Pasión in crescendo

Pasión in crescendo

La pascua ha llegado de nueva cuenta y con ella, en lo musical, también se nos invita a disfrutar de una muestra de “pasiones” que rememoran, vaya la redundancia, la pasión y muerte de Jesucristo. En concreto, el Palau de la Música, programó las dos canónicas obras de J.S.Bach, iniciando con la Pasión según San Juan de la que hablaremos a continuación, y una semana después la San Mateo. En ambos casos, son agrupaciones británicas de diferente adscripción musical las encargadas en este año de interpretar las obras, pero si manteniendo un modo de hacer muy “inglés”. La centenaria tradición coral de las islas británicas, tiene un peso enorme en la calidad de estas lecturas. 

En el caso del Auditori, será el maestro Savall el encargado de presentar la San Mateo, en este caso, ante sus fieles seguidores del escenario barcelonés. Y llegados a este punto, y confesándome primero, un enamorado irredento de la obra de J.S.Bach, me pregunto, ¿No existen más pasiones que pudiéramos disfrutar en esta temporada? Pienso en quizás la “Pasión de Brockes”, obra juvenil pero maravillosa de G.F.Handel, por mencionar una posibilidad, no demasiado heterodoxa, pero, si nuestro deseo de profundizar en la literatura de este género fuera mucho, autores del mismo periodo como Telemann o el hijo mayor de J.S. Bach, C.P.E. Bach, cuentan con obras sumamente interesantes y que muy probablemente nunca se han escuchado en nuestra ciudad. Entiendo que los programadores lo que quieren es un auditorio lleno y apostar por las canónicas obras del maestro de Leipzig, es por decirlo así, una apuesta mas segura, pero ello incluso va en contra de la misma apreciación de estas, porque hay aficionados literalmente aburridos de escuchar cada año las mismas obras, y que estoy seguro, estarían felices, sin dejar de disfrutar de Bach, de ampliar la degustación de nuevos y deliciosos ejemplos dentro del género. 

Pasando al concierto efectuado el pasado martes 2 de abril en el Palau de la Música, las sensaciones fueron mejorando conforme la interpretación de la obra se llevaba a cabo. El maestro Edward Higginbottom es toda una autoridad dentro del mundo coral británico y así lo demostró el primoroso estado de la agrupación coral que presentó: el Oxford Consort of Voices. Todos y cada uno de sus miembros son consumados cantantes y la atinada dirección del maestro Higginbottom sabe aunar en un solo cuerpo sonoro una enorme paleta expresiva a esta variedad de solistas. El conjunto instrumental Instruments of Time & Truth, pese a ser todos espléndidos intérpretes, no estuvieron siempre todo lo precisos que cabía esperar: algunas notas bajas por ejemplo en la preciosa aria “Erwäge wie sein blutgefärbter Rücken” para tenor y acompañamiento de violas de amore, o niveles demasiado altos, en el volumen del acompañamiento del clave en contados momentos, que resaltaban mucho mas debido al enorme nivel interpretativo mostrado en el resto de la obra. Son defectos más propios de una interpretación hecha en vivo, en una época en que muchos son “expertos” tras haber escuchado cientos de veces las grabaciones que existen en el mercado y que guste o no, la mayoría si no es que todas, están retocadas en estudio, lo que genera en el público que las consume compulsivamente una idea muy lejana de la realidad interpretativa cotidiana.  

Lo anteriormente apuntado, es importante tomarlo en cuenta, sobre todo cuando estamos frente a música interpretada con instrumentos “antiguos”: su constitución física es mucho más frágil y en muchos casos la temperatura, la humedad del lugar, o por qué no decirlo, las misma limitaciones del instrumento, pueden jugar muy malas pasadas a los intérpretes que en la actualidad y debido al enorme nivel técnico alcanzado, son verdaderos virtuosos de instrumentos musicales a lo que hay que “mimar” aun más. 

La ejecución de la obra, como lo mencioné al inicio de esta crónica, fue de menos a mas. Así un primer coro “Herr, unser Herrscher, dessen Ruhm”, si bien tuvo una lectura pulida y ajustada al texto musical, sonó más bien frío y sin ese sabor casi teatral que hace tan característico este número, que busca impactar y atrapar al escucha, llevándolo a un estado de contrición interna. Ahora bien, ya para la segunda parte de la obra, donde se narra el juicio y condena de Jesucristo, y que tiene en la participación del coro la piedra angular del momento, lo que antes fue frialdad ahora estuvo lleno de emoción y dramatismo. La coral logró perfectamente retratar a la turba enardecida pidiendo la ejecución del reo y segundos después, estos que antes condenaban en una escritura vocal polifónica, ahora se convertían en devotos fieles que entonaban un piadoso coral luterano. 

Para terminar, me gustaría elogiar el trabajo realizado por el maestro Higginbottom, que como ya hemos apuntado no ha construido su carrera por los cauces “normales”, dentro de la dirección a nivel internacional. Su actividad durante años, ha sido la dirección de coros y la investigación musicológica en el Reino Unido. Este trabajo serio y prolongado, ha hecho que su nombre sea respetado como el de un músico serio, sin los reflectores y la celebridad que acompañan a otros nombres de su misma generación, quizá, pero que tal como demostró el pasado martes, es un artista consumado. Y llegados a este punto, creo pertinente hacer la pregunta, ¿Cuantos de nuestras estrellas actuales, pueden sostener con hechos la fama que ahora disfrutan? Querido lector, déjame ser malo, unos cuantos no pasarían la prueba del algodón. Seguimos. 

El órgano según Juan de la Rubia

El órgano según Juan de la Rubia

Juan de la Rubia inauguró el ciclo de órgano del Palau de la Música con un concierto en el que combinó hábilmente una gran variedad de estilos, desde el barroco hasta la música contemporánea. No podía faltar Bach, del que interpretó nada más empezar la Tocata y fuga en Fa mayor, BWV 540, y más tarde también el Trio super «Herr Jesu Christ, dich zu uns wend», BWV 655, demostrando con ellas su absoluto dominio del instrumento y su sensibilidad musical. El bloque barroco inicial lo completó con una obra de Gaspard Corrette, «Cromhorne en taille», de su Misa de quinto tono.

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La música de las fronteras de Andorra: Vera Martínez y la ONCA

La música de las fronteras de Andorra: Vera Martínez y la ONCA

El concierto en el Petit Palau que el pasado jueves 21 de marzo nos presentaron la Orquesta Nacional Clàssica d’Andorra (ONCA) y Vera Martínez (primer violín del Cuarteto Casals) como concertino-directora invitada tenía un formato algo distinto al que estamos acostumbrados. Documentado con archivos e imágenes del Principado de Andorra a través de un proyector y la voz de un narrador, Gerard Claret –fundador y concertino-director de la ONCA, así como hermano del también conocido chelista Lluís Claret-, la orquesta mostró una visión de Andorra como país neutral en la primera mitad del siglo XX con obras de distintos estilos.

Encabezada por un fragmento del Manual Digest muy bien declamado por el narrador, que hablaba de los árboles y el caudal de un río, la primera obra interpretada fue la Serenata para cuerdas op 20 de Elgar, que reflejaba una sensación de paz y serenidad bucólica utilizando melodías delicadas y agradables, y se identificaba con la imagen que tenemos de Andorra como país neutral. La imagen proyectada de los agricultores de 1932 llamada «L’hora del batre» reafirmaba esta idea.

El tema de la segunda pieza fueron los refugiados y en pantalla apareció un fragmento de un artículo de la prensa francesa que hablaba del tema, escrito por la periodista Isabelle Sandy en 1939. La obra elegida para empatizar con la causa, esta vez fue el Langsamer Satz en mi bemol mayor de Anton Webern, de una armonía mucho más densa y romántica que la obra anterior, y que transmitía emociones como la melancolía, ansiedad o el desasosiego. En la interpretación de la obra no sólo las melodías en modo menor y las largas progresiones en crescendo y reflejaban todo esto, sino que incluso los pizzicato del acompañamiento estaban imbuidos por la atmósfera. Los trémolos impetuosos y los legatos vibrantes de todo el arco también contribuyeron a perpetuar el carácter.

Continuando con el orden de menor a mayor tensión, la tercera obra que tocaron fue el conocido cuarteto de cuerda de Shostakovich número 8 en do menor, interpretado a gran escala con la formación de camerata y dedicado en su tiempo por el mismo compositor a «Las víctimas de la guerra y el fascismo». La temática de la tercera parte del concierto fueron «Els passadors», personas que residían en las fronteras y se encargaban de pasar los refugiados de guerra desde un país al otro.

Se podía visualizar y empatizar fácilmente con todas aquellas personas que habían practicado este oficio – y el gran peligro que habían sufrido en el proceso- por el relato que nos mostraron a través de las imágenes y la ambientación de la orquesta con la música de Shostakovich: una fotografía mostraba una bandera nazi en la frontera mientras que la música, disonante y en tensión, repetía una y otra vez la firma del compositor –re, mib, do, si– como si de una sentencia amenazante de muerte se tratara y forzara a las víctimas de la guerra a emprender una aterradora huída por la supervivencia.

La interpretación de Vera Martínez y de la ONCA fue muy notable, especialmente incentivada por el gran liderazgo de la solista. Las entradas, realizadas con gran elocuencia, acompañaban e indicaban el carácter de las frases y se podía percibir una gran sincronía y entendimiento entre todos los músicos. En los momentos de más tensión utilizaba algunos recursos como el vibrato estrecho y presión en el arco -al estilo mesa di voce- o también con el arco muy lento a la punta podía obtener un sonido limpio, contínuo e intenso, como por ejemplo hizo en el tránsito del tercer al cuarto movimiento. El segundo movimiento, con su particular tema juguetón de una sátira oscura, lo expresó con una articulación saltada y muy precisa, utilizando poquísima cantidad de arco en el centro. La solista de violonchelo desempeñó también un gran papel como intérprete en sus diálogos con la orquesta.

Entrevista al compositor Carlos Rojo: «Una de mis fuentes de inspiración más fuertes es la naturaleza.»

Entrevista al compositor Carlos Rojo: «Una de mis fuentes de inspiración más fuertes es la naturaleza.»

«No he hablado de la fascinación estética de los atractores extraños. Esos conjuntos de curvas y esas nubes de puntos hacen pensar, ya en fuegos de artificio galaxias, ya en proliferaciones vegetales extrañas e inquietantes. Se esconden en ellos formas que deben explorarse y armonías que esperaban ser descubiertas.»

David Ruelle

 

Formado previamente como guitarrista flamenco, Carlos Rojo ha estudiado composición en la ESMUC con Mauricio Sotelo. El pasado 27 de noviembre dentro del IX Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea Fundación BBVA Bilbao , el Trio Arbós estrenó La Fonte, su nueva composición inspirada en la obra «Aunque es de noche» de Enrique Morente y en el texto de San Juan de la Cruz cantado en dicha obra. 

 

¿Cuál es el origen de La Fonte?

El origen de La fonte es un encargo realizado por el Trío Arbós para la continuación de su proyecto Flamenco Envisioned. Este proyecto consta de una serie de encargos a compositores de renombre nacional e internacional en el que se plantea una reflexión entre la música de cada autor y el mundo del flamenco. Para mí es un verdadero honor estar entre estos nombres y que una formación de tanta calidad como el Trío Arbós haya apostado por mi música.

 

¿Por qué escogiste la obra de Morente como inspiración para tu composición?

En los primeros correos que crucé con Juan Carlos Garvayo (pianista del Trío Arbós) le mostré mi ilusión por escribir una obra para ellos y hablamos de nuestro vínculo con el flamenco y con la ciudad de Granada. Le comenté, además, que no era mi intención vincular mi obra compositiva al flamenco, por lo que mi intención primera no fue relacionar el encargo en este sentido. Él, hábilmente, me animó a que la obra tuviera alguna relación con el mundo del flamenco.

Mi primer objetivo fue encontrar, como muestra de agradecimiento por la confianza que Juan Carlos estaba depositando en mí, un punto de encuentro flamenco entre ambos como tema central de la obra. Sin ningún tipo de duda apareció ciudad de Granada asociada a la figura de Enrique Morente, para mí un padre artístico con el que me he acercado a tantas cosas en mi vida… Entre ellas, la decisión de irme a vivir a Granada con 24 años, donde tuve la suerte de conocerle personalmente de una manera fugaz. Le comenté la idea, muy borrosa todavía, a Juan Carlos y le pareció perfecto. Seguí adelante, quería que Morente estuviera dentro de la obra, así que me planteé hacer una especie de variaciones/transformaciones/mutaciones sobre algún tema del cantaor granadino. Con pocas dudas apareció su obra Aunque es de noche. Es una música que forma parte de mi vida y que vinculo a las cuevas del Sacromonte -en las que me pasé todo un año yendo prácticamente a diario a ver tocar y cantar, para aprender. Gracias a Morente se pueden escuchar en dichas cuevas los versos de San Juan cantados y acompañados como si de una melodía popular se tratara, es algo que me fascina.

Y claro, el poema. La carga mística del texto era una característica que me interesaba mucho también y que finalmente dio nombre a la composición. Imaginar La fonte de San Juan de la Cruz como un torrente sonoro formado por retales del cante de Morente, manipulados, transformados y deformados, fue para mí encontrar la razón central de la obra.

 

 ¿De qué forma dialogas con ella?

El diálogo se basa, principalmente, en una reelaboración o relectura de la línea melódica. La fonte está estructurada en tres movimientos, intercalados por dos transiciones y con una introducción previa, todo ello sin solución de continuidad. En cada uno de los tres movimientos encontramos fragmentos del cante de Morente que sumados componen la totalidad de la obra Aunque es de noche. He utilizado algunos recursos como estirar los modos principales del flamenco, readaptando el cante de Morente a estas deformaciones de las escalas y luego este esqueleto de notas en algunas partes lo he reornamentado. En otros casos, como en unos pequeños nocturnos que aparecen y desaparecen a lo largo de toda la obra, algunas de las notas morentianas conforman unas armonías enigmáticas que se reiteran a lo largo de la composición como lo hace el verso “aunque es de noche” del poema. El resultado es una música en la que es difícil escuchar la cita directa a Morente, aunque, por otro lado, esas nuevas sonoridades contienen su ADN.

Además, en el primer movimiento existe una evocación a la taranta Galería de Morente, ajustando la estructura del cante minero a la línea transformada de Aunque es de noche.

 

¿Qué papel tiene el flamenco en tus obras?

Pese a que mi intención no es centrar mi obra compositiva en el flamenco, es imposible, y sería una estupidez, no reconocer que esta música forma parte de mí y siempre está presente en mi sentir compositivo.

El flamenco tiene dos grandes pilares: el cante y el compás. El cante es pura melodía, ese elemento casi denostado (afortunadamente cada vez menos) por gran parte de la música de las últimas décadas. La melodía flamenca es de una riqueza extrema, no solo desde el punto de vista de la microtonalidad, sino también desde la dinámica, su manera tan peculiar de ejecutar las ligaduras, lo rítmico y el timbre. Ese cante luego tiene una riqueza espectacular, en lo rítmico, escuchado sobre la “rejilla” del compás (lo que diríamos en el flamenco, el sentido rítmico). Todos estos elementos están siempre en mi manera de crear cualquier idea musical, aunque no sea de una manera literalmente flamenca.

En mi obra Yaunkwa (2015), que nada tiene que ver con el flamenco, hay múltiples pasajes, por no decir todos, en los que estos recursos están tratados de esta manera. Lo mismo en mi Nocturno (2013) en el que hay algunas primeras pruebas de sutiles acentos y maneras de ligar extraídas del cante flamenco. En Qubba (2017) estas técnicas han ido evolucionando hasta llegar a La fonte.

 

 

¿De qué forma se plasman en ella?

La fonte no es una obra flamenca, aunque sí que es una evocación a este arte. No he querido ser literal, en el sentido de hacer una bulería, por ejemplo; he evitado esto de una manera muy escrupulosa. Quería que el continuo sonoro aludiera a cualidades líquidas mediante la utilización de reiterados ritmos irregulares, similares siempre, pero nunca iguales. Esto chocaba frontalmente con la idea de un compás regular.

Así que lo que he hecho es deformar los compases básicos del flamenco. En el primer movimiento es una evocación a la taranta, que es un palo libre (no tiene compás), pero que cuando se ejecuta para el baile flamenco se convierte en taranto, y se toca a compás de 2/4. Este 2/4, en La fonte, se va expandiendo y contrayendo a lo largo del movimiento, por lo que siempre existe un esqueleto binario, deformado, pero nunca igual (a la vez, la irregularidad da la sensación del no compás de la taranta). Lo mismo sucede en el segundo movimiento con la bulería. Es una bulería deformada, con un compás que se expande y se contrae continuamente. Es en el tercer movimiento donde encontramos el único punto estático en cuanto a compás de toda la obra, que transcurre sobre un sutil y calmado compás de seguiriya.

En cuanto a la parte melódica he intentado que suene a cante flamenco, cada parte escrita está cantada por mí y luego transcrita, buscando las sutilezas del cante. Al no utilizar las escalas comunes de este arte, resulta que la sonoridad tampoco es literalmente flamenca. También he tenido el baile y la guitarra en mente, muchos de los pasajes de los distintos instrumentos están pensados como pequeños zapateados, remates y rasgueados flamencos.

También la parte armónica de la obra alude a las disonancias que se crean en la armonía tradicional del flamenco. Y en lo tímbrico, he tenido muy en cuenta las ricas oscilaciones del cante, tratadas de una manera en la que se hermanan con algunas técnicas propias de la música actual.

 

Para construir la estructura de La fonte has utilizado conceptos de la teoría del caos, la dinámica de fluidos y la geometría fractal. ¿Puedes explicarnos un poco sobre esto?

El uso de estos conceptos ha sido tema capital en la gestación de la obra. Una de mis fuentes de inspiración más fuertes es la naturaleza y creo que por esta razón encuentro una conexión muy especial con la poesía de San Juan, y de los místicos en general. Por otro lado, pienso que la relación entre la explicación racional y la percepción sensorial de las diferentes manifestaciones naturales siempre ha acompañado a los creadores a lo largo de la historia y así sucede en mi manera de afrontar la composición.

Por esta razón me parece fascinante el cambio de paradigma que se ha dado en la ciencia de las últimas décadas a través de la Teoría del Caos y que responde a un estudio de estos fenómenos vistos desde una complejidad jamás antes tratada. Conceptos como la cuasiintransitividad, atractores extraños, universalidad, turbulencia, geometría fractal, autosemajanza, forman parte de esta enigmática nueva teoría, que pretende, entre muchas otras cosas, seguir explicando la relación entre aquellas complejas estructuras internas de las manifestaciones naturales y la percepción nuestra de una manera sencilla e intuitiva, en forma de belleza.

 

¿Cómo se manifiestan estos conceptos matemáticos en la escucha de la obra?

Creo que se manifiestan en la percepción de las diferentes estructuras rítmicas, armónicas, estructurales y tímbricas, que es dónde se han utilizado. Al igual que al observar el complejo movimiento interno de un fluido no podemos percatarnos de sus complejas relaciones matemáticas de una manera literal, aquí sucede algo similar: la percepción auditiva percibirá relaciones que van creando diferentes formas, colores armónicos etc. que han sido elaborados en base a evocaciones de los atractores extraños, la geometría fractal, la turbulencia (por mencionar algunos) pero que será del todo imposible “escuchar” su estructura de una manera literal.

En la evocación a la Taranta, el diseño interno de los compases es fractal, por lo que tendremos una sensación de una estructura similar pero nunca igual. Dando, además, como resultado una especie de compás libre (pensado desde el flamenco). En la armonía hay diseños que evocan a los atractores extraños, creando unas fluctuaciones armónicas que parecen caóticas pero que en realidad están relacionadas, produciendo, al final, un sentido unitario dentro de un aparente caos. La autosemajanza también se utiliza como eje estructural de la obra. Los tres patrones que escuchamos en los primeros segundos de la obra conforman la estructura general, digamos estirada, de los tres movimientos. El concepto de turbulencia también es generador de la estructura formal, pasando La fonte por diferentes estados, como si de un fluido se tratara.

Estas técnicas experimentales simplemente me ayudan a estructurar y dar forma a la creación sonora, buscando nuevas maneras de afrontar la composición.

 

La obra es un encargo del Trío Arbós, conjunto formado por violín, violonchelo y piano. ¿Condicionó esta plantilla instrumental el planteamiento o la sonoridad de La Fonte?

Totalmente. Cómo he comentado al principio, La fonte nace ya en forma de trío y por tanto la dificultad, o el reto, ha sido el de materializar esa idea poética en un conjunto de cámara concreto. Creo que hay músicas a las cuales les resulta más cómoda una formación concreta, en mi caso creo que en general, por concepto estético, necesito un número relativamente alto de músicos. La fonte, como idea poética, quizá me hubiera sido más fácil materializarla en un conjunto de mayores dimensiones, ya que una de mis ideas era la de crear un continuo musical compuesto por diferentes líneas. Pero esa tendencia mía, quizá un defecto, se me presentó como un reto en este encargo. Pese a tener solo tres instrumentos, he intentado crear ese continuo en el que, aun escuchando los tres timbres de los diferentes instrumentos, la sonoridad general se manifieste en una especie de torrente sonoro en gran parte de la obra.

 

¿Cómo valorarías el papel de esta obra en tu evolución como compositor?

Creo que esta obra es un primer punto de llegada. Es una obra en la que quedan manifestadas algunas de mis reflexiones sobre la nueva música, o las nuevas músicas. Vivimos un momento histórico en el que la música actual es muy abierta. Pese a algunas tendencias o modas, si vemos un poco más allá y observamos el gran corpus de compositores actuales (y de un pasado reciente), hay una gran variedad de propuestas en las reflexiones estéticas. En La fonte podemos encontrar una primera propuesta de cierta solidez en cuanto a mis inquietudes. Muchas de las ideas manifestadas en obras anteriores, creo, que confluyen en ésta de una manera destilada.

 

¿Nos puedes hablar de tus proyectos futuros?

La verdad es que estoy en un momento en el que hay algunos proyectos abiertos. El más importante y definido es una ópera de cámara en la que estoy retomando mi contacto con la guitarra eléctrica, instrumento con el que me inicié en la música tocando en diferentes grupos de rock experimental en mi adolescencia. Creo que es un proyecto que puede ser muy curioso, pero, lamentablemente, difícil de tirar adelante en un país como el nuestro. De hecho, artísticamente está muy definido y ahora estamos intentando buscar la manera de materializarlo. Dentro del equipo tenemos al poeta Marçal Font como libretista, al director de orquesta Pedro Alcalde y la formación BCN216, entre otros.

Por otro lado, hace mucho tiempo que tengo ganas de escribir una obra para gran orquesta y por fin he encontrado el momento y la idea para ponerme a ello. También estoy trabajando en una pieza para flauta sola para Alessandra Rombola. Y, por otro lado, hay un contacto abierto con el Ensemble Continuum XXI para una posible obra, pero esto está todavía por ver en detalle. Es algo que me hace mucha ilusión porque es un ensemble ideado con el objetivo de que crear un contacto directo entre la música antigua y la contemporánea, un tema en el que estoy ahora mismo sumergido.

 

www.carlosrojodiaz.com

 

 
Vivancos y Victoria: un diálogo entre presente y pasado

Vivancos y Victoria: un diálogo entre presente y pasado

La grandeza de un conjunto musical se mide no solo por su nivel técnico, sino sobretodo por la riqueza y la originalidad de sus propuestas artísticas. El RIAS Kammerchor Berlin es, por ambos motivos, un gran coro, y lo demostró con el magnífico concierto que realizó el pasado día 6 en L’Auditori de Barcelona, con un programa que combinaba los réquiems de Tomás Luis de Victoria (1548-1611) y Bernat Vivancos (1973-*).  El Requiem de Vivancos fue objeto de un artículo de Marina Hervás en ocasión de su publicación en CD y cuya lectura recomendamos.

La música contemporánea (en algunas de sus corrientes, por lo menos) tiene mucho en común con la música antigua. La fascinación por el sonido en estado puro, la importancia de la disonancia y la inmediatez de la emoción son algunas cosas que la música de Victoria y Vivancos (entre otros) comparten como elementos esenciales. Para realzarlo y crear un verdadero diálogo entre ambos réquiems, el RIAS Kammerchor los ha presentado mezclados, lo que permite comparar mejor sus estilos. Además, aprovechando la presencia del acordeón en un par de movimientos de su Réquiem, Vivancos compuso para la ocasión dos interludios para este instrumento, que se complementaron con versiones instrumentales de la festiva danza anónima Ad morte festinamus del Llibre Vermell de Montserrat, y Peccantem me quotidie de Cristóbal de Morales, ambas muy adecuadas a la temática del concierto.

El RIAS Kammerchor, bajo la dirección de Justin Doyle, cantó con elegancia y estilo; solo algunas entradas ligeramente descoordinadas lo alejaron de la perfección. Es un placer escuchar un coro de sonido compacto cantar sin vibrato y poder disfrutar plenamente de las harmonías (especialmente sus disonancias) y las texturas que ofrecen las partituras. Posiblemente el momento más memorable del concierto fue en el «O Lux Beata» de Vivancos, en el que las voces del coro se van sumando hasta crear clusters (conjunto de notas muy cercanas que generan una fuerte disonancia) que se funden mágicamente en el sonido cristalino de tríadas consonantes. La espectacular «O Virgo Splendens» (cuyo estreno nacional reseñamos en estas páginas) quedó deslucida por el discreto papel de la soprano solista, que sustituía a la originalmente prevista. En esta obra la voz de la solista debe surgir de la nada con un delicado pianísimo -un efecto muy característico de la música de Vivancos-, y en este caso la solista no logró la sutileza necesaria en los contrastes dinámicos ni encajó tímbricamente con la sonoridad del resto del coro, algo que si consiguó el acordeonista Miloš Milivojević, tanto en sus intervenciones con el coro como en los delicados interludios de Vivancos.

Y el rey iba desnudo…

Y el rey iba desnudo…

Navegar a favor de la corriente es una tarea harto cómoda. Confieso que muchas veces me gustaría preguntarme menos sobre las cosas, mi vida sería mucho mas plácida, me metería en muchos menos entuertos e incluso mucha más gente me sonreiría. Pero como dicen, “la cabra tira al monte” y el cuerpo me pide vidilla, así que, lamentándolo mucho, un servidor, no puede unirse al coro que desde hace unos días alaba la “alta calidad” de las dos actuaciones que V. Gergiev al frente de la Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinski. El que escribe, solo estuvo en la segunda presentación del 10 de marzo en el Palau de Música Catalana y me pareció un concierto profundamente mediocre, considerando la fama que precede a los artistas que esa noche actuaron.

Un Palau lleno y absolutamente entregado a Gergiev, fue el escenario del mencionado concierto. Las cosas ya comenzaron mal cuando el programa fue modificado, y se pasó de iniciar el concierto con Nocturnos de C. Debussy a una lectura muy mediocre y por momentos caótica del Bolero de M. Ravel; eso sí, festejada hasta casi el delirio por el público ahí congregado. La sensación de “acaso solo soy yo el único que ve que el rey está desnudo” se instaló en mi.

El programa continuó con el Concierto para piano, en Fa sostenido menor, op.20 de A. Scriabin, que interpretó en su parte solista el pianista ruso Daniil Trifonov. Aquí, los enteros del concierto subieron como la espuma, ya que Trifonov es ya un pianista de proporciones geniales, que no deja de impresionar por sus interpretaciones allá donde se presente. El concierto en cuestión, obra compleja donde la haya, exige del solista ya desde el comienzo, una implicación absoluta en todos los sentidos. Toda clase de complejidades técnicas, conforman esta maravillosa pieza, que, lamentablemente, se programa poco, entre otras razones, por lo anteriormente dicho. Al ser poco escuchada, el público suele mantenerse a una prudente distancia de ella y origina perlas escuchadas esa noche como: “imagínate a Trifonov tocando algo mejor” o “Con Rajmáninov luciría más este pianista”. Trifonov realizó una lectura realmente brillantísima del concierto, resolviendo con absoluta maestría todas las complejidades técnicas y entregando una interpretación trascendental y profunda de este verdadero “canto del cisne” de los conciertos de concepción romántica.

El programa continuó con la interpretación de la cantata “Alexander Nevsky”, op. 78de S. Prokofiev, donde tuvimos la oportunidad de escuchar a un Orfeó Català en plena forma. Previo a la ejecución de la obra de Prokofiev, el Orfeó interpretó bajo la dirección de Pablo Larraz el motete “O vos Omnes”escrito por el maestro Pau Casals y cuya interpretación se hizoen memoria de Lluís Millet i Mora recientemente fallecido.

Sin temor a equivocarme, la participación del Orfeó Català junto a la de la maravillosa mezzosoprano Julia Matochkina fue de lo más remarcable de una lectura plana y sin demasiados vuelos de esta impresionante partitura. Gergiev fiel a lo que nos tiene ya acostumbrados, en conjunto dio uno de esos conciertos que es preferible olvidar; y digo que nos tiene acostumbrados, porque cuando uno asiste a sus conciertos tiene dos indubitables posibilidades: o son algo realmente excelsos, por el alto nivel artístico logrado, propio de un gran director como él, o son, como lo fue el que nos ocupa, una experiencia digna de olvidarse.

Confieso, que cuando terminó el concierto, después de escuchar una orquesta absolutamente exhausta y sobreexplotada, razón por la que aquello no pasó de ser una lectura con todas las notas en su lugar, la sensación de estafa me invadió. A ello se sumó, la sorpresa al ver a una mayoría feliz y extasiada con los espejos que de exóticas regiones nos habían regalado a cambio del oro de nuestras ilusiones, y encontré ahí la razón de porque personajes como Gergiev, se atreven a presentarse en una gira con obras  de un complejidad inmensa y mal preparadas. Sabe que nuestro público no lo castigará y además, pagará una entrada muy cara, aderezada con lisonjas y aplausos entusiastas.

Nunca me atrevería a decir ni por asomo que Gergiev no es un estupendo director. A diferencia de algunos nombres muy célebres en la actualidad, el maestro ruso es un músico profundamente conocedor de su trabajo, y precisamente por eso, indigna aun mas verlo presentarse con algo que dista muchísimo del nivel que sabemos puede entregar. Mientras el público no censure claramente la organización de giras que son claramente un bolo elegante, esto continuara así, por que los empresarios se llenarán los bolsillos y unos artistas geniales darán conciertos profundamente mediocres. Pero por ahora, hagamos como que el rey va vestido… pero va desnudo. Seguimos