Empecemos, como no, por el principio: ¿Que es un supergrupo? Es un término utilizado para describir a grupos de música formados por artistas que habían tenido fama respecto a grupos anteriores o a nivel individual. Lo habremos escuchado en radio o leído en prensa especializada muchas veces utilizado de forma errónea en referencia a grupos que han vendido mucho o que son cabezas de cartel de algún festival. Tampoco engloba a aquellas bandas cuyos miembros consiguen fama individualmente después de formar el grupo (Yes o Genesis) ni se utiliza el término para designar a las bandas que, manteniendo su nombre original, ha reclutado a uno o varios músicos famosos (Van Halen o The Eagles).
El término se acuña en los años 60 siendo Cream (1966) la primera banda con éxito denominada supergrupo. Formada por Eric Clapton, Jack Bruce y Ginger Baker es considerada una de las mejores bandas de la historia a pesar de su corto recorrido. Entre otras cosas, popularizaron el pedal de sonido wah-wah.
Vamos a hablar de algunas bandas más modernas o «no tan conocidas» con un orden que se podría definir como: según me van viniendo a la mente.
THE GOOD, THE BAD AND THE QUEEN
Empecemos hablando de Damon Albarn. Londinense que forjó su fama al formar la banda Blur en 1989, banda de enorme éxito que impulsaría el britpop en los 90 compitiendo de tu a tu con grupos como Oasis. Ya en Blur demostraría su versatilidad que le llevaría a coquetear con el lo-fi, rock, punk, soul, reggae, el góspel y la psicodelia. ¿Acaso existe alguien en el planeta que no conozca el tema Song 2?
Más tarde crearía junto a Jamie Hewlett el proyecto de grupo de animación Gorillaz el cual se convertiría en el grupo virtual más exitoso de la historia. Han colaborado infinidad de artistas por lo que su sonido es bastante heterogeneo. Irrumpió con su primer disco (Demon Days) en 2001 y, acaba de sacar su último disco hasta la fecha «HUMANZ«. Gorillaz es por tanto otro supergrupo pero no quiero ahondar en él por ser muy conocido.
El grupo en cuestion, The Good, The Bad and the Queen, el cual está formado por Albarn, el ex bajista de The Clash, Paul Simonon, el ex guitarrista de The Verve, Simon Tong (quien también tocó la guitarra para Blur durante la gira Think Tank, tras la salida de Graham Coxon y para Gorillaz en su álbum Demon Days), y el pionero del afrobeat y baterista de África 70, Tony Allen sacó su primer y último disco en enero de 2007. Se trata de un disco conceptual en el sentido en que todas sus canciones hablan sobre la vida moderna en Londres. Sin duda alguna se trata de un disco gourmet de una increíble factura y, en mi opinión, el mejor disco firmado por Albarn después de Blur.
Rocket juice and The Moon
Sin salirnos del bueno de Albarn encontramos este grupo que, junto a él, forman Flea (bajista de los Red Hot Chilli Peppers) y Tony Allen repitiendo después de The Good, The bad and the Queen. Su único disco hasta la fecha salió en el 2012 con el mismo nombre del grupo: Rocket juice and The Moon, en el que predomina el afrobeat y el jazz. No se puede decir que sea un mal trabajo pero no acaba de tener una coherencia en conjunto y los temas acaban pareciendo una sucesión de jams de cada uno de los artistas.
The Racounteurs
En este caso tenemos que hablar de una de las grandes figuras del rock de los últimos tiempos, el polifacético Jack White. Conocido por ser el guitarrista de White Stripes, nuevamente, ¿Acaso existe alguien en el planeta que no conozca el tema Seven Nation Army? El considerado uno de los mejores guitarristas de la historia se juntaría con su amigo Brendan Benson en 2005 (aún con el proyecto de White stripes en marcha) para dar forma al single «Steady, As She Goes«. Más tarde se unirían Patrick Keeler y Jack Lawrence, miembros del grupo The Greenhornes para sacar el primer LP «Broken Boy Soldier» en 2006 y un segundo trabajo «Consoler of the lonely» en 2008. Dos grandes trabajos de rock con influencias powerpop y blues rock.
The Dead Weather
Repite Jack white (esta vez a la batería aunque también toca la guitarra y canta en algún tema) junto a la vocalista Alison Mosshart (The Kills), el guitarrista Dean Fertita (Queens of the Stone Age), el bajista Jack Lawrence (The Raconteurs y The Greenhornes). El supergrupo debutó en 2009 con el disco titulado «Horehound» al que siguieron otros dos. Grupo que se mueve por los caminos del rock, blues, garage y la psicodelia.
Last shadow puppets
No podía faltar en esta primera recopilación el dúo musical inglés de indie rock formado por Alex Turner (vocalista de Arctic Monkeys) y Miles Kane (ex vocalista de The Rascals). Presentaron su primer disco en 2008 titulado «The Age of the Understatement» y un segundo firmado en 2016 «Everything You’ve Come to Expect«.
El pasado jueves 25 de mayo el Teatro Joy Eslava en Madrid se llenó por el concierto del Grupo Compay Segundo que está de gira por España. Con su música nos trasladaron a Cuba al ritmo de su son con la colaboración estelar de Santiago Auserón (también conocido desde 1993 como Juan Perro). Tanto el cartel como la interpretación me resultaron de lo más atractivas y les cuento el porqué.
Este grupo le debe su nombre al gran Francisco Repilado, más conocido como Compay Segundo, que fue compositor, cantante y creador de la guitarra llamado armónico, la cual consta de siete cuerdas y cuyo timbre me resulta característicamente metálico. Este artista se dio a conocer cuando formó el dúo Los Compadres junto con Lorenzo Hierrezuelo quien adoptó el nombre de Compay Primo por ser la primera voz, así que Repilado pasó a llamarse Compay Segundo. El grupo actual lo fundó el propio Compay en 1955 y se denominaron Compay Segundo y sus Muchachos. El auge del reconocimiento internacional comenzó en 1997 con el disco Buena Vista Social Club con el que ganó varios premios Grammy.
Después de su muerte en 2003, pasaron a llamarse el Grupo Compay Segundo, y su hijo Salvador Repilado recogió el testigo con esta agrupación donde toca el contrabajo. En ella interpretan las canciones del maestro en las que mezclaba el folklore y el humor picaresco, como en El aguador, que consiguió arrancar no solo movimientos, sino también risas. El folklore cubano le debe -al igual que el español- (gran) parte de su riqueza a la música africana. De la conjunción de ambas a lo largo de los siglos, se obtuvieron los ritmos afrocubanos como puntos, sones, congas, habaneras, guaguancós, guajiras, guarachas, mambos o chachachás, que tan bien interpreta este conjunto. Si contamos con el añadido de la aportación de Santiago Auserón, la mezcla puede ser ecléctica a la par que homogénea, ya que su colaboración no fue una simple eventualidad porque colaboró con Compay hace años y es un estudioso de la música cubana.
El encargado de animar al público con su expresiva voz acompañada de sus maracas y su simpatía fue el cantante Hugo Garzón, quien nos hizo disfrutar, participar cantando y haciendo acompañamientos en algunas canciones. Otro de los que hicieron las delicias del público fue Félix Martínez con el armónico, del que consigue sacar un gran registro de sonoridades que abarcan desde el virtuosismo hasta una gran expresividad pasando por modificar su timbre tocándolo con un reloj. Este número consiguió una gran ovación por lo espectacular que resultó. Por su parte, los clarinetistas Haskell Armenteros, Rafael Inciarte Rodríguez y Rafael Inciarte Cordero me volvieron a transportar con algunos de sus solos a la época del jazz de Nueva Orleans de las primeras décadas del siglo XX. También he de reconocer que me quedé con los ritmos que marcaba Rafael Fournier que además fueron la base que hizo que nos moviéramos al ritmo de sus instrumentos, sobre todo cuando interpretaronLa negra Tomasa. ¿Que si bailé con estas canciones? No lo duden.
Uno de los grandes señores del rock español, Santiago Auserón, me conquistó hace años cuando leí su libro El ritmo perdido, por lo que sabía que es un experto -entre otros temas- de la música cubana, de manera que tenía muchas ganas de escucharle interpretar esta música con este grupo. Él posee una voz con carácter y presencia hasta cuando habla y un dominio del escenario que parece que además sea actor. El empaste de las voces de los cantantes fue increíble y entre todos consiguieron hacernos gozar con un concierto memorable y consiguieron que el público les pidiera aún más. Nos regalaron como bis la conocida Guantanamera.
Todo el concierto fue un tributo al gran maestro cubano Compay Segundo en el que hubo buena música, anécdotas, humor, bailes y grandes intérpretes que cuentan con la complicidad entre ellos y con el público. Uno de los momentos más emotivos fue cuando interpretaron Chan chán, de la que quiero destacar -a modo de licencia personal- los versos del estribillo: «De Alto Cedro voy para Marcané / Llego a Cueto, voy para Mayarí».
El mejor teatro suele surgir de la experimentación, nunca de la certeza; el mejor teatro es el que formula preguntas honestas, no el que reparte respuestas pretenciosas; el primero sorprende, agita, incomoda, perdura; el segundo arenga, incendia, señala y sienta cátedra tratando de epatar al personal. En este texto vamos a reflexionar sobre una obra del primer tipo; queda a disposición del lector poner ejemplos (la cartelera madrileña está repleta de ellos) del segundo.
El teatro de la Ciudad, que en 2016 mereció el Premio Max a la Mejor Producción Privada de Artes Escénicas, es un proyecto de creación e investigación teatral que comenzó en 2015 con la unión de Andrés Lima, Alfredo Sanzoly Miguel del Arco. El primer año abordaron la tragedia grecolatina y como consecuencia presentaron versiones de Medea, Edipo Rey y Antígona, respectivamente. Esta vez, sin Miguel del Arco, han apostado por la otra cara de la moneda, por la otra máscara del teatro: la comedia, con sendos montajes inspirados en la obra se Shakespeare: La ternura de Alfredo Sanzol y Sueño de Andrés Lima. Ambas se podrán ver en el Teatro de la Abadía: la primera hasta el 4 de junio (aunque ya han colgado el cartel de localidades agotadas) y la segunda hasta el próximo 18 de junio. “Sueño” es el resultado de un intenso trabajo de investigación en torno a la comedia a partir o a través de Sueño de una noche de verano. Para ello ha coordinado sesiones de debate y experimentación con expertos indiscutibles en la materia como el historiador y sociólogo Jose María Perceval, Millán Salcedoy Carlos Areces, Albert Boadella, Tortell Poltrona (payaso Augusto) y el Gran Wyoming. Con ellos reflexionó sobre la composición de la comedia tomando como punto de partida la fórmula de Woody Allen (en su maravillosa película Delitos y Faltas) “Tragedia + Tiempo = Comedia”.
Con estas premisas y compañeros de viaje, Lima ha indagado sobre las relaciones entre la comedia y la locura de amor (que aborda tanto el amor como la locura), comedia y estupidez (con la figura preeminente del simple, el bufón, el tonto, el payaso augusto, etc.) y comedia y muerte, a partir de un acontecimiento íntimo: la muerte de su padre. En su espléndido ensayo sobre el humor Risa redentora Peter Berger hace una breve distinción sobre las diversas relaciones que se establecen entre el humor y la tragedia, que puede sernos útil para reflexionar sobre “Sueño”:
“El llamado humor negro desafía lo trágico, como sugiere gráficamente su sinónimo en inglés “gallows humor” (humor del patíbulo). Luego tenemos el humor grotesco, que subsume lo trágico en un universo absurdo, como en la danse macabre de finales de la Edad Media. La tragicomedia no excluye lo trágico, no lo desafía, no lo subsume, sino que lo deja momentáneamente en suspenso, por decirlo así.”
Lima nos propone un “espectáculo transgénero”, como él mismo lo define, que no encaja en ninguna de estas definiciones y a la vez participa de todas ellas. La distancia creada por el tiempo ha permitido a Lima desafiar a la tragedia y llevarla hacia lo grotesco y lo tragicómico, con un espectáculo emocionante, divertido, honesto, estremecedor en ocasiones, cruel, profundo y ligero a un tiempo. El padre, representado por un magnífico Chema Adeva, en sus últimos meses de vida viaja de la decadencia al deseo de vivir, desde la locura de amor a la demencia senil. De la mano de “la loca” (extraordinaria Laura Galán, alumna predilecta de Lima), el padre recuerda y bebe, adentrándose en una fábula entre la memoria y la imaginación, donde conviven los personajes de Shakespeare, Demetrio y Elena, y las huellas de sus amores pasados. Estos sueños avivan su deseo y su nostalgia, pero acaban cuando desaparece el efecto del alcohol, devolviéndolo a la sórdida realidad de un hospital.
El montaje tiene algo de espejo roto, de memoria fragmentaria, hilvanando retales, que casi nos permite entrar en el proceso de reconstrucción que lleva a cabo Lima, tanto a nivel escénico como a nivel personal. Es un híbrido en el que el sueño de Shakespeare se pone al servicio del de Lima, no al revés; las escenas, los recuerdos, se suceden y se trenzan deteniéndose en instantes valiosos por su misterio o por su patetismo (sin duda, el viaje a Gijón es uno de los grandes aciertos de la obra). Se aprecia el experimento escénico, desarrollado con la voluntad de primar la búsqueda más que el resultado: el trabajo de muchos ensayos, de improvisación sobre la escena y de riesgos asumidos, y las huellas de las distintas aproximaciones al texto, cuadro a cuadro, con cariño, imaginación e inteligencia. Las actrices, Nathalie Poza, Ainhoa Santamaría y María Vázquez, realizan un trabajo formidable y muy complicado, saltando de un personaje a otro con sentido del ritmo y naturalidad. Destacaría también el sencillo pero eficaz diseño escénico, con el biombo chino y las sillas de jardín, con la luz, como un personaje más, que parece representar la mirada de Lima sobre sus recuerdos y ensoñaciones.
Además, desde media hora antes de la función, en los jardines de la Abadía, podemos encontrar un espectáculo a la carta, improvisado e imprevisible, que transita también por estos derroteros: los Aperitivos shakesperianos. El actor Jesús Barranco interpreta a “un ser indefinido, ni hombre ni mujer, mitad Puck mitad Calibán” que ofrece once piezas a elección del espectador, basadas en el Manifiesto contrasexual de Paul B. Preciado, con dirección de Dan Jemmett. Perfecto para calentar motores y expandir los límites (que no debieran existir) de la comedia. ¡No se la pierdan!
Datos: Pablo Martín Sánchez, Tuyo es el mañana, Barcelona, Acantilado, 2016.
Tuyo es el mañana es la nueva novela de Pablo Martín Sánchez autor de El anarquista que se llamaba como yo. Ambas obras componen la primera y segunda parte de una trilogía que toma como punto de partida un elemento de la biografía del autor -su nombre y fecha de nacimiento-. El Anarquista trata de un personaje real, Pablo Martín Sánchez, un revolucionario condenado a muerte en 1924 por haber conspirado contra la dictadura de Primo de Rivera. La trama de Tuyo es el mañana da voz a seis personajes y relata sus peripecias del día 18 de marzo de 1977, fecha de nacimiento del autor. La trilogía se cerrará presumiblemente con una novela sobre el lugar de nacimiento del autor (cerca de Reus), completando de este modo una tríada unida por algún elemento autobiográfico.
El título “Tuyo es el mañana” resume la potencialidad que encierra la novela sobre un feto a punto de salir al mundo y “tomarlo”. La imagen de portada acompaña al título al mostrar un galgo corredor, uno de los seis personajes de la novela, corriendo en estampida hacia su objetivo.
La estructura de Tuyo es el mañana difiere sustancialmente de la de ElAnarquista. Si bien en esta hay un prólogo y una adenda donde se ponen en marcha mecanismos de autoficción, un cuerpo dividido en tres bloques, un narrador omnisciente; el registro narrativo de Tuyo es el mañana tiene lugar en primera persona, se trata de seis voces que se van sucediendo para contar su historia. La trama, que se desarrolla a lo largo de un solo día, el 18 de marzo de 1977, va entrelazando la historia de los personajes a medida que avanza. Lo que al principio parecían fragmentos aislados y desconexos termina encajando como las piezas de un puzzle. A esto se añaden los intermedios, donde una voz exhorta a un feto (el autor hace uso aquí de la segunda persona del singular) sobre su inminente nacimiento y la incoveniencia de hacerlo en un mundo que anda patas arribas. Estamos en España, año 1977, época convulsa en lo social y político.
Con frecuencia aparecen a lo largo de la novela referencias a hechos históricos, descripciones de contextos y escenarios sociales (manifestaciones, reuniones de empresarios, células terroristas, trapicheos médicos) y mención de elementos cotidianos: canciones en boga, cuestiones candentes de la época como la ley D´Hondt o la inminente legalización del PCE. Todo esto denota un gran trabajo de campo previo por parte del autor. También cabe destacar en este punto lo bien construida que está la ficción en la novela a base de numerosos elementos sacados de la realidad.
Los personajes de esta novela son seres perdidos (algunos de ellos se encuentran para aliviar su soledad como Clara Molina Santos, la niña que no quiere ir a la escuela porque sufre acoso por parte de otro niño, y Solitario VI, un galgo de carreras apaleado que se escapa de las cuadras para irse con Clara), atravesados por el dolor de su propio pasado como María Dolores Ros de Olano (que tiene la singularidad de no ser de carne y hueso, sino que es un retrato) “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, el miedo y las pesadillas como las de Gerardo Fernández Zoilo, profesor universitario que sufrió torturas en el pasado y cuyas convicciones políticas lo llevan a la clandestinidad y la actividad terrorista, o las del propio Solitario VI (rebautizado Flaqui por Clara) cuando sueña que lo ahorcan o se lo llevan a Casablanca. Cada uno de los personajes tiene su propio estilo narrativo y cuenta con su propia batería de imágenes por medio de las cuales efectúan sus asociaciones mentales. Por boca de los personajes se ofrece un contraste ideológico de la época. Así, María Dolores Ros de Olano, con ideas fascistas, retrógradas, sexistas y clasistas, afirma que “los jóvenes confunden la democracia con la acracia, el derecho con el despecho y la libertad con el libertinaje”. Mientras que en el otro extremo se encuentra a Gerardo Fernández Zoilo, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyas convicciones políticas lo llevan a la clandestinidad y la lucha terrorista y que se halla flirteando con una alumna, la intrépida y justiciera Carlota Felip Bigorra.
Al igual que en El Anarquista la prosa de Tuyo es el mañana se desliza muy bien hasta el final y engancha al lector desde la primera página. Tanto es así que recuerdo haber interrumpido la lectura muy pocas veces (la última a falta de siete páginas para el final porque llegaba tarde a la presentación del libro). Y en otra ocasión me sorprendí haciendo lo mismo que uno de los personajes: contarme las medias lunas de los dedos de las manos.
Suele ser habitual en el autor autoimponerse una serie de reglas o constricciones a la hora de escribir. Nos ha desvelado alguna en El Anarquista como por ejemplo hacer coincidir el número de palabras de la primera frase de los capítulos en letra romana con la numeración de la página correspondiente. Son estas reglas muy del gusto del grupo literario Oulipo, del que el propio Martín Sánchez forma parte. Son parte del juego, que no resulta para nada sencillo, por medio del cual buscan alentar el ingenio y la creatividad artísticas.
En la presentación que tuvo lugar en la librería la Rayuela de Berlín, a la que por cierto pude llegar finalmente a tiempo, Pablo leyó partes de su nueva novela para deleite de los allí asistentes, contó curiosas anécdotas de los últimos años inmerso en este trabajo y respondió a algunas preguntas del público desvelando alguna información interesante y que me ha servido a mí para escribir esta reseña. La presentación tuvo sabor a despedida porque escaso tiempo después se confirmó lo anunciado, el cierre definitivo de la Rayuela, una flor en tiempos convulsos, la hermosa librería hispana de Margarita Ruby, que tantas interesantes y variadas veladas literarias nos brindó.
Walt Whitman (1819-1892) es probablemente el poeta estadounidense más reconocido y uno de los nombres más consagrados de la literatura de ese país. Su obra emblemática, Leaves of Grass (Hojas de Hierba), ha quedado ya inevitablemente integrada en el catálogo de los imprescindibles de la literatura universal debido a su originalidad y a los elementos novedosos que, en su época, introdujo para la poesía (v.g. el verso libre).
A pesar del indudable mérito literario de Whitman, su nombre va ligado en algunos círculos, no tanto a su obra poética sino a la polémica que rodea a su figura. El poeta, nacido en Long Island, exalta abiertamente en su obra los placeres sensuales y el amor físico; esto, unido a su supuesto homosexualismo, ha dado pie a todo tipo de conjeturas e historias en torno a su vida y sus posibles amantes.
Lo cierto es que para todo aquél al que ni su nombre, ni su obra, ni su figura polémica le resulten familiares, puede que caigan en la cuenta de quién es este poeta si citamos los versos más famosos de su obra: “¡Oh, Capitán, mi Capitán!”. Éstos son los versos con los que comienza la elegía que Whitman dedicó a Abraham Lincoln y que se hicieron popularmente conocidos gracias a la película El club de los poetas muertos. La archiconocida escena final de esta película muestra cómo los alumnos, encabezados por Todd Anderson (Ethan Hawke), rinden homenaje al recién expulsado profesor Keating (Robin Williams), declamando estos versos de Whitman.
Ahora bien, aunque es cierto, como decía más arriba, que la obra más emblemática deWalt Whitmanes Leaves of Grass(en la que está contenida, por cierto, la elegía a Lincoln), la obra de la que me voy a ocupar aquí es otra muy diferente.
Zachary Turpin, un estudiante de doctorado de la Universidad de Houston dedicado a investigar el legado de Walt Whitman, ha descubierto recientemente una nueva novela que el escritor publicó en 1852 de forma anónima en el periódico Sunday Dispatch. La novela, titulada Life and Adventures of Jack Engle: An Auto-Biography, está publicada en el reciente número 34 de Walt Whitman Quarterly Review, en una doble edición de la revista dedicada al descubrimiento de esta obra. El especial recoge también el minucioso estudio introductorio que escribe Turpin, autor del hallazgo, sobre Whitman, sobre Life and Adventures of Jack Engle y sobre la importancia de esta novela para su posterior obra poética.
Turpin detalla en su artículo cómo Whitman, antes de la publicación de Leaves of Grass en 1856, fue un exitoso escritor de ficción. Vinculado a trabajos de imprenta y en periódicos desde muy temprana edad, Whitman vivió sus mejores años como escritor de ficción en la década de 1840. En aquellos años publicó más de veinte cuentos en revistas de alto prestigio nacional como American Review o Democratic Review. Los cuentos, no muy originales y de una dudosa calidad literaria, tuvieron gran éxito entre el público de la época, éxito que le llevó a la redacción de su primera novela, Franklin Evans, or The Inebriate. De esta novela se vendieron aproximadamente veinte mil copias, cifra muy alta para la época; sin embargo, y a pesar de ello, Whitman renegó posteriormente de su obra de ficción porque consideraba, no sin cierta razón, que carecía de calidad literaria y la condenó casi al olvido cuando decidió consagrar su trabajo enteramente a la poesía, la cual rehacía una y otra vez, de forma un tanto obsesiva, con el ánimo de perfeccionarla hasta el límite (así pasó con Leaves of Grass, obra de la que Whitman publicó en vida nueve ediciones diferentes, pues hasta su muerte siempre la estuvo revisando, corrigiendo y aumentando).
Es en el contexto de esta primera época en la que Whitman se dedicó a escribir relatos de ficción en el que aparece Life and Adventures of Jack Engle, la novela por entregas que Whitman publicó de forma anónima en Sunday Dispatch. La novela, que ya ha sido catalogada de dikensiana, recoge para Turpin, además de la evidente influencia de Dickens, el estilo sentimentalista de las novelas estadounidenses de la época (como las de Fanny Fern, Maria Susanna Cummins o Lydia Sigourney).
Life and Adventures of Jack Engle no tuvo ni remotamente el mismo éxito que diez años antes tuvo la historia de Franklin Evans. Esto pudo deberse principalmente a dos motivos: el anonimato de la publicación y la poca publicidad que el propio Sunday Dispatch hizo de la novela. Como resultado del escaso éxito, o en paralelo a ello, Whitman condenó al olvido esta novela que nunca se volvió a publicar y de la que él apenas dio noticia de haber escrito. Pero ahora, 146 años después, Turpin saca a la luz esta obra que ya empieza a ser considerada por los estudiosos de Whitman como el posible mejor relato de ficción del escritor.
Como quiera que sea, la edición electrónica de esta novela de aventuras que publica Walt Whitman Quarterly Review (y que es de libre acceso) nos da ahora a nosotros la oportunidad de leer la obra para poder comentar próximamente, ya no la noticia del descubrimiento, sino la historia del joven Jack Engle propiamente dicha.
(Foto sacada de: http://www.elespectador.com/noticias/cultura/andres-felipe-solano-los-vivos-son-falsos-muertos-articulo-679077)
Se estaban alejando a gran velocidad, como dos cuerpos celestes que se repelen.
Andrés Felipe Solano
Cementerios de neón
Pocos recuerdan que Colombia fue el único país latinoamericano en participar en la guerra entre las dos Coreas. Mucho menos se recuerda a los caídos colombianos en esa guerra violenta, algunos ni saben dónde están esos cementerios sobre los que se erigieron entonces dos naciones antagónicas y sobre los que hoy se levanta también la Colombia del posconflicto: entre Asia y Latinoamérica está ese locus común de la Guerra Fría, la guerra entre una izquierda y una derecha, una guerra que sigue intacta como una tumba incandescente. Nuestra propia tragedia ya estaba implícita entonces en una trinchera asiática. El escritor colombiano Andrés Felipe Solano, cuya primera novela ya ha sido discutida aquí en Cultural Resuena, ha sacado un nuevo thriller novelesco que se instaura entre estas dos naciones al parecer totalmente ajenas la una a la otra. Cementerios de neón es una novela a caballo entre Colombia y Corea del Sur, una novela policiaca que persigue lo que pareciera ser un secreto del espionaje anticomunista, pero que termina siendo una incursión al interior de sus propios personajes, esos seres opacos y escurridizos.
La novela relata la investigación de Salgado, un hombre tan miserable y perdedor como Boris Manrique —personaje de la primera novela de Solano, Sálvame, Joe Louis—, tras las huellas de lo que pareciera ser el Otro, pero que no es más que él mismo. Ayuda a su tío, El Capitán, a buscar a Vladimir, un alter ego suyo que esconde un secreto con visos oficiales cuya naturaleza es más íntima de lo que se piensa. La persecución de un fugitivo que no es más que el reflejo del detective recuerda la prosa del mejor Bolaño o el mejor Piglia y se instaura en la tradición más clásica de la novela, es decir, en esa que ve el género novelesco como el retrato del individuo atrapado en su propio laberinto de soledad. Cementerios de neón no es solamente una apasionante novela policiaca, es un hermoso y poético viaje a un capítulo olvidado de la historia colombiana en el que se revela la esencia de los acontecimientos recientes. Por otro lado, la novela parece responder a impulsos vitales del mismo escritor, la necesidad de una sutura muy personal entre las dos naciones que han sido su hogar.
El estilo de Solano es simple sin dejar de ser poético, es chistoso sin ser liviano. La laboriosidad del lenguaje es innegable, corre riesgos zafándose de vez en cuando en un humor frívolo pero exitoso. La prosa de Solano tiene fuerza, es densa y electrizante.
En medio de velos y cortinas que van revelando historias ocultas, al final todo parece converger en un tema común: la novela de Solano es la historia oculta de un amor prohibido. Detrás de todo está una historia latente que aparece solamente representada, sugerida, viniendo constantemente como un recuerdo opaco. La novela es opaca y clara a la vez, da pistas para una lectura en movimiento constante, una lectura detectivesca que parece devolvernos una y otra vez a lo explícito, a la vida misma y los reflejos de un trasfondo que tal vez solamente es el vacío mismo. Es por eso que la novela se alinea con su primera predecesora, Sálvame, Joe Louis, donde el instinto detectivesco, el del lector, se ve siempre limitado por la inmediatez de la vida: detrás de todas esas historias está ese abismo, la soledad insondable, y todas ellas no son más que la vida misma hecha escritura.
Solano ha demostrado con su nueva novela que la promesa de grandeza literaria de sus libros anteriores será cumplida. La novela muy seguramente no pasará desapercibida en los próximos años y augura una producción literaria que exige ser seguida detenidamente.