Programa doble en la Komische Oper de Berlín: Excelente Bártok, prescindible Puccini

Programa doble en la Komische Oper de Berlín: Excelente Bártok, prescindible Puccini

 

Fotografía de Monika Rittershaus
FICHA TÉCNICA

Dirección Musical      Henrik Nánási
Escenografía               Calixto Bieito
Decorado                     Rebecca Ringst
Vestuario                     Ingo Krügler
Dramaturgia               Pavel B. Jiracek
Iluminación                Franck Evin, Rosalia Amato
Gianni Schicchi          Günter Papendell
Lauretta, su hija         Kim-Lillian Strebel
Zita, prima de             Christiane Oertel
Buoso
Rinuccio, sobrino       Tansel Akzeybek
de  Zita
Gherardo, sobrino      Christoph Späth
de  Buoso
Nella, mujer de           Mirka Wagner
Gherardo
Betto Di Signa,           Stefan Sevenich
cuñado de Buoso
Simone, primo de      Jens Larsen
Buoso
Marco, su hijo             Nikola Ivanov
Ciesca,                          Anna Werle
mujer de Marco
M. Spinelloccio,          Bruno Balmelli
Médico
Amantio Di Nicolao,  Philipp Meierhöfer
Notario
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Barbazul                         Guidon Saks
Judith                             Ausrine Stundyte

Además, para más inri, la puesta en escena de Gianni Schicchi fue obscena, escatológica y muy banal. Las alusiones al infantil «caca, culo, pedo pis» eran constante, además de hacer de los personajes una suerte de corte de los milagros que incluyen a Torrente, La Chona, Betty «La fea» o una suerte de jorobado de Notre Dame, un tontito, del que burlarse fríamente. El escenario, que mostraba una habitación de esas de casa de abuela que no se pueden situar específicamente en un periodo del tiempo, castísima (con sus vírgenes y crucifijos), era una suerte de habitáculo claustrofóbico para la esperpéntica familia. Sobraron por completo los momentos (por citar algunos) en que Nella (que hacía de las veces de La Chona o de la Jenny de cualquier teleserie española) se insinuaba, se tocaba todo el cuerpo, e incluso, cuasi explícitamente le sugería tener sexo anal a Schicchi; o cuando Rinuccio se restregaba la cara con excrementos de su difunto tío; o cuando Gherardo enseña su trasero de manera gratuita o cuando Marco se tira dos pedos y los dirige al público. No se trata de ponerse casto o escandalizarse por este tipo de humor. Sin embargo, en algunos momentos atentaba contra la inteligencia del espectador y molestaba verdaderamente al transcurso de la acción. Por fortuna, y nadie sabe cómo, los músicos supieron mantener la concentración entre aquel espectáculo penoso y dejaron momentos muy destacables. Kim-Lillian Strebel hizo un dignísimo «O mio bambino caro» (que es probablemente el aria más esperada de toda la pieza), con un decrecesndo largo y muy delicado al final, en el pianissimo. Tansel Akzeybek tuvo momentos muy bonitos. Su voz es potente y su vocalización y dirección son impecables. Günther Papendell brilló en su doble caracterización (haciendo de él mismo y Buoso). Fue divertido, convincente y caradura, también en lo musical. Los demás fueron correctos.

El plato fuerte fue el Castillo de Barbazul de Bártok. Es, sin exageración, toda una experiencia musical. Fue excelente a todos los niveles. La coreografía y el escenario es hipnótico. Saks y Stundyke trabajan de forma ejemplar. Musicalmente fue brillante en la conservación de la tensión hasta el final. Destacaron, además, la sección de vientos maderas (en especial el oboe) y la percusión. Lo interesante y originalísimo de la unión de ambas obras es que el cambio de escenario se hace sobre la marcha, sin pausa. De pronto, entra Barbazul a la habitación en la que antes sucedía Gianni Schicchi, y le sigue Judith. La habitación se parte en tres módulos, los cuales se van desplazando y desaparecen de la escena. Los técnicos introducen nuevos módulos con los que los cantantes van interactuando, según Judith va abriendo puertas. La interpretación que Bieito hizo de la obra es extraordinaria. Judith va abriendo, en realidad, las puertas del interior de Barbazul, por eso el teatro también se abre. Se muestra todo el rato la tramoya, pero no importa. Nada es más real que lo que sabemos que pasa de mentira, lo que sucede en el escenario. La sensibilidad de la estructuración de la escenografía y la coreografía hicieron brillar la obra, ya de por sí una pequeña joya del repertorio operístico del siglo XX. Se debate los polos esenciales del ser humano, sobre todo, la convivencia entre lo racional y lo irracional o el conflicto entre lo que uno es, lo que otros creen que uno es y lo que uno quiere mostrar de sí mismo. ¿Qué derecho tenía Judith de abrir esas puertas, de penetrar en el yo de Barbazul? Conocerle más es renunciar a poder quererle. Pero, al mismo tiempo, esa renuncia es la única forma que tiene Judith de no traicionarse a sí misma. Si tuviésemos que buscar una sola palabra para esta representación sería pasión, en sus dos acepciones: como éxtasis, como cúlmen emocional y como padecimiento. Por eso Judith quiere hacer padecer físicamente a Barbazul, lo condena, lo odia, pero al mismo tiempo no puede sino quererle porque se está abriendo a ella, porque le está mostrando su negrura. Los dos, allí, en ese teatro negro, con escenografía que va desde una cama, a un baño y a la fachada de un castillo clásico en muy mal estado, y un juego de lueces impecable, se llenan de sangre, tienen relaciones sexuales, se pegan, se intercambian la ropa. No saben cómo expresar físicamente ese pathos, por eso todo es tan exagerado: no puede ser de otra manera cuando se trata de despojarse de secretos, de saber que el final ha llegado porque se comienza a conocer el inicio. Todo se queda corot: fue magistral. Saks y Strundyke son un dúo de extremada fuerza teatral y vocalmente son precisos, potentes, claros y capaces de modular a su antojo. Strundyke salvó como si fuera fácil los complejos pasajes a capella y demostró una forma física fundamental, ya que forzando la respiración o corriendo seguía siendo impecable. La compenetración con la orquesta fue clave, Nánasi captó perfectamente la interpretación de los personajes.
Lo que la komische Oper consiguió con este tándem fue dejar en un lugar pésimo a Puccini, que quedó como un mero compositor simplón y prescindible. Creo que el año de composición no es un motivo suficiente para poner a dialogar de esta manera a dos obras: ya dijo Dahlhaus que no siempre lo cronológicamente simultáneo es contemporáneo. El Gianni Schicchi podría ser una pieza imprescindible en otro ámbito pero, en esta relación, quedaba muy retrasada con respecto a Bártok, tan sensible a lo que pasaba en esos primeros años del siglo XX.
                                                                                                                   Por Marina Hervás
El disfraz del éxito. Comentario de la película Nightcrawler

El disfraz del éxito. Comentario de la película Nightcrawler

Título original: Nightcrawler
Año: 2014
Duración: 113 min.
País : Estados Unidos
Director : Dan Gilroy
Guión: Dan Gilroy
Música: James Newton Howard
Fotografía: Robert Elswit
Reparto:Jake Gyllenhaal, Rene Russo, Riz Ahmed, Bill Paxton, Kevin Rahm, Ann Cusack,Eric Lange, Anne McDaniels, Kathleen York, Michael Hyatt
Productora: Open Road Films / Bold Films

Título original: Nightcrawler

Año: 2014

Duración: 113 min.

País : Estados Unidos

Director : Dan Gilroy

Guión: Dan Gilroy

Música: James Newton Howard

Fotografía: Robert Elswit

Reparto:Jake Gyllenhaal, Rene Russo, Riz Ahmed, Bill Paxton, Kevin Rahm, Ann Cusack,Eric Lange, Anne McDaniels, Kathleen York, Michael Hyatt

Productora: Open Road Films / Bold Films

Louis Bloom es un excelente observador,  frío calculador, en ocasiones desconcertante, pero por encima y a pesar de todas las cosas, es un superviviente extremo. En los primeros momentos de la película se nos hace partícipes de sus métodos: agresión improvisada con una dosis de verborrea bien construida. El pilar sobre el que se construye y apoya la trama es, sin duda alguna, la intrigante figura del protagonista. Jake Gyllenhaal, en el papel de Louis Bloom actúa mostrando un carácter ingenuo y despreocupado, pero nada más lejos de la realidad. Debajo de esa fachada se encuentra un depredador frío y calculador que utilizará todo aquello que sea necesario para conseguir sus ambiciones, en este caso, una amable presentación inicial edulcorada con un discurso bien preparado. Se defiende con un puñado de palabras inteligentemente escogidas, sumamente formales, exponiendo sus puntos de vista y necesidades como si de un folleto publicitario se tratara. Un discurso enlatado que en primera instancia, consigue atrapar la atención (nuestra atención) y a veces confundirnos en este hábil e ingenioso discurso.

Sin duda, todos nos creemos que sabe de lo que habla, y sobre todo, el cree firmemente en la efectividad de sus estrategias.  La sorpresa viene al descubrir que toda esa aparente profesionalidad no es más que una máscara, un cúmulo de conocimientos que de una manera concienzuda ha recabado en una búsqueda exhaustiva por internet. Un corta y pega de información relevante sacadas de aquí y de allá creando el puzzle de rotundidad que luego utiliza como fachada ante el mundo. Todo en él es un fraude, la figura que ha construido de sí mismo es un fraude, una cáscara vacía, su amable presentación, sus gestos calculados,  los conocimientos de los que alardea. Lo único que es real en el (sumamente real) es una extrema ambición de conseguir el reconocimiento que cree que merece, a costa de lo que sea y quien sea. Y bueno, no hay nada más inhumano que el narcisismo exagerado, excepto cuando este narcisista es además un agresor y criminal en potencia.

Lo curioso es que, lejos de sentir odio por él, el espectador acaba desarrollando una cierta simpatía por este personaje. En ocasiones es divertido ver como elabora estos discursos para intentar confundir, engañar y  manipular a todos aquellos que forman parte (interfieren) de su camino. Podríamos decir que uno de los grandes méritos de esta película es conseguir que su protagonista consiga transmitirnos precisamente esto, una paleta muy diversa de emociones: admiración, sorpresa, frialdad, desconcierto, simpatía y muchas veces, extrema tensión. Nunca sabes cuál será su siguiente carta a jugar, y eso es lo que nos mantiene todo el tiempo enganchados y además, en suspense.

A pesar de estos inteligentes mecanismos de supervivencia, Louis Bloom está solo, muy solo. (Con la única compañía de una pequeña planta de interior en su diminuto apartamento,  la única cosa sobre la que curiosamente parece sentir algún tipo de afecto). Una interesante consecuencia de este talento desarrollado para sobrevivir y obtener éxito, es que en este caso, como en muchos otros, el vencedor está solo. Lejos de hurgar en las raíces y en los posibles males de una sociedad aislada y sumamente individualista, Nightcrawler nos habla de aquellos comportamientos que favorecen y se encargan de fomentar este tipo de existencia alienada. El héroe de esta historia es claramente un antihéroe en todo lo que representa, desde sus frases sacadas de contexto explicadas con una racionalidad inhumana hasta sus comentarios manipuladores empuñados con una afilada frialdad. Pero lo más controvertido de esta figura es que tristemente, refleja a la perfección un tipo de perfil que la sociedad actual se encarga de favorecer concienzudamente, el hombre producto. Gestos calculados, palabras adecuadas, elegante discurso reflexivo como explicación a su conducta, y ostentosas palabras formales, arrastrando por delante lo que haga falta. Discursos enlatados, personas vacías. El perfecto disfraz del éxito.

Lo más interesante  y alarmante de todo esto es que, de alguna extraña manera nos gusta verlo triunfar, porque los manipuladores, en el fondo, nos atrapan. Sería incierto decir que no sentimos una especie de admiración por estos escaladores sociales, inteligentes, observadores, y sobre todo, exitosos. A veces   pasando por alto, ingenua o conscientemente, los métodos que utilizan. En este caso, nuestro protagonista se sale un poco de este tipo de personajes cliché, del estilo “George Clooney in the dark side”. Louis Bloom no es carismático ni extremadamente habilidoso, pero por esto mismo, es fácil cogerle cariño cuando poco a poco, obtiene victoria.

Y es que esta película actúa como un preciado termómetro del punto en que se encuentra actualmente la sociedad. Con un privilegiado acceso casi ilimitado e instantáneo a la red, nos vemos día a día arrastrando a la vez todas sus consecuencias. Se nos habla de los peligros del uso de la información sacada de contexto. Son millones los datos a los que podemos acceder haciendo unos sencillos clicks, que al final acaban compartimentados y usados muy lejos de la realidad donde se inicialmente se aplican. Aspecto que favorece absolutamente el hecho de que cada uno lo utilice solo en su propio beneficio.  El mismo Louis Bloom lo dice en una ocasión… todo se puede encontrar en internet. Esto es exactamente lo que ocurre con la charlatanería de Louis Bloom, él se pasa todo el día, delante de su ordenador.

Incluso nosotros, como espectadores pasivos de la pantalla, nos vemos en ocasiones enredados en sus razonamientos de robot, sintiéndonos igual de confusos que los interlocutores a los que se dirige. Es fácil identificar algunas de las técnicas de negociación y habilidades sociales que utiliza, pero obviamente, fuera de la filosofía que encarnan estas técnicas, más cerca de aspectos como la mejora de la comunicación y el entendimiento mutuo. Como vemos, una vez más, lo importante es el uso personal que le damos a las herramientas. Y Lou sabe utilizarlas de manera brillante.

¿Estamos las personas preparadas para desenmascarar a un mentiroso y manipulador patológico? Interesante pregunta. ¿Estamos preparados para hacer frente a un acoso oculto y disfrazado de amables palabras? Vivimos en una sociedad que potencia todo este tipo de técnicas como manera de adelantar en la escalada hacia el éxito, pero no estamos preparados para protegernos contra ellas. Quizá, solo quizá, deberíamos plantearnos cuál es, o de qué se trata, esa cima que tan intensamente codiciamos.

por Milagros Palomo