Fotografía con copyright de F. Heras tomada de aquí
Miguel Delibes es una de las plumas más destacadas del siglo XX español y, quizá, el gran icono literario de las tierras vallisoletanas. No se puede negar que el novelista legó importantes obras a la literatura: con El camino (1950) recorrimos la Cantabria rural junto a Daniel El Mochuelo, descubriendo el valor de la amistad y el fin de la infancia con las primeras experiencias relativas a la muerte; Quico, El príncipe destronado (1973), nos enseñó a entender los sentimientos de un niño en la vida cotidiana de una familia española de la posguerra; en El hereje (1998), Cipriano Salcedo nos hizo revivir el Valladolid de principios del siglo XVI bajo el reinado de Carlos V y en el contexto de la Reforma Protestante.
Las novelas de Delibes le merecieron casi todos los premios importantes de la literatura española, desde el Premio Nadal y el Premio Nacional de Narrativa (que ganó en dos ocasiones), hasta el Premio Miguel de Cervantes y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Le faltó, para algunos inconformes, el Premio Nobel.
Con Nobel o sin él, su calidad literaria es ejemplar y, por ello, la Biblioteca Nacional de España rinde ahora homenaje a este autor y a una de sus novelas más emblemáticas, Cinco horas con Mario (1966). Del 7 de febrero al 2 de mayo de este año se podrá visitar en la sede de la BNE una exposición dedicada a dicha novela como parte de las actividades programadas desde el año pasado por el 50° aniversario de su publicación. Cinco horas son las que pasó con Mario Carmen Sotillo, su mujer, la noche de su velatorio, y cincuenta años son los que ha pasado ya Mario en la cumbre de la literatura española.
Las noticias de la efeméride y de la exposición me hacen recordar la novela, la historia de Mario, las palaras de Carmen y, por supuesto, a Lola. Porque Carmen Sotillo es y será siempre para el público español aficionado a la obra de Delibes, Lola Herrera. Nuestra querida Lola ha pasado con Mario más horas que nadie, podría ser que más horas incluso que el propio Miguel Delibes. Lola lleva interpretando el papel de Carmen desde hace más de treinta y cinco años (aunque no sea una misma puesta ininterrumpida, pocos actores en el mundo han interpretado en tantas ocasiones y durante tantos años a un mismo personaje).
Recuerdo haber visto en el teatro Cinco horas con Mario (y con Lola) hace ya varios años y recuerdo cómo Carmen, mi Carmen Sotillo, la que recreé en mi imaginación al leer la novela, tuvo un antes y un después, después de Lola. Al leer la novela Carmen me cayó mal; era para mí una mujer egoísta y frívola que reprochaba a Mario sus respetables principios (hay interpretaciones para todos los gustos sobre las virtudes –o no– de Mario y el descuido –o no– con el que se ocupaba de su vida marital); pero después de su reencarnación en Lola, después de ponerle voz y rostro, Carmen tomó otro cariz, uno más humano, más comprensible, menos reprobable. Resultó que Carmen, con todos sus defectos, era de carne y hueso, era humana, sentía, y aunque yo no compartía su visión de la vida, ya no podía censurarla sin más.
Cinco horas con Mario es una crítica social a la burguesía española de los años 60, pero más allá de esta importante y aguda crítica, la obra representa la necesidad de la reflexión personal, de una reflexión que parece que Carmen no podría haber hecho con Mario en vida. Sólo como consecuencia de la muerte de su marido, llega para Carmen el momento de enfrentarse a una necesaria meditación, visceral y de reproche al comienzo, y algo más cabal y autocrítica conforme pasan las horas.
El monólogo (monodiálogo en términos unamunianos) reflexivo en el que se enfrasca Carmen le es necesario para percatarse de los errores de la visión que sostiene sobre su matrimonio, su familia y su vida. Ese diálogo con uno mismo, esa reflexión, es la que necesitaba hacer también la sociedad burguesa española de la época y es la que necesitamos, más aún, hoy nosotros, nuestra sociedad: una reflexión seria y franca (a ser posible sin esperar a tener el cadáver de un ser querido ante nosotros) sobre nuestras aspiraciones, expectativas, frustraciones y valores, para devolverle a cada uno de estos aspectos la dimensión que le corresponde.
Por lo pronto (y en lo que nos animamos a la reflexión) queda abierta la exposición para ir a pasar, si no cinco horas, al menos sí un rato con Mario y con Delibes.
¡Las hierbas! Se cayeron las estatuas al abrirse la gran puerta. ¡¡Las hierbas!!
Federico García Lorca
Este documental relata el proceso de creación de uno de los discos que revolucionó el panorama musical en los años 90. Imagínense un cantaor flamenco acompañado de una banda neo-punk cantando versos de Federico García Lorca con melodías de Leonard Cohen.
En su nacimiento el proyecto se situaba en esa fina línea entre la incomprensibilidad y la genialidad, Enrique Morente y Lagartija Nick se embarcaron en una fusión muy arriesgada para la época que les llevaría de Granada a Manhattan.
El disco fue grabado en Armilla, una pequeña localidad cerca de Granada. Allí los ritmos de bulerías tocados con batería mientras guitarras eléctricas y flamencas lo acompañaban, podían transportar a cualquiera al mismísimo Sacromonte donde la rutina era una ruina y la única salvación tenía un sonido cuasi ditirámbico.
A lo largo del documental se puede apreciar que muchas veces ni ellos mismos eran conscientes de lo que estaba pasando en esa sala, pero aún así mantenían una fe ciega en el proyecto. La fusión que se hizo en Omega no fue bien recibida en los pequeños círculos del flamenco los cuales defendían que eso era simplemente ruido y un insulto para lo que el flamenco significaba, sin embargo tuvo una gran acogida en otros sectores de la población. En aquél momento se estaba viviendo un punto de inflexión en la ciudad de Granada y más concretamente en la cultura del flamenco, éste se había fusionado con un género audible y comprensible para la gran mayoría de la población, el rock, acercando al pueblo lo que es del pueblo y lo que le corresponde: su espíritu
Indudablemente este movimiento ya fue iniciado por Paco de Lucía y Camarón, aunque a mi modo de ver Omega significó una ruptura con todo lo anterior tal y como había sido conocido. Dijo Camarón en una entrevista que flamenco solo hay uno: el que se siente, y partiendo de eso hay diferentes palos: alegrías, bulerías etc. Entonces, si el flamenco se caracteriza por el sentimiento podríamos ver Omega como la exaltación del mismo.
En el documental se puede disfrutar de contenido audiovisual inédito que se conserva de la época, así como testimonios actuales de los que vivieron y compartieron aquel momento: Estrella Morente, Tomatito, Alberto Manzano, Laura García Lorca (sobrina del poeta y presidenta de la fundación), Leonard Cohen, Antonio Arias y Lee Renaldo.
Tal y como su nombre vaticinaba este proyecto fue el principio del fin, hubo intentos desesperados por retomar la vereda que había sido abierta pero nada estuvo a la altura de Omega. A lo mejor su poco reconocimiento se deba a que fueron unos adelantados a su época, o que simplemente fueron unos locos jugando como niños con los sonidos.
La navidad no sería navidad si no fuera kitsch. Por eso, en Resuena hemos decidido aumentar tu colección de posesiones de vídeos y fotos cutres sobre chorradas navideñas con los peores (?) discos y canciones navideñas. Esto tiene que saber, inútil, pero saber. No nos detendremos en el análisis detallado de porqué son kitsch. Esperamos que hablen por ellos mismos.
Raphael siempre nos da sorpresas (y también su público, donde desde hace unos años se encuentran los más hipsters de los hipsters (sic)).. Como este disco de 2015 en el que se mete a cantar con la banda de Frank Sinatra… Lo que pasa que sin ser Frank…
Si tu plan para estas navidades es cortarte las venas, te dejamos Wishing for a Christmas Miracle with the Micah P. Hirson (nos da especialmente pena la de «Please Daddy Don’t Get Drunk in Christmas». Pobre. Jo). Eso sí, para compensar, nos regala un remix subidón al final para la tristeza.
Tiny Tim nos regala su peculiar voz para este disco de 1994.
Y para compensar(?) tales esperpénticas sonoridades, volvemos al rock and roll…
Uno de nuestros favoritos es Christmas in the stars, donde R2D2 y C3PO de Star Wars cantan a la navidad. Es taaan mono ver a Chuwi haciendo los coros
El ganador para siempre va a ser este disco de 2005 que podría no haber salido nunca y la humanidad habría sido más feliz. «Adeste Fedeles» (sic) o «Lej nij stralen kersen in ale jersen, etc.» o algo así (y que conste que yo hablo alemán… pero esto parece danés o finés) para sus oídos…
Y ahora viene la sección de temazos:
¡Ay mamasita, ya tú sabes con Santa!
La gran canción en la que se nos cuenta que Santa Claus tiene sida… (!!!!)
Eh, eh, y se pensaban que sólo gente random hacía cosas random… ¡¡Pues no!! Los Jackson five nos cuentan su trauma de ver a su madre dándose el lote con Santa…
¡Esperamos haberte dado ideas suficientes para lo que no escuchar estas navidad! ¡O sí, depende a quién quieras eliminar de tu lista de amistades!
Foto sacada de: http://www.exponiert.berlin/expb11-juedisches-museum-berlinjuna/
¿Qué tiene de judío un robot? ¿Qué papel juega hoy en día la cábala en nuestra forma de ver el mundo? ¿Qué hay en común entre poesía, inteligencia artificial y religión? Estas preguntas están en el centro de la extraordinaria exposición del Jüdisches Museum de Berlín que lleva el lacónico título de „Golem“. La exposición no pretende solamente mostrar la historia de un tópico literario importante, más bien trata de llegar hasta el fondo de un imaginario, y sí, de una metáfora en el sentido de Blumenberg que nos revela una pregunta esencial del ser humano, una pregunta en torno a un misterio insondable: la creación de la vida. La figura del Golem, ese monstruo cabalístico que se levanta por medio de la magia del lenguaje para proteger una comunidad judía, o bien a veces para destruirla, es una figura que no se agota en el ámbito de la mística judía y que viene a echar raíces en muchísimos otros ámbitos. Ese es el propósito de la exposición del museo judío de Berlín, cartografiar la red de influencias de esta metáfora singular, desde Meyrink hasta Borges, desde Loew hasta Los Simpsons, desde Wegener y Scholem hasta Trump y el iPhone.
El Jüdisches Museum de Berlín siempre se ha caracterizado por su esfuerzo en abrir espacios de pensamiento; sus exposiciones no se limitan a informar, más bien postulan y proponen, exponen y abren espacios para nuevas formas de pensar, para nuevas hipótesis sobre la historia y sobre la sociedad. El museo logra mostrar por medio de sus exposiciones interactivas cómo el judaísmo con toda su complejidad y profundidad, sigue estando en el centro de nuestro pensamiento occidental y cómo sus influencias en la cotidianidad europea no se agotan en el recuerdo del holocausto sino que van más allá, o bien están más cerca de lo que creíamos. El museo pierde su forma estática y se vuelve carne, cotidianidad, presencia constante en el mundo. El museo revela cómo ciertas formas del pensamiento judío poco conocidas están implícitas en nuestra cotidianidad, siguen allí latentes y revelando así una poética judía que sigue creando nuevas formas, una poética que sigue en emergencia. Por medio de la contraposición de la cultura popular europea (y sobre todo la cristiana) con la ‘otra’ cultura judía, se logra abrir un espacio de investigación contrastiva y comparativa en la que el espectador mismo crea los lazos y logra sondear el Otro en nosotros mismos. El judaísmo logra por medio de estas exposiciones retomar el puesto que tenía antes de la segunda guerra mundial, ese puesto siempre existente y esencial en nuestra cultura cristiana. La exposición del Golem es un muy buen ejemplo de esto, es decir, de cómo un objeto de estudio académico y meramente religioso viene a exponerse con su gran bagaje cultural y su presencia innegable en el día a día de la sociedad de occidente.
Para nadie es un secreto que la idea de la “inteligencia artificial” ha minado nuestro imaginario popular desde hace siglos. Podríamos pensar en la película de Steven Spielberg A. I. Artificial Intelligence (2001), que representó en la pantalla grande de Hollywood un idea que anticipaba la película de Spike Jones Her (2014) o bien el dispositivo de Apple Siri. Esta idea tiene sin embargo precursores que se encuentran mucho más atrás en la historia de lo que muchos creerían: bastaría nombrar a Frankenstein (1818) de Mary Shelley o bien Le avventure di Pinocchio (1881) de Carlo Collodi o L’Ève future (1886) de Auguste Viliers de L’Isle-Adam. Sin embargo la idea profunda detrás de la inteligencia artificial, es decir aquella referencia a la artesanía o creación de la vida (la cual viene a encontrar también un actualización de alto impacto en el desciframiento del genoma humano) contiene en su interior a la figura del Golem, una figura que juega un papel cultural importantísimo en la tradición de la mística judía y sobre todo en sus rituales. El mostrar el origen específico de esta figura es casi imposible (podríamos encontrarlo en el Rabbi Juddah Loew o en escritores como Gustav Meyrink o en los estudios cabalísticos de Gershom Scholem), ya que éste está implícito en el imaginario de toda nuestra cultura europea. Es por eso que el Museo Judío de Berlín trata de cartografiar el completo mapa cultural que revela la complejidad de esta metáfora que responde a una pregunta esencial del ser humano: ¿podemos crear la vida como creamos un artefacto? ¿Podemos imitar a Dios en su creación? ¿Es la creación de Dios una artesanía de tierra, como se podría encontrar el Popol Vuh? ¿Es Dios un relojero (a propósito de William Paley) o bien un escultor? ¿Si creamos vida se revelará en contra de nosotros? ¿Qué ética nos permite crear vida y qué estatus social tendría ésta? El ser humano no se ha agotado de darle forma a esta imagen que responde a un misterio que nos seguirá agujereando el cerebro hasta el fin de nuestros días. Es una imagen que remite a un problema ontológico y antropológico, cuyas repercusiones culturales y políticas son innegables. He allí el gran mérito y actualidad de esta exposición que podrá ser visitada hasta el 29 de enero en Berlín.
Las cartas son, han sido y serán un método imprescindible y precioso de comunicación. Con ellas tanto se han negociado paces y declarado guerras como se han creado vínculos y roto extensas relaciones. Nos hemos escrito con familiares, con amigos, enviado christmas e incluso intentos de terrorismo. En ellas hemos mentido y dicho la verdad infinidad de veces, nos han permitido expresarnos sin límite, las hemos amado y las hemos odiado, probablemente en diferente medida. Casi todos hemos disfrutado del momento de abrir una carta y descubrir un contenido escrito a mano, delicado y lleno de imaginación, que muchas veces nos ha sorprendido y otras nos ha dejado devastados. En ellas hemos dejado nuestra vida y nuestros sentimientos descargando pasiones, alegrías y tristezas. Son un medio de comunicación muy intenso y sencillo, una comunión entre el papel y tu, en donde imprimimos, muchas veces sin darnos cuenta, infinidad de sentimientos y emociones.
“Cartas de amor”, obra teatral estrenada en el Teatro Palacio Valdés de Ávila y que ahora cuelga cartel de entradas agotadas en los madrileños Teatros del Canal, fue originalmente escrita, ahora ya hace más de treinta años, por A. R. Gurney. Narra la historia de una pareja que durante más de medio siglo se intercambia cartas, que poco a poco va leyendo ante el público y en donde se van desvelando sus amores, triunfos, fracasos y desamores.
Es sobre este texto sobre el que trabaja el director de la obra David Serrano, junto los veteranísimos actores Miguel Rellán y Julia Gutiérrez Caba, para construir un singular camino sobre la vida de dos amigos que crecen juntos y que, mediante cartas, nos transmiten las dificultades de vivir. En palabras del propio Miguel Rellán, “(…) la dificultad de estos dos personajes para llevar la vida que quieren, por convenciones sociales, por miedo o por el azar, el caso es que ellos pretenden una cosa y la vida les lleva por otro sitio (…).” (Miguel Rellán, 2016)
Mediante estas cartas, donde la mayoría de las veces dejamos escritas muchas más emociones de las que nos parece, la obra nos conduce por la vida de Melissa Gardner y Andrew Makepeace Ladd III. Los personajes nos cuentan, desde su niñez, como algo mezclado entre la amistad, el cariño y el amor deja paso a algo más. El autor adereza esta mezcla con la distancia y el tiempo, condiciones indispensables entre aquellos que usan las cartas. Y es esta distancia, como inevitablemente siempre ocurre, la que acarrea unos pros y unos contras.
La puesta en escena, cargada de una sencillez deslumbrante que se funde perfectamente con la historia y las magnificas interpretaciones de Miguel y Julia. Con diseño de iluminación y espacio de Ion Aníbal y Mónica Boromello respectivamente, la obra es conducida mediante un bosque de bombillas incandescentes que, muy sutilmente, se van apagando poco a poco hasta finalmente quedar solamente dos, ellos dos, percibiéndose nada más que la vida de dos personas, brillantemente narrada, que desgarrada por un amor totalmente no consumado, llega inevitablemente a su fin. La alegoría de las bombillas, cargadas de una inmensa sencillez, es brillante y , resalta todavía más la actuación de los dos consagrados actores. David Serrano presenta a su reparto como dos mitos de la escena española, con los que ha sido un placer trabajar, porque, “ha sido el proceso de trabajo más tranquilo y relajado que he tenido en mi vida, porque te lo ponen muy fácil y hay que dirigirles tan poco que para un director es casi como tener vacaciones.» (David Serrano, 2016)
Cabe destacar la excelente elección de casting, ya que, aun sabiendo la edad de cada actor, su historia resulta verosímil hasta el punto de plantearse la idea de si, en la vida real, algo así pueda haber ocurrido. Y es que Miguel y Julia, aun siendo ambos veteranos actores de la escena teatral española (y no solo la teatral), nunca habían trabajado antes juntos. Es Rellán quién destaca que trabajar junto a la actriz madrileña es todo un lujo, presumiendo de ello ante sus amigos: «Estoy ensayando con doña Julia Gutiérrez Caba; quién me iba a decir a mí que un día iba a salir mano a mano con ella».
Y mano a mano salen, y nos dejan boquiabiertos a todos. Por su naturalidad en escena, por su frescura aun en su madurez, por sus brillantes actuaciones, por la pasión impresa en cada carta, en cada frase. Porqué si el contenido es bueno, no hacen falta artificios estrafalarios para rematar una ya de por si buena novela, que nos sumerge en una vida que nos emociona, nos divierte y nos entristece. Una vida, excelentemente orquestada mediante cartas, con las cuales, muchas veces, se dice todo y nada.
“Cartas de amor” cierra Teatros del Canal este domingo día 23 de octubre con el cartel de ‘entradas agotadas’. No obstante, su andadura sigue en diferentes teatros nacionales.
Bibliografía:
(Miguel Rellán, 2016)
http://www.lavanguardia.com/vida/20160824/404174469690/julia–gutierrez–
Caba – estreno – en – Aviles – cartas – de – amor – en conjunto – a – miguel -rellan.html
(David Serrano, 2016)
http://www.lavanguardia.com/vida/20160824/404174469690/julia–gutierrez–
Caba – estreno – en – Aviles – cartas – de – amor – en conjunto – a – miguel – rellan.html
Si, lo sé, un poco más y más que la canción del verano la publicación podría ser «la canción del invierno» (me apunto esto) pero diversas desavenencias han hecho que este post esperadisimo por niños y adultos se haya retrasado hasta el buen, y cubierto de hojas, otoño.
Finalmente el momento ha llegado y la canción que hemos elegido es… (más…)