Jorge Represa, afinando obturadores en La Habana

Jorge Represa, afinando obturadores en La Habana

Fotografía © Jorge Represa véase original en http://jorgerepresa.com/suena-habana/

Poco se puede añadir sobre la calidad y buen hacer del fotógrafo Jorge Represa. Su intención es poner el ojo donde nadie lo pondría, porque es lo normal, lo habitual, lo esperado, aquello que pasamos de largo por cotidiano y que, sin embargo, encierra la poesía de lo diario. Conocemos los retratos a esa gente famosa, famosísima, de la inalcanzable para los simples mortales -estoy hablando de Woody Allen o Naomi Campbell, pasando por Leonard Cohen o Almodovar- que, a través de su cámara, se vuelven uno de nosotros, una persona normal, con sus miedos, sus problemas y sus manías. Represa hace que su rostro le cuente a la cámara lo que no le puede contar al periodista en una entrevista, porque no se puede salir del programa.  Represa es sencillez y profundidaz. Es el ojo de lo normal, que nos han arrebatado a base de proponernos el entretenimiento del smartphone, que nos hace olvidar del smartworld.

En esta ocasión, Jorge Represa se ha ido a La Habana unos días de la mano de Michel Hernández con un proyecto que parece imposible: captar la música a través de su cámara, hacer que la fotografía suene. Es el reto de un arte mudo, como es la fotografía, que habla sin decir nada y ahora, además, no sólo quiere tener una banda sonora, como el cine, sino también ser en sí misma parte de la música que se ve en cada disparo. A La Habana, que es una ciudad de la que Lorca dijo «La Habana surge entre cañaverales y ruido de maracas, cornetas chinas y marimbas», sólo se la puede captar si suena, si resuena, e inunda las calles con el ritmo y los cantos.  Eso es: puro sonido, son, baile y también forma de vida. Eso es lo que nos cuenta las fotografías de Represa. Como el resto de sus proyectos, aunque no nos lo diga, parece que algo de él mismo se ha quedado en cada disparo. Su mirada, desde luego, pero la historia de cómo se encontró con la madre que juega con su hijo, o las niñas que ensayan una coreografía, o los retratos de tantos músicos locales, como Joya, Betancourt, Plá, Chappotin… lo que no nos cuentan inmediatamente las fotografías, pero aparece -y ahí está su calidad-, es el luego y el antes. No sólo en el luego y el antes de la fotografía, sino de aquellas vidas, que no tienen sentido, como nos recordó hace muchos años Nietzsche, sin la música. Las fotografías de La Habana nos abren la puerta a algunos de los secretos de las tardes y las noches de rones y son. La Habana de la que nos habla Represa es muy parecida a la de Leonardo Padura (del que hablaremos próximamente), aquella que el escritor alaba porque: «es un lugar en el que siempre puedes iniciar una conversación con un extraño en una parada de autobús.» Esta vez, en lugar de hablar con palabras, se ha hecho con música y con obturadores. Y a nosotros nos encanta.

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El Trío Arriaga en Sabadell

El Trío Arriaga en Sabadell

Obras de Schubert, Fernández Arbós , Cassadó.

Por la técnica, el talento musical y el trabajo riguroso que demuestra en cada concierto, el Trio Arriaga es una formación que hipnotiza y seduce al auditorio. Me interesa porque siempre va directo y ofrece unas interpretaciones vibrantes y luminosas. Su aliento romántico no deja lugar al aburrimiento gracias a una mezcla de implicación, perfección y musicalidad. Lo volvieron a demostrar en el Teatre Principal de Sabadell el pasado viernes con el Trio núm. 2 D. 929 de Schubert desde una construcción, dialéctica y lirismo que se bañaba de la huella beethoviana con el carácter precursor de Schumann y Brahms. ¿Elementos significativos? Las transiciones nada ásperas, la fluidez del discurso y la potenciación tímbrico-rítmica de los motivos principales (especialmente del tercer y cuarto movimientos) en unas texturas muy diáfanas. No obstante la preeminencia del teclado y el violín -ocasionalmente calante- cubrían la cantinela del violoncelo. A destacar, por cierto, los trinos de Ligorio: bien articulados y cerrados nítidamente.

En la exploración del repertorio nacional con la que el conjunto también se ha proyectado en los últimos años, la segunda parte incluía dos composiciones que se detienen en los ritmos de la tierra y se enardecen cuando la emoción trata de convertirse en pasión. Tanto en el Trio español Op. 1 de Fernández Arbós como en el Trio de Cassadó se fundamentan en diferentes danzas (la habanera, seguidillas, gitanas, polo, malagueña        ,… ) que los Arriaga sirvieron con expresividad en la macroforma y precisión en el detalle. Aquí cabe resaltar los acompañamientos rítmico-harmónicos, los rasgueados y el uso flexible a la vez que vigoroso del ritmo, expresándose con una profundidad y arrebatamiento a la altura de las expectativas de las obras y de un público sabadellense agradecido pero frio.

Este ciclo de cámara de Sabadell presenta propuestas de gran calidad que la asistencia y el entusiasmo no siempre le corresponden. El Teatre Principal debería de haber ovacionado al Trio Arriaga ante de la extensión y la complejidad, la calidad y la generosidad así como la integridad y el placer de hacer música mostrados al bisar el segundo movimiento del Trio de Schubert.

Mortier: reflexiones de un gestor. Reseña sobre In Audatia Veritas

Mortier: reflexiones de un gestor. Reseña sobre In Audatia Veritas

Cumplido un año de la muerte de Gerard Mortier (1943-2014) este libro comercializado por Confluencias Editorial es un homenaje a la figura del gestor cultural belga. Ese trata de la segunda referencia bibliográfica en castellano del controvertido e ilustre personaje. Dirigido al melómano medio, posee un carácter eminentemente divulgativo gracias a una prosa fluida, accesible, que muestra la sabiduría y riqueza intelectual de un hombre que vio mundo y razonó sobre él.

Silvain Cambreling y Peters Sellars lo retratan desde el ideario del proyecto artístico mientras que Mar Fosca aborda la trayectoria. Tras ello el ensayo de Mortier se reparte en tres grandes bloques: uno político, otro artístico y el último, operístico. En ellos reflexiona sobre la importancia del equilibrio de los órdenes económico, político y cultural como base de salubridad social. Dicho equilibrio es posibilitado por un crecimiento y estabilidad social sólo posibles en época de paz. También critica una parte del ideario del neoliberalismo y del despotismo del mercado económico contemporáneo. Igualmente reflexiona sobre los ejes de la identidad cultural europea (andante, mitos, religión, filosofía, arte). Todo ello prepara al lector para concebir la ópera como una de las máximas manifestaciones culturales de la civilización. De ahí que no sea gratuito glosar las tipologías del teatro y su reflejo social a partir de la arquitectura.

Por otro lado, Mortier reivindica la vitalidad del espacio teatral y la voluntad que éste no degenerara en pura decoración. La acción debía interpretarse y no ilustrarse como se percibe en el comentario y profundización de algunos títulos que inducen al lector a ampliar sus puntos de mira. Una mención especial merece el capítulo dedicado a Messiaen y su San Francisco de Asís, una obra que fascinaba al gestor belga. En cuanto a la filosofía operística también incide en la importancia de guiar al público antes de la difusión de la ópera; en el papel del teatro en correlación con el mundo actual y, finalmente, en la función del arte como agente educativo en la sociedad. Como es sabido, en sus pensamientos hay una dimensión moral, una invitación a la reflexión y una utilización de códigos de nuestro tiempo: para Mortier no había una estética que se justificase sin ética.

La edición es atractiva con una estética cuidada con fotografías, cubiertas rústicas y tipografía de letra cómodamente legible. Cabe señalar un posible error de traducción en la página 146: donde indica “el gran corazón del pelegrino” seguramente se refiera a “coro de pelegrinos” de Tannhäuser.

Por Albert Ferrer Flamarich

Orquesta da Camera, Alexander Janiczek, Marta Argerich y Mireia Farrès en el Palau de la Música de Barcelona

Orquesta da Camera, Alexander Janiczek, Marta Argerich y Mireia Farrès en el Palau de la Música de Barcelona

 © Photo: Susesch Bayat / DG

La Orquestra da Camera es la demostración de la calidad musical de nuestro país y la formación solida de las nuevas generaciones musicales, como tuvimos ocasión de presenciar el pasado 6 de mayo en el Palau de la Música de Barcelona. La conjunción en la biografía artística de estos músicos de la música de cámara y el repertorio sinfónico, hacen de esta orquesta un instrumento compacto y de sonido uniforme.

Estar acompañados de los solistas Alexander Janiczek, Marta Argerich y un talento tan estelar de nuestro país como Mireia Farrés hicieron la velada inolvidable.

Uno de los elementos que más llamó la atención fue la disposición de la orquesta.

Para la primera pieza tocaron de izquierda a derecha violines I/ violines II/ cellos

/ violas. Cuando la práctica habitual en este tipo de repertorio, que se viene observando en los últimos años, es poner a los violines enfrentados de manera que la disposición de la orquesta sea: violines I/ violas/ cellos/ violines II.

Para la segunda pieza conservan esta misma disposición, pero por la idiosincrasia de la orquesta de rotar solistas, las violas deciden intercambiar los atriles interiores por los exteriores. Siguiendo el patrón moderno de colocación de orquesta (aunque los cellos pueden intercambiar su posición con las violas).

Para sorpresa de todos, en la última pieza utilizan la disposición violines I/ violas/ cellos/ violines II (la que hubiera sido más lógica para interpretar la pieza de Bach) con la madera en su disposición normal y los metales repartidos a los lados (trompas a la izquierda y trompetas a la derecha), lo que desde mi punto de vista funcionaba a nivel de balance a la perfección. No tan acertada fue la posición de los timbales en el lado derecho del escenario, interpretados quizá con una baqueta demasiado dura en la mayoría de las intervenciones que no favorecía al empaque general del grupo instrumental (seguramente por las condiciones de visibilidad y espacio del escenario.

A pesar de todos los cambios de disposición en la cuerda de la orquesta, no se notaron diferencias a nivel sonoro. En todas las disposiciones se escuchó una cuerda de arcos sólida, empastada y con unidad de criterio.

El concierto para violín de Bach BWV 104 demostró la soltura de Alexander Janiczek que interpretó el primer movimiento sin forzar la articulación, de una manera sencilla y orgánica y un gran empaste con la orquesta.

El segundo movimiento sorprendió por el vibrato en las notas largas, utilizado con gusto y de una forma nada pretenciosa.

Y por último el tercer movimiento, fue interpretado con un tempo natural, una articulación definida, una ornamentación perfectamente ejecutada.

El concierto para piano, trompeta y cuerdas num.1 op. 35 interpretado por Martha Argerich y Mireia Farrés, destacó por la naturalidad escénica de ambas solistas.

Los que somos músicos estamos acostumbrados a que nos enseñen a permanecer inertes y en algunas ocasiones hasta inexpresivos corporalmente en el momento del concierto, alegando que esto distrae al público. Se agradecían las sonrisas y gestos de ambas que no sólo no molestaban al espectador, sino que ayudaban a la escucha. Así mismo ambas solistas dirigían a la orquesta de una manera segura en los ataques y los cambios de tempo y velocidad.

Martha demostró un dominio absoluto de la articulación, el fraseo y el contraste dinámico. Y Mireia se presentó con su sonido dulce y rico en colores.

Quizá por las condiciones de la sala el primer movimiento quedó poco balanceado a nivel de unidad dinámica y se echaban de menos las respuestas de la orquesta, que quedaban veladas por las intervenciones enérgicas de Martha.

El segundo movimiento se desarrolló con un bonito fraseo de la orquesta que parecía multiplicarse en volumen de instrumentistas en los pasajes más intensos dinámica mente, siempre sin forzar el sonido. La pianista se mostró emocionante y temperamental.

El cuarto movimiento brilló por su unidad rítmica y precisión en cambios de tempo. Un buen juego entre la orquesta y las solistas, siempre con humor. Brillante y nunca estridente, donde Martha demostró un gusto genuino en cuanto a la tímbrica.

El broche ideal para la velada fue la Sinfonía num. 4 en Si b Mayor, op. 60 de Beethoven, sin duda la obra maestra de este programa.

Asombra la forma en que sin director, la orquesta atacó la primera nota, absolutamente compacta. Los ataques siguieron la misma dinámica el resto de la pieza.

La sección de maderas estableció un diálogo fantástico caracterizado por una flauta solista brillante y con gran rango dinámico, un oboe dulce, un clarinete que asombraba con su expresividad y un fagotista perfecto en la ejecución y el fraseo, a pesar de lo difícil de este papel en concreto que eleva al fagot en importancia melódica al resto de la sección de maderas.

Del mismo modo, la sección de metales no brillaba por encima de las maderas y se integraban y empastaban de una forma asombrosa.

Pocas veces se puede escuchar una cuerda tan compacta como la de esta orquesta, en especial la sección de cellos, con un timbre absolutamente genuino, que establecía unos diálogos asombrosos en timbre en la alternancia cuerda/viento. Los pizzicatos de igual manera fueron ejecutados con una limpieza y precisión extraordinarios.

Cabe destacar la belleza de los pasajes fugados en el tercer movimiento y las tensiones armónicas y crescendos bien creados.

Finalmente, a pesar de la vertiginosa velocidad del cuarto movimiento, la orquesta nunca dejó de sonar compacta y los contrastes dinámicos, siempre en su justa medida, no sonaban en ningún momento agresivos.

Programa

  1. Concierto para violín en La m BWV 1041 J. S. Bach

– Sin indicación de tempo

– Andante

– Allego Assai

  1. Concierto para piano, trompeta y orquesta de cuerdas nº1 en Do m- D. Shostakovich

– Allegro moderato

– Lento

– Moderato

– Allegro con brio

3. Sinfonía nº 4 en Si b M op. 60- L. van Beethoven

– Adagio- Allegro Vivace

– Adagio

– Allegro Vivace

– Allegro ma non troppo

Por Helena Garreta Suárez

Alabama Shakes vuelven para quedarse

Alabama Shakes vuelven para quedarse

Más de uno calificó (entre los que me incluyo) a la líder de este grupo Brittany Howard como la nueva Janis Joplin. Tres largos años han pasado desde ese Boys & girls de 2012 y Alabama Shakes vuelven con un nuevo disco titulado Sound & Color en el que demuestran que tienen personalidad para rato.

Si bien podrían haberse quedado atascados en su estilo de rock & roll mezclado con soul sureño y blues; este nuevo LP resulta más arriesgado, extraño y sexy. Es uno de esos discos que suenan a música “de toda la vida”, un disco de crianza pero adaptado al siglo XXI. Vale la pena apreciarlo con unos buenos auriculares y disfrutarlo de una tirada (algo que un servidor no hace desde el primero de Xoel Lopez).

Y se trata de un disco que empieza suave y clásico pero que poco a poco va desvelando sus cartas. Mezclando sonidos old-school como decíamos, con R&B moderno, reggae e, incluso, la psicodelia. El guitarrista Heath Fogg consigue un trabajo minimalista pero en favor de las canciones que, a pesar de todo, no parará de sorprendernos.

Una muestra de la desgarradora voz de Brittany:

Sin más que decir que os pongáis ya mismo a escuchar el que seguro será uno de los mejores discos de 2015, os dejo por aquí su web oficial http://www.alabamashakes.com

 

Por Antonio H. Muñoz