pinturas y las esculturas, algunas de las cuales todavía se aprecian a pesar del tiempo transcurrido. Con diversos objetos y piezas artísticas podemos ver los momentos de guerra y pillaje además del tributo a los diferentes reyes.
Al ganar batallas y guerras, los tesoros atesorados iban in crescendo, con lo que los monarcas podían poner de manifiesto su gran poder (con dichos objetos de lujo, joyas y vestimentas más lujosas, palacios más grandes y más ricamente adornados) y a su vez financiar nuevas guerras y pagar a sus ejércitos. Un ejemplo lo constituyen los detallados relieves, como el del palacio de Nínive (Irak) o el obelisco de Rassm (Nimrud, Irak). De hecho, parte de la importancia de estos palacios radica en la explosión de los sentidos que acontecía en ellos. Los jardines eran una parte vital con plantas con diferentes aromas. También con la música en los suntuosos banquetes (además de en la guerra), donde podemos ver la influencia de los imperios a través de este arte con sus instrumentos, como los tipos de flautas y arpas representados en vasijas e instrumentos de aquel entonces.
Por su parte, Alejandro Magno unificó un grandísimo territorio desde Macedonia pasando por Egipto hasta India en su intento de conquistar el mundo. La importancia de los dioses de la Antigua Grecia queda patente en las piezas expuestas y la simbología con la que estaban asociados, tal es el caso de Zeus con el toro.
Asimismo, la muestra cuenta con vídeos explicativos, así como pantallas táctiles que explican las piezas y cada una de sus partes para poder ampliar la información ofrecida en cada una de estas obras.
Se trata, pues, de una lujosa exposición con la que adentrarse en una enorme y gran época a través de su arte en el que se aprecia la confluencia de los regímenes políticos, culturas y religiones de un amplísimo territorio.
(Foto del British Museum: Azulejo asirio. Palacio noroeste, Nimrud (Irak). 845-850 a. C.)
por Adrian Maldolnado | Mar 12, 2019 | Artes plásticas, Críticas, Evento, MujeRes |
Elvira Smeke (México, 1978) expone su obra desde el 8 de febrero al 7 de abril en la galería de la Plaza de la República 20, 4to piso en México D.F. en un espacio gestionado por Alberto Ríos de la Rosa.
I Am Naked Now presenta el más reciente cuerpo de obra de la artista mexicana Elvira Smeke, el cual surge a partir de la búsqueda del grado cero en la forma estética por medio de la instalación escultórica, la pintura y la manipulación de la imagen digital.

(Fotos: Adrián Maldonado)
Las piezas mostradas en esta exhibición son producto de una serie de acciones a puerta cerrada, largas caminatas y una dosis de juego a través de los cuales la artista explora los preceptos filosóficos ligados al feminismo de Luce Irigaray y Hélène Cixous y bajo el estudio del cuerpo propuesto por Judith Butler generando así nuevas narrativas a sus propias interrogantes y su posición en la producción plástica internacional.
Gran parte del resultado de sus piezas se deriva del «accidente”, como ella lo define, cosas o situaciones inesperadas que le ocurren, pero que aprovecha para crear.
La exposición ofrece un conjunto de posibilidades de experimentar el mundo con diferentes resultados y por medio de un cambio constante de las relaciones entre el contexto y el visitante. Esta relación se da tanto a nivel físico, por medio de las instalaciones escultóricas y breves ejercicios tridimensionales como en un nivel visual por medio de las pinturas, las intervenciones textuales y finalmente la fotografía digital.

por Carlos Ibarra Grau | Feb 26, 2019 | Artículos, Cine, Críticas, Evento |
Robert Gauthier, fotógrafo de Los Angeles Times, inmortalizó el momento en el que Lady Gaga besó como se hace con la realeza la mano de Olivia Colman, quien interpreta a una reina inglesa en La Favorita. Un papel de Oscar a mejor actriz principal en el premio más unánime de la noche, una actuación portentosa donde Colman otorga a su personaje más matices que colores tiene un arcoíris. Fue el único Oscar de los diez a los que optaba la película del griego Yorgos Lanthimos, una auténtica lástima.
Roma partía también con diez nominaciones y en tres veces su director Alfonso Cuarón subió al escenario: Oscars a mejor película de habla no inglesa, mejor director y mejor fotografía (incontestables esas apabullantes imágenes en blanco y negro de Roma). Y no consiguió el Oscar a mejor película, era la gran expectación de la gala, que fue a parar a Green Book, una película para mí convencional y condescendiente con el tema racial, algo que gusta a mucho público pero no a la crítica, ávida de historias duras y dramáticas que reflejen mejor la realidad. Ahí andamos.
Casos como el de la mexicana Roma ya los hubo antes. En 2012 la francesa Amour también estuvo nominada a mejor película, en 2001 la taiwanesa Tigre y Dragón o la sueca Gritos y Susurros en 1974. El caso más llamativo es la italiana La Vida es Bella, que hizo historia en Los Oscars de 1999 al permanecer en el recuerdo de todos por su Oscar a mejor película. Pero no fue así. Sí estuvo nominada pero ganó el de habla no inglesa. La ganadora a mejor película en esa edición fue Shakespeare in Love. Deseo y realidad se confunden en lo que Iker Jiménez llama el inconsciente colectivo.

A medida que pasan los años, Los Oscars se vuelven más sociales y políticos por lo que se dice en la gala. Se habló más en español que nunca: Javier Bardem en un alegato contra los muros y fronteras (en obvia referencia a Trump), un Diego Luna sonriente con ya se puede hablar español en Los Oscars, nos abrieron la puerta y ya no nos sacan de aquí o el propio Cuarón agradeciendo el apoyo a su familia y a México. Fundamental fue el discurso de Michael Keaton poniendo el valor el montaje en las películas, que define el ritmo de la historia y hace mejores a las actuaciones. Y hablando de montaje, la estatuilla fue para Bohemian Rhapsody, un premio absolutamente inexplicable frente a La Favorita, que construye su historia como ninguna otra película este año. En fin. Repitió Oscar Bohemian Rhapsody a mejor actor principal con Rami Malek, que dio vida a Freddy Mercury. Y antes Mahershala Ali recogió el Oscar a mejor actor de reparto en Green Book recordando a su abuela, que lo presionaba siempre en pensar de manera positiva, que es precisamente lo que hace esta película.
Social y político es el “Oscars so White”. Los afroamericanos aumentan su visibilidad gracias a las tres estatuillas de Black Panther, la primera película de superhéroes negros de la historia, junto a el propio Mahershala Ali que es de raza negra está Regina King, mejor actriz de reparto por If Beale Streets Could Talk y, por encima de todos me tomo la libertad, el Oscar al gran Spike Lee por su guion adaptado de Infiltrado en el KKKlan, que lleva cuarenta años dejándose la piel en el cine luchando contra el racismo.

Los ojos siempre están puestos en ellos. La polaca Cold War, la mejicana Roma y la japonesa Shoplifters, que competían a mejor película extranjera, han sido lo mejor de 2018 a nivel mundial junto a otras que quedaron fuera. Pero los ojos siempre puestos en Estados Unidos, que actúa como la primera potencia independientemente de si lo es o no. Pese a un cine venido a menos y por abajo de lo que se hace en muchos otros países, su despliegue mediático y el de todo el planeta hacen creer que allí se premia a lo mejor de la Tierra. Pero no. Igual que en España tenemos los Goya o en Alemania la Berlinale, cada país tiene sus certámenes y eventos. Pero a esos que llamamos yanquis, el marketing se les da tan bien hasta para hacer creer al resto que Green Book es la mejor película del año. Los Oscars son los premios de la Academia del Cine de Estados Unidos para el cine de Estados Unidos, que se estrena en Los Ángeles, sí, hay que estrenarlo en Los Ángeles. Y los Oscars – igual que otros festivales del país- tienen una sección en la que premian a películas en otros idiomas con “mejor película de habla extranjera” Obviamente, para ellos todo lo que no sea la lengua de Shakespeare es algo extranjero.
En 2012, el francés Leos Carax recibió por Holy Motors ese premio, a mejor película de habla extranjera. Su agradecimiento fue:
«Hola, soy Leos Carax, director de películas en idiomas extranjeros. He hecho películas en idiomas extranjeros toda mi vida. Las películas en idiomas extranjeros se hacen en todo el mundo, por supuesto, excepto en Estados Unidos. En Estados Unidos, solo hacen películas en idiomas no extranjeros. Obviamente, las películas en idiomas extranjeros son muy difíciles de hacer, porque tienes que inventar un idioma extranjero en lugar de usar el idioma habitual. Pero la verdad es que el cine es un idioma extranjero creado para aquellos que necesitan viajar al otro lado de la vida. Buenas noches «.
por Carlos Ibarra Grau | Feb 24, 2019 | Cine, Críticas, ENTREVISTAS, Evento, Sin categoría |
Baracoa es una película rodada en Cuba que participó en la Berlinale dentro de la sección Generación. De esta sección surgió, por ejemplo, Verano 1993 (Estiu 1993) de Carla Simón hace dos años. Generación, sin hacer ruido, ha ido destapándose en las últimas ediciones como referencia para los berlinaleros. En ella se exploran la vida y los mundos de los niños y adolescentes desde una perspectiva diferente a la que el cine comercial nos ha acostumbrado. Baracoa es en parte película en parte documental al tener tres directores – dos documentalistas afincados en Estados Unidos y un argentino que vive en Suiza- que ofrecen singularidad a la historia de Antuán y Leonel, dos jóvenes de 13 y 9 años que viven en un pequeño pueblo a las afueras de La Habana.
Antuán y Leonel viven en Pueblo Textil, un puñado de bloques de apartamentos construidos a mediados de los setenta. Para proporcionar alojamiento a los trabajadores de la Textilería Ariguanabo – construida en los años treinta y por entonces el centro industrial más grande de toda América Latina- Fidel Castro ordenó deforestar una loma cercana de frondosa vegetación (la loma “Negrín”) y alzar allí los edificios. La fábrica cerró en los noventa y los trabajadores se marcharon. En Pueblo Textil solo se quedaron los ancianos y los niños, como Antuán y Leonel, quienes viven y juegan felices entre las ruinas de la textilería y sus alrededores.
La palabra Baracoa significa “existencia de agua” y da nombre a una pequeña playa a 15 kilómetros de Pueblo Textil. En 2016 Pablo Briones había escrito un guion de 30 páginas y decidió asistir a una escuela de cine en Cuba que distaba unos cientos de metros de un poblado: allí encontró al protagonista de su historia. “Después de un par de horas paseando por el pueblo tenía diez niños a mi alrededor; dos de ellos se me acercaron y me preguntaron qué hacía allí. Tengo un guion y busco un niño para mi película, respondí, a lo que el más pequeño respondió sí bueno pero mejor tener a dos, ¿verdad? Yo me llamo Leonel y él es Antuán. Me gustaron al instante y decidí reescribir el guion, convirtiéndolo en una historia real de amistad entre dos niños”

Fue una entrevista a cuatro bandas, dos directores y dos entrevistadores:
–Pablo Briones, director argentino afincado en Ginebra.
– Jace Freeman, codirector estadounidense y junto a Sean Clark los Moving Picture Boys.
– Neil Fox, periodista inglés y productor de cine en Reino Unido.
– Carlos Ibarra Grau, crítico de cine con alma de poeta.
Mi primera pregunta es vuestra impresión de Cuba. Se dice que los cubanos son gente muy feliz pese a que su vida es muy humilde. ¿Realmente pensáis que viven tan felices? En la película por ejemplo nunca vemos a los niños darse una ducha, simplemente se cambian de camiseta cuando se despiertan por la mañana.
Jace Freeman: Yo vengo de Estados Unidos y cuando llegué a Cuba uno se siente como atrapado en 1955: coches antiguos desvencijados y piezas desparramadas, pero ellos lo reparan todo con lo que tienen. Y cuando se rompe lo vuelven a reparar. Son una gente maravillosa con un gran sentido de comunidad, de compañerismo, algo que se aprecia en la película. En el pueblo todo el mundo cuida de todo el mundo y tienen libertad para moverse porque es un lugar seguro. Y es un lugar seguro para que los niños crezcan. Qué oportunidades tendrán una vez sean adultos es algo que no podemos saber, pero sin duda es algo que harán juntos.
Pablo Briones: Sientes algo extraño cuando estas en la isla, como un tipo de seguridad, algo que no puedes sentir en cualquier lado, no en la mayoría de las ciudades de Sudamérica. El hecho de que en Cuba tengan restricciones y límites tanto de fuera como desde dentro ha generado una situación cómoda (comfortable) que ellos tienen asumida. Tienen claro que su situación política es diferente. Me sorprende lo simpáticos y lo inteligentes que son, simplemente gente feliz. En otras sociedades tenemos otro tipo de límites como yo que llevo diez años viviendo en Suiza y lo tenemos todo, incluso demasiado, pero pese a ello la gente no es super feliz.
Investigué acerca de Pueblo Textil, una zona de vegetación deshabitada donde Fidel Castro decidió construir casas y crear una comunidad. Durante la película se ven muchos esqueletos de viviendas…
J.F: Eran alojamientos para trabajadores de la fábrica textil que había al lado. La fábrica cerró y los trabajadores abandonaron el pueblo. Lo que quedó fueron gente mayor y niños. Baracoa no es tanto una historia sobre el desequilibrio entre los muy ricos y los muy pobres en Cuba, sino una sobre una comunidad que vive sin necesidad de muchas cosas que otras ciudades sí tienen.
P.B: Pueblo Textil me recuerda a uno de esos proyectos europeos sobre cómo vivir en armonía: construir en el área rural -como vivir en el campo con gallinas- un nuevo modelo de sociedad en una atmósfera de comunidad y más ecológica. El pueblo parece uno de esos proyectos pero creado de manera involuntaria.
(Neil Fox) Sobre el estilo de la película, la estética es como en una coming of age, pero en este caso de dos niños pequeños que realmente viven allí, una historia real. ¿Como fue el proceso de trabajar en el estilo mientras documentabais la vida de estos jóvenes?
J.F: Los personajes y el entorno dictaron el ritmo y estilo de la historia. En cuanto al método de trabajo, decir que de los tres directores Pablo era el que trabajaba con los niños, mientras que Sean y yo nos encargamos de la imagen y del sonido; nuestra única directriz fue que no miraran a la cámara (risas). Pablo fue el que le dio esa perspectiva única, su estilo de filmar tipo documental y esa manera increíble en la que juega con la realidad, creando algo que va más allá, donde ya no puedes distinguir un estilo de otro. Algo muy interesante.
P.B: Es gracioso porque yo escribí una historia para un solo niño y apareció Leonel con otro bajo el brazo. Es lo mismo que hizo Jace con Sean. Cuando hablé con Jace acerca de hacer una película me dijo “genial, pero sabes, siempre trabajo con Sean, somos los Moving Picture Boys, nunca hacemos nada en solitario” Trabajamos en ello y al final encontramos un balance entre todas las partes.

¿Cuánto hay de improvisación en los diálogos? ¿Les distes a los niños por ejemplo un tema del que hablar y ellos lo iban desarrollando?
P.B: Exacto. Teníamos un guion pero el proceso fue ir encontrando el momento y escena perfecta para cada tema. La escena de la piscina, por ejemplo. Cuando nos pareció correcto les dijimos que con calma podían ir hablando de La Habana y de la playa; íbamos introduciendo los temas poco a poco, cuando el momento y lugar ideal se presentaba. Aunque estábamos improvisando, siempre nos mantuvimos cerca de la historia original. Teníamos en mente que en algún momento Antuán abandonaría el pueblo y se iría a La Habana, esa era la amenaza en la historia. Cuando estás viendo la película sabes que llegado el momento él se va a ir, eres consciente de que ocurrirá. Queríamos mantener esa expectación en la audiencia.
(Neil Fox) Es hermoso ver cómo la película se centra en ellos y en su entorno. Otros directores cuando salen al extranjero filman la vida de gente pobre, pero vosotros es como “mirar este sitio tan bonito” ¿Quisisteis hacer justicia a estos chicos y no caer en esa trampa en la que caen otros?
J.F: Creo que el cine es más que nada observación. Pero esta es una película subjetiva, desde la perspectiva de Leonel y de cómo es su vida, así que fue una decisión consciente el no mostrar la historia de una manera tradicional, sino desde esta observación al estilo documental. Eso nos lleva a entrar rápidamente en la vida real de estos niños.
P.B: Al filmar nos manteníamos muy cerca de los personajes, así es como trabajan los Moving Picture Boys, que siguen de cerca a los personajes de sus documentales. Ellos ponían la cámara a la altura de los niños, así que lo ves todo desde su perspectiva, todo parece más grande. Teníamos muchos paisajes e imágenes bellas donde no aparecían los niños, pero durante el montaje decidimos que la historia se mantuviera siempre con nuestros protagonistas, de una manera natural. No se trata del paisaje al que el niño está mirando, sino que se trata de el niño mirando el paisaje.
Terminada la entrevista, seguimos los cuatro departiendo informalmente. Neil agradeció una vez más a los directores por la película que habían hecho. Yo hice una reflexión en voz alta que quería compartir: En la Berlinale hay 400 películas y uno hace un puñado de entrevistas, pero los motivos por los que uno entrevista a unos cineastas y no a otros no es siempre clara. Hoy mismo me pregunté porque elegí vuestra película de entre otras, porqué os quería entrevistar. Creo que capturasteis algo muy especial, algo más allá de la película, de la historia y del guion, capturasteis el alma. Cada película tiene un alma y eso es lo que me capturó a mí. Esto es algo que no se puede tocar ni ver, solo sentirlo. Y eso es un gran trabajo. Gracias.