Charlie Parker’s YARDBIRD, la ‘bebopera’ sobre el legendario saxofonista

Charlie Parker’s YARDBIRD, la ‘bebopera’ sobre el legendario saxofonista

Existe la ópera, la opereta, la anti-opera, la anti-anti-ópera, y ahora también la bebopera. Hackney Empire y la English National Opera presentaron por primera vez en Europa Charlie Parker’s YARDBIRD, estrenada en 2015 en Philadelphia, con música de Daniel Schnyder y libreto de Bridgette A. Wimberly. Por bebopera no hay que entender una ópera que usa las melodías del genial saxofonista o que sustituye la tradicional orquesta por una big band. El mérito de la obra reside en crear un lenguaje nuevo, que combina características del bebop y de la ópera. Y para ello, Schnyder y Wimberly parten de un interesante hecho biográfico: Parker admiraba la música de Bartók y Stravinsky, y ambicionaba componer obras instrumentales que integraran los instrumentos tradicionales de la orquesta (el album Charlie Parker with Strings, con arreglos de standards con sección de cuerda, fue una especie de consolación). Edgard Varèse cuenta que Parker le visitó varias veces pidiéndole lecciones («Sólo compongo una voz. Quiero tener estructura. Quiero escribir partituras orquestrales«, le dijo Parker). Pero Varèse se fue a París, y Parker murió de sobredosis antes de cumplir su sueño.
(más…)

Amor y verano con el coro del King’s College de Londres

Amor y verano con el coro del King’s College de Londres

Como preparación del verano que empieza en breve (por lo menos en términos astronómicos) el coro del King’s College de Londres y la Britten Sinfonia presentaron juntos un programa titulado Amor y Verano. El concierto tuvo lugar en la Sala Uno de Kings Place, un espacio para actividades artísticas y conferencias. Su relativa juventud (data del 2008), sus reducidas dimensiones y su localización apartada del centro de Londres, lo hacen menos conocido que grandes centros como el Barbican o el Southbank, pero su ambiciosa y estimulante programación merece ser tenida en cuenta. (más…)

Espiritualidad coral en el siglo XX: De Mompou a Britten

Espiritualidad coral en el siglo XX: De Mompou a Britten

Por su carácter colectivo, el canto coral es el vehículo ideal para la música con inclinación espiritual, como demostró el Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana en el concierto titulado Espiritualidad coral en el siglo XX: De Mompou a Britten. La cuidada elección de las obras recorría diversas nociones de espiritualidad: en Mompou y Britten encontramos textos de origen religioso (aunque como veremos luego, se trata de una visión muy particular de la religión, por lo menos en el caso de Benjamin Britten), mientras que Ralph Vaughan Williams y Veljo Tormis dan voz a la espiritualidad secular del pueblo, con textos populares el primero y una selección de textos con gran carga simbólica de Fernando Pessoa el segundo. La propuesta era original y arriesgada, y, precisamente por ello, junto con la excelente calidad de la interpretación, el breve concierto de domingo por la mañana en la sala pequeña del Palau se convirtió en una de las experiencias más estimulantes de toda la temporada. Es una lástima que la sala estuviera tan vacía y que (seguramente a consecuencia de ello) la respuesta del público fuera más bien tímida. Tanto la propuesta como el resultado merecían una sala llena y una recepción entusiasta. A continuación intentaremos explicar el porqué. (más…)

Sampler Sèries en la Fundación Joan Miró: Castellarnau, Parra, Rappoport y Santcovsky con CrossingLines

Sampler Sèries en la Fundación Joan Miró: Castellarnau, Parra, Rappoport y Santcovsky con CrossingLines

Junio se abría con una sesión de Sampler Sèries en la Fundación Miró, que acogía tres estrenos y la recuperación de una obra dedicada a los intérpretes de la noche, Crossing Lines. El concierto se abrió con Trio i Aurora del jovencísimo (lo enfatizo porque es de mi edad, ¡qué remedio!) Fabià Santcovsky. El peso de la obra recayó completamente sobre el clarinete, enmarcado por la percusión y el piano. En general, el trabajo melódico estaba basado en dos planos: por un lado, una construcción sinuosa y serpenteantetécnicamente marcada por unos exigentes multifónicos (es decir, hacer sonar dos notas simultáneamente)  del clarinete bastante bien resueltos; y, por otro, en melodías tartamudas, como una suerte de balbuceos, que quedaban en manos del piano y la percusión. Eso generaba un punto de introversión en la melodía del clarinete, frente a la exterioridad del piano y la percusión. Esta tensión entre caracteres estuvo bien lograda en el primer movimiento (Aurora), fue más forzada en el segundo (Trio). La delicadeza inicial con la que se construyó los dos planos melódicos se desvaneció en el segundo movimiento, con planos excesivamente bruscos en el clarinete.

Fixacions II, de Carles de Castellarnau, fue una de las grandes sorpresas de la noche, aunque se trata de una obra compuesta para CrossingLines hace cinco años, cuando el ensemble comenzaba a despuntar. Es una pieza con un trabajo micrológico de la percusión, construida de forma fragmentaria. La fijación que da título a la pieza habla de un doble gesto de su concepción: por un lado, porque parece el material, al ser tan pequeño, está fijo y, por otro, porque la precisión rítmica parece que hay un pulso permanente, que es fijo. Lo interesante y potente de la obra es que ambos gestos hacen que se cierre sobre sí misma, con un carácter irónico, como el que sabe que en realidad no hay nada fijo, y que todo lo que se presenta como tal o es una mentira o una burla. Fue especialmente brillante el papel de Feliu Ribera, en la percusión, que llevaba al mismo tiempo el peso de la pieza pero también su dirección.

Oliver Rappopport presentó su obra de estreno Blue II, una pieza que crecía poco a poco, cuyos elementos constructivos era, a là Kandinsky, el paso del punto a lo lineal y las vueltas esporádicas a lo puntillista. Había dos planos que a veces no llegaban a dialogar del todo, el del piano y la percusión, con un carácter violento, y el de los vientos, con un talante más delicado. También por bloques aparecía la forma de la pieza, que exigía la renuncia a lo orgánico. Para conseguir este efecto de contrastes, los miembros del ensemble demostraron su absoluta atención y sensibilidad por el trabajo del control de la tensión y del nervio interior de la obra.

El concierto finalizó con el estreno de una obra para no olvidar: Cells 2, de Hèctor Parra. La melodía del piano, magistralmente interpretada por Neus Estarellas, estaba siempre presente, como una suerte de fantasía, recordaba a un lenguaje pasado, pero al mismo tiempo reconvertido, pues nada puede volver como si no hubiera pasado nada desde su desaparición. El piano era portador de lo olvidado, como si viniera de muy lejos. Pensaba a menudo en aquello que Walter Benjamin (quizá la conexión entre Parra y Benjamin sea un terreno por explorar para valientes) nos contaba, que “las obras de arte pueden compartir con determinados hechos naturales [que] esta presencia, que sería lo cercano en ella, lo familiar, revela ser sólo la apariencia consoladora que ha adquirido lo lejano, lo extraordinario” . En contraste, la percusión tenía un carácter primitivo, muy corporal e irracional, como eso que intentó hacer incansablemente el primer Stravinsky pero sin la mística cultural. El resto del trabajo melódico se caracterizó por la radicalidad en las tesituras (algo especialmente brillante en la flauta, interpretada por Laia Bobi), que creaban un marco de tensión creciente con esa lejanía cercana del piano, es decir, entre lo salvaje y lo intimista (quizá como se ha tenido que volver el ser humano desde que el siglo XX le contara que el progreso prometido no iba a llegar nunca).

Miguel de Molina al desnudo

Miguel de Molina al desnudo

El domingo 4 de mayo se escenificó la obra Miguel de Molina en el Real Coliseo de Carlos III en San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Además, la compañía encargada de dicha representación está de enhorabuena porque su actor, Ángel Ruiz, ha ganado el Premio Max al mejor actor protagonista. La obra trata sobre este artista innovador que mezcló la exaltación del arte nacionalista con la vanguardia, colaborando con grandes figuras de aquella época como Manuel de Falla, con quien estrenó El amor brujo.

Miguel Frías de Molina (1908-1993), más conocido como Miguel de Molina, fue uno de los cantantes españoles más importantes y reconocidos de la primera mitad del siglo XX y uno de los máximos representantes del folclore español. Su repertorio abarcó principalmente la copla, que por aquel entonces era patrimonio casi exclusivo de las mujeres -de hecho, una de sus rivales profesionales fue Concha Piquer-, por lo que fue uno de los pioneros en este estilo. En sus espectáculos mezclaba el arte, el carisma y una gran presencia escénica. Llegó a ser el artista mejor pagado de la Segunda República y llenaba los teatros.

Escenificar la vida, la personalidad y la obra de Miguel de Molina es muy complicado por todo el contexto político, sociocultural y personal. No obstante, el domingo con la fabulosa actuación de Ángel Ruiz, el pianista César Belda, un baúl y un inteligente juego de luces, se representó una gran obra. Nos presentaron a un personaje extraordinario con una enorme vitalidad y ansias de libertad cuya necesidad era trabajar como artista. Hubo críticas a los gobiernos, a la sociedad tan cruel e intolerante en determinadas épocas y facetas, al desinterés por el arte y la cultura.

En las letras de estas canciones era típico incluir guiños a determinadas realidades que no se podían decir abiertamente en público y se contaban con humor en ellas, como en Compuesto y sin novia. Además, dada su homosexualidad se le ha relacionado a nivel personal con Federico García Lorca. Pero una de sus canciones más conocidas no se la debe a él, sino al poeta Rafael de León: Ojos verdes.

Sin embargo, su vida profesional se vio truncada con el inicio de la Guerra Civil, ya que a partir de entonces el panorama artístico cambió y él fue reclutado por el bando republicano para animar a las tropas por buena parte del país. Allí vio los estragos que la guerra causó en la población, sobre todo en los jóvenes. España resultó ser una cara mujer, como La bien pagá.

Una vez que se impuso la dictadura de Francisco Franco, se le permitió seguir actuando pero fue doblemente discriminado por su condición política y sexual, por lo que le insultaban en las representaciones. Y una noche en su camerino se lo llevaron y en una carretera de Madrid vivió la humillación y la tortura. Al parecer era culpable de un doble delito: ser republicano y gay. Se ensañaron con él y le vejaron como se solía hacer para alcanzar la máxima denigración: le obligaron a beber aceite de ricino y le raparon el pelo, una práctica habitual con las mujeres republicanas, como conté en El grito silenciado de las mujeres en la posguerra. Después, le encarcelaron durante más de un año. Al final se exilió en Argentina pero hasta en América la censura española le hizo la vida muy complicada porque le echaron de ese país y lo mismo le volvió a suceder en México.

Estuvo casi toda su vida partiendo de cero y reinventándose para sobrevivir. Hasta que Eva Perón, la esposa del presidente argentino Juan Domingo Perón, le ayudó para poder vivir legalmente en ese país y desarrollar una fructífera carrera. Por esto también fue muy criticado porque parecía haberse cambiado de bando político.

Abarcar casi toda la vida de una personaje tan interesante con una vida tan rocambolesca, con tantos giros vitales inesperados y con una música tan significativa durante varias décadas, podría resultar una ardua tarea. En cambio, nos narraron en clave de humor su vida, como si Miguel de Molina estuviera en una rueda de prensa y le contestara a esos –en ocasiones- impertinentes periodistas contando su verdad. Ángel Ruiz nos llevó desde la carcajada hasta la emoción de las lágrimas por el más profundo dolor del artista y del hombre. Fueron especialmente emocionantes las escenas en las que narró con desgarro la paliza sufrida y la muerte de un joven soldado republicano y la simbología con la luz que se acaba apagándose fue preciosa.

He de admitir que estuve la hora y media que duró –sin descanso- absolutamente inmersa en el espectáculo. Un enorme esfuerzo interpretativo que me llevó a recorrer canciones que escuché desde mi infancia y que me hizo abrazar un gran abanico de emociones. Fue un sentir unánime porque el público les rindió una ovación en pie. Sin duda, es uno de los mejores espectáculos que he visto. Si tienen oportunidad, no se lo pierdan.

La OBC cierra la temporada: la lección de Joaquín Achúcarro y algunas reflexiones sobre como diseñar un programa

La OBC cierra la temporada: la lección de Joaquín Achúcarro y algunas reflexiones sobre como diseñar un programa

Gustav Mahler es uno de los compositores más interpretados en los cierres de temporada de la OBC, y aunque quizás el austríaco tiene otras sinfonías más imponentes para este menester, Kazushi Ono escogió la que seguramente sea la más popular para el programa número 24 de la orquesta. La «modesta» duración de la Titán ha motivado de nuevo un programa sin coherencia aparente, siguiendo el típico esquema de obra de calentamiento y/o compromiso (Cuadro de presencia, de Fabià Santcovsky), obra con solista (concierto para piano nº20 de Mozart) y para acabar obra de lucimiento para la orquesta (Primera sinfonía de Mahler). (más…)