por Noè Pasies Baca | Ago 6, 2016 | Música, Recomendaciones |
Este verano en Cultural Resuena os invitamos a la primera edición de un evento imaginario que tendrá lugar en ninguna parte: un festival que no se rige por las leyes del tiempo ni del espacio y que reunirá a grandes glorias y a injustos olvidados del pop y el rock en sendos escenarios (el mastodóntico Escenario Anís del Tigre y el más modesto Escenario Aceitunas Liaño). Cada semana desvelamos dos grupos de este cartel imposible y os invitamos a escuchar la lista con las canciones de su improbable concierto.
QUINTA SEMANA:
ESCENARIO ANÍS DEL TIGRE
Jefferson Airplane en 1969
Jefferson Airplane es uno de los grupos más representativos del rock psicodélico de finales de los años sesenta y sus canciones aparecen en la banda sonora de infinidad de películas de Hollywood ambientadas en esa época de viajes lisérgicos y melenas. La organización del Festival Imposible tendría el cuidado de irlos a buscar recién saliditos de Woodstock, con la imponente voz de contralto de Grace Slick (que se unió al grupo a partir del segundo disco) y antes de un cambio de nombre y componentes que llevaría a la banda a las catacumbas de la música ligera y al lamentable especial de navidad de Star Wars. De su setlist destacarían las dos canciones más conocidas de Jefferson Airplane: White Rabbit y Somebody to Love (dos temas que Slick en realidad había compuesto para su grupo anterior, del que nadie se acuerda).
ESCENARIO ACEITUNAS LIAÑO
Timber Timbre en 2016
Precisamente si el mal viaje que transmite White Rabbit se convirtiera en el punto de referencia para toda una forma de hacer música, el resultado sería algo muy parecido a Timber Timbre. Tildar de ‘oscuro’ o ‘atmosférico’ a este grupo canadiense es quedarse corto: su música es un inquietante recorrido por paisajes crepusculares, con acordes de piano tocados de puntillas y duras resacas de guitarra. Preside las melodías la voz del cantante y líder de la banda, Taylor Kirk, cuya textura a ratos recuerda a Nick Cave de bajona (que ya es decir) y a otros al Jarvis Cocker de los mejores discos de Pulp. Es cierto que Kirk llega a sonar con demasiada reverberación y que el grupo no ha inventado la sopa de ajo con su rock oscuro, pero eso no impide que Timber Timbre sea una banda muy reivindicable y un gran complemento a la psicodelia de Jefferson Airplane.
por Marina Hervás Muñoz | Jul 31, 2016 | Críticas, Música |
Llamas por teléfono, reservas la entrada. No sabes dónde está el teatro, salvo que está en el centro de Santander. El mismo día del concierto, como si los futuros espectadores fuésemos -por una noche-parte de un club secreto, nos envían por sms la información del lugar y la hora. El Principal abre sus puertas en una casa privada, de esas que siempre vemos en Santander -pero siempre desde fuera-. Champán, zumo de naranja, galletas y brownies nos hacen la espera más amable en un salón con fotos en blanco y negro, sofás antiguos y muchos libros. A las 20, se abre otra puerta, y el director artístico del espacio, Edy Asenjo, nos hace pasar. De la Puríssima, un grupo programado por el festival Santander Music, ya ha comenzado a tocar: se oye al fondo del pasillo. Julia de Castro está tumbada en el suelo, bellísima, con su peineta descomunal. De pie -creo que porque no le queda otro remedio por la posición del contrabajo- está Miguel Rodrigáñez. Ambos formaban ayer por la noche De la Puríssima, un grupo que nos hiere directamente en la conciencia. Julia de Castro, con desparpajo, caradura (en el mejor sentido) y, sobre todo, una energía hipnótica, explica cómo hacer cuplé en el siglo XXI. Dice a su público, y con mucha razón, que no estamos preparados para escuchar cuplé. Y lo dice en serio. De la Purissima habla de una contradicción performativa de nuestra sociedad: la que ve aumentar la violencia y el machismo entre los más jóvenes, pero que mientras lo critica ve cómo el género más escuchado en España es el reguetón; la de la permanente objetualización del cuerpo de mujer en la que la propia mujer no es dueña de sí misma, sino de los ojos que la juzgan; la del rubor ante la expresión explícita de lo sexual (especialmente si lo dice una mujer). Mientras que el cuplé, a principios del siglo XX, tenía que decir todo sin decir nada, el cuplé de De la Purissima nos pone entre las cuerdas de la doble moral de nuestra sociedad, que preferiría no escuchar ciertos temas, donde hay un culto al cuerpo con las dietas y lo light pero encuentra ofensivo una camiseta translúcida donde se ven unos pezones. Es decir, que De la Puríssima es incómoda, pero necesaria, necesaria como las cosas importantes de la vida. Y, además, defiende esa necesidad con clase y buen hacer, con una lección sobre musicología, política y desparpajo.
Julia de Castro tiene una voz muy especial, cuya fuerza reserva sólo para algunos momentos que corroboran lo que ya se intuía en sus juego de susurros y canto. Eso me gusta: no se vuelve excesiva, como algunas cantantes que explotan su chorro de voz pero hacen que todas sus canciones suenen igual. Ella hace vocalizaciones jazzeras sin fallar ni una nota, se la juega probando agudos muy difíciles, explora el grave cuando le apetece y sabe cómo modular la voz (tanto hablando como cantando) para generar una energía que gira magnéticamente en torno a ella. Y, además, con una única línea de acompañamiento, la del contrabajo de Miguel Rodrigáñez, que hace las veces de ritmo y melodía. Toca casi siempre en pizzicato, aunque tirando del variolaje para generar una línea melódica con más cuerpo a la que se suma Julia. De la Purissima habla de la indisciplina, del cruce natural entre fronteras, cada vez más evidente en las prácticas artísticas contemporáneas: se la juega con la performance, el concierto, el teatro, y el baile. Son originales a rabiar: ni siquiera hits como el cuplé «La violetera» o el chotis «Madrid, Madrid, Madrid», tan queridos y tan escuchados en este país -y también tan versionados-, sonaban una vez más, sino de nuevo. De la Puríssima dignifica el «género ínfimo» y nos cuenta una historia subterránea del cuplé: la que representaron las mujeres que se atrevieron a hablar y a contar lo sicalíptico de una sociedad cristianísima y devotísima y castísima. Julia revive a todas ellas y les dice que no fueron unas frescas, las mujeres de «compañía» y de «mal vivir», sino valientes, luchadoras y que, sin saberlo, comenzaron una afrenta por la libertad de las mujeres en la que aún estamos. Hacía tiempo que no veía una mezcla tan bien mezclada de arte y política, sin ser evidente ni explícita, sino desde la propia práctica, convirtiéndose en una cupletista que habla desde los tabúes y malestares contemporáneos. Para creerlo, hay que verlo en directo. El disco, Virgen (autoedición, 2015), que se puede escuchar en Spotify, es sólo una parte de todo lo que ofrece, aunque éste ya promete mucho.
por Marina Hervás Muñoz | Jul 29, 2016 | Artes visuales, Críticas |
La catedral de San María y San Julián de Cuenca, en una demostración ejemplar de lo que puede dar de sí este tipo de templo sagrado si desvisten sus paredes del aura de lo intocable, abrió sus puertas el pasado 27 de julio a una exposición que hace dialogar a los informalistas, Ai Wei Wei y a Cervantes, malabarismo ideado por Florencio Galindo y Carlos Aganzo. El discurso que hace de hilo conductor -y que da título a la exposición- es La poética de la libertad. Se trata, en realidad, de tres exposiciones en una, en la que se intenta mostrar desde tres lugares distintos el discurso de la libertad en las artes. Aunque la idea podría ser marciana pero con mucho jugo para extraer, nos encontramos, al final, con tres propuestas que no hablan demasiado entre sí, y con un texto que fuerza sin éxito que se hilvanen. La exposición se abre con unas ilustraciones -sin autor especificado- de El quijote y su compañero Sancho y una frase de Cervantes sobre el asunto de la libertad claramente traído a colación exclusivamente por el aniversario y el consecuente más que probable aporte económico de los patrocinadores. Cervantes y sus personajes desaparecen rápidamente para dejar paso a El laberinto del dictador, de Florencio Galindo, una de las obras que mejor dialogan con el espacio donde está situada. Su instalación de alambres con lazos azules está situada frente a un arco del que un panel nos informa que fue construido por un arquitecto renacentista rechazado por diferentes estratos sociales por su forma de vivir libre y crítica. A continuación, una gran caja en el claustro de la iglesia, con unas letras que anuncian el reclamo de la exposición «AIWW» nos invitan a adentrarnos en el infierno del arresto de Ai Wei Wei, explicado mediante vídeo de Youtube (!). La obra S.A.C.R.E.D. (2011-2013) -en español: Cena, Acusadores, Limpieza, Ritual, Entropía y Duda) hace que el visitante se vuelva un voyeur de los 81 días de encarcelamiento que sufrió el artista, vigilado las 24 horas -hasta en sus actividades más íntimas- por dos policías. El visitante mira a través de unos espacios de cristal en las cajas de metal opaco, que son a la vez la guarida y la cárcel del reo. De este modo, Ai Wei Wei nos hace cómplices de los policías, de los que observan, y no de él, de la víctima. El morbo de mirar el dolor ajeno, de verle sentado en el retrete o durmiendo boca arriba desparramado en la cama, nos convierte también en violadores -una vez más- de su privacidad, en observadores silenciosos de su humillación. Una idea perturbadora terriblemente eficiente en esta obra que me ha reconciliado con el polémico artista chino.
La exposición nos deja en el pseudo crucero de la catedral, donde se avista la siguiente sala de la exposición, donde piezas (sin cartela, sin información) de Martín Chirino, Francisco Farreras, Luis Feito y Rafael Canogar, y fotografía de Juan Barte cierran el recorrido. El discurso de la libertad esta vez se centra en el franquismo, donde no se rompió el cautiverio físico sino el mental (según el texto de los comisarios): Estos artistas
«juntos nos recuerdan, cincuenta años después […], cómo tuvieron que luchar contra un régimen que enseguida identificó aquel lenguaje rompedor y subversivo con la materialización plástica de la palabra más temida: la palabra libertad»
Es un sí pero no. ¿Qué pinta el desvanecido Cervantes, cuyo concepto de libertad es complejísimo, con la excelente pieza de Ai Wei Wei, con cinco piezas que ni merecen ser nombradas, a juicio del criterio de los comisarios, de algunos informalistas? Son tres poéticas de la libertad que se desgajan, que quedan como tres islas separadas, donde el hilo conductor, al final, no es ninguno. Sólo los más benevolentes verán, forzando mucho la cosa, cómo en Cervantes hay una libertad épica, en S.A.C.R.E.D una física y en los informalistas una mental. Pero, ¿no podría también leerse, con más profundidad, desde por ejemplo la libertad como ausencia? Don Quijote como el libertador derrotado por lo real, la pieza del artista chino como aquello que sólo podía tener en lo no presente, en lo incontrolado por sus vigilantes y los informalistas en la creación de pintura no figurativa gracias a la beligerancia de un régimen que, como su modelo alemán, podría haberles exiliado, quemado y tachado de degenerados. La potencia del concepto de libertad se ha desvanecido. La verdadera fuerza de la exposición, por lo que yo recomendaría ir sin dudarlo (pese a su precio desorbitado), es por el excelente diálogo que se abre entre el arte contemporáneo y la mezcla de estilos que conforma la catedral conquense, un ejemplo que debería servir de modelo para reformular el patrimonio eclesiástico.
[Off the record: obviaré la crítica de un andamio colocado a colación de la exposición que permite ver gran parte de la catedral desde arriba y que, en lugar de simplemente justificarse por la posibilidad hasta entonces imposible de la visión del templo, añadía un texto sobre la libertad de los cielos, los ángeles y las nubes. Totalmente prescindible].
por Noè Pasies Baca | Jul 22, 2016 | Música, Recomendaciones |
Este verano en Cultural Resuena os invitamos a la primera edición de un evento imaginario que tendrá lugar en ninguna parte: un festival que no se rige por las leyes del tiempo ni del espacio y que reunirá a grandes glorias y a injustos olvidados del pop y el rock en sendos escenarios (el mastodóntico Escenario Anís del Tigre y el más modesto Escenario Aceitunas Liaño). Cada semana desvelamos dos grupos de este cartel imposible y os invitamos a escuchar la lista con las canciones de su improbable concierto.
TERCERA SEMANA:
ESCENARIO ANÍS DEL TIGRE
The Cure en 1989
Para muchos, los años ochenta fueron un agujero negro a nivel musical y capilar, mientras que otros veneran la década con una devoción exagerada. A pesar de esto, The Cure siempre ha encontrado cierto consenso entre partidarios y detractores de aquellos años de hombreras. En 1989, la banda del chanante Robert Smith publicaba su octavo álbum, Disintegration, y alcanzaba el zénit de su fama con una imposible mezcla de punk, pop meloso y rock gótico. Su concierto, lógicamente, incluiría las pistas más famosas de ese disco, pero también sus otros éxitos anteriores, como la canción que les lanzó a la fama, Boys Don’t Cry, la romanticona Just Like Heaven o la extrañamente caribeña Close to Me.
ESCENARIO ACEITUNAS LIAÑO
Little Joy en 2008
El brasileño Rodrigo Amarante es un nombre inexplicablemente desconocido en el panorama musical internacional. Algunos lo conocerán por ser el autor de la canción que abre cada capítulo de la serie Narcos; otros por ser colaborador habitual de Devendra Banhart y miembro de la oscura banda Los Hermanos. En 2008, Amarante se unió al batería de los Strokes, Fabrizio Moretti, y a la cantante Binki Shapiro para embarcarse en una breve aventura musical. Ese año, Little Joy sacaron su único álbum, veraniego, acústico y orgullosamente retro. El tándem de voces de Amarante y Shapiro llenaría el pequeño escenario Aceitunas Liaño envuelto en esponjosas melodías de guitarra y el buen hacer de Moretti a la batería.
por Laura Benítez Valero | Jul 21, 2016 | Artículos, Literatura, Recomendaciones |
Con motivo de la conmemoración del inicio de la Guerra Civil española, hoy recuperamos una historia silenciada que conocimos en la pasada edición del Gutter Fest, de la mano de Sergi Bernal.
Esta es la historia de un maestro, Antoni Benaiges, que en 1934 dejó su localidad natal, Montroig del Camp, para irse a Bañuelos de Bureba (Burgos), a trabajar en la escuela del pueblo. Antoni Benaiges llegó a su nuevo destino con una voluntad: aplicar la técnica freinet en una escuela del medio rural, en una población pequeña donde gran parte de los habitantes eran analfabetos.
La técnica Freinet tiene la particularidad de aplicar la imprenta al proceso educativo, haciendo a los alumnos partícipes del mismo. A través del uso de la imprenta, esta metodología buscaba, tantos en sus inicios como en la actualidad, que el proceso de aprendizaje fuera un proceso experimental. Quienes aplican esta técnica buscan generar unos procesos de aprendizaje basados en la investigación, el trabajo en equipo, el ensayo-error, el aprendizaje cooperativo que toma como punto de partida los intereses de los propios alumnos y la producción de pequeños artefactos que todos los implicados en el proceso entiendan como algo que puedo servir al desarrollo del mismo.
Antoni Benaiges llegó a Bañuelos de Bureba revolucionando su escuela, y por extensión a sus pequeños habitantes. Los alumnos y el maestro empezaron a fabricar unas publicaciones en formato de revista en las que plasmaban sus inquietudes e intereses y que, a su vez, intercambiaban con otras escuelas Freinet, generando así una suerte de red de intercambio de conocimientos e inquietudes. Revistas en las que los niños tomaban la palabra y la utilizaban como medio de expresión.
Uno de esos cuadernos, El Mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca, recoge las inquietudes surgidas cuando el maestro prometió a sus alumnos que en verano de ese mismo año, 1936, los llevaría a ver el mar. Los niños de Bañuelos de Bureba nunca habían conocido el mar por lo que decidieron dejar plasmadas sus expectativas y anhelos en pequeños textos, unos textos que también expresaban la importancia del compromiso, del poner el cuerpo, de cómo se puede saber de algo sin haberlo visto previamente:
Y la fantasía de unos niños que suben y bajan la loma, la ingrata loma, disparose hacia la Lejanía [sic] para hundirse en la vastitud [sic] líquida, misteriosa, sublime…También ellos, los niños saben del mar sin haberlo visto nunca.
El mar, prólogo, Antoni Benaiges
El mar será muy hondo. Sera de hondo como dos veces la veleta de la torre. Y tendrá dos metros de largura.
Baldomero Sáez
El Mar recoge todas las incertidumbres de quienes no lo habían visto, de quienes componían sus intuiciones y las plasmaban a través de la imprenta, de quienes no estaban obligados a reproducir conocimientos certeros para poder expresarse.
El mar será… pero nunca fue para los niños de Bañuelos de Bureba.
En julio de 1936 Antoni Benaiges fue represaliado y asesinado por el fascismo, dejando sin cumplir su particular promesa. Asesinaron al maestro e intentaron asesinar su recuerdo. El recuerdo de alguien que dio algo muy peligroso a los niños: el poder de la palabra, el poder de expresarse, de experimentar, de generar prácticas cooperativas.
Antoni Benaiges es el maestro que prometió el mar, pero sobretodo, fue uno de tantos maestros represaliados, asesinados y silenciados por promover y ayudar al desarrollo del pensamiento crítico. Su historia es una de tantas, demasiadas, que el fascismo intentó silenciar con tierra. Pero hay cosas que ni siquiera la tierra puede silenciar.
El maestro que prometió el mar es la urgencia de recuperar una memoria silenciada, es la urgencia de expresar el libre pensamiento que muchos pagaron con la vida, es la urgencia de seguir desarrollando herramientas críticas en un contexto en el que Radio Televisión Española con motivo del aniversario del golpe proyecta una película de propaganda fascista. Es la urgencia de seguir abriendo las heridas que guardaban unas soturas infectadas. Como decía Sergi Bernal el pasado 18 de julio con motivo del golpe “El golpista, el obispo y la Guardia Civil, en los mausoleos. Los nuestros: el educador, el maestro, el amigo, en la fosa”.
Para más información sobre Antoni Benaiges:
http://desenterrant.blogspot.com.es/
Si queréis comprar el libro que recoge todo el proceso:
http://www.blume.net/catalogo/1017–desenterrant-el-silenci-antoni-benaiges-el-mestre-que-va-prometre-el-mar-9788498016956.html