por Irene Serrahima Violant | Abr 29, 2019 | Críticas, Música |
El pasado 16 de abril, Jordi Savall presentó en l’Auditori un repertorio particular de estas fechas, la íntegra Pasión según San Mateo BWV 244 de J.S.Bach en su versión concierto.
Dentro de la obra de Bach, esta pasión se podría considerar una de sus piezas más conocidas. Para ponernos en situación, una pasión, y en concreto una pasión oratoria, es un género musical donde se musicalizan escritos de los evangelios relacionados con la pasión de Cristo y tiene una forma similar al oratorio barroco, es decir, con sus recitativos y arias acompañadas con bajo contínuo o grupo instrumental. Al mismo tiempo se intercalan con interludios instrumentales y coros. El recitativo lo realiza la voz del narrador, que se alterna con las voces de los distintos personajes que van apareciendo. La Pasión Según San Mateo está escrita para doble coro y orquesta, además de los solistas vocales e instrumentales. Para su interpretación, Savall reunió a La Capella Reial de Catalunya, VEUS-Cor Infantil Amics de la Unió y Le Concert des Nations.
Las corales desempeñaron muy bien su papel en sus distintas intervenciones, destacando en números como el 54 O «Haupt voll Blut and Wunden«, 58d «Andern hat er geholfen» o el número final «Wir setzen uns mit Tränen nieder«, en ellos podían entrever emociones de compasión, ternura y dolor, con una interpretación de una gran intensidad interna o en ocasiones despótica y brutal como en las exhaltaciones de «Lass ihn kreuzigen» (Que lo crucifiquen).
Entre los solistas vocales destacaron el barítono Matthias Winckler en su papel de Jesús, profundo, y muy solemne, las sopranos Rachel Redmon, con un registro bastante amplio con carácter, vibrato trabajado y una proyección fluída y Marta Mathéu, con una voz llena de naturalidad y cuerpo. Florian Sievers (tenor) desempeñó un papel de Evangelista correcto, declamado y neutro. Sin embargo hubieron otros casos como el del tenor David Hernández, quién ejerció su papel de Testimonio II de forma estática y con poca profundidad y el contratenor David Sagastume (Testimonio I), que sorprendió bastante por su desafortunada interpretación con desajustes de afinación, fraseo y voz entrecortada, teniendo en cuenta el proclamado y defendido gran nivel de los músicos que habitualmente son dirigidos y colaboran con Savall.
Por parte de los instrumentistas solistas destacaron los solos de viola de gamba de Jordi Savall como el introductorio al aria «Geduld» (n.35) y el de la concertino solista de la segunda orquesta, Guadalupe del Moral, que realizó una interpretación historicista muy acorde con el estilo de la obra, arco ligero y articulación corta, precisa y dinámica. Por otra parte, posiblemente por una poca preparación hubieron bastantes fallos en los vientos, que desestabilizaron el sonido general de las dos orquestas o la introducción/acompañamiento de alguna aria como «Sehet, Jesus hat die Hand».
Si bien la interpretación de Savall como solista de viola de gamba fue de gran calidad, su dirección resultó automática y rudimentaria, en la que prácticamente no daba indicaciones de carácter y matices referentes a la interpretación, dando lugar a una versión de la pasión bastante metronómica.
Haciendo un análisis general del concierto nos podríamos preguntar por qué hubieron fallos y desajustes que se podrían haber evitado en ensembles considerados de los mejores en el campo de la música antigua. ¿Quizás porque fue el primero de una gira de tres conciertos; Barcelona Versalles y París? ¿Es posible que el de Barcelona fuera un ensayo general?
por Rubén Fausto Murillo | Abr 19, 2019 | Críticas, Música |
El 11 de marzo de 1829 está marcado en los anales de la historia, como la fecha en que un jovencito de apenas 20 años, dirigió su muy particular visión de la entonces desconocida Pasión Según San Mateo de un autor también apenas conocido: J.S.Bach. Si seguimos la narración romántica, ese jovencito de nombre Felix Mendelssohn y que en esos momentos vivía en la ciudad de Leipzig, se encontró con que su madre había comprado un trozo de carne y este había sido envuelto en una hoja pautada que contenía grafías que pudo, con el tiempo, adjudicar a la mano del viejo canto de la iglesia de Santo Tomás de la misma ciudad, muerto 80 años antes. A los musicólogos, nos encantan estas historias que sabemos falsas, pero que trasmiten una profunda devoción por los personajes involucrados. Lo cierto es que el muy adinerado Felix Mendelssohn, hijo de un banquero de origen judío y nieto de un filósofo de gran renombre en eso años en Alemania, había recibido una cuidada educación musical de manos de Carl Friedrich Zelter, que, a su vez, había estudiado con C.F.C Faschs, alumno de C.P.E. Bach, y gran entusiasta de la obra de J.S Bach. Esa es la manera en que la obra del maestro se conservó: la enorme cantidad de alumnos que formó en vida y que vieron en Bach, un ejemplo a seguir. Esta influencia llegó hasta la generación de Mendelssohn, hombre cultísimo y lleno de la fuerza necesaria para acometer grandes obras culturales, como la fundación de un conservatorio en la ciudad de Leipzig o la literal exhumación de una obra que muy probablemente se hubiera perdido definitivamente sin su oportuna intervención.
Ahora bien, todo sea dicho, Zelter, nunca aprobó que su talentoso alumno gastara recursos e ingenio en esta empresa, le parecía que las pasiones del viejo Bach solo podían interesar a un puñado de conocedores, nada que pudiera justificar los desvelos del joven maestro. Mendelssohn se sentía moralmente obligado a restaurar esa obra, y muy en la moda de la época, la “actualizó” , y retocó de acuerdo con el gusto romántico; cortando pasajes, orquestando la obra y pensándola para una gran masa coral y orquestal que fue presentada en la ciudad de Berlín en la fecha antes mencionada. Para muchos, ese 11 de marzo de 1828, J.S. Bach volvió a la vida, pues el interés que originó ese concierto en recuperar su obra llevó a que en la actualidad considerémonos al maestro, piedra angular de nuestra práctica musical.
Muy lejos de la postura estética que recuperó la obra nos ubicamos en la actualidad. Para nuestra época, la nota escrita es casi sagrada y como intérpretes no hay nada más importante que la supuesta voluntad del autor, expresada en una partitura. Mucho podremos abundar en un futuro artículo sobre esta costumbre tan occidental, de idealizar el pasado, pero lo cierto es que actualmente, las lecturas que se hacen de estas obras son bajo un postura absolutamente literal del texto original, y realmente, la interpretación realizada por Paul McCreesh el pasado 10 de abril en el Palau de la Música Catalana estuvo en todo momento ajustada a lo escrito por el maestro de Leipzig, una memorable ejecución, de una obra que aun logra, contrario a la opinión de Zelter, convocar a cientos de personas cada vez que se programa.
Que Paul McCreesh es un gran músico, es por todos conocido. En cada una de sus presentaciones en nuestra ciudad nos ha dejado un muy agradable sabor de boca. Su profundo conocimiento del repertorio interpretado, su musicalidad, es más, su amor por todo aquello que dirige, lo permea todo. En esta ocasión, no fue la excepción, pues abordó la pasión desde una postura claramente teatral, buscando impactar en el auditorio congregado. Bach dispuso la obra en dos grandes bloques sonoros constituidos por dos coros y su correspondiente orquesta que a lo largo del decurso de la obra van realizando un diálogo que envuelve al escucha. McCreesh dispuso estas masas corales en su mínima expresión: 8 solistas vocales solamente, los unos contestando a los otros, generando una textura que por momentos recordaba a las tragedias griegas, pues a lo que el evangelista narraba, por ejemplo, un coro contestaba comentando o ilustrando el momento. La idea es afortunada, pero muy arriesgada, se tiene que contar con un octeto de primera fila, que, además, tienen que estar absolutamente compenetrados en dos bloques homogéneos. McCreesh de nuevo conmovió, y es que es imposible no hacerlo cuando uno escucha una obra de tan hondo calado tan bien interpretada, tratada con tanto mimo; cada detalle puesto en su lugar, por eso sorprende muy desagradablemente que, en el número inicial de la obra, el coral “O Lamm Gottes unschuldig” que en la partitura original es interpretado por un coro de niños, simplemente fuera eliminado. Los dos coros entablan un diálogo entre la hija de Sión y los fieles que lloran desconsolados por los hechos a punto de ser narrados, mientras, por encima de esta textura, se superpone la melodía del Agnus Dei latino, reforzando el mensaje de contrición que impregnará toda la obra. Al presentar la Pasión con tan solo 8 voces, nadie pudo cantar la melodía del coral. Entiendo y aplaudo la idea de presentar la obra bajo esta óptica. Realmente las texturas que aportan una lectura tan camerística son muy interesantes, pero sinceramente creo, que hay zonas donde no se puede cortar, sobre todo si estas zonas están escritas por el autor de la obra. Seguimos.
por Elio Ronco Bonvehí | Abr 18, 2019 | Críticas, Música |
Después que el pasado mes de septiembre Josep-Ramon Olivé inaugurara el Festival LIFE Victoria, ahora nos toca hablar de su debut en el Palau de la Música junto al pianista Ian Tindale, dentro del ciclo ECHO Rising Stars. Este ciclo, iniciativa de la European Concert Hall Organisation (ECHO), es una estupenda plataforma para los nuevos talentos, y no solo de la interpretación, ya que a menudo incluyen obras de estreno. En este caso, l’Auditori de Barcelona, la Fundació Orfeó Català-Palau de la Música Catalana y la citada ECHO encargaron una nueva obra a la compositora Raquel García-Tomás. El estreno nacional -ya se había escuchado en conciertos previos de la gira- de sus Chansons trouvées era el principal atractivo de un programa por lo demás pensado como carta de presentación de un liederista: selección de lieder de Schubert y Strauss, Lieder eines fahrenden Gesellen de Mahler y una rareza, los Lieder des Abschieds op.14 de Korngold. Estas últimas unas canciones eran otro de los atractivos del recital, ya que a pesar de enmarcarse en la misma tradición que las demás, aportaban un poco de variedad dentro del repertorio germanocéntrico dominante.
El recital se desarrolló en las dos partes de rigor, y bien podrían haber sido dos actuaciones distintas. Puede que fuera por la presión de actuar en casa, por una menor afinidad con las obras, o por cualquier otra razón, el caso es que en la primera parte ambos artistas ofrecieron una interpretación contenida, casi tímida. No lograron traspasar la superficie emocional de los deliciosos lieder de Korngold, mientras que en la preciosa selección de canciones de Schubert la cuidada expresividad de Olivé en los pasajes en piano contrastaba con un fraseo comparativamente más plano a partir del mezzoforte.
En la segunda parte experimentaron un drástico cambio, empezando por su magnífica interpretación de las Chansons Trouvées de Raquel García-Tomás. Se trata de una pieza cuyo texto consiste en sílabas sin sentido que pretenden evocar la sonoridad de la lengua francesa. Sin la restricción que suponen las palabras, García-Tomás construye una obra que explora un amplio abanico expresivo. Olivé, que en la primera parte ni siquiera se movía, se mostró a partir de aquí mucho más desinhibido, con gestos que acompañaban a su fraseo, mucho más expresivo e intencionado. Después de su excelente interpretación de las Chansons Trouvées, continuó con una versión intensa y dramática de los Lieder eines fahrenden Gesellen y cambió sin problemas de registro para el último bloque dedicado a Strauss, con un planteamiento más íntimo y cantando con una gran delicadeza. Ian Tindale también se mostró más inspirado en la segunda parte, y sobretodo en el bloque Strauss con el que demostró una gran sutileza en la creación de sonoridades desde el piano.
por Rubén Fausto Murillo | Abr 10, 2019 | Críticas, Música |
La pascua ha llegado de nueva cuenta y con ella, en lo musical, también se nos invita a disfrutar de una muestra de “pasiones” que rememoran, vaya la redundancia, la pasión y muerte de Jesucristo. En concreto, el Palau de la Música, programó las dos canónicas obras de J.S.Bach, iniciando con la Pasión según San Juan de la que hablaremos a continuación, y una semana después la San Mateo. En ambos casos, son agrupaciones británicas de diferente adscripción musical las encargadas en este año de interpretar las obras, pero si manteniendo un modo de hacer muy “inglés”. La centenaria tradición coral de las islas británicas, tiene un peso enorme en la calidad de estas lecturas.
En el caso del Auditori, será el maestro Savall el encargado de presentar la San Mateo, en este caso, ante sus fieles seguidores del escenario barcelonés. Y llegados a este punto, y confesándome primero, un enamorado irredento de la obra de J.S.Bach, me pregunto, ¿No existen más pasiones que pudiéramos disfrutar en esta temporada? Pienso en quizás la “Pasión de Brockes”, obra juvenil pero maravillosa de G.F.Handel, por mencionar una posibilidad, no demasiado heterodoxa, pero, si nuestro deseo de profundizar en la literatura de este género fuera mucho, autores del mismo periodo como Telemann o el hijo mayor de J.S. Bach, C.P.E. Bach, cuentan con obras sumamente interesantes y que muy probablemente nunca se han escuchado en nuestra ciudad. Entiendo que los programadores lo que quieren es un auditorio lleno y apostar por las canónicas obras del maestro de Leipzig, es por decirlo así, una apuesta mas segura, pero ello incluso va en contra de la misma apreciación de estas, porque hay aficionados literalmente aburridos de escuchar cada año las mismas obras, y que estoy seguro, estarían felices, sin dejar de disfrutar de Bach, de ampliar la degustación de nuevos y deliciosos ejemplos dentro del género.
Pasando al concierto efectuado el pasado martes 2 de abril en el Palau de la Música, las sensaciones fueron mejorando conforme la interpretación de la obra se llevaba a cabo. El maestro Edward Higginbottom es toda una autoridad dentro del mundo coral británico y así lo demostró el primoroso estado de la agrupación coral que presentó: el Oxford Consort of Voices. Todos y cada uno de sus miembros son consumados cantantes y la atinada dirección del maestro Higginbottom sabe aunar en un solo cuerpo sonoro una enorme paleta expresiva a esta variedad de solistas. El conjunto instrumental Instruments of Time & Truth, pese a ser todos espléndidos intérpretes, no estuvieron siempre todo lo precisos que cabía esperar: algunas notas bajas por ejemplo en la preciosa aria “Erwäge wie sein blutgefärbter Rücken” para tenor y acompañamiento de violas de amore, o niveles demasiado altos, en el volumen del acompañamiento del clave en contados momentos, que resaltaban mucho mas debido al enorme nivel interpretativo mostrado en el resto de la obra. Son defectos más propios de una interpretación hecha en vivo, en una época en que muchos son “expertos” tras haber escuchado cientos de veces las grabaciones que existen en el mercado y que guste o no, la mayoría si no es que todas, están retocadas en estudio, lo que genera en el público que las consume compulsivamente una idea muy lejana de la realidad interpretativa cotidiana.
Lo anteriormente apuntado, es importante tomarlo en cuenta, sobre todo cuando estamos frente a música interpretada con instrumentos “antiguos”: su constitución física es mucho más frágil y en muchos casos la temperatura, la humedad del lugar, o por qué no decirlo, las misma limitaciones del instrumento, pueden jugar muy malas pasadas a los intérpretes que en la actualidad y debido al enorme nivel técnico alcanzado, son verdaderos virtuosos de instrumentos musicales a lo que hay que “mimar” aun más.
La ejecución de la obra, como lo mencioné al inicio de esta crónica, fue de menos a mas. Así un primer coro “Herr, unser Herrscher, dessen Ruhm”, si bien tuvo una lectura pulida y ajustada al texto musical, sonó más bien frío y sin ese sabor casi teatral que hace tan característico este número, que busca impactar y atrapar al escucha, llevándolo a un estado de contrición interna. Ahora bien, ya para la segunda parte de la obra, donde se narra el juicio y condena de Jesucristo, y que tiene en la participación del coro la piedra angular del momento, lo que antes fue frialdad ahora estuvo lleno de emoción y dramatismo. La coral logró perfectamente retratar a la turba enardecida pidiendo la ejecución del reo y segundos después, estos que antes condenaban en una escritura vocal polifónica, ahora se convertían en devotos fieles que entonaban un piadoso coral luterano.
Para terminar, me gustaría elogiar el trabajo realizado por el maestro Higginbottom, que como ya hemos apuntado no ha construido su carrera por los cauces “normales”, dentro de la dirección a nivel internacional. Su actividad durante años, ha sido la dirección de coros y la investigación musicológica en el Reino Unido. Este trabajo serio y prolongado, ha hecho que su nombre sea respetado como el de un músico serio, sin los reflectores y la celebridad que acompañan a otros nombres de su misma generación, quizá, pero que tal como demostró el pasado martes, es un artista consumado. Y llegados a este punto, creo pertinente hacer la pregunta, ¿Cuantos de nuestras estrellas actuales, pueden sostener con hechos la fama que ahora disfrutan? Querido lector, déjame ser malo, unos cuantos no pasarían la prueba del algodón. Seguimos.
por Elio Ronco Bonvehí | Abr 9, 2019 | Críticas, Música |
Juan de la Rubia inauguró el ciclo de órgano del Palau de la Música con un concierto en el que combinó hábilmente una gran variedad de estilos, desde el barroco hasta la música contemporánea. No podía faltar Bach, del que interpretó nada más empezar la Tocata y fuga en Fa mayor, BWV 540, y más tarde también el Trio super «Herr Jesu Christ, dich zu uns wend», BWV 655, demostrando con ellas su absoluto dominio del instrumento y su sensibilidad musical. El bloque barroco inicial lo completó con una obra de Gaspard Corrette, «Cromhorne en taille», de su Misa de quinto tono.
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por Irene Serrahima Violant | Abr 2, 2019 | Críticas, Música |
El concierto en el Petit Palau que el pasado jueves 21 de marzo nos presentaron la Orquesta Nacional Clàssica d’Andorra (ONCA) y Vera Martínez (primer violín del Cuarteto Casals) como concertino-directora invitada tenía un formato algo distinto al que estamos acostumbrados. Documentado con archivos e imágenes del Principado de Andorra a través de un proyector y la voz de un narrador, Gerard Claret –fundador y concertino-director de la ONCA, así como hermano del también conocido chelista Lluís Claret-, la orquesta mostró una visión de Andorra como país neutral en la primera mitad del siglo XX con obras de distintos estilos.
Encabezada por un fragmento del Manual Digest muy bien declamado por el narrador, que hablaba de los árboles y el caudal de un río, la primera obra interpretada fue la Serenata para cuerdas op 20 de Elgar, que reflejaba una sensación de paz y serenidad bucólica utilizando melodías delicadas y agradables, y se identificaba con la imagen que tenemos de Andorra como país neutral. La imagen proyectada de los agricultores de 1932 llamada «L’hora del batre» reafirmaba esta idea.
El tema de la segunda pieza fueron los refugiados y en pantalla apareció un fragmento de un artículo de la prensa francesa que hablaba del tema, escrito por la periodista Isabelle Sandy en 1939. La obra elegida para empatizar con la causa, esta vez fue el Langsamer Satz en mi bemol mayor de Anton Webern, de una armonía mucho más densa y romántica que la obra anterior, y que transmitía emociones como la melancolía, ansiedad o el desasosiego. En la interpretación de la obra no sólo las melodías en modo menor y las largas progresiones en crescendo y reflejaban todo esto, sino que incluso los pizzicato del acompañamiento estaban imbuidos por la atmósfera. Los trémolos impetuosos y los legatos vibrantes de todo el arco también contribuyeron a perpetuar el carácter.
Continuando con el orden de menor a mayor tensión, la tercera obra que tocaron fue el conocido cuarteto de cuerda de Shostakovich número 8 en do menor, interpretado a gran escala con la formación de camerata y dedicado en su tiempo por el mismo compositor a «Las víctimas de la guerra y el fascismo». La temática de la tercera parte del concierto fueron «Els passadors», personas que residían en las fronteras y se encargaban de pasar los refugiados de guerra desde un país al otro.
Se podía visualizar y empatizar fácilmente con todas aquellas personas que habían practicado este oficio – y el gran peligro que habían sufrido en el proceso- por el relato que nos mostraron a través de las imágenes y la ambientación de la orquesta con la música de Shostakovich: una fotografía mostraba una bandera nazi en la frontera mientras que la música, disonante y en tensión, repetía una y otra vez la firma del compositor –re, mib, do, si– como si de una sentencia amenazante de muerte se tratara y forzara a las víctimas de la guerra a emprender una aterradora huída por la supervivencia.
La interpretación de Vera Martínez y de la ONCA fue muy notable, especialmente incentivada por el gran liderazgo de la solista. Las entradas, realizadas con gran elocuencia, acompañaban e indicaban el carácter de las frases y se podía percibir una gran sincronía y entendimiento entre todos los músicos. En los momentos de más tensión utilizaba algunos recursos como el vibrato estrecho y presión en el arco -al estilo mesa di voce- o también con el arco muy lento a la punta podía obtener un sonido limpio, contínuo e intenso, como por ejemplo hizo en el tránsito del tercer al cuarto movimiento. El segundo movimiento, con su particular tema juguetón de una sátira oscura, lo expresó con una articulación saltada y muy precisa, utilizando poquísima cantidad de arco en el centro. La solista de violonchelo desempeñó también un gran papel como intérprete en sus diálogos con la orquesta.