Escépticos con la esfericidad de la Tierra los ha habido siempre, aunque no tanto como algunos piensan. Al parecer, contrariamente a lo que reza la creencia generalizada, la población ilustrada de la Edad Media ya sabía que la Tierra era una esfera (aunque, eso sí, el planeta azul debía ser el centro del universo). Aun así, la idea de una Tierra plana ha tenido y tiene algún defensor, entre los cuales destaca la Flat Earth Society (FES).
Actualmente la defensa de una tierra plana, a pesar de ser una idea minoritaria, ha tenido una cierta eclosión en las redes. Si nos fijamos en la popularidad del término Flat Earth en internet a lo largo del tiempo (Figura 1), este alcanzó un auge después de que el suplemento científico del The Guardian publicara un reportaje sobre este resurgimiento tan peculiar.
Figura 1. Búsqueda de “Flat Earth” en Google Trends. En el gráfico, el índice de popularidad (siendo 100 la popularidad máxima del término en ese momento) por tiempo. Se puede ver como a partir del 2015 ha habido un crecimiento considerable.
En marzo de 2017 el término Flat Earth tuvo otro pico de popularidad: el exjugador de la NBA Shaquille O’Neal sostuvo, en una entrevista radiofónica, que estaba convencido de que la Tierra era plana. Decía que él había ido en avión por todos los Estados Unidos y aquello se veía muy llano. Al cabo de unos días dijo que se había tratado de una broma.
La mayoría de los defensores de una tierra plana sostienen que el planeta tiene forma de disco, con el polo norte en el centro, siendo la Antártida una gran barrera de hielo que impide que caigamos al espacio exterior (Figura 2).
Figura 2: Mapamundi de la Tierra según los defensores de la tierra plana.
Con este modelo consiguen rebatir con algo de coherencia lo primero que se les suele preguntar: si la tierra es plana, ¿cómo no se caen los barcos al espacio? Lo segundo que se les suele preguntar es sobre la gente que ha dado la vuelta al mundo: esta es fácil, han girado alrededor del disco. Según dicen, que puedas dar una vuelta a tu barrio no significa que tu barrio sea esférico.
La Flat Earth Society tiene un sitio Wiki donde expone y defiende su teoría con todo lujo de detalles. Intentan rebatir a Eratóstenes, que midió la sombra de un palo a la misma hora del día en latitudes diferentes: las mediciones diferentes demostraban que el sol incidía con ángulos diferentes (incluso, con es diferencia y la distancia entre ciudades, llegó a calcular el diámetro terrestre con bastante precisión). Según la FES el sol es una esfera relativamente pequeña, que incide sobre todo en las zonas “ecuatoriales” pero que cuando se aleja se deja de ver y se alterna con la luna, como se ve en la figura 3. Un modelo así también presentaría ángulos diferentes en “latitudes” (radios) diferentes.
Figura 3. Modelo de la FES de la tierra plana, el sol y la luna, que supuestamente explicaría la alternancia entre el día y la noche.
El modelo de la FES llega a negar datos empíricos: según dicen, no es cierto que la parte inferior de los barcos se oculte primero en el horizonte. También niegan la credibilidad de las imágenes de la NASA de la Tierra, las misiones espaciales o las expediciones a la Antártida. Con ello no demuestran sino nuestra tendencia al conformismo, porque las imágenes del espacio o de la Antártida pueden requerir, aunque justificado, un acto de fe; pero conseguir un par de prismáticos está al alcance de cualquier escéptico empedernido.
Más allá de las lagunas (espero que más o menos evidentes) que deja este modelo, hay que reconocer que su idea, por muy extravagente que sea, no se elabora en una tarde. Hay cantidad de preguntas frecuentes respondidas, supuestas mediciones, vídeos en Youtube… Ello hace pensar en gente que sabe algo o bastante de física y tiene muchas ganas de pasárselo bien. Es más, en algunos vídeos de internet aprovechan las dudas y retos de la ciencia sobre qué es la gravedad y como conciliarla con el resto de la física –e introducen referencias poco pertinentes a la curvatura del espacio-tiempo–, para dejar la impresión de que ni los mismos científicos lo tienen claro. Como suele pasar en estos casos, todas este argumentario viene aliñado con teorías conspiratorias de orden mundial.
Yo confieso que me divierto mucho en Twitter leyendo algunas discusiones y viendo cómo algunos científicos de buena fe se desesperan, algo que tal vez sirva para alentar a los ideólogos de la Flat Earth a seguir con sus batallas, sean burdos engaños o un simple divertimento.
No nos extenderemos más sobre las virtudes o miserias del modelo de la tierra plana. El objetivo de este artículo no es explicar al personal si la tierra es plana o no. Tampoco es mi propósito hablar de la propaganda, la información, la postverdad, etc. Quedémonos con lo positivo: en internet está aflorando información para todos los públicos que nos explica por qué la tierra es esférica. Pero antes de leerla, pensadlo vosotros: ¿por qué la tierra no es plana? ¿podría ser que todo fuera un engaño? Si la FES estuviera en lo cierto, ¿su modelo sería coherente? ¿qué fallaría? Hay algo en lo que la FES podría tener razón: es demasiado frecuente el creer lo que nos dicen a pies juntillas, como verdades incuestionables. Demostrémosles que también en eso se equivocan.
Para algunas personas, la ciencia se podría entender como un sinónimo de disciplina o área de conocimiento. De esa guisa, la filosofía, politología, historiografía o teoría de la literatura serían ciencias, puesto que constituyen todas ellas una serie de métodos, estudios, reflexiones y análisis que tienen el propósito de alcanzar ideas sólidas y también –podríamos añadir– de acercarnos a lo verdadero. Dicha búsqueda de la verdad, por lo demás, no excluye –antes lo contrario– la presencia de debates, contradicciones, refutaciones, del aporte continuo de evidencias, del uso de la lógica, de la taxonomía ni del inevitable enfoque y estructuración de esos conocimientos con arreglo a nuestros prejuicios y al tamiz del entorno social. De la misma manera todos ellos, también este último, aparecen en las ciencias naturales.
Sin embargo, cuando desde las ciencias naturales se habla de cienciase suele hacer referencia al estudio de fenómenos naturales (ententidos como aquellos que respondan a un mecanismo que los humanos no podemos controlar) mediante el método científico. El método científico es un proceso que abarca: la observación de dichos fenómenos naturales; la subsiguiente postulación de reglas y leyes con carácter universal que los expliquen; y el atento cotejo del comportamiento que predicen estas leyes con la realidad empírica, hasta que se observa otra cosa y hay que cambiar el modelo por otro mejor. En adelante, asumiremos esta como definición de ciencia (que no, atención, de conocimiento).
Las asunciones que se hacen en el método científico pueden parecer obvias, pero no lo son tanto. Para empezar, estamos partiendo de la base de que nos fiamos de nuestros sentidos. No pasa nada, yo también lo hago. Cada vez que veo a un cocodrilo en mi salita de estar asumo que es real y que los sentidos no me engañan. Pero no deja de ser una asunción. Además la ciencia, como la estamos definiendo, presupone que si dos hechos se suceden con mucha frecuencia no es casualidad: uno causa al otro; y de ahí extrae una ley universal. Así, si vemos salir el sol por el este cada día, se asumirá que no es casualidad y que hay una ley más general (la rotación de la Tierra) que lo explica. Aun así, un filósofo podría argüír que no se lo cree y que, a pesar de haberse cumplido hasta la fecha, no hay nada que garantice que mañana veamos salir el sol por el este (escribí el artículo ayer y, por suerte, se ha seguido cumpliendo. Veremos mañana).
Esta condición de causalidad exige poder repetir la observación muchas veces en las mismas condiciones. Y puede acabar conduciendo a separar ciencias naturales de ciencias sociales. El estudio de las disciplinas sociales y humanísticas es más difícil de abordar desde el punto de vista científico, por varias razones.
En primer lugar, porque hay muchas variables. Por ejemplo, un/a economista puede afirmar que si los precios bajan la demanda sube: es un mecanismo lógico y predice bastante bien la realidad; pero habrá muchas excepciones que son resultado de la existencia de multitud de variables que no controlamos y tal vez ni siquiera conocemos: puede que no siempre suba la demanda al bajar los precios si se da alguna circunstancia que no conocemos o no controlamos. Si los precios bajan demasiado tal vez el comprador tenga miedo de ese producto (un vuelo demasiado barato), o puede haber un boicot del que no tengamos noticia, o alguna variable desconocida, como la tradición de una marca predominante que la gente sigue comprando (aunque sea más cara) y no hayamos reparado en ello.
En segundo lugar, porque es muy difícil repetir el experimento: no podemos saber qué habría pasado si, por ejemplo, las Brigadas Rojas no hubiesen matado a Aldo Moro, si no hubiese habido 23-F o si Lehman Brothers no hubiese quebrado. Simplemente no podemos repetir la observación cambiando alguna variable, con lo cuál no podremos sacar ninguna ley universal.
En tercer lugar, porque en las ciencias sociales los humanos somos sujeto y objeto de estudio a la vez, y eso condiciona nuestro conocimiento. Ello no significa que al estudiar los fenómenos naturales y pretender extraer modelos no afloren prejuicios, condicionantes sociales, intereses, etc. Pero si estamos estudiando una reacción química, el sesgo social que tendrá nuestra cognición será probablemente menor que si estudiamos la historia de nuestro país, de nuestra política o de nuestra economía, de los que formamos parte activamente.
Ante esas dificultades, las disciplinas sociales tienen dos posibilidades (o una combinación de ambas). O bien pueden seguir con el método científico, esto es, observando fenómenos empíricos e intentando extraer leyes que expliquen esos fenómenos (aunque sea de forma necesariamente más aproximada y menos rigurosa, puesto que hay muchas variables y se enfrenta a mucha más complejidad) o bien pueden emprender métodos que no sean científicos. Cuidado con el excesivo prestigio que ciertos sectores hayan conferido a la ciencia, porque la ciencia es una forma de conocimiento, pero no todo el conocimiento es científico. Así, muchas disciplinas sociales pueden abordar sus problemas con otras metodologías sin el yugo de la observación, la ley universal y la predicción.
Después de toda esta perorata, vamos a hablar de la lingüística. La lingüística es el estudio del lenguaje y las lenguas. Sin duda todo lo que tenga que ver con la comunicación y las lenguas es un constructo social, sujeto por tanto a nuestros prejuicios, a nuestra cultura y a nuestra historia, y por ello difícil de aislar, repetir experimentos y sacar leyes universales. La vertiente más sociológica, antropológica, literaria, normativa… se podrá abordar con el método científico, pero con ciertas reservas y precauciones por tratarse de disciplinas humanísticas. Pero hay muchas evidencias de que el lenguaje es también un fenómeno natural, es decir, con una base biológica que no depende exclusivamente de nuestra voluntad. Nuestra capacidad de hablar tendrá múltiples condicionantes sociales (psicológicos, sociológicos, culturales…) pero una lesión cerebral en el área de Broca mermará nuestra capacidad de emitir lenguaje pase lo que pase. Lo mismo se podría decir de nuestra comprensión con respecto de las lesiones en el área de Wernicke. Por tanto, hay un fundamento físico y tangible que afecta el lenguaje. Este se encuentra en el cerebro, así que la lingüística es, también, patrimonio de la neurología y la medicina.
Representación de las áreas del cerebro que tienen que ver con el procesamiento lingüístico. Destacamos el área de Broca (responsable de la producción del lenguaje) y el área de Wernicke (responsable de la comprensión del mismo).
Es más, el uso del lenguaje exige unos mínimos biológicos: se ha intentado enseñar a hablar a chimpancés y a otros simios y no se ha conseguido jamás, lo cuál constata que no todo depende del entorno. Conviene aquí aclarar que lenguaje no es cualquier tipo de comunicación: el lenguaje es un tipo específico de comunicación que tiene como característica fundamental la disociación entre significado y significante. Al número 5 le llamamos cinco en español, cinc en catalán, khamsa en árabe, five en inglés, cinq en francés… En ninguno de estos ejemplos repetimos cinco veces un sonido que representa la unidad, ni nada parecido que se pueda relacionar la cantidad que expresamos. Esta arbitrariedad es la piedra filosofal: sin ella no habría lenguaje. Podríamos hacer el sonido de un mono para decir mono, o imitar el maullido de un gato para decir gato, y gruñir para decir ruido. Sería muy divertido expresarse así (yo a veces lo hago) pero ello nos impediría expresar conceptos abstractos. Con los conceptos abstractos podemos referirnos a contextos que no son los del emisor o receptor: podemos hablar del pasado o del futuro, podemos hablar de realidades posibles y hacer hipótesis. Podemos incluso mentir, y podemos referirnos al propio lenguaje. La danza de las abejas es un sistema de comunicación asombroso y complejísimo para informar de la dirección y distancia de la fuente de polen, pero las abejas no tienen lenguaje porque, entre otras cosas, las abejas no pueden cambiar de tema, ni mentir, ni cambiar las reglas de ese código.
Ejemplo de mensaje verbal (texto) e icónico (aceitunas tachadas). El código verbal permitiría referirse a olivas ayer, olivas mañana, olivas que no existen… mientras que el un código icónico, dada la dependencia del significante del significado, ofrece menos posibilidades de expresión, que se limitan a aquello que podemos ver o dibujar
El estudio del lenguaje requiere esquemas, modelos lógico-matemáticos, hipótesis y, sobre todo, observaciones empíricas. Las lesiones cerebrales son, tristemente, una fuente muy interesante de conocimiento empírico. Otra fuente muy interesante son los sordos de nacimiento. Dos buenos amigos, peces gordos de Cultural Resuena, me han regalado para mi cumpleaños el libro Veo una voz, de Oliver Sacks (Editorial Anagrama), una lectura muy recomendable. Sacks cuenta como los sordos, cuando se les ha enseñado un lenguaje de señas con todos los matices y contenidos abstractos, han sido capaces de desarrollar su inteligencia sin ningún problema. Cuando los sordos, sin la debida enseñanza, eran confinados a señalar con el dedo o a hacer gestos rudimentarios, sin abstracción ni sintaxis ni estructura de tipo alguno, su inteligencia no se desarrollaba y se quedaban sin memoria ni sentido del tiempo.
Ya habrá –esperemos– ocasión para hablar de psicolingüística y de lengua de signos. Por el momento, concluimos con que el lenguaje es una capacidad humana que tiene una base biológica, que se puede estudiar (entre otras cosas) a partir de la neurología y la medicina, su estudio consiste en la formulación de hipótesis, requiere la experimentación y la observación de una realidad del mundo natural, y acaba con la formulación de modelos (como los de Chomsky, o los de Lakoff) que se intentan comprobar y ajustar a la realidad.
Por todo ello la respuesta a la pregunta es sí (ya sé, podríais haber empezado el artículo por aquí y os ahorrábais el resto. Mala suerte).
¡Atención a bordo! Son las 8 de la mañana, caras de sueño en los que terminamos el turno, aunque estábamos de descanso desde las 6 de la mañana, cuando se averió el congelador, y legañas y pelos de recién despertados en los que empiezan su turno justo ahora. El contramaestre nos informa por megafonía que el capitán tiene un mensaje para la tripulación:
“Vamos reduciendo velocidad. Todo el mundo fuera del puente de mando y a sus posiciones de trabajo. Comprobad que todo esté limpio y en su sitio. Asegurad las habitaciones y que ningún objeto quede suelto. Aquellos que no estén de servicio fuera de las zonas de trabajo. A partir de ahora la zona de fumadores será estrictamente la baranda izquierda (también conocida como zona de seguridad por estar más protegida). Y que no se os olvide asegurar los cabos de pesca esta vez. Puertas limpias. Hans y Janhs a proa para ayudar con el enlace. Espero que tengamos una rápida revisión. Buenos días.”
La cara de sorpresa (y sueño) nos delata otra vez como un “novato” a bordo. Mirar por la ventana y seguir viendo mar abierto (con montañitas al fondo) nos indica que aún no hemos llegado a nuestro destino. Algo pasa, y por las caras de pereza, no debe de ser malo, pero sí muy aburrido. Roger viene a nuestro rescate cuando nos informa de que debido a nuestro cambio de rumbo hacia Hammerfest, la guardia costera ha decidido hacernos una visita. No vaya a ser que en las míseras 8 horas de navegación en aguas abiertas que llevamos nos haya dado tiempo de hacer contrabando.
¿Qué significa una inspección a bordo? Básicamente… un registro a fondo, camarote por camarote, cubierta por cubierta y pasillo por pasillo de todo el barco. Que claro, uno puede pensar que tampoco hay porqué preocuparse. Somos un barco de investigación pesquera, ¿qué vamos a esconder? Todo esto se aclara cuando Roger reúne a todo el equipo científico (Ivan y el resto del turno de la noche incluidos) y nos informa que nada de dormir. Toca una de las cosas más delicadas de todas. Explicar a las autoridades Noruegas, y justificar con todos los permisos habidos por haber, porqué llevamos a bordo (que uno pensará, materiales peligrosos, plutonio, cuchillos, redes…. No,no) un bidón de 50 litros de alcohol etílico destilado al 98%. Esto es, alcohol casi puro (50 litros al 98% son igual a 49 litros de puro etanol y 1 litro de agua). La legislación Noruega del alcohol (ya sea tanto para consumo lúdico como para uso más técnico), de la cual ya hablamos en capítulos anteriores, es ultra-estricta con este tema. Añadido a este pequeño detalle etílico, hay que tener en cuenta que en el registro también intervendrán perros antidroga y unos señores muy majos que buscan armas, explosivos y otras cosas peligrosas. Pasar la inspección es fácil, lo difícil es que sea rápida. No obstante, como personas y científicos legales que somos, pasamos la inspección sin ningún problema. Los marineros de la armada (el servicio de guarda costas no es un cuerpo separado en este país) suelen ser bastante jóvenes. Muchos de ellos en sus años previos a ir a la universidad, y por lo tanto muy curiosos. Y muchos aprovechan estas “visitas” para aprender. Esto es, mientras el perro busca actividades ilícitas, ellos pasan a preguntarte por tu investigación. Si CSI lo viera…
Foto 1. Proa del Helmer Hanssen con la popa del que escribe en primer plano. Al fondo, Montañas Noruegas (Foto por Iñigo Onandia)
La inspección duro 2 horas, las presentaciones, cortesías y saludos otra hora más. Lo que significa que a las 11 de la mañana estábamos de vuelta en rumbo hacia Hammerfest. Este nuevo horario hace que surja una gran pregunta. ¿Qué hace uno en las 3 horas que le quedan de su turno de descanso? No olvidar que entramos a las 14 horas otra vez a trabajar. Irse a dormir no parece la mejor idea. El turno de trabajo va a ser ligero (ya que no se va a hacer más que navegar) y por lo tanto habrá opciones de descansar y acumular sueño para la parada en puerto (donde los turnos para los investigadores se relajan). Por lo tanto, la decisión más sabia es hacer uso de los múltiples servicios lúdicos del barco. Como no hay con quien jugar al Ping-Pong (la mesa se ubica en la bodega central, la zona más “estable” del barco) lo mejor será ir al gimnasio a hacer tiempo hasta la hora de comer. Pero claro, ¿qué clase de instalaciones deportivas tiene uno en el interior de un pesquero? Pequeñas, pero eficaces. Una máquina de remo, dos bicis estáticas, una elíptica, una cinta de correr, alguna máquina de gimnasio y muchas pesas. Todo atado y bien atado claro. Lo bueno es que como aún navegamos por aguas tranquilas, no estamos en un fiordo pero tampoco es mar abierto del todo al haber islas que nos protegen, el agua está tranquila y nos permite no perder el equilibrio.
Foto 2: Gimnasio del Barco (foto por Kevin Ochoa).
Un rato de ejercicio después aún queda tiempo para más ocio, así que lo mejor será subir al “cine” del barco y leer o ver algo en los cómodos sofás a nuestra disposición. Esta sala, acondicionada con los últimos sistema en video e imagen (una tele plana no muy pequeña y un DVD no muy viejo) cuenta también con un lujo que otros rincones del barco no tienen. Es uno de los pocos lugares donde el WIFI llega en toda su máxima potencia. Esto es, es uno de los pocos lugares donde nos podemos conectar con el mundo real y confirmar a nuestros seres queridos que no, aún no hemos sido engullidos por el Leviatán.
Foto 3: Detalle de los sofás del barco (Foto sacada por Melania Dre en Marzo del 2014 en otra expedición en el Helmer Hanssen).
Antes de que nos demos cuenta, son las 13:30 y suena el armonioso mensaje desde cocinas de que la comida está lista para los del primer turno de comida. Hoy en el menú, patatas y bacalao, ensalada y de postre flan (o natillas, nunca sabe uno muy bien la diferencia en estos lugares del norte) con nata montada.
Clip de audio. La cena está servida. (Grabado por Ixai Salvo durante la expedición).
El barco mientras tanto navega firme y seguro hacia Hammerfest donde atracaremos para recoger la nueva pieza, arreglar el congelador y preparar todo para seguir rumbo hacia el mar de Barents.
En toda historia y expedición, hay momentos para celebrar. Y los científicos, sí, esos señores con bata, tubos raros y a veces, botas de monte, chaquetas para el invierno y gorro, también celebran cumpleaños, fiestas, eventos o… la alegría de que ese experimento que llevas 5 meses preparando haya salido bien. Esto es, los científicos (¡oh! ¡Sorpresa!), al igual que el resto de las personas, celebran cosas y de hecho, lo hacen bien. Sólo piensen ustedes que son las mentes más alocadas de la humanidad (que me disculpen los artistas) y que normalmente no suelen salir mucho (ya saben, muchas horas metiendo datos en el ordenador).
¡Pero bueno! Se preguntarán a que viene toda esta introducción si ustedes han venido a leer sobre unos señores de expedición en mitad del Mar de Noruega. Permítanme que les explique. Aprovechando las señaladas fechas en las que nos encontramos, Navidades, fin de año y venida del siguiente, hemos decidido dejar a nuestros navegantes en mitad de su viaje y explicar cómo se celebran las cosas cuando uno está en un barco y en mitad del mar sin ningún puerto a mano.
Lo primero, a los noruegos les gusta celebrar, todo, y mucho. Y cuando se está en el mar, en mitad del invierno (la pesca del bacalao es lo que tiene), y la oscuridad te cubre como un manto y no hay luz del sol que alegre el día, se celebra hasta la más mínima circunstancia. Corren rumores de que antaño se celebraba hasta la primera vez que el capitán bajaba a cubierta. Celebraciones que llevaban acompañadas sus buenas raciones de Akvavit (Aquavit para los amigos) o cerveza. Se celebraba tanto que los rumores hablan de barcos a la deriva en mitad del caos etílico cuando Hjalmar Andersen ganó 3 medallas de patinaje de velocidad en aquellas Olimpiadas de inviernoen las que Noruega (obviamente) ganó el mayor número de premios en 1952. Pero claro, todo esto son rumores, mencionados en voz baja y con una sonrisa nostálgica en la boca. Desde más o menos finales de los 80 está terminantemente prohibido consumir bebidas alcohólicas por las tripulaciones de cualquier clase de embarcación con bandera noruega. ¿No alcohol? Así es, ni una gota cuando el barco está fuera de puerto (cuando está en puerto, y si no te toca turno de trabajo, puedes bajar al bar más cercano, pero esa es otra historia para otro capítulo). Para que se den cuenta ustedes del nivel de paranoia respecto a las bebidas espirituosas y derivados, el capitán está obligado a llevar un registro de todo el alcohol medicinal (si, ese que viene en botellitas blancas y sirve para desinfectar) que se usa no vaya a ser que alguien se lo beba (que no sería la primera vez).
Pero volvamos a las celebraciones, qué nos quedamos mirando las gavias (ya que en el mar no hay ramas). Lo más normal en los barcos son los cumpleaños. La lógica y la estadística establecen que habiendo 20-30 personas a bordo alguien cumpla años en algún momento. La celebración suele consistir normalmente en un pastel o comida especial preparada por el chef (que a veces hasta pregunta lo que uno quiere). Esto puede parecer poca cosa pero alegra la monotonía de la dieta de los barcos. Además del ágape, el afortunado (ya que a las mujeres a bordo se les respeta más) se convierte en objeto de diferentes bromas. Desde cambiarle el café por agua cuando no mira hasta meterle un pescado pequeño dentro del traje (normalmente ya muerto, que muerden). A las mujeres, que normalmente son menos e investigadoras, se las hacen bromas más suaves como echarles mucha azúcar en el café o sal en el agua durante la comida.
Imagen 1: Pastel de cumpleaños. Imagen cedida por Lisa Broekhuizen.
Además de los cumpleaños, en los barcos se suelen celebrar también eventos importantes de la vida marinera. Entre estos cabe destacar el primer y el último lance de la campaña. El primer lance tiene que ser perfecto. Y no me refiero a la cantidad pescada, sino a que todo, la técnica y el arte tiene que salir a la perfección. No hay nadie tan supersticioso como un marinero, y un mal primer lance puede poner una nube de pesadumbre a lo largo de toda la campaña. ¿Y de qué manera se hace un lance perfecto? En silencio. Sobre todo en silencio. Las órdenes son cortas y quedas y la tensión se nota en el ambiente. El último lance es todo lo contrario. El ambiente relajado, lleno de bromas y con canciones, señala el final de cualquier campaña y alegra el espíritu para la larga travesía a casa.
Imagen 2, Pinnekjøtt. Imagen por Ixai Salvo Borda.
Pero no podemos olvidarnos de la Navidad. ¿Cómo se celebra la Navidad en los barcos pesqueros de noruega? En casa. Suena a broma, pero pocos (por no decir ninguno) saldrán a faenar el día de Navidad. No obstante, en el caso de las embarcaciones escandinavas (y seguro que en otras también), se celebra una falsa navidad a bordo los primeros días de Diciembre “en familia”. Para ello, se come los tradicionales Ribbe (costillas de cerdo) o el muy tradicional plato Noruego, Pinnekjøtt. Este último consiste en costillas saladas y secas (a veces ahumadas) de cordero. Se cuecen y se acompañan con patata hervida y un puré de diferentes tubérculos (el chef no nos quiso dar su receta secreta). Para los amantes del pescado, existe la muy poco recomendable (a la opinión del autor claro) opción de comer Lutefisk. Este plato consiste en pescado (normalmente bacalao o eglefino) “marinado” en agua y lejía durante unos meses. Se acompaña también de patatas, bacón, guisantes y mostaza (para darle sabor, o quitárselo). Como no se puede beber alcohol, normalmente se acompaña la cena con zumo de manzana. A veces, si el chef se siente generoso, durante diferentes días de diciembre también es posible comer Multekrem (crema y arándanos) o Småkaker (galletas de navidad). Y claro, no todo se queda en comida. Los marineros son gente imaginativa, y manteniendo las normas de seguridad, decoran sus cascos con gorritos de papa Noel y a veces incluso una flor o una lucecita pequeña. El barco no se suele decorar ya que aún no es navidad (y daría mala suerte), pero aparecen pequeños platos de galletas de jengibre y tanto el t como el café se suelen especiar con canela y otros aditivos legales. Además, es muy común ver un gran número de jerséis de lana con diferentes adornos Navideños.
Imagen 3. El autor disfrutando de una cena de Navidad, basicamente, mucha patata (Imagen por Melina Dres).
Sigan ustedes ahora disfrutando de las fiestas y sobre todo, aguarden con ganas la siguiente narración de nuestros intrépidos marineros en las aguas del Ártico.
Llevemos nuestras miradas de vuelta al norte del mundo. Pasemos una vez más el paralelo 69 y permitámonos volver a soñar con Auroras Boreales, expediciones de conquistas y descubrimientos, glaciares, osos polares y… que nadie diga pingüinos. Así como en la Antártida no hay osos polares, en el ártico no hay pingüinos. Pasemos sobre Oslo mientras sobrevolamos los bosques noruegos y encaminemos nuestro destino, siguiendo esa eterna y sinuosa costa, hasta llegar, como una vez al mes, a nuestra tan querida ciudad boreal, la París ártica. Una vez allí, fijémonos en esos intrépidos investigadores que ya navegan por las aguas del fiordo rumbo a mar abierto. Como breve inciso, decir que la sensación de surcar un fiordo es bastante curiosa. La primera impresión es la de ir navegando por un río muy ancho. Esta se debe, y tarda mucho en desaparecer, a las montañas, que cual talud, rodean el fiordo a ambos lados. Una vez salvada esta impresión, uno se tiene que hacerse a la idea de que ya estamos en el mar, y que aunque sea pequeño, el oleaje hace que el barco se mueva. Más de un marinero de agua dulce (también conocido como turista cuñao) se ha mareado a pesar de haber jurado minutos antes “pues yo he navegado mucho y nunca me mareo”. (más…)
Es común escuchar que el calor seco es más llevadero porque no se suda. Nada como Twitter para tomar el pulso a la sociedad y comprobar hasta qué punto es una idea extendida. Con la búsqueda del texto seco + “no sudas” se obtiene un titipuchal de resultados, algunos de los cuales mostramos a continuación:
Si yo fuera un buen divulgador, debería promulgar la reflexión entre los lectores y lectoras, y hacer desarrollar su razonamiento e intuición para ver hasta qué punto vuestras ideas preconcebidas chocan con la realidad y se aprehende un nuevo concepto. Pero como yo soy un divulgador muy de andar por casa, hago el spoiler y os doy ya la respuesta Trivial Pursuit, así acabamos antes: no es verdad aquello de que con el calor seco no se suda. Sí que se suda, ¡ya lo creo! Os doy mi palabra. Si os lo preguntan u os dicen que no se lo creen, podéis justificarlo diciendo que lo habéis leído por ahí, en un estudio. Si citáis a Cultural Resuena, mejor. Ahora ya podéis dejar el artículo y hacer cosas más provechosas como ver fotos de gatos o participar en discusiones sobre la termorregulación y el sudor en Forocoches (en el hilo Cómo es la vida en Murcia hay usuarios que afirman sin rubor alguno que con el calor seco no sudas). Pero por si alguien quiere saber un poco más del tema, vamos a intentar explicarlo.
La primera respuesta a la pregunta por qué sudamos es: porque tenemos glándulas sudoríparas. Puede parecer una perogrullada, pero conviene recordarlo para no dar una causa final o teleológica, algo a lo que la ciencia, empírica como es, no debería recurrir mucho. Lo que sí podemos sostener con suficiente seguridad es que el filtrado de la evolución ha premiado la sudoración de las personas como mecanismo termorregulador. ¿Qué significa esto? Nuestro cuerpo está siempre a unos 36ºC más o menos. Afuera podemos estar a bajo cero o a 45 grados, pero nuestra temperatura corporal apenas cambia. Esto sucede porque nuestro cuerpo reacciona ante las diferencias de temperatura con el exterior generando calor o liberándolo.
Vayamos por partes. No sé si todo el mundo tiene clara la diferencia entre calor y temperatura, por ello vamos a hacer una explicación sucinta. La temperatura está relacionada con la energía cinética (de movimiento) media de las moléculas de un sistema (así, no tiene sentido hablar de la temperatura de una sola molécula), tal como se ilustra en la Figura 1.
Figura 1: Simulación de los movimientos de las moléculas de un gas en dos recipientes cerrados. Ambos contienen la misma cantidad de moléculas del mismo gas, pero a temperaturas diferentes. Algunas moléculas se han coloreado para facilitar su seguimiento. El promedio de velocidades es mayor en el recipiente de la derecha, y por lo tanto el gas está a mayor temperatura.
Cuando cuerpos de diferente temperatura entran en contacto se produce una transferencia de energía que denominamos calor (ver Figura 2).El calor es extensivo, es decir, depende del tamaño del sistema, mientras que la temperatura no: es intensiva. Una olla de 5 litros a 90ºC estará a la misma temperatura que una olla de 1 litro a 90ºC, pero la primera necesitará absorber más calor para llegar a la misma temperatura. Los intercambios de calor repercuten en los sistemas provocando cambios de temperatura. Una de las consecuencias que puede experimentar un sistema cuando se le aplica calor es que aumente su temperatura, y si pierde calor, que baje.
Figura 2: Proceso de transferencia de calor entre dos cuerpos a diferentes temperaturas. Al principio (izquierda), el objeto A está a más temperatura que el objeto B, y por lo tanto sus moléculas se agitarán más rápidamente. Al entrar en contacto (centro), los choques entre las moléculas de ambos cuerpos producen una redistribución de la energía: las moléculas de A empujan las moléculas de B, que empiezan a moverse más rápido a costa de las de A, que pierden velocidad. El proceso llega a un equilibrio cuando el promedio de velocidades es el mismo en ambos cuerpos (derecha). En ese momento las temperaturas son iguales, y decimos que se ha producido una transferencia de calor del cuerpo más caliente al más frío.
Las personas, mediante el metabolismo, convertimos la energía química de los alimentos en energía calorífica, lo cuál nos hace subir la temperatura. La intuición ya nos dice que en invierno necesitamos comer más que en verano. Ahora bien, ¿cómo bajamos la temperatura? Necesitamos perder calor pero, ¿cómo lo conseguimos?
Hemos dicho que los cambios de calor repercuten en cambios de temperatura. ¿Siempre? Bien, eso es cierto en un mismo estado de la materia. En el hielo, aplicamos calor y aumenta la temperatura: eso es válido también para el agua y para el vapor. Pero cuando cambiamos de estado de la materia, hay un intercambio de calor en el cambio de fase. Si tenemos un cubito de hielo a -5ºC y lo calentamos, su temperatura subirá. Cuando llegue a 0ºC, empezará a fundirse y ahí su temperatura no variará. Es decir, todo el calor que apliquemos no se destinará a aumentar la temperatura, sino a romper la estructura del hielo para formar agua. Tendremos una combinación de hielo y agua, todo en equilibrio a 0ºC, combinación que cambiará a favor del agua o el hielo según si el sistema gana o pierde calor. El calor necesario para fundir el hielo (o para cambiar de estado en general) se llama calor latente. De igual modo, si tenemos agua líquida a 0ºC y le quitamos calor, su estructura cambiará y se congelará. Una vez se haya congelado el agua, si sigue perdiendo calor su temperatura empezará a bajar.
Si calentamos agua líquida, su temperatura subirá hasta los 100ºC, y entonces el calor se destinará a evaporar el agua. De igual modo, si el vapor pierde calor, se condensará antes de enfriarse. Ahora situémonos en un lugar cálido y seco. Lérida, un mediodía de agosto. La temperatura exterior es superior a los 36ºC, y nuestro cuerpo tiene que estar a 36ºC. Nuestro cuerpo emite sudor (agua líquida). Para que el sudor se convierta en vapor, necesitará robar calor a nuestro cuerpo (el calor latente). Este calor que perdemos con la evaporación del sudor permite mantener nuestro cuerpo a 36ºC, aun cuando al exterior estamos a más temperatura. Si salimos de la piscina notamos más frío por eso: porque se está evaporando el agua de nuestra piel, y ello nos roba calor.
Pero el aire es una solución con varios gases, y llega un punto en el que no admite más gases. Si echamos azúcar a un vaso de agua y agitamos, el azúcar se disolverá. Pero llegará un punto en el que la solución se saturará y no admitirá más azúcar: entonces el azúcar precipitará al fondo del vaso. Análogamente, el aire admite un máximo de vapor de agua disuelto, a partir del cual ya no se puede evaporar más agua. Si la humedad es alta, sudamos porque necesitamos perder calor, pero el sudor no se evapora, con lo cual nuestro mecanismo de enfriamiento pierde eficacia. De ahí que se diga, con razón, que las temperaturas altas se sufren peor con humedad. No porque sudemos, sino porque sudamos y no conseguimos que se evapore el sudor.
Podemos intentar mejorar la eficiencia de la regulación térmica del cuerpo con un simple aparato. Venga, que lo sabéis. Se llama ventilador. A medida que el sudor se evapora, aumenta la humedad en las capas de aire que nos envuelven, reduciendo así la eficacia del mecanismo de enfriamiento. El ventilador no modifica la temperatura del aire, pero sí permite dispersar rápidamente la humedad que nos envuelve. Eso permite que el sudor se evapore más rápidamente y notamos frescor: es el calor latente que perdemos. Si no, prueben de encender un ventilador en Lérida, o en Los Monegros, donde el aire ya es seco. No sirve para mucho, ya que el aire admite suficiente vapor de agua sin necesidad de renovar las capas de aire de nuestro alrededor.
Si esta explicación os ha convencido, mala señal. Porque hay algo que no cuadra: si la temperatura de ebullición del agua son 100ºC, ¿por qué hay evaporación a temperatuaras inferiores a esa? Me gustaría que, si alguien me sabe dar una explicación, la proponga en los comentarios. Si no, queda pendiente para el siguiente artículo.